sábado, 7 de diciembre de 2013

GÉNESIS DE LA EDUCACIÓN EN EL TANDIL




GÉNESIS DE LA EDUCACIÓN EN TANDIL

GENERALIDADES

El tema de la educación ha sido y es motivo de preocupación a lo largo de la historia de la Humanidad.
Si bien es dificultoso hablar de educación en los pueblos primitivos, sin ponerse de acuerdo previamente en el significado del vocablo en esencia, podemos hablar genéricamente y con un sentido amplio del término, de la existencia de procesos de educación en los albores del hombre.
Los largos y duros momentos en los que el  ser humano adquirió su forma actual, estuvieron especialmente dedicados a la subsistencia primaria y por lo tanto trasladando de generación en generación formas, cada vez mejoradas, de obtener logros en ese sentido, tanto en la obtención de los alimentos, como  de las vestimentas y sus respectivas primeras herramientas.
Las grandes civilizaciones de la antigüedad, ya cultivaron formas más sistematizadas de transmitir no sólo los conocimientos y las creencias, sino también las artes,  cuyos testimonios hoy podemos admirar desde la Mesopotamia a la China, de la India a Egipto y en nuestro continente desde los mayas a los incas.
En todo lo mencionado , la escritura tuvo mucho que ver y cuando de alcanzar grados superlativos del pensamiento se habla, no podemos sino recordar a la antigua Grecia, cuna de la civilización occidental actual, donde las "polis" más relevantes, Esparta y Atenas, llevaron adelante los principios, aunque diferentes entre sí, de una educación  que encontró primero en los sofistas y sus maestros y más tarde en los nombres de Sócrates, Platón y Aristóteles, a quienes señalaron imperecederamente los caminos de la educación helénica y , más aún, del pensamiento filosófico occidental.
Naturalmente Roma no escapó a la poderosa influencia cultural griega, aunque imprimió a su manera de educar una impronta donde la familia tenía una gran importancia. Así desde Cicerón a Quintiliano, la Roma primero República y luego Imperio, dio a la educación un papel fundamental, destacándose la importancia que se otorgaba a la gramática, la retórica y especialmente a la oratoria, como formadora del pensamiento.
Con el advenimiento del Cristianismo, en los primeros siglos de la nueva era signados por la persecución hasta el martirio, la educación fue adquiriendo una nueva forma, a medida que la prédica y el testimonio fueron abriéndose paso, sobre la base del pensamiento cristiano, que tenía en sí mismo una valoración especial del espíritu de caridad, solidaridad y familia.
Así podemos señalar que las primeras instituciones de carácter didácticas fueron la de los "doctores" y  la de los "catecúmenos", donde se formaban sobre las  bases que la Iglesia estipulaba.
Ya en el siglo III, comenzaron a surgir lo que luego se denominaría "patrística", por ser los iniciadores de la corriente  los denominados Padres de la Iglesia. Entre ellos destacamos a Clemente de Alejandría y naturalmente a San Agustín ya en el siglo IV, quien puso los cimientos desde la Patrística, de una corriente de pensamiento que atravesó hondamente  a la educación.
En la alta Edad Media  se fueron consolidando las escuelas "episcopales" y las "parroquiales", en donde se formaban a los hombres de la Iglesia y futuros sacerdotes, especialmente en la actual Italia y sus dominios.
Con Carlomagno (siglo VIII) la educación cobró nueva vida, aunque sus sucesores no pusieron el mismo énfasis en la misma y hasta el siglo XII, en gran parte quedó reducida a los monasterios y a sus posibilidades, según la política imperante.
La educación caballeresca y posteriormente la creciente urbanización, fueron dejando lentamente de lado la educación, reducida a los estudios exclusivamente monacales y así el siglo XII, verá nacer nuevas instituciones que a la postre serían de fundamental importancia en la educación : las universidades.
Efectivamente, con la urbanización, cobraron nuevas energías y vigencia las escuelas episcopales, a la sombra de las catedrales, pasando los escolares del monasterio a los nuevos centros, renovados también en la literatura de uso hasta entonces.
Si bien el término Universidad, no tenía la actual connotación, pronto florecieron en la Europa occidental, al amparo y al impulso de la Iglesia y también de los "gremios" o "corporaciones" de alumnos y profesores.
Así la de París y la de Oxford, nacieron de aquella iniciativa, aunque las de Bolonia y Salerno (Italia), también con las mencionadas, de las más antiguas, tuvieron un origen más complejo, relacionado a alumnos y profesores. La primera citada, dio origen a  la posterior  Facultad de Teología, la de Bolonia a  la de Derecho y la de Salerno a la de Medicina, todas ellas en su época, las más acreditadas y por ende de mayor tradición y fama.
En el siglo XIII la expansión de las universidades fue rápida y surgieron, entre otras, la de Cambridge, Padua, Nápoles, Salamanca, Valencia, Valladolid,  Montpellier y Orlèans, cimentadas de alguna manera en los modelos de las de París y Bolonia.
Hacia fines de la Edad Media, ya cincuenta y ocho universidades se habían fundado en territorio europeo, la mayoría bajo tutela papal, conformando verdaderas corporaciones, en las que tenían especial acceso los hijos de la alta burguesía predominante, por sobre los nobles. Hubo universidades, como la de París, que formaban "naciones", es decir alumnos provenientes de diversos países que se agrupaban según su origen.
Fue también la época en que cobró fuerza la "escolástica", de la cual fue figura excluyente Santo Tomás de Aquino, nacido en la segunda década del siglo XIII y cuya filosofía impregnó vastamente el pensamiento posterior, siendo el "tomismo" base de  corrientes que llegaron hasta la actualidad.
En tanto el Renacimiento comenzaba tomar forma y con él el humanismo, España llegaba a América con sus hombres aún viviendo en un feudalismo tardío, ya que España tardó más en adoptar las nuevas formas de vida que otros países.

EN AMÉRICA Y EN NUESTRO PAÍS
Con la llegada de los españoles a América, se trasladaron aquí las formas vigentes entre ellos, también en la educación.
Así la pedagogía de la evangelización fue la predominante, junto a la denominada colonial, que aunque también tenía ingerencias religiosas, ésta estaba más atenuada. Aquí se estructuró sobre una enseñanza elemental, que se ligaba a la enseñanza del catecismo, la lectura y escritura y rudimentos de aritmética; la que podríamos denominar de ciclo medio, que tenía en el latín y la gramática sus fundamentos y la universitaria, donde predominaba el conocimiento de las leyes y la teología.
A la Universidad de Santo Domingo en 1538-la más antigua- le siguieron la de Lima  en 1551 y la de México en 1553.
La enseñanza estuvo a cargo especialmente de los franciscanos y luego- con la expansión de la orden Jesuita (fundada por San Ignacio de Loyola)- a los religiosos de esta orden-desde 1610- que en el actual territorio argentino dejaron su huella imperecedera en las "misiones", hasta su expulsión en 1767, por orden del rey Carlos III.
Entre nosotros fue el recordado Fray Fernando de Trejo y Sanabria, quien sobre la base del Convictorio de San Francisco Javier- 1613-fundó la primera Universidad en Córdoba, aprobada en 1622 por Real Cédula de Felipe III, siendo en 1664, que el padre Andrés de Rada la puso en marcha intensamente, quedando desde la expulsión de los jesuitas en manos de los franciscanos.
Con la llegada del padre  José Antonio de San Alberto como Obispo de Córdoba, siendo Vértiz Virrey, el enciclopedismo que éste preconizaba en la educación, encontró a un impulsor de la educación para el trabajo-hoy diríamos con salida laboral- poniendo empeño asimismo en la creación de escuelas para huérfanos en Córdoba y Catamarca.
Cabe ahora dedicar un párrafo especial a Manuel Belgrano, quien en 1796, en su primera Memoria al Consulado, destacaba que era la educación la herramienta más importante para lograr la riqueza de los pueblos.
Verdadero precursor nativo de la educación a él le correspondió la iniciativa de crear una escuela de Náutica y otra de Agricultura, abogando ya en su segunda Memoria por la educación gratuita para niños y ocuparse de la educación de la mujer.  La relectura de estos trabajos pioneros del ilustre creador de la bandera, debería ser un verdadero deber de patriotas...
La educación era para el prócer "... la palanca del progreso de las naciones...", tal como se desprende de la tercera Memoria, pensamiento de total vigencia, que desde entonces todos los políticos repiten y pocos llevaron a la práctica.
Surgieron así, en 1799, las Escuelas de Dibujo primero y luego la de Náutica, que abrieron a la realidad los caminos señalados por Belgrano.
Ya en 1810, integrando la Primera Junta, siguió impulsando sus ideas acerca de la educación, que  ni siquiera en su transformación en militar, obligada por las circunstancias, dejó de lado. (Recordemos la donación del dinero ganado por la batalla de Salta, para la creación de dos escuelas que-¡cuándo no!- recién se concretaron en el siglo pasado.
También a Mariano Moreno le cupo ser un destacado impulsor de la educación, que, además, para él iba más allá de las instituciones educativas y abarcaba la lectura de libros y periódicos, por lo que fundó la Gaceta de Buenos Aires y la Biblioteca Nacional.
Lamentablemente muerto prematuramente, Moreno dejó el ideario de otorgar a la educación un papel preponderante en la consolidación de las ideas revolucionarias de Mayo.
Fue Bernardino Rivadavia entonces quien tomó-por así decirlo- la posta, promoviendo la aplicación práctica de los conocimientos, en concordancia con sus antecesores y que luego de su regreso de Europa, intentó poner en marcha, desde su ministerio en la gobernación de Martín Rodríguez (1820-1824)- período en el que se fundó Tandil en 1823- y luego como primer Presidente de la Nación, en 1826.
Si idea de difundir la educación a lo largo del territorio chocó con la situación política y económica, que en parte suplió con la aplicación del sistema lancasteriano.
Fundada la Universidad de Buenos Aires en 1821 y reorganizado el antiguo Colegio de San Carlos, luego denominado Colegio de Ciencias Morales en 1823, las ideas rivadavianas sobre la educación encontraron resistencias entre quienes añoraban la vieja educación colonial y los caudillos.
De todas maneras el carácter centralista que se fue dando, también en la provincia de Buenos Aires, donde durante el período de Juan Manuel de Rosas se vio más claramente en relación a las Corporaciones Municipales y designaciones de Jueces de Paz,  influyeron en el tema educativo.
Toda esta introducción, a ojos vista inexorablemente sintética, es el marco general en el que pretendemos ofrecer un panorama de los comienzos de la educación en Tandil y que- como es habitual en nuestras notas -pueden ampliar  los amables lectores que deseen ahondar sus horizontes en algunos de los tópicos mencionados, para lo que disponen de una copiosa bibliografía.

EN EL TANDIL
Desde su fundación, Tandil esperó casi tres décadas para comenzar a pensar seriamente en la organización de algún tipo de institución educativa, dado que su población fue creciendo, primero lentamente, hasta que la existencia de niños y niñas fue suficiente como para movilizar a los pioneros de siempre, y señalar  que era necesario comenzar a instruir en las primeras letras a los mismos.
En la provincia de Buenos Aires, recién luego de la caída de Rosas en Caseros, se realizó el primer intento de organización estatal para la educación, al crearse, en octubre de 1852, el Departamento de Escuelas con la dirección de José Barros Pazos, el que inmediatamente se puso a la tarea de crear escuelas estatales, en las antiguas parroquiales de  Buenos Aires y en la campaña, las primeras en 1853, en San Pedro, San Fernando, Arrecifes y San Isidro, todas ellas de varones, en tanto las de niñas corrían por cuenta de la Sociedad de Beneficencia, que contaba con ayuda del Estado desde la gobernación de Vicente López.
Poco tiempo después, en la campaña había treinta y nueve escuelas con poco más de dos mil alumnos, en las cuales Tandil no figuraba aún.
Tal vez la más antigua referencia a las inquietudes vecinales  acerca de la necesidad de crear una escuela en Tandil, es una  solicitud de Narciso Domínguez, sustituto del Juez de Paz Felipe Vela, en 1853, dirigida a Valentín Alsina, que menciona Osvaldo Fontana.
En 1854, el partido tenía, según el censo, apenas casi tres mil habitantes, de los cuales sólo había en el pueblo 689, incluida la guarnición del Fuerte.
Fue en este año en el que Tandil comenzó a sentar las bases de algunas de sus instituciones más importantes, a impulso de sus vecinos, con el acompañamiento de la Corporación Municipal y los Jueces de Paz.
Correspondió a R. Gorraiz Beloqui, en 1923, ser de los primeros en informarnos de ello brevemente , luego a la valiosa documentación publicada por el Archivo Histórico de la Provincia, " Fundación de Escuelas Públicas", de 1939 y a Julio F. Reboredo, en su artículo sobre el tema, dedicado a Tandil, en la "Revista de Educación" de julio-agosto de 1944, quienes nos proporcionaron verdaderas fuentes documentales, que luego Osvaldo Fontana, en 1947 y más recientemente nuestro amigo Néstor Dipaola, en 1982, ampliaron, sin ignorar trabajos como el de la tesis de Maestría en Educación de Daniela Urdampilleta , en 2001 y otros, entre ellos los de nuestra autoría, referidos al Colegio de la Sagrada Familia, 1996; a la Escuela Agrotécnica, 1991; al Colegio San José, de 1998  y naturalmente el de la fundación de la Universidad, de 1975. Nosotros, modestamente, trataremos de ofrecer un material que además incorpore algunos datos nuevos y, sin llegar a abarcar todo el siglo XX, señale aportes que fueron hitos en la educación de los tandilenses, que merecen ser difundidos en esta tarea de divulgación histórica que tenemos como propuesta.
 Surge de la documentación que las inquietudes vecinales tuvieron su concreción, cuando el 18 de junio de 1854 se inauguró la primera escuela, para lo cual se lograron $ 1.100 m/c y con doce niños comenzó su tarea en un rancho ubicado en la esquina de Yrigoyen y Gral. San Martín (hoy una casa de venta de comidas), convenientemente refaccionado y alquilado a  José Rivero en $ 100 mensuales.
Fueron los comerciantes Manuel Romero y José Otero quienes más se preocuparon de ello, según lo destaca el Juez Publio Massini en nota al Ministro Irineo Portela.
Al frente de la escuela quedó el mentor de la iniciativa, el danés Juan Fugl,-recordemos que se había recibido de maestro en Dinamarca-quien a su vez delegó el cargo de Preceptor (como comúnmente se denominaba a los maestros) en el vecino José Arnold, de oficio carpintero y nacionalidad norteamericana.
Esta designación de carácter transitoria cesó cuando el citado Barros Pazos, designó para el cargo a José Zapico, en octubre de 1854 y de quien tenemos escasas referencias hasta el momento. El empeño de Zapico no pudo con su enfermedad que lo obligó a renunciar en marzo de 1855, dejando un  detallado informe de los alumnos que concurrían.
Ante la situación planteada, el vecindario no se arredró y solicitó una nueva designación, que recayó en Domingo Rañal o Rañan ( se encuentran los dos apellidos en la documentación consultada), de quien también ignoramos más datos, salvo que los acontecimientos provocados por las entradas de maloqueo de Yanquetruz de ese año, interrumpieron su efímera tarea, lo que da cuenta en el extenso e ilustrativo informe el valiente Juez de Paz, Carlos Darragueira el 17 de octubre de 1855, quien expone las consecuencias ocasionadas por los episodios y que significaron que se produjera lo que alguna vez llamamos " el éxodo tandilense" .
El siempre bien dispuesto Jefe de Escuelas, Barros Pazos, tomó nota de la situación y- optimista-respondió que esperaba que en 1856 pudieran reiniciarse las actividades escolares, para lo que dispuso de $ 25 para la compra de útiles.
El año 1856 transcurrió en la aldea sin novedades en ese sentido, aunque lentamente comenzó a retornar el vecindario y el "repoblamiento", lento pero firme, auguraba mejores épocas que acompañaran a los pocos criollos y "gringos" que se  quedaron junto a Darragueira, Suessy, Fugl y otros.
Sin embargo  este sería un año importante para la educación de Buenos Aires, porque en él asumió como nuevo Jefe del Departamento Escuelas, Domingo Faustino Sarmiento, sinónimo de educación-pese a quienes sostienen que su acción creadora en la provincia fue escasa, como nuestro recordado maestro Juan C. Vedoya. Lo cierto es que al año siguiente, con Sarmiento en el Departamento de Escuelas y el citado y ascendido Barros Pazos como Ministro de Gobierno, éste concedió, el 22 de julio de 1857, la autorización a la Municipalidad para que refaccionara el local de la vieja escuela con el objeto de su reapertura, con los cuatro mil pesos que los vecinos adelantarían.
Finalmente el 1 de agosto de 1857, la Escuela Pública de Varones, reabría sus puertas con Francisco Juldain como preceptor o maestro, quien a propuesta del Juez de Paz Adolfo Gonzáles Chaves y por sugerencia de don Juan Fugl, -Municipal de Instrucción y Culto-era designado, como consecuencia que el primer propuesto-Domingo Rañal o Rañan,- no pudo hacerse cargo, tal como originalmente se pensó y lo testimonia Sarmiento en una nota.
Fugl en sus "Memorias", da cuenta de la importancia que él otorgaba a la educación, diciendo:" Entendía que la instrucción debía ser la institución más importante del pueblo. No debía funcionar en local tan poco adecuado sino en el mejor y más importante edificio  del pueblo."
El 30 de marzo de 1858 los alumnos pioneros fueron examinados, mereciendo el elogio del Presidente de la Municipalidad, Juan Casado en nota dirigida al mismo Sarmiento, el 12 de abril de ese año.
En tanto la Escuela de varones continuaba su noble tarea, la preocupación por dotar-o mejor dicho volver a dotar- a Tandil de una escuela  que se ocupase de las niñas, incitó a los vecinos con Fugl-como siempre- a la cabeza a movilizarse.
Así las cosas, el 9 de agosto de 1859, el Juez de Paz Felipe Miguens se dirigió a la Sociedad de Beneficencia- recordemos lo ya mencionado en cuanto a que era la encargada de la  educación de las niñas- solicitando que la nueva apertura de"... la escuela de niñas que funcionó tiempo atrás en este Pueblo, pueda a volver al estado de proporcionar la educación...".
En la misma nota propuso a Baldomera Güiraldes como preceptora o maestra, señalando que sus experiencias en Buenos Aires y también en el Tandil así lo recomendaban.
Ya   Sarmiento había designado aquí "veedora corresponsal" de la Sociedad, a doña Marcelina Gómez de Machado, con lo cual las gestiones se vieron favorecidas, de tal manera que el 24 de agosto fue designada al frente de la flamante Escuela de Niñas, según consta en la aceptación firmada por la misma preceptora con fecha 14 de setiembre de 1859 y dirigida a la Presidenta de la Sociedad de Beneficencia, donde además aprovechó la ocasión para solicitar los elementos indispensables para comenzar la tarea, desde silabarios a catecismos , pizarras y demás útiles escolares.
Pocos días después,  la Municipalidad solicitó la designación de la ya citada Marcelina. G. de Machado como Inspectora Corresponsable, elogiando sus aptitudes.
Finalmente el  1 de noviembre de 1859 comenzó a funcionar la Escuela de Niñas, con diez alumnas que pronto se duplicaron para  alegría de los municipales, que de todas maneras estaban preocupados por la falta del pago prometido de haberes adeudados de noviembre y diciembre a la maestra y los alquileres respectivos, como se desprende de la nota dirigida por Felipe Miguens a la Sociedad de Beneficencia, el 24 de enero de 1860.  Como usted, apreciado lector, podrá observar, la costumbre de deberles a los maestros viene de lejos...
El 25 de agosto se llevó a cabo un nuevo examen de los alumnos de la escuela de varones, según se desprende de la nota de Moisés Jurado, a la sazón Presidente de la Municipalidad, dirigida al  Jefe del Departamento Escuelas, mencionando -erróneamente- que fueron los primeros exámenes, cuando los mismo fueron, como ya citamos, en 1858, destacando la buena calificación de los mismos a estar de la apreciación de los examinadores, los vecinos "... A González Chaves, Juan Fuge (sic), (en obvia alusión a Fugl), Carlos Darrey, Inocencio Garrido y Narciso Domínguez".
La actuación de Juldain finalizó en 1860, cuando el "cansancio moral", diríamos hoy, lo venció y en enero de 1861 asumió Miguel Brid, quien poco después, en junio, renunció y fue reemplazado por  Ricardo López, quien se desempeñaría hasta finalizar 1864.
No todas eran flores, por cuanto a los omnipresentes obstáculos oficiales, se agregaban la indiferencia y la situación del vecindario, en algunos casos poco propicias para el desarrollo educativo, lo que implicaba combatir - cuándo no- la deserción que preocupaba y por lo que sabemos de Fugl, enojaba al pionero.
Luego de 1864, y ante el alejamiento de López de la escuela, asumió Antonio Lambín, para quien todos son elogios (Lambin era el esposo de la receptora de la primera máquina de coser que trajo Santamarina y su hija, del primer piano, que se usó en la escuela.
A Lambin le correspondió actuar hasta 1868, con cuatro años en el que aumentó la matrícula y se obtuvieron buenos resultados en los exámenes respectivos, además de haberse obtenido, merced a la tenaz gestión municipal, la construcción de nuevos edificios para las escuelas públicas, trabajos que finalizaron en 1867.
Alejado de su cargo Lambin, asumió como nuevo preceptor, Manuel Castro  y Oubiña, quien se desempeñó hasta julio de 1876, mes en el que renunció por enfermedad, falleciendo  tres meses después.
A este preceptor le cupo una actuación juzgada por algunos historiadores muy duramente- caso Fontana-aunque el 25 de julio de 1874, Castro y Oubiña había dirigido una extensa nota al Departamento de Escuelas en la que acusaba severamente a las autoridades municipales de la falta de apoyo y de lograr un mejor nivel para posibilitar que sus egresados ingresaran a la Escuela Normal- en este caso de Dolores, ya que en Tandil todavía no se había fundado. En uno de sus párrafos dice: "Por parte de la autoridad no hay ningún estímulo, ningún interés ni ningún medio para que la educación progrese: todo queda a que el preceptor lo haga todo, pues no se ocupa de si los niños asisten o no asisten, si cumple o no cumple, ni si hay muchos o pocos".
El enfrentamiento entre municipales y preceptor era evidente y en ello tiene que ver la idea de instalar una escuela "Superior", que preparase a sus egresados para el ingreso comentado. De tal suerte las cosas, desde enero de 1875 comenzó a funcionar la denominada Superior, con Lázaro Caseaux como preceptor, siendo reemplazado en octubre por Andrés Clari, quien a la renuncia de Castro y Oubiña, reunió las dos escuelas en una y asumió la dirección.
Ya por entonces la escuela- ahora única- de varones funcionaba en un local de la calle Gral. Belgrano, siendo acompañado Clari en su tarea docente, por Ricardo Venegas y Félix Retolaza, para atender los  188 alumnos registrados.
En ese año se sancionó la Ley de Educación de la Provincia de Buenos Aires, normativa de gran importancia, antecedente, entre otros, de la luego famosa Ley 1420. Por la misma se creaban los Consejos Escolares,  institución que en Tandil comenzó a funcionar en enero del año siguiente, habiendo sido elegido como primer presidente el recordado Dr. Eduardo Fidanza .
A todo esto ¿qué había ocurrido con la Escuela de Niñas? A la elogiable tarea de Baldomera Güiraldes, ayudada por su hermana Flora, le sucedió, en diciembre de 1861, Manuela Villamayor, quien actuaba bajo la supervisión de Rosa G. de Domínguez, teniendo por entonces la escuelita 28 alumnas.
La gestión de Villamayor fue bastante extensa, ya que en la documentación aparece  hasta julio de 1872, en que la nueva preceptora es Luisa Bonavera de Castro, quien dos años después informa que concurren a escuela 37 alumnas, cifra que en 1878 aumentó a 76, ya contando con la colaboración de la  maestra Martina Montañez.
Al año siguiente la escuela reabrió en un local de Gral. Pinto 25 (antigua numeración) con la dirección de Anais A. de Conde  y la colaboración de Estefanía A. de Suby, con una matrícula de 92 alumnas.
Por su parte la Escuela, ahora Superior, de varones, registraba en ese año una merma  y tenía 130 alumnos, bajo la dirección de Norberto J. Casco.
Los documentos indican que en 1881, la de varones continuaba con el mismo Director y con 118 alumnos y la de Niñas, ahora dirigida por Emilia Avellaneda, contaba con 109 alumnas.
En 1884 el Primer Congreso Pedagógico Nacional fue un hito histórico que culminó con el dictado de la famosa Ley 1420, que signó la educación del país hasta el siglo XX.
El panorama educativo local, en tanto, era por entonces  completado con escuelas "particulares", que desde temprano se sumaron a las "públicas", ya que en 1860, Fugl informaba a Sarmiento de la existencia, además de las dos del Estado, la de varones y la de niñas, de dos particulares, una de varones  regenteadas por Ricardo López y Miguel Brid (a la postre directores de la pública de varones) y una de niñas a cargo de Cleta Falday.
A ellas se sumaron una mixta (toda una novedad para la época) dirigida por Loutigarde O. de García, creada en 1868; otra creada al año siguiente también mixta, dirigida por Francisco y Emilia Casetti; la de varones dirigida por el italiano Antonio de Vecchi, desde marzo de 1871; otra de niñas que dirigida por Selsa López, funcionó desde 1872; la también de niñas de Juana D. Díaz, desde 1878 al igual que la conducida por Luisa Bonavera de Castro ( a la postre sucesora de la segunda maestra de la estatal de niñas), desde 1879, cuando deja la pública; la de varones del también italiano Luis Panizza, en 1880 y  figuraba registrada también la mixta dinamarquesa, conducida por el pastor C. Melencecht, según apuntan los documentos del Departamento de Escuelas, pero que sería el famoso  primer pastor de la colectividad ,Oscar Meulengracht, quien había llegado al Tandil en mayo de 1876, regenteando luego el Templo danés, inaugurado en 1877, un año antes que el  católico de la Parroquia del Santísimo Sacramento.
Cabe acotar aquí que el sentido esencial de los colegios de colectividades, tenía como objetivo el transmitir el idioma y las costumbres de sus patrias de origen, a los hijos-argentinos- que allí concurrían.
En este sentido, podemos agregar que antes de finalizar el siglo XIX, también funcionaron el Colegio Ítalo Argentino, que dirigió Carlos Bruni y luego el matrimonio Clari y De Vecchi, mixto y que funcionó en Río Bamba (hoy Alem 724); el Franco Argentino de Niñas, dirigido por Elisa D de Delgado, que funcionó en Gral. Belgrano 768 y la Escuela Evangélica- Colegio Inglés, conducido por F. Lester Newton, en Gral. Belgrano 661.
Otros escuelas particulares adquirieron justa fama por su calidad, como fueron el Colegio Sudamericano, fundado por Manuel Carné, en 1891 y que por años estuvo en Alem al 400, frente al Hotel Roma; el prestigioso Colegio Chapsal, que fundado en Buenos Aires, en Tandil se abrió el 15 de febrero de 1882, poseyendo internado y bajo la conducción de un pedagogo de nivel, como fue don Enrique Lamy, que poseía además de la escuela elemental, mixta, Comercial, secundaria, incorporado al Nacional y preparaba "señoritas para ingresar a las Escuelas Normales de Dolores, La Plata o de la Capital".  El maestro Lamy fue de una vasta cultura y su desaparición fue lamentada unánimemente por Tandil, donde dejó una huella imperecedera para la época.
Otra escuela particular que adquirió fama en las postrimerías del siglo XIX y comienzos del XX, fue el que conducían las uruguayas Deliébana Oliver Castellano junto a su hermana Tuligarde Oliver de González conocidas como las Orientalas, famoso por la severísima disciplina que regía- donde no escaseaban desde azotes a otros castigos, y al que los padres de niños "bravos", los enviaban en procura de "ablandarlos"...
En tanto la Escuela de Varones, posterior escuela Nº 1, siguió su camino de crecimiento con las dificultades de siempre, logrando en los primeros años del siglo XX que se atendieran los reclamos del vecindario para dotarla de un mejor edificio, lo que ocurrió finalmente cuando se inauguró el edificio que hoy conocemos de la calle Gral. Belgrano, el 26 de octubre de 1913, constituyendo un acontecimiento popular.
Retornando al  final del siglo XIX, digamos que en 1896, había 14 escuelas: dos de varones, una de niñas y 11 mixtas, con un total de 452  alumnos varones y 499 niñas, con la atención de 21 maestros.
En ese año vio la luz el Colegio de la Sagrada Familia, que fue fundado por la Congregación de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, cuya primera Superiora había llegado al Tandil en 1890 a pedido de la Comisión de Damas de Caridad, para abocarse a atender el Hospital. Esta  primera Superiora, a la que le correspondió el mérito de poner en marcha este prestigioso colegio privado, fue Sor María Justina Bertani ( de origen italiano, al igual que la recientemente beatificada Sor María Ludovica, verdadera mentora del Hospital de Niños de La Plata, que hoy lleva su nombre), que había estado al frente del Hogar de Niñas "Sagrado Corazón", conduciendo la flamante creación que había sido patrocinada por Rita B. de Fernández y contado con el apoyo del Cura Párroco Marcial Álvarez.
Inicialmente para niñas, hoy mixto, la trayectoria del Colegio nos exime de mayores comentarios.
La rica historia educacional tandilense  seguía escribiendo páginas admirables, cuando por iniciativa del padre Marcial Álvarez y el apoyo de las damas Ana Irasusta de Santamarina, Pascuala Arana de Bilbao y su hija Pascuala Bilbao de Vicuña, la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia, fundada por el Hno. Gabriel Taborin en Francia, aceptó instalar en Tandil un colegio para varones, en el terreno donado por la viuda de Santamarina, en la esquina de Maipú y Fuerte Independencia, cuya construcción dirigió personalmente el Hno. José Silvano Poncet,  para inaugurar el Colegio San José, el 9 de marzo de 1908, con la dirección del Hno. Vicente Dangnac, acompañado por cuatro hermanos más, franceses como él y la concurrencia de los primeros 34 alumnos.
El espectro educativo de Tandil crecía y sus demandas por igual, de tal manera que dos años después, tras intensas gestiones locales encabezadas por el diputado nacional Antonio Santamarina y el Intendente Emilio Vivot, se logró la ansiada creación de la Escuela Normal MIxta, por  Decreto del  20 de enero de 1910, que firmó el Presidente de la Nación, José Figueroa Alcorta, y por el que se crearon otras cuatro escuelas  Normales más, designando para el cargo de Director a Juan Ramón Bonastre.
El viejo edificio de Alem y Maipú, antiguo Asilo San Juan y posterior Hospital Municipal, que había quedado desocupado al inaugurarse el nuevo edificio hospitalario en 1909, albergaría desde aquel 14 de abril de 1910, a las primeras alumnas, fundadoras de una larga y rica trayectoria normalista, que tanto brindó a Tandil, a partir de su origen en la legendaria Escuela Normal de Paraná sarmientina.
Aquellos 35 alumnos normalistas y los 231 del Departamento de Aplicación, comenzaron a recorrer un camino pleno de realizaciones, donde profesores de fuste formaron, y también egresaron, para orgullo de nuestra Escuela Normal.
El crecimiento y sus demandas impulsaron, con los años, la necesidad de un edificio acorde, y así comenzaron las tratativas para su construcción, que impulsadas por el diputado provincial Juan D. Buzón, vieron su final feliz con la inauguración del edificio que hoy conocemos en Av. Santamarina, el 11 de setiembre de 1943, lugar inolvidable de nuestra adolescencia normalista, llena de ideales.
Pero la educación en Tandil registró además otras iniciativas valiosas y que hoy son también orgullo tandilense. Así  nació, merced a la donación de 100 has. por parte de María Gastañaga viuda del Dr. Ramón Santamarina con destino a una escuela de agricultura, la hoy conocida como Escuela Granja o como es su actual denominación Escuela Agrotécnica "Dr. Ramón Santamarina", nacida a partir de la donación como "Escuela del Hogar Agrícola Ramón Santamarina", para mujeres, por decreto del Presidente de la Nación Victorino de la Plaza, del  8 de mayo de 1915.
La inauguración oficial del nuevo establecimiento fue el 24 de setiembre de 1916, comenzando allí sus clases las 15 alumnas que egresarían como "Maestras del Hogar Agrícola".
Desde entonces  y a partir de la dirección de Marcial Boudin, en 1918, con los cambios que fueron introduciendo y adecuando los tiempos, se llegó hasta esta realidad actual, en la que numerosos alumnos de Tandil y la zona, y su cuerpo de docentes y no docentes, prestigian la realidad educativa- además de brindar desde siempre las exquisiteces de su producción-no sólo de Tandil sino del país.
Los nuevos tiempos históricos fueron exigiendo cambios y nuevas ofertas que sirvieran a un país que requería de técnicos para fomentar su industria y sus oficios. Es así que en la década del ‘40, la política impulsada por Perón desde el gobierno, promovió la creación de Escuelas de Oficios y de Escuelas Industriales.
Tandil no fue ajeno a esta inquietud que respondía a una real necesidad y es así que el 3 de mayo de 1946, fue creada la Escuela  de Aprendizaje Industrial, después conocida como Escuela Fábrica, funcionando en el antiguo edificio que había desocupado la Escuela Normal, en Alem y Maipú, con la dirección de Florindo Riato y más tarde, el 16 de abril de 1948, la Escuela Técnica de Oficios, en un edificio de la esquina de Las Heras y 9 de Julio, con la dirección de Carlos Garrido, que fue conocida como Escuela Industrial.
En 1963, el Consejo Nacional de Educación Técnica, el recordado CONET, resolvió la fusión de las dos escuelas, dando nacimiento desde entonces a la Escuela Nacional de Educación Técnica Nº 1 "Felipe Senillosa", hoy Escuela Técnica Nº 2, al provincializarse, que con su nuevo edificio inaugurado en 1977 -en el antiguo solar de Alem y Maipú- y la conducción acertada de Oscar García, recorrió un camino de logros, al brindar técnicos capacitados en diversas especialidades.
Pero la incorporación de nuevas orientaciones permitió a Tandil, tener su primer instituto terciario, cuando el 10 de mayo de 1960, se creó el ISER (Instituto Superior de Educación Rural), que funcionó en la estupenda estancia de los Santamarina " Sans Souci", (hoy  con un grupo de voluntarios luchando por su recuperación edilicia, colaborando con el Instituto Superior Nº 75) donde previamente había estado la Escuela Agrícola "Eduardo Olivera".
El ISER fue modelo en Latinoamérica y con la primera conducción del profesor V. Russo, desarrolló una labor pionera en su especialidad, cerrado luego de 1976 y convertido hoy en el Instituto del Profesorado Nº 10.
No podemos a esta altura mencionar todo el resto del rico panorama educativo, pero queremos recordar a las antiguas escuelas "profesionales" que enseñaban oficios como el de modista, bordadora, etc.; a las artísticas municipales; las de adultos; la Nacional de Comercio,  la Brig. Martín Rodríguez o el Polivalente y el posterior Instituto del Profesorado de Arte (IPAT), (terciario) y a todas las demás, medias y técnicas provinciales, que aportaron y aportan esfuerzos invalorables destinados a los jóvenes.
La historia de la educación en Tandil está llena de entrega, de fundaciones, de sacrificios en las escuelas urbanas, rurales, secundarias ( hoy polimodales) tanto de gestión pública como privada, y como usted lo comprenderá fácilmente, apreciado lector, estas páginas deberían ser más bien un libro si pretendiéramos extendernos más detalladamente, como el tema lo merece, pero no queremos finalizar sin destacar la última gran creación, fruto del vientre mismo de los tandilenses, gestada por el gran maestro que fue Osvaldo M. Zarini. Nos referimos, por supuesto, a la Universidad, inaugurada aquel 30 de mayo de 1964, inolvidable para quienes estuvimos en la gesta y hoy convertida en la Universidad Nacional del Centro, una realidad sin la cual Tandil y la zona  serían casi impensables., a cuya  gesta le dedicamos un capítulo en el tomo I
La educación fue, es y será la mejor inversión de los pueblos, la herramienta que los hace libres y dignos, apegados a los valores trascendentes merced a los cuales el hombre es algo más que un simple animal. Gloria y reconocimiento a quienes así lo entendieron y lo entienden y a quienes se les fue la vida enseñando con el ideal de ver algún día un mundo un poco mejor.

 Daniel Eduardo Pérez
                                                                                  


sábado, 16 de noviembre de 2013

BOTICAS Y FARMACIAS EN EL TANDIL




DE BOTICAS Y FARMACIAS EN EL TANDIL

La salud humana ha sido desde muy antiguo un tema de preocupación para la especie. En el tomo I de Historias del Tandil nos ocupamos oportunamente, de la medicina, siempre con el acento de su historia en nuestro Tandil.
Allí, asimismo, brindamos algunos datos referidos a la profesión del boticario –farmacéutico, indispensable complemento del médico.
Hoy trataremos de desarrollar, siempre en los límites que el espacio nos permite, lo que iniciamos en el citado capítulo.
Farmacia, (del latín pharmacia y éste del griego pharmakeia, veneno, droga, medicamento) es la palabra que usaron los hipocráticos para describir a una sustancia que puede causar beneficio o daño al organismo. Luego, por extensión, denominó a la ciencia y práctica de la preparación y dispensación de fármacos y  también al lugar donde se preparan y se venden esos productos medicinales, aunque este último es denominado oficina de farmacia (antiguamente llamado botica , especialmente en España), para distinguir el concepto de ciencia del concepto de lugar. La farmacia es entonces una de las ciencias de la salud que estudia la procedencia, naturaleza, propiedades y preparación de medicamentos.
Los farmacéuticos comparten con los químicos y los médicos, la responsabilidad de sintetizar compuestos orgánicos con valor terapéutico. Además, cada vez con más frecuencia, se solicita sus consejos  en materia de salud. La Farmacia incluye, también a los conocimientos sobre fármacos y medicamentos,  sobre sus efectos en los seres y las propiedades químicas y biológicas del cuerpo donde actúa, con ayuda de disciplinas de la misma farmacia o de otros campos afines.
La oficina de farmacia, el local digamos, es el lugar o establecimiento donde el farmacéutico ejerce su profesión, o sea, proporciona servicio de salud a un paciente ofreciéndole consejo, dispensándole medicamentos fruto de este consejo o por receta del médico y también otros productos de la llamada parafarmacia, tales como los de perfumería, cosmética, alimentos especiales, productos de higiene personal, ortopedia, etc. Popularmente  se le suele llamar simplemente farmacia y tradicionalmente se le llamó botica, ella puede albergar también un laboratorio de análisis clínicos (hoy están en general separados) o uno de elaboración de productos medicinales mediante las llamadas fórmulas magistrales, cada vez más raras por la existencia generalizada de los grandes laboratorios multinacionales.
Durante la colonia, se solía llamar farmacia a la profesión, y botica al establecimiento. Según el Diccionario de la Real Academia Española el vocablo farmacia designa la ciencia y la profesión de esta ciencia, y no el local donde se preparan y expenden las drogas, que llama Botica, y que es la oficina en que se hacen y despachan las medicinas o remedios para la curación de las enfermedades, como quedó dicho.
Según Francisco Cignoli, historiador de las farmacias argentinas, en las primeras décadas de la vida de los pueblos que constituyeron el virreinato del Río de la Plata, se aprecia que  no existía cosa alguna que pudiera compararse a farmacia o botica.
Los primeros médicos que vinieron a esta parte de América preparaban ellos mismos los remedios que aconsejaban. Así, en el acta del 24 de enero de 1605 del Cabildo de Buenos Aires, se consigna que el vecindario debía pagar al primer cirujano que solicitó se le recibiese como tal, don Manuel Álvarez, la suma de cuatrocientos pesos al año, más el importe de las medicinas y ungüentos que suministrase a los enfermos de la población.
Si Buenos Aires debió aguardar desde su segunda fundación, 25 años para que su Cabildo considerara la primera presentación de un profesional titulado ofreciendo prestar sus servicios médicos; la primera oportunidad de considerar una gestión similar proveniente de un boticario, tardó casi dos siglos, pues en los Acuerdos de 1770 aparece la iniciada por  Agustín Pica, a quien se lo considera como el primer boticario laico que solicitó del Cabildo autorización para ejercer su profesión en Buenos Aires según informan las Actas Capitulares del 5 y 26 de mayo de aquel año.
Mientras Buenos Aires no contó con el Protomedicato, el Cabildo intervenía directamente en los trámites necesarios para dar validez a los títulos y antecedentes presentados por los médicos, cirujanos, boticarios, etc., cuando se radicaban en la ciudad y asimismo, permitía la instalación de los profesionales, autorizaba las boticas, fiscalizaba su funcionamiento, etc.
Cignoli señala que en 1782, en el virreinato del Río de la Plata,  había unas 31 boticas establecidas y 4 botiquines. De ellos, 16 boticas  y 3 botiquines se hallaban en tierra argentina, 11 boticas y 1 botiquín en Bolivia, y 4 boticas en el Uruguay.
De las de la Argentina, 9 estaban establecidas en Buenos Aires; 4 en Córdoba; 2 en Salta; 1 en Tucumán; 2 botiquines en Mendoza y 1 en Jujuy, aunque ya antes de 1763, existían las boticas de presidios y con anterioridad  aún las de los conventos.
Antes de crearse el Protomedicato, "el pueblo estaba sujeto para la administración de remedios, aún los más delicados, a la ignorancia de Mercaderes y Pulperos, o a la voluntariedad de Médicos y ejercitantes de esta facultad y de la cirugía, que consultaban demasiado el interés propio" (Gorman. Manuscritos Nº 45)
Al principio el Protomedicato se encargó de surtir de artículos farmacéuticos a todas las boticas del país, encargándolos en cantidades considerables a las casas de Diego Thomas Fanning de San Lúcar y de José de Llano y Sanginés de Cádiz, a cambio de cueros y lanas de vicuña. Poco después, en 1782, se nombró "asentista boticario" a Francisco Marull y posteriormente a Narciso Marull , quien figura ocupando dicho cargo hasta 1809.
Desde España se recibían  "los compuestos" y desde el virreinato se enviaban toda clase de árboles y plantas útiles y, "para la Real Botica, todos los géneros medicinales, con las noticias respectivas de su uso y virtudes". (Gorman, manuscritos).
Un aporte relativamente reciente y muy útil para conocer el pasado de esta profesión fue la creación del Museo de la Farmacia, en Buenos Aires, inaugurado el 22 de agosto de 1970, con un acto realizado en la antigua farmacia “De la Estrella”, declarada oportunamente patrimonio nacional, con la dirección a cargo de la Dra. Rosa D’Alessio Carnevale Bonino, cuyo nombre lleva hoy.
En 1977 se tuvo que entregar el local y recién el 16 de setiembre de 1981, el Dr. Juan C. Sanahuja otorgó un local en el primer piso de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, permitiendo con ello que la institución se consolidara, brindando a la comunidad su patrimonio valiosísimo, donde desde profesionales a vecinos curiosos por conocer esta rama de ciencias de la salud, pueden apreciar parte de su historia.
EN EL TANDIL
Tal como lo señalamos en el capítulo V del tomo I de Historias del Tandil, pasarían varios años desde que se fundara el Fuerte, para que aparezca documentada la existencia de un "facultado". Es en un exhorto del 30 de diciembre de 1854, cuando se nombra a un tal "don Daniel", cuyo apellido se perdió en el tiempo y que según reza el documento ejercía en el Tandil, continuando citado en otros documentos en 1855, cuando se incorpora a un boticario, Agustín Cuadri y una partera innominada.
En el capítulo citado decimos: Los malones de ese año seguramente también se llevaron, con el famoso éxodo, a estos pioneros. Un tal Cruz pasó a ser en los hechos una mezcla de enfermero y boticario, hasta que después de 1861 se perdió su rastro.
Anterior a su llegada, algunos curanderos y "manos santas", practicaban su siempre atractiva actividad, habitualmente propicia por la ignorancia y también por creencias de carácter mágicas, que abrían el camino a estos antiguos-y  aún vigentes-practicantes de "artes" curativas.
Así un tal Pedro Mallo había adquirido por el pago cierta fama, asociado a boticarios o presuntos boticarios y en algunos casos a otros respetables que, como el noruego Juan Darjap, había instalado la botica  "El Progreso", hacia 1862. Un año antes, los vecinos del pueblo Miguel García y Manuel Letamendi habían fundado la que sería la primera botica  de origen local: " La Amistad", de  corta duración y que estuvo a cargo de Honorio Guilbaux, también de ostentaciones curanderiles.  El Juez Romero se quejaba por entonces que en el pueblo " no hay médico ni botica. Mallo no tiene credenciales y Darjap es un estafador., debemos seguir la suscripción pública para traer un médico..."
Otros intentos, como el de  un tal Luis Cornille, proveniente de Dolores, habían conseguido convencer a los ediles de establecer una botica regida por él, con aporte de acciones, para desplazar a Darjap.
La  idea fructificó  y así nació la " botica popular", que hasta el mismo Fugl apoyó al entender que una botica de características como la propuesta," cuasi" municipal, sería importante.
Figuras destacadas del pueblo como el citado Fugl, Garrido y Lambín, apoyaban la tesitura de designar a Cornille como "regente" de la botica municipal, con un sueldo de $ 2.000 mensuales, cifra nada despreciable para la época.
La permanente amenaza de la difteria, la viruela, la fiebre amarilla y el cólera, tenían en vilo a la población, por lo que muchas veces aceptaban lo que tenían a mano en materia de presuntos "doctores", calmando sus miedos.
La aplicación de la vacuna antivariólica fue entonces un avance importante en el pueblo y pese a los permanentes entredichos y situaciones  conflictivas entre Mallo y Cornille, la presencia del Dr. José  Fuschini imponía por entonces  el señorío del que sabe.
Juan Fugl, convencido de la importancia de Fuschini, propuso otorgarle un subsidio de $ 3.000 mensuales, lo que fue aceptado con complacencia.
En tanto Fuschini se debatía en la soledad en su magnífico y denodado accionar, el dependiente de la botica municipal, un tal E. Dubour, convenció a los ediles de poner al frente de la misma a su padre, que ejercía en Dolores, lo que fue aceptado, siendo una vez más un dolor de cabeza para la Corporación, dado que era otro personaje adicto a la bebida que poco duró y obligó a las autoridades a intervenir la botica, a esta altura verdadera protagonista de malos tragos en el pueblo.
Los "interventores" presididos por el vecino Luis Arabehety, hicieron lo que pudieron a partir de su buena voluntad, lo que además se complicó por la enfermedad de Fuschini, quien partió hacia Buenos Aires para atenderse, llevando la comisión de tratar de conseguir un "farmacéutico", diríamos  " en serio".
En “Historia de la farmacia argentina” de Francisco Cignoli, se menciona a un  tal Juan Baladia, como actuando en nuestros pagos y en Azul, figurando entre los miembros honorarios y corresponsales en el interior del país, de la Sociedad Nacional de Farmacia, entre 1860 y 1880,  de quien no hemos encontrado hasta el momento, otra referencia.
Quiso la suerte que Fuschini en Buenos Aires se encontrara con otro italiano como él, también graduado en Padua, pero como farmacéutico, Flaminio Maderni y lo convenciera de venir al Tandil para ejercer su noble y requerida profesión.
La llegada de Maderni marcó otra etapa en la atención de la salud y la bendita "botica popular municipal", cuya trayectoria e historia, Fontana califica de "cómica" y que sólo provocó quebrantos económicos a la Comuna, pasó a ser superada por la acción profesional del recién llegado Maderni.
En el valioso folleto que Enrique Spika publicó en su periódico La Voz del Pueblo, el 20 de febrero de 1882, da cuenta de la existencia de cuatro boticas en la aldea que por entonces contaba con 4093 habitantes (en la zona rural por su parte habitaban 4710 más). Ellas eran: la Botica del Pueblo, de Manuel Ruibal, en Gral. Pinto 36; la Botica Nueva, del ya citado Flaminio Maderni en 9 de Julio 113; la Botica del Sud, de Juan S. Jaca, en 9 de Julio 120 y la
Botica de Currás, frente a la Plaza Principal en Gral. Pinto 67, todos según la nomenclatura anterior a 1897.
Gracias a don Juan Jaca, nacido en Guipúzcoa y llegado con apenas diez años a nuestro país, a la postre fundador de El Eco de Tandil, el 30 de julio de 1882, sabemos algo más sobre el tema, porque que en su periódico Jaca puso avisos de su botica ya en el primer número. Allí decía: “En esta Botica establecida a la altura de las primeras de la capital, se encuentran  toda clase de drogas al por mayor y menor a precios sumamente módicos: Entre los muchos productos se expenden: la Colodina, remedio eficaz e infalible para curar los callos; remedio para sabañones que en una o dos solas aplicaciones cura completamente el mal; la Salitina para muelas que cura casi instantáneamente las dolencias de las muelas; cápsulas mejicanas que sanan pronto y radicalmente las enfermedades venéreas. Se preparan en el mismo establecimiento botiquines para el uso de las familias que residen en el campo, a precios muy económicos. Se aplican baños de vapor a domicilio y en casa”.
Curioso aviso que nos ubica en la época y nos informa de algunos de los males que más aquejaban a la población
En el mismo ejemplar apareció un aviso de la Botica Nueva, de Maderni. Ëste decía: “En este importante establecimiento montado como los mejores de Buenos Aires  y el primero de su clase de los de Tandil, se encuentra un completo surtido de drogas frescas a precios ínfimos. En la misma se expende el legítimo Tónico Tandilense que es muy confortable”. ¡Qué tal..!
Las andanzas de aquel vasco boticario y periodista cesaron en Tandil luego que vendiera El Eco, en 1885, y regresara a Buenos Aires.
Fue en ese año en que un danés, Jorge Dahl, estableció en Buenos Aires la farmacia Danemark. Graduado en su país, dos años después de abrir su farmacia en la Capital, se estableció en Tandil lugar donde la herencia de don Juan Fugl ya florecía en la comarca. Aquí en 9 de Julio 526 abrió en 1887 la Danemark que luego castellanizó pasando a ser la farmacia Dinamarca, que por tantos años sirvió en la ciudad.
La original, según testimonios de la época, estaba instalada con todos los detalles de elegancia y calidad, desde sus vitrinas en cristal a su balaustrada en cedro y vitrales que luego el ebanista, también danés, Johannes Bennike se encargó de enriquecer más aún.
Pero no sólo muebles nobles tenía, además fue el creador de un tónico que se hizo famoso, la Yema Creosotada Dahl. Los denominados tónicos –para los lectores más jóvenes lo aclaramos- eran brebajes, pociones, que se suponían, como la palabra lo dice, que tonificaban, fortificaban al organismo....
Dahl la vendió  en 1913 a la sociedad de Ángel Ávila y Tarsicio Fernández Ävila, quienes mantuvieron el nombre de la farmacia. En 1933 quedó al frente el mencionado en segundo lugar por la muerte de su socio, trasladando la misma a 9 de Julio 667, adonde continuó hasta su cierre el 15 de diciembre de 1995.
En 1906, Perfecto González Pérez abrió la Farmacia del León luego regenteada por Adolfo Naveyra.    Otras farmacias fueron surgiendo al compás de las necesidades del pueblo y así en 1909, Manuel Esteves Lorenzo fundó la Farmacia Argentina, en Gral. Rodríguez 588, trasladándose poco después enfrente en el Nº 589, siendo adquirida por Manuel López Moyano, quien además se desempeñaba como docente y tenía buenas dotes poéticas. A éste le sucedió el idóneo Dante Torricela, con la dirección técnica del Dr. Luis Luchessi quien la compró en 1939 y fue su dueño hasta su venta a Humberto L. Conforti quien finalmente fue el último propietario, dado que luego se vendió a una mutual, dejando de ser una farmacia colegiada.
Por la misma época en que se fundó la Argentina, abrió sus puertas la Farmacia Tandil, ubicada en la calle Gral. Pinto al 600, con la dirección de Felipe Cantón, hasta que el Dr. Alfredo Rozzi se hizo cargo desde la década del ‘30 hasta 1972.
Hoy está bajo la dirección de Paula Echeveste, en 9 de Julio al 400 .Podría haber sido originalmente la de Juan D. Buzón, el que fuera destacado hombre público y tuviera su farmacia con su apellido hacia 1909, con domicilio en Gral. Pinto 636.
Otras farmacias que comenzaron en la primera década del siglo XX fueron: la Roma en 9 de Julio 613, de Oca Villa y el italiano Enrique Pizzorno ( padre del que fuera diputado y abuelo de Gino que fuera Intendente); la Colón de  Goncalves Días; la de Alfredo Mattesius; la Italiana de  C. L. Descotte; la Estación de Marcelo Sauqué; La Mutual de Inés Sada Moreno, fundada en 1928 al igual que la Pérez de Bernardino Pérez; la Cosmopolita de Eliseo Isasi y la Suiza ,fundada en 1937 por Roberto Frigeri.
Por su parte la Farmacia Central, habría sido fundada por el químico farmacéutico Héctor E. Hernández a fines de la década del ‘20-según la escasa documentación de la fecha-y fue quien se la vendió a Raúl A. Moreira último propietario antes que la adquiriera en 1991 su actual directora técnica la farmacéutica Beatriz E. Subelza.. Ubicada frente a la Plaza Independencia fue de las últimas en estar “vestida” a la antigua hoy reciclada, sus valiosos muebles fueron donados al Museo del Fuerte, donde están presentados magníficamente, desde el 8 de julio de este año..
Hoy la Farmacia del Pueblo detenta-como dijimos-el título de decana, como la única sobreviviente de aquellas cuatro registradas en 1882, (aunque fuera posiblemente continuidad de la antigua Botica Municipal…)  cambiando sus propietarios. Hoy es de la farmacéutica Gladys M. Barcia y Adolfo Edjin desde 1974.
En una parte del edificio esta farmacia mantiene aún documentación antigua, como el registro de recetas o libro recetario que data de 1898 que se inicia con la receta Nº 75.271, época en que el dueño era Juan Adaro y donde se pueden leer curiosas recetas como una del Dr. Fuschini llamada Poción Angélica…Ya en los primeros años del siglo XX el dueño es el farmacéutico Arturo Massera a quien se la compró Francisco Anné Gaztañaga que la trasladó al actual domicilio de Gral. San Martín. Muebles de rica ebanistería vestían esta farmacia, la que luego de traslados y ventas fue cambiando. Hoy puede observarse parte de ese mobiliario en el Hotel Plaza de Carretas y en Pizuela. En este sentido-el de preservación de los antiguos elementos- debemos destacar a nuestro amigo Oscar Musso quien, como todos sabemos, tiene en su casa un museo, donde la antigua farmacia tandilense ocupa un lugar de privilegio.
En el Anuario de Tandil, de 1928 editado por la Cámara  Comercial e Industrial, solamente figuran las farmacias de los Ävila, la de Naveyra y la de Massera además de la  citada Roma.
Los profesionales del rubro vieron llegado el momento de agruparse para la defensa de sus derechos e intereses y así nació el Colegio Famacéutico de Tandil el 21 de abril de 1934, siendo los firmantes del acta constitutiva: Francisco Anné Gaztañaga, Adolfo Naveyra, Tarcisio Fernández Ávila, Héctor. Hernández, J. Carabelli, Marcelo  Sauqué, A. Goncalves Días, Luis Luchessi, Bernardino Pérez y  C. Descotte.
Las farmacias que estaban asentadas para establecer los turnos eran por entonces: Naveyra, Estación, Tandil, Pérez, Colón, Argentina, Italiana, Central y Ävila. Llama la atención que no todas los  hacían, faltando por ejemplo, la Del Pueblo. Preside  actualmente el Colegio, la profesional Valeria  Almando.
Años más tarde, en 1947, el cronista Osvaldo .Fontana publicó su Tandil en la Historia. Allí señala a las siguientes farmacias con las fechas de fundación, coincidentes  con las ya mencionadas: Tandil (A. Rozzi); Dinamarca (T. F.  Ávila); Argentina (L. Lucchesi); Naveyra (A. Naveyra); Central (R. Moreira); La Mutual (Inés Sada Moreno); Colón (A. Goncalves Díaz); Pérez (B. Pérez); Avenida (A. González); Suiza (R. Frigeri) y Vasca (de Bertha  Zalk, donde la atención amable de aquel recordado amigo Zambrino, cosechó una legión de amigos), sin embargo se omiten varias.
En la década del ’50 se habilitan varias, entre ellas la Quaranta fundada por Irma Quaranta de Boiardi (1953), donde trabajó el recordado Fito Roca, que con su habitual bonhomía luego atendió en la Colón hasta su muerte.
Casi treinta años después, por su parte,  la entonces famosa Guía Morel registraba en nuestra ciudad las siguientes farmacias: Aranguren,:Argentina, Avenida, Central, Colón, Del Pueblo, Dinamarca, Jaimovich, La Mutual,  Marzocca, Pérez, Polich, Quaranta, Rabal, Roveda,  Rubbi, Suiza,  Tandil, Teren, Trulls, Ugo, Vasca y Zazkin.
El crecimiento demográfico de la ciudad exigió nuevas farmacias y así hoy existen 32  colegiadas  y 5 de tipo mutual-sindical. La última -creada en 1996- fue la Rabitti, luego no hubo nuevas, sino cambios de dueños y nombres porque una ley provincial establece el número de farmacias según la población de la ciudad, por lo que habrá que esperar el nuevo censo para determinar si en Tandil se pueden abrir nuevas. Sin embargo hay zonas de la ciudad que carecen de alguna cercana y dado la expansión geográfica, sería necesario la apertura de nuevas en barrios alejados.
En esta apretada síntesis quisimos dejar una visión panorámica de esta actividad tan antigua  e importante para la salud de la población, que nacida bajo los efluvios mágicos de pócimas, pociones, pomadas, elixires y sellos (hoy serían cápsulas), trataron de aliviar con sus preparados todo tipo de males, desde las molestas callosidades y sabañones a los dolores de muelas, desde  problemas respiratorios y de presión arterial ( para lo que sanguijuelas, ventosas y cataplasmas –entre otras-eran herramientas útiles), hasta simples resfríos o descomposturas de estómago o hígado, más de una vez provocadas por abusos alimentarios.
El antiguo boticario y hoy el farmacéutico han sido y son nuestros leales aliados en la lucha contra cualquier enfermedad, con tal de evitarnos sufrimientos gratuitos…por eso merecen nuestro aprecio.

Daniel Eduardo Pérez