EL FUNDADOR DE
TANDIL Y LA REVOLUCIÓN DE MAYO
Pocos tandilenses saben-porque no se lo han enseñado o no tuvieron noticia de ello-que el
fundador de nuestra ciudad tuvo un papel muy destacado y decisivo en la
Revolución de Mayo.
Corría el año 1810. La caída de España en manos de
Napoleón, produjo en las colonias españolas en América una ebullición en relación con la conducta a
seguir, dado que la autoridad real había cesado y, consecuentemente, los
virreyes y o gobernadores en estas tierras eran cuestionadas como legítimas.
El Río de la Plata, en especial Buenos Aires, ya había
sufrido las invasiones de los ingleses en 1806 y 1807, que fracasaron merced a
la briosa reacción local.
El Río de la Plata, en especial Buenos Aires, que ya había sufrido las
frustradas invasiones de los ingleses en 1806 y 1807, había iniciado un camino
que desembocaría en la revolución, llevada adelante por los porteños de una elite que entendían
que ya el virrey no representaba a ningún gobierno y que por lo tanto era
llegada la hora de decidir sobre los propios destinos.
El Gral. José de San Martín reconocía ya en 1835, desde
Bruselas, en carta a su gran amigo Tomás
Guido, que habían pasado “Veintinueve
años en busca de una libertad”:
el gran protagonista y testigo de la época que fue el Libertador, coloca así el
comienzo de nuestra lucha por la libertad, en la Reconquista de Buenos Aires.
Varios son los autores que coinciden con esta
apreciación, que representó un espaldarazo ante el resto de la hispanidad, al
hacer retroceder a Inglaterra, una de las potencias de la época.
La formación
de cuerpos criollos, con una moral en alza, que al decir de Mitre constituyeron
una “democracia militar”, al elegir sus oficiales de entre la tropa, fueron
aportes y cambios que cubrieron el período hasta 1810, donde la libertad
comenzó a tener un especial sentido.
Libertad que
implicaba la ruptura de estructuras
económicas, sociales y políticas que la colonia había impuesto y contra las
cuales hombres como Belgrano, Moreno y
el mismo Saavedra se habían opuesto de palabra y en algunos casos, en los
hechos.
Es Alberdi
quien sostiene que “hay dos etapas en la ejecución de toda
revolución: la de destruir la autoridad pasada y la de construir la autoridad
nueva. Una debe suceder a la otra”. Con la revolución iniciada el 25 de
mayo, se reemplazó el orden colonial por un gobierno, que, como dice el mismo
Alberdi, apenas tenía poder para conservarse. La libertad exterior o la
independencia, puede ser el resultado de una guerra victoriosa, afirma, pero "un hecho de armas, por brillante y feliz que
sea", no puede crear las instituciones necesarias de un buen gobierno".
Todos, desde la escuela primaria en adelante, hemos
tomado contacto con el proceso de la Revolución de Mayo, pero en pocas
oportunidades con el acceso directo a las fuentes. En esta oportunidad, amigo lector, hemos
privilegiado transcribir parcialmente algunos párrafos de ellas, para ver,
además, con claridad el protagonismo de quien trece años después fundó Tandil.
Como bien señala el más destacado historiador
contemporáneo argentino, Tulio Halperin Donghi, en esos tiempos “ El
dominio militar de Buenos Aires está en
manos de los cuerpos de la milicia criolla: una parte de los españoles tiene alianza formada con
éstos; las tropas regulares no
constituirán tampoco una valla eficaz contra esa hegemonía”(…) “En torno de los
regimientos se mueven los esfuerzos del partido patriota; es el coronel
Saavedra quien finalmente decide que ha llegado el momento de actuar …”
Es leyendo la Memoria
precisamente de Cornelio Saavedra, donde
podemos ver claramente cómo es de exacta esta afirmación del ilustre
historiador. Dice Saavedra respecto a
ese momento: “…les dije “Señores, ahora
digo que no sólo es tiempo, sino que no se debe perder una sola hora”, la afirmación fue hecha en la reunión del 18 de mayo en la casa de Martín
Rodríguez.
Luego de señalar que le propusieron reunirse en lo de
Rodríguez Peña, al día siguiente, donde había “una gran reunión de americanos que clamaban porque se removiese del
mando al virrey y crease un nuevo gobierno americano…”. Saavedra
escribe-diecinueve años después- que se acordó
interpelar al alcalde J. J. Lezica y al síndico procurador Julián de
Leyva para que “con conocimiento del
virrey Cisneros” se hiciese un cabildo abierto para que el pueblo reunido
decidiera la suerte. Al primero lo fueron a entrevistar el mismo Saavedra y
Belgrano y a Leyva lo entrevistó Castelli.
Se resolvió pedir personalmente la venia de Cisneros para
que se convocara a cabildo “público y general”.,
Al día siguiente Cisneros tomó conocimiento oficial del
pedido de cabildo abierto y dice Saavedra que el virrey se presentó en el Fuerte manifestando que no veía por qué
hacer tanto alboroto.
“No, señor; - dice Saavedra-no
queremos seguir la suerte de la España, ni ser dominados por los franceses: hemos resuelto reasumir
nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos (…) y continúa: “Esto
mismo sostuvieron todos mis compañeros”. Ante la decisión demostrada, el virrey dijo que entonces se haría el
Cabildo.
Relata Martín Rodríguez en sus Memorias, que estando de acuerdo en la
decisión de hacerlo los patriotas se
reunieron una vez más el 20 de mayo. Allí Saavedra dijo “que
estaba pronto a cumplir lo que había prometido; pero que era preciso
buscar otro local donde nos reuniésemos esa noche…”.Se acordó entonces
hacerlo en la casa ofrecida por Rodríguez Peña y allí se realizó la “Junta” (así la llama Rodríguez), “con la presencia de: Cornelio Saavedra, Manuel Belgrano, Francisco
Antonio Ocampo, Florencio Terrada, Juan J. Viamonte, Antonio Luis Beruti,
Feliciano Chiclana, Juan J. Paso, su
hermano Francisco, Hipólito Vieytes, Agustín Donado y Martín Rodríguez, las
tropas quedaron acuarteladas ignorando
todo el motivo de esta novedad, como ignoraba también el pueblo”
“Se decidió enviar una comisión para entrevistar a Cisneros para intimarlo
a cesar en el mando. Resultó el
nombramiento en el doctor Castelli y yo,
y para asegurarnos mejor, pedimos que el
comandante de granaderos de infantería Terrada, fuese con nosotros; pues su
batallón estaba acuartelado en el Fuerte y bajo los balcones del mismo
Cisneros, y como en él había muchos oficiales españoles, temíamos que al
momento de la intimación, se asomase Cisneros
a un balcón y llamase a los granaderos y nos hiciese amarrar”
“El comandante Terrada fue con nosotros,-continúa
Rodríguez- se puso a la cabeza de sus granaderos y nosotros subimos.
Entramos a la sala de recibo y encontramos allí a Cisneros jugando a los naipes
con el brigadier Quintana, el fiscal Caspe, y un tal Goicochea, edecán suyo.
Nos dirigimos a la mesa. Tomó la palabra Castelli y dijo: “Excelentísimo
señor: tenemos el sentimiento de venir en comisión por el pueblo y el ejército,
que están en armas, a intimar a V.E. las cesación en el mando del virreinato”.
“El virrey y colaboradores respondieron
airadamente a los patriotas, por lo que Castelli le contestó “que no se acalorase, que la cosa no
tenía remedio”. “Entonces tomé yo la palabra y le dije: “Señor: cinco minutos
es el plazo que se nos ha dado para volver con la contestación; vea V.E. lo que
hace”.
“Señores, nos dijo, cuánto siento
los grandes males que van a venir sobre este pueblo de resultas de este paso.
Bien pues, puesto que el pueblo no me quiere, y el ejército me abandona, hagan
ustedes lo que quieran”.
“Entonces-prosigue Rodríguez-nos
despedimos, y al dar la vuelta nos dice: “¿Y bien señores, qué es lo que
ustedes piensan respecto de mi persona y familia?”. Castelli-prosigue
nuestro fundador- le contestó; “Señor: la
persona de V.E. y familia están entre americanos, y esto debe tranquilizarlo”.
“Salimos
de allí y nos dirigimos a la casa de la reunión, diciendo: “Señores,
la cosa es hecha: Cisneros ha cedido de plano, y dice que hagamos lo que
queramos”.Nos empezamos a abrazar, a
dar vivas, a tirar los sombreros por el aire. En el acto salieron Beruti, Peña
y Donado, con varios criados y canastas
a recolectar todos los dulces y licores que hubiese en las confiterías. Se puso
una gran mesa en casa de Rodríguez Peña,
que duró tres días cubriéndose de continuo para que entrara todo el mundo que
quisiese a refrescarse”.
El Cabildo Abierto se concretó
finalmente el 22 de mayo, con una
concurrencia de 251 vecinos expectantes. A las palabras del obispo Lué,
defensor a ultranza del mantenimiento de Cisneros, respondió Castelli, dueño de
un brillante discurso, firme y convincente y luego de otros oradores y previo a
la votación, Saavedra fue quien remató su intervención manifestando que “…no quede duda de que el pueblo es el que confiere la autoridad o mando”. Los
patriotas triunfaron por 159 a 67 votos…
Si
bien en el Cabildo Abierto Juan José Paso mencionó que hablaba en nombre de las
restantes ciudades en su condición de capital del virreinato, o sea, “como hermana mayor en nombre de las
menores”, éstas no habían sido siquiera consultadas al respecto. Mucho
menos sabían que tales eventos estaban por suceder puesto que, como quedó
dicho, ni los pobladores de Buenos Aires lo sabían.
“La Plaza de la Victoria estaba
llena de gente y se adornaban ya con la divisa en el sombrero de una cinta azul
y otra blanca, con el primor que en todo aquel conjunto de pueblo, no se vio el
más ligero desorden.”-nos dice Saavedra.
“El 24
procedió el Cabildo, al nombramiento de
vocales de que se debía componer la Junta
de Gobierno de estas Provincias y las que comprendían la dilatada extensión
del virreinato. El doctor don Juan
Nepomuceno Sola, don José Santos
Incháurregui, el doctor Juan José Castelli y yo-dice Saavedra-, fuimos los electos en aquel día; y para la
presidencia el mismo don Baltasar
Hidalgo de Cisneros: se constituyó esta
Junta el mismo día 24 a la tarde”. Pero al conocerse que Cisneros presidía
esa Junta comenzaron rápidamente las expresiones de descontento al igual que
por la presencia en ella de los pro españoles Solá e Incháurregui, los debates
fueron moneda común en las reuniones y en los cuarteles, de resultas de lo cual
“ al
fin del día 24 también quedó disuelta esa Junta y yo fui el que le dijo a
Cisneros, que era necesario se quedase sin la presidencia, porque el pueblo así
lo quería- dice Saavedra- a lo que él también se allanó sin
dificultad”
Finalmente el 25 de mayo quedó integrada la Junta –continúa Saavedra-como “estaba
resuelto en los acuerdos anteriores y
recayó éste en las personas de don Miguel de Azcuénaga, don Manuel Belgrano,
el doctor Juan José Castelli, el doctor don Manuel Alberti, don Juan Larrea,
don Domingo Matheu y yo, que quisieron fuese el presidente de ella y comandante
de las armas”. Asimismo nos informa que también juraron como secretarios
los designados doctores Juan José Paso y
Mariano Moreno y que “por
política fue preciso cubrirla con el manto del señor Fernando VII a cuyo
nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos”
No sólo eran los militares en sus
cuarteles sino que –como consigna el acta capitular de ese día- “las gentes que cubrían los corredores dieron
golpes por varias ocasiones a la puerta
de la sala capitular; oyéndose las voces
de que querían saber lo que se
trataba; y uno de los señores comandantes , don Martín Rodríguez, tuvo que
salir a aquietarlos” y
agrega Saavedra: “El clamor de los criollos fue
intenso y el día 25 se manifestó en una demanda enérgica del pueblo, que se
había concentrado frente al Cabildo encabezados
por sus inspiradores y respaldado por los cuerpos militares de nativos”.
La expresión el “clamor de los criollos”, no indica si era de una multitud.
Saavedra confiesa que solicitó se le
excusase de presidir la Junta “no sólo por la falta de experiencia y de
luces para desempeñarlo, sino también porque habiendo públicamente dado la cara
en la revolución de aquellos días no
quería se creyese había tenido el particular interés de adquirir empleos y
honores por aquel medio”. Sin embargo pudo más la presión de los que
entendían que el militar era el hombre indicado y Saavedra quedó al frente de
la Junta y como Comandante de armas.
El mismo Manuel Belgrano en su “Autobiografía”, acerca de estos momentos
cruciales, escribe la siguiente
afirmación: “No puedo pasar en
silencio las lisonjeras esperanzas que me había hecho concebir el pulso con que
se manejó nuestra revolución en que es preciso, hablando verdad, hacer justicia
a don Cornelio Saavedra.”
Por su parte el P. Cayetano .Bruno
se remite a las memorias de Posadas para
hacer notar que la renuncia de la Junta del 24 se debió a una “ especie de conmoción y gritería en el
cuartel de Patricios” corroborado por los documentos de la Audiencia que
manifiesta que “ la fermentación en el
cuartel de Patricios, cuyos oficiales se manifestaron muy disgustados de la elección” , y no sólo eran los
militares en sus cuarteles sino que –como consigna el acta capitular de ese
día- “las gentes que cubrían los
corredores dieron golpes por varias ocasiones
a la puerta de la sala capitular; oyéndose las voces de que
querían saber lo que se trataba; y uno de los señores comandantes , don Martín Rodríguez, tuvo que salir a aquietarlos”
Sin
embargo la participación popular fue escasa, si se tiene en cuenta los alrededor
de 27.000 habitantes urbanos de aquel Buenos Aires....El ya citado Halperin
Donghi señala, casi con sutileza, que no debe connotarse a la revolución como
popular por la participación directa, ya
señalada, sino que “es la concreta
política del poder revolucionario…” la que así puede calificarla y ello se
puede ver en afirmaciones de otros historiadores que, como Guillermo Furlong S.
J., difieren ideológicamente del citado Halperin, cuando afirma :”…los hombres de Mayo y sus inmediatos
sucesores , más que elegidos por el pueblo, se impusieron al pueblo”. Por
su parte José L. Romero afirma que : “El clamor de los criollos
fue intenso y el día 25 se manifestó en una demanda enérgica del pueblo, que se
había concentrado frente al Cabildo encabezados
por sus inspiradores y respaldado por los cuerpos militares de nativos” .
También son varios los autores
que destacan la importancia en aquellos
momentos de nuestro fundador, como cita el historiador J. Canter cuando dice
que “el grupo de Saavedra se manifiesta como
el más vigoroso y avasallador” y más
adelante agrega: “El grupo más numeroso y
más importante que se suma a Saavedra
con la calidad del, voto del sindico, es el de Martín Rodríguez.”(…)” no cabe duda, Martín Rodríguez había logrado incluir a muchos hombres dispares”….
Por su parte, Jorge M. Ramallo en su
libro “Los grupos políticos en la
Revolución de Mayo”, dedica un capítulo a
“Los que no integraron la Junta
del 25”. Allí señala algunos interesantes conceptos que por reveladores
transcribimos para nuestros lectores: “Así
como llama la atención la inclusión de
determinados nombres en la Junta
del 25 de mayo, no se explica claramente la omisión de otros que fueron actores de primera línea durante la gestación y
ejecución del movimiento revolucionario.
Martín Rodríguez, Viamonte, Ocampo, los Balcarce, Chiclana del grupo de Saavedra; Rodríguez
Peña, Vieytes, French, Beruti, del grupo
de Castelli, fueron dejados de lado para dar lugar a Azcuénaga, Larrea,
Matheu, o Moreno, que no habían
participado activamente en la promoción de los últimos acontecimientos.
Evidentemente hubo una transacción e integración entre los grupos, que exigió
el sacrificio de varios de los principales. Estos debieron esperar el curso de
los hechos o aceptar el desempeño de otros cargos de no menor importancia.”
Y así ocurrió, Martín Rodríguez, por
ejemplo, fue designado en junio coronel
del Ejército y así otros patriotas que
no integraron la Junta, de alguna manera fueron compensados por los valiosos
servicios que prestaron en las gloriosas jornadas de mayo de 1810.
Cabe señalar aquí-una vez más- que
si bien algunos historiadores, como Fermín Chávez, afirman que “la revolución aun sin caudillo, se imponía
desbordando a los viejos poderes
coloniales”, la mayoría de las fuentes contemporáneas a los hechos, ya
expuestas, señalan claramente a Saavedra como la cabeza, al igual que
patriotas posteriores como Alberdi y
Vélez Sarsfield también lo reconocieron.
La Junta formada el 25 de mayo,
creyó justo agradecer a los militares que actuaron en la gesta y que
posibilitaron su alumbramiento y el 29
dio a conocer la “Proclama a los Cuerpos
Militares de Buenos Aires”, en la
que se exaltaba la actuación que dichos cuerpos
habían tenido en esa semana trascendental, además, se dispuso que los batallones militares
existentes se elevaran a Regimientos, a la vez que se anunciaban las
previsiones para una reorganización de la Caballería y de la Artillería
Volante. Estas reformas orgánicas de las fuerzas existentes constituyeron, ni
más ni menos, los primeros pasos hacia la formación del Ejército Patriota que
iniciaría el camino de nuestra Independencia, por todo ello, en 1951, Perón dictó el
decreto que instituyó al 29 de mayo como el “Día del Ejército Argentino”.
Aquel
“gobierno municipal porteño” –como
algunos autores lo llaman-nacido el 25 de mayo no logró concretar una representación nacional
si es que efectivamente lo quisieron. La denominada Primera Junta se amplió
después de seis meses, al invitarse a las ciudades del interior para que
enviaran a sus representantes a Buenos Aires, y así formar gobierno o un
congreso, según dos convocatorias presentadas. Lamentablemente, en poco tiempo,
las facciones internas y los intereses locales, particularmente de los porteños,
que no querían perder el control del proceso, llevaron a la disolución
de aquel gobierno que podría denominarse protonacional
y desde ese momento se consolidó un gobierno ejecutivo con predominancia de la
voluntad porteña que ha llegado hasta nuestros días, en que iniciamos el camino al
Tricentenario y donde surgen naturalmente las comparaciones entre la Argentina
de 1910 y ésta de cien años después,
idealizándose aquélla y
deplorándose ésta, en un ligero análisis. Sin dudas la Argentina de 1910
se encontraba, en varios sentidos, en una situación más aventajada, lo que
explica una primera y obvia diferencia respecto de la actual: el primer
Centenario encontró al país convencido de
que su futuro sería mejor que su presente y
que, a su vez, su presente era mejor que su pasado., diagnóstico
compartido aún por algunos de los sectores más radicales, que entonces
señalaban como “contracara de los
festejos, la realidad de la desocupación, los bajos salarios, las malas
condiciones de vivienda y de trabajo, o la represión que sufrían muchos
argentinos y extranjeros residentes”.
“Desde Aquel
apogeo –como titula Juan Archibaldo Lanús su libro dedicado a los
años 1910 a 1939– a este momento
transcurrió un siglo de variada fortuna para nuestro país en el mundo. El año
1910 significó un hito emblemático de optimismo, esperanza, confianza en el
progreso, pero 2010 ya no es igual. La inseguridad por el futuro y la
perplejidad ante las conductas y políticas de nuestro país son hoy las notas
predominantes”
Los
argentinos hemos visto a lo largo de las
últimas décadas cómo se ha ido desdibujando ese horizonte de progreso
colectivo, dado que si bien en 1910 había pobres y excluidos, desocupados,
déficit de viviendas y servicios sociales, en nuestro presente la pobreza es un
rasgo estructural, como lo han señalado diversos autores y repetidamente la Iglesia.
No
hemos resuelto aún -la sociedad y la
dirigencia– qué decisiones, ideologías y políticas son las adecuadas frente a
los grandes cambios que sobrevinieron y que seguramente continuarán.
Llegamos así al final de este
capítulo porque nada menos que su fundador fue una de las
piezas claves de la Revolución de Mayo-como hemos podido apreciar a través de
la documentación brevemente expuesta-resultando, a la postre, uno de los dos próceres de la gesta maya en fundar un pueblo, el otro fue el Gral. Manuel Belgrano que fundó Curuzú Cuatiá .Todo un honor!
Daniel Eduardo Pérez