miércoles, 21 de julio de 2010

LA PIEDRA MOVEDIZA DEL TANDIL

LA PIEDRA YACENTE

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Tandil disfrutó durante un tiempo, no demasiado largo si tenemos en cuenta su “descubrimiento”, de un fenómeno natural que le dio trascendencia internacional: la Piedra Movediza. Gigantesco peñasco de granito de 300 tn..que oscilaba elegante e imperceptiblemente al borde de un precipicio, con el solo impulso del viento o de la mano, en un equilibrio casi milagroso.

De indudable origen natural, pese a que no faltaron quienes como Alejandro Sorondo, unos años después de su caída, sugirió la posibilidad que fuera …¡un monumento megalítico hecho por vaya uno a saber qué civilización…! , y no faltó-como siempre-quien lo adjudicó a ¡seres extraños a nuestro planeta!, lo cierto es que el granito oscilante fue un “capricho” de la madre Naturaleza.

Decimos que la suya fue de una corta fama nacional e internacional, porque si tomamos en consideración las primeras exploraciones no indígenas en la zona y la fecha de fundación de nuestro Tandil (1823), hubo que esperar una décadas para que La Movediza fuera “descubierta” y entonces sí, a partir de ello, comenzar a forjar su aureola de magia traspasando fronteras y comenzando a figurar en cuanto libro se publicara.

Podemos decir sin temor a equivocarnos que La Movediza “murió” septuagenaria, en el conocimiento público, es decir cuando apenas alrededor de siete décadas fulguró en el horizonte legendario estando “viva” para conocerla.

En ese sentido era “jovencita” si tenemos en cuenta que su origen debemos medirlo en miles de millones de años…

Este fenómeno fue atracción de turistas y visitantes famosos provenientes de todos lados, hasta que el 29 de febrero de 1912, a la media tarde cayó de su pedestal, dejando a Tandil huérfana de su símbolo, el que quedó, igualmente, en el “reposo del guerrero” para todos los tiempos.

Más allá de las leyendas sobre la piedra, vulgares, bellas o apasionadas alrededor de su caída se tejieron diversas hipótesis que aún hoy, a 95 años de su caída, no conforman más que eso, hipótesis sin cierre definitivo, sin corolario final.

Es que desde aquella legendaria versión de la idea de Juan Manuel de Rosas de tirar la Piedra, arrastrada por cientos de yuntas de bueyes, en adelante se tejieron otras que abarcan tanto el origen de su movimiento (el corazón de la india Mini sacrificada por amor), hasta llegar al terreno de las hipótesis más insólitas cuando del origen de su caída se trata.

Cuando se desplomó estaba en Tandil el destacado escritor Ricardo Rojas, quien fue el primero en dar la noticia al día siguiente en las páginas del diario La Nación, comenzando a correr desde ese momento la versión que había sido derribada por un atentado de canteristas disconformes, contestatarios, vengativos, versión que aún hoy tiene sostenedores en la opinión no calificada.

Otros atribuyeron el desastre a las vibraciones permanentes de los barrenos de las canteras aledañas como detonante de su "muerte" (románticamente “suicidio” para algunos), no faltando quienes afirmaron que el colocar tantas miles de botellas en su base para comprobar su movimiento al romperlas, fue desgastando el punto de apoyo en la base, hasta hacerle perder el equilibrio.

Es evidente que algún factor, no necesariamente coyuntural, hizo que efectivamente lo perdiera definitivamente, pero bien pudo ser el transcurrir de los miles de años lo que fue haciéndole perder el eje justo del delicado símil de bailarina fenomenal, hasta producir un día su derrumbe final.

¿Se venía cayendo desde hacía miles de años? , como sostenía mi recordado amigo y maestro, el Dr. Huberto Cuevas Acevedo, destacado médico pero también geógrafo;¿ Fue un atentado?, como algunos pretenden ; ¿Un accidente provocado involuntariamente? O la perseverante costumbre de empujarla por parte de todos los que subían, para tratar de observar su oscilación, hasta que entre tantos miles de empujones, en una sumatoria físico- matemática la mole cayó, como lo sugiere claramente Eduardo Holmberg, el destacado científico, ligado a Tandil y que la visitó en repetidas ocasiones. La incógnita persiste, lo que potencia su legendaria fama.

Hasta el nombre que nos denomina en los mapas, TANDIL, puede haber tenido origen en aquella maravilla natural.

Oportunamente publicamos una nota con el titulo de “En torno al significado del topónimo Tandil”, en el Nº 2 de la Revista de la Universidad (1978)donde dimos cuenta de alrededor de treinta acepciones atribuidas al significado de nuestro querido nombre propio.

Palabra de origen mapuche, deformada por los oídos y las lenguas blancas, una de sus acepciones pudo haber sido proveniente de los vocablos Thav-lil, “piedra que palpita, que late.

Piedra que late, muy poético y también romántico… pero ¿ajustado a la verdad?

Lo cierto es que aquella roca que permaneció sumergida en las aguas oceánicas que hace miles de millones de años cubrían la zona, moldeándose en ellas para salir a la luz alrededor de hace 900 millones y aquí “respirar” solitaria en la pequeña cumbre rodeada de congéneres sin sus dotes de una Maia Plitsiètskaia, aunque como partenaires admirables y admiradoras de esa privilegiada integrante o, mejor, solista del ballet granítico, sucumbió rápidamente, cayendo en el escenario y enmudeciendo a la platea, quedando yacente y partida, como cadáver momificado para la eternidad terrena y la curiosidad y el lamento inútil.

Quedaba para nosotros la magia de imaginarla allí, soberbia y agrandada por los ojos de la fantasía como un cíclope imbatible que se grabaría para siempre en los corazones, en el sentimiento y en la conceptualidad de una identidad única. No es poco…¿no le parece, amigo lector?.

Casi enseguida de su caída aparecieron quienes opinaron que había que buscar la manera de reponerla en su sitial. Proyectos varios que se fueron diluyendo en el tiempo. Recordamos siempre a don Arnaldo Rizzo quien conformó una comisión a tal fin ya hasta se puso una especie de hito señalando, o más bien, dejando señalada esta intención cuando el Dr. Zarini era Intendente en 1971 y unos hermanos Maxwell presentaron un proyecto en el que hasta movimiento le daban…pero el tiempo pasó y cada tanto el tema era puesto en agenda.

Más cerca de nuestros días el artista amigo José Rossanigo concibió el llamado “piedra dorada”, una especie de monumento en bronce que en ese lugar la pusiera nuevamente a la vista erguida, pero luego de muchos cabildeos sobre el tema, en la gestión del Intendente Miguel Lunghi, se llamó a un concurso en el que hasta la gente-muy poca-votó ante varios proyectos.

Finalmente el que resultó elegido comenzó a ponerse en práctica: una réplica en materiales sintéticos y hueca con armazón interna, que podría ubicarse en la cumbre inmóvil.

Tras varios meses de trabajos y de cuestiones varias para lograr el presupuesto para abonar a sus autores, finalmente y no sin opiniones divididas, la “piedra” fue inaugurada con bombos y platillos el 27 de julio de 2007, con la presencia de la pareja presidencial y todo el séquito imaginable……

La piedra siguió muerta, sólo que ahora la vista de algo parecido, nos dejaba mutilada la imaginación y le quitaba ese halo de misterio.

El Parque lítico La Movediza nació de esta manera, esperemos para quedarse, mientras la verdadera, la caída “mira” desde abajo a su símil, soñando seguramente aquellas épocas fabulosas en el que era una atracción mundial.

Daniel Eduardo Pérez

jueves, 8 de julio de 2010

EN NUEVO ANIVERSARIO DE LA INDEPENDENCIA

194º ANIVERSARIO DE LA INDEPENDENCIA


Al cumplirse hoy los 194 años de la Declaración de la Independencia de nuestro país por parte del Congreso de Tucumán, creemos que resulta propicio meditar acerca de aquella histórica decisión y los contenidos que en el presente conlleva como mensaje para todos los argentinos.
La Revolución de Mayo, de la que celebramos jubilosamente el Bicentenario, había abierto el camino para que se sumasen el resto de las ciudades-luego provincias-de lo que luego sería Argentina y así, once que hoy son las capitales provinciales, más cuatro del entonces Alto Perú aceptaron y firmaron el Acta. Sólo las del litoral y la Banda Oriental (hoy Uruguay) no lo hicieron.
Aquel martes 9 de Julio de 1816, a partir de las dos de la tarde y bajo la presidencia del representante sanjuanino don Francisco Narciso Laprida, el Congreso concluía con la redacción de la famosa Acta de la Independencia.
Era en sí misma la concreción de un acto de coraje, como lo llama Félix Luna, porque las circunstancias así lo determinaban, dado que como el mismo historiador nos explica:

“En el norte del continente, Bolívar había sido derrotado. Chile estaba nuevamente en manos de los realistas. Los españoles amenazaban Salta y Jujuy y apenas si eran contenidos por las guerrillas de Güemes. Para empeorarlo todo, Fernando VII había recuperado el trono de España y se preparaba una gran expedición cuyo destino sería el Río de la Plata. La Banda Oriental estaba virtualmente ocupada por los portugueses. Y en Europa prevalecía la Santa Alianza, contraria a las ideas republicanas. En ese momento crítico los argentinos decidimos declararnos independientes. Fue un gran compromiso, el rechazo valiente de una realidad adversa. Era empezar la primera navegación de un país independiente, sin atender las borrascas ni los riesgos. Un acto de coraje”.

Aquel documento, firmado por 29 congresales, también tuvo en las permanentes demandas del entonces Gobernador Militar de Mendoza, el Gral. Don José de San Martín, a un protagonista trascendente, dado que lo consideraba indispensable y fundamental para su plan de libertar el resto de los pueblos de la América del Sur, en medio de la ya citada adversidad internacional.
Coincidimos con el padre Rafael Braun cuando dice que “celebrar
un cumpleaños no es lo mismo que celebrar el aniversario de una institución privada o pública. Las personas viven un número limitado de años en esta tierra: nacemos, crecemos, envejecemos y morimos. Las comunidades políticas tienen un destino incierto porque son artificios culturales. Nacen, pero no siempre crecen y maduran. Tienen una duración imprevisible, y muchas veces fracasan en alcanzar el objetivo que se propusieron sus padres fundadores
Por ello es necesario reflexionar con serenidad lo que aquel conjunto mayoritario de las provincias logró en 1816 en Tucumán, en esa asamblea común y conjunta en la que declararon su independencia iniciando el camino para diseñar su primera constitución, que se firmaría tres años más tarde.
Un historiador serio realiza una interpretación de la realidad que, al hacerla, sabe que no es la única posible, ello es lo propio de la vida académica. Cuando se recuerda un pasado compartido se lo hace tanto desde la mente como desde el corazón, pero siempre desde la verdad, que es la mejor forma de amar a nuestra Patria.
Miremos entonces al futuro y repasando el preámbulo de la Constitución Nacional, redactado años más tarde de lo que celebramos, encontraremos un conjunto de objetivos que nos ofrece una visión y una guía para nuestra conducta ciudadana: “Constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. Sin duda, principios capitales para poder afrontar en nuestra sociedad pluralista, el desafío de construir ese futuro desde la creatividad de un pensamiento libre, desde la escucha recíproca, desde el respeto y aprecio de las diferencias, y así lograr pacientemente consensos encaminados a aproximarnos al horizonte deseado.
Tenemos entonces que construir desde la amistad social. Dejando de lado la soberbia de la inteligencia, que nos hace pensar que somos omniscientes, y de la soberbia de la voluntad, que nos hace creer que somos omnipotentes. Avivemos el deseo de construir el tercer siglo de nuestra vida independiente con humildad, alegría y amor, buscando grandes objetivos para el bien común, sin bajar los brazos.

Celebramos así el proceso por el que, a partir de allí, con dudas, desavenencias y conflictos, algunas de aquellas hermanas de la colonia, fueron sumándose hasta reunirse en aquel 1816 como“Provincias Unidas de Sud América”, para dar esta vez un sí conjunto, propio y voluntario al afán de ser “una nación libre e independiente …”.
En un país cosmopolita y en medio del proceso general de globalización que vivimos, creemos que resulta necesario afrontar los desafíos presentes y futuros en un clima de unidad nacional , creado a partir de lo racional y lo espiritual, que reavive en el alma esa maravillosa emoción colectiva que se llama patriotismo.
Ese patriotismo que en 1816 logró que unitarios y federales dejaran de lado sus discrepancias tras un objetivo superior. Entre ellos había abogados, militares, comerciantes y sacerdotes. Después, continuaron siendo adversarios, y algunos hasta tuvieron finales trágicos.
Desde aquel punto de partida que fue Mayo, se prosiguió en la construcción de una nación que conllevó luchas internas y externas-recordemos por ejemplo las campañas libertadoras del Padre de la Patria-para plasmarse en la continuidad de aquella Acta definitoria de buena parte del porvenir, enmarcados en un pensamiento que compartimos: “ningún país puede ir hacia delante si no es por la fuerza del espíritu que lo alienta, si no es por la puesta en práctica de los ideales que inspiraron a estos hombres”.
Esta Argentina de hoy, este pueblo que celebra sus 194 años de vida independiente, no puede relegar ni desprenderse de ese legado, aunque padezca períodos de temor y desorientación, aunque se yerre mientras se avanza, siempre nos debe guiar la voz de la libertad, de la dignidad humana, de la responsabilidad ante nosotros mismos.
Ni azares sorpresivos, ni quebrantos accidentales, ni crisis ni temor alguno, pueden torcer su destino ni apagar su fecunda vocación de grandeza, mientras respaldados en la historia, se conserve la fe en el porvenir.
Como bien dijo el poeta Francisco Luis Bernárdez:
Ninguna fuerza de la tierra podrá torcer este designio y este rumbo.
Por algo hay cielo en la Bandera y un gesto noble y fraternal en el escudo.
¡Gracias, Señor, por esta tierra de bendición y porque somos hijos suyos!

DANIEL EDUARDO PÉREZ
Presidente
JUNTA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE TANDIL