miércoles, 15 de febrero de 2017

VILLA AGUIRRE, un barrio con historia.

UN BARRIO CON HISTORIA
VILLA AGUIRRE

La historia de nuestro Tandil ofrece siempre facetas poco exploradas, especialmente cuando de “micro” historias se trata, por eso nos atrae  brindar, siempre que podamos, alguna novedad en ese sentido.
Hoy es el turno de una barriada tradicionalmente vinculada a una parte importante de nuestra sociedad, conformada mayoritariamente por humilde gente de trabajo y también-por qué no decirlo-olvidada por años en cuanto a obras indispensables para una vida digna. De esa barriada, por obvias razones de espacio, brindaremos un panorama sintético de su origen y desarrollo.
Luego de fundado Tandil en 1823, poco a poco se fue extendiendo la población, primero en torno al Fuerte y luego, con la llegada del FF. CC en 1883, hacia el barrio de la Estación, que de alguna manera fue como “barrio”, uno de los primeros.
Hacia las “afueras”, detrás de las cuatro avenidas, la zona de quintas y chacras, era la periferia “alejada” del centro.
Así por ejemplo, donde está la Escuela Normal estaban las Ferias, cedidas por el Municipio a la Asociación de Ferias (una especie de proto Sociedad Rural)  y donde está la Plaza Gral.M. Rodríguez, estaba la Plaza de Carretas desde 1879, abarcando originalmente las dos manzanas.
Los  primeros pobladores de fortuna fueron levantando sus estancias, algunas de ellas no muy lejanas a la actual ciudad, tal el caso de las de Ramón Santamarina y su familia: La Indiana, Bella Vista y Ramón I, entre ellas.
Precisamente podemos afirmar que fue Bella Vista la más antigua de las cercanas a la actual Villa Aguirre , si bien debemos darle prioridad a otra menos antigua de esa familia:  Sans Souci por estar hoy dentro mismo del barrio.( en el capítulo XXIV nos extendemos sobre ella y sus dueños originales, Si queremos delimitar lo que  denominamos Villa Aguirre, podríamos entonces, arbitrariamente, ubicarla entre la ruta 226, la calle Pujol, la Circunvalación y la calle Mons. Actis en una hipótesis de máxima, dado que la calle Cuba –que limita el Hipódromo-podría ser la de mínima.
Asimismo debemos consignar que dentro de lo que hoy es la Villa o cercanos a ella, existen otros “barrios” menores con sus propias denominaciones tales como el 25 de Mayo, La Tandilera, Kaffka  y más allá El Molino.
Uno de los interrogantes que primero surgen cuando hablamos de la Villa, es quién fue el tal Aguirre que le da su nombre. Pese a los esfuerzos hechos hasta el momento de aparecer este capítulo, es poco lo que hemos podido averiguar sobre el tal Aguirre, aunque sí dimos con el nombre del propietario de  tierras en esa zona-gracias a la colaboración del amigo José L. Betelú y el Agr. Jorge Zabaleta- y que fue Manuel Aguirre y Esnaola, de ascendencia vasca, que era el dueño de tierras en la zona, figurando ya en la mensura de 1866 de Chapeaurouge, en la chacra 84 manzana L (entre la Ruta, Ugalde, Pío XII y Güemes) que fue subdivida en 18 lotes. Al lugar se lo conocía  como “la villa de Aguirre”, finalmente la que dio el nombre a la actual Villa de Aguirre. Enigma descifrado…
Hablar de esta barriada nos lleva necesariamente a referirnos al Hipódromo, indudable pionero como centro en torno al cual se articuló originalmente la misma, motivo de nuestra atención, porque más allá de la existencia ya citada de las antiguas estancias, fue el motor principal en sus comienzos.
El Hipódromo nacido gracias a la Asociación Circo de Carreras Tandileras-nombre original-, considerada la más antigua de su tipo en  Sudamérica, ya que fue creada el 14 de abril de 1866.
Ese día el Cnel. Benito Machado y otros ilustres vecinos, junto a casi un centenar de hombres, resolvieron crear la entidad que a la postre concretó el que sería el primer hipódromo  de  nuestro país (el de Palermo fue creado en 1876) y hoy uno de los más antiguos de Sudamérica.
Para ello, entre las primeras medidas estuvo la adquisición de un predio en las “afueras” del pueblo donde está hoy, (entre las calles Cuba y Peyrel, con frente a Darragueira) de 103 ha., para cumplir con el objetivo de “lograr el mejoramiento de la raza equina, tan útil por todo concepto al hombre”.
 Además, -como afirma el periodista Martín Glade en La Nación-“uno de los fines, nunca escritos de la conformación de la asociación, fue la unión, en un ámbito amigable, de los pobladores enrolados en las filas del mitrismo y del alsinismo, corrientes políticas entonces opuestas”.
En sus primeros años, las carreras se armaban espaciadamente, tras un sorteo entre los socios, para resolver quiénes podían presentar sus caballos para animarlas. Sin embargo, el incumplimiento de algunos ante este compromiso, hizo que se decidiera considerar esta elección como obligatoria e inexcusable.
Eran épocas-continúa Glade- en las que se corría a varias vueltas, y los jockeys, lejos de la atractiva vestimenta de hoy , montaban en camisa y con vincha, directamente sobre el pelo del animal y sin ningún tipo de calzado especial.
De a poco, la entidad fue afianzándose, siempre con un número reducido y elitista de asociados, y, mes tras mes, fue poniendo a punto su estatuto.
Así, por ejemplo, el 1° de noviembre de 1869 se decidió "llevar un individuo de reconocida probidad para recoger las tarjetas en los días de carreras" y un mes después se resolvió que ya era el momento adecuado como para dotar a la pista de carreras de palcos, por los que los mayores de 12 años debían pagar 5 pesos de la época y las "señoras" no abonaban el ingreso”
.
El inicial crecimiento, tuvo su primer tropiezo unos 10 años después, cuando se resolvió arrendar el predio a Juan Elgue, ante "el abandono del circo de carreras y que sólo se hace del terreno que lo compone un uso ocasional".
Como era de rigor,
se realizó el  inventario, en el que, con una minuciosidad propia de aquella época, constó que se cedió hasta "una percha y un mate con bombilla".
Vencido el contrato con Elgue, se aprobó otro en el que un tal  Eugenio Font se comprometió, además de pagar 3700 pesos anuales para dedicarse al "pastoreo y labranza" a "matar todas las vizcachas"….
En las últimas décadas del siglo XIX debió ceder parte de su terreno para facilitar el tendido de las vías del ferrocarril del Sud, y  en una asamblea del 31 de mayo de 1896, resolvió cambiar su nombre por el actual, el de Club Hípico, donde además se dio un paso fundamental al dejar de lado su propia reglamentación, para adoptar la del prestigioso Jockey Club de la Capital.
Pese al impulso que parecía contar el club, se llegó a momentos complicados para una institución  de sus características y por ejemplo, durante todo 1901, "ha sido imposible realizar carreras pues, a pesar de la propaganda organizada, nadie se presentó a anotar caballos".
Las jornadas domingueras eran, en esos lejanos comienzos, amenizadas habitualmente por la Banda Municipal, y allí se daba cita una cantidad apreciable del pueblo para ser testigos apasionados de las carreras y desafíos entre los propietarios de caballos, donde entrenadores, cuidadores y jinetes cobraban especial relevancia.
Según la tradición oral, hacia finales del siglo XIX uno de los personajes habitué destacados  fue Julián Andrade, el célebre compañero del mucho más célebre Juan Moreira , (muerto en 1874) inmortalizado luego por la literatura y por los Podestá en las representaciones de su Circo,
Por entonces, la actividad turfística local quedó en un segundo plano, con dos o tres carreras al año, o, como en 1906,en que “no se realizaron reuniones hípicas por desidia de los aficionados", según consta en un acta.
En 1916 con motivo del centenario de la Independencia, el 9 de Julio se corrieron carreras de autos, las que se repitieron en 1924, l925 y l929, además de las de caballos, origen principal del circo de carreras. En 1918 se autorizaron las obras para tribunas y otras construcciones y el 13 de enero de 1927 se produjo la inauguración del complejo con una gran reunión hípica, a partir de la cual se establecieron las caballerizas, “studs”, de importantes amantes del turf como Antonio Santamarina, Diego Lezica Alvear, Valerio Zubiaurre, Diógenes Ruiz, Eduardo Molina y Pascual Carcavallo entre otros, todos ellos relacionados a Tandil.
Apenas un año después de aquella inauguración, el 1 de febrero de 1928, debió clausurar sus instalaciones  por la Ley de la Provincia que prohibía estas prácticas en su territorio, clausura que duró hasta 1934. En ese año la reforma constitucional permitió reiniciar las actividades, destacándose la labor de las llamadas Comisiones de Carreras del Club Hípico, con hombres que como Diógenes Ruiz, Argentino Olmos, Julio Dhers, Bautista Diez, Francisco Osa, los hermanos Alberto y Ubaldo Zubillaga y Manuel y Florencio Otero, así como los citados A. Santamarina, Juan Zerillo, el Tte. Cnel. Luis Dibetto, César Lisarrague y otros, le devolvieron brillo a las actividades hípicas.
También la tradición oral nos dice que el mismo Carlos Gardel visitó el Hipódromo, habida cuenta de su pasión por los caballos, en una de sus visitas  a Tandil, donde a Diógenes Ruiz-que fue su anfitrión –le regaló su reloj de oro que luego sus familiares donaron al Museo del Fuerte de donde, como sabemos, fue robado.
En 1953 fue intervenido por la provincia, retornando a manos de los socios en 1956, después de la revolución que derrocó a Perón.
Si a  principios del siglo XX, fue el centro de las actividades sociales y deportivas de la ciudad- en 1900 por ejemplo se corrieron algunas de las primeras carreras de bicicletas- su momento de mayor esplendor fue en la década del ‘60, cuando por el número de carreras y la cantidad de caballos y apuestas se convirtió en el tercer hipódromo en importancia del país.
En 1957, para orgullo local, el jockey Danilo Vidal en la monta de Largoveo triunfaba en Palermo en un final de bandera verde, derrotando al legendario Irineo Leguisamo que montó a Irrintzarri. Otro Jockey de la ciudad alcanzaría el privilegio de ser el primer tandilense ganador en el Hipódromo de La Plata: Roque Barrera con el caballo Pamperito, destacándose también el legendario Hipólito Milán.
El hipódromo se recompuso de aquel parate, adquirió su fisonomía actual  y fue recuperando el brillo de sus primeros años, con grandes carreras dominicales, cerca de 50 jornadas al año y caballos que luego triunfaron en Palermo, como Chunga II.
Después, llegó la época de los apoyos oficiales de organismos de Lotería y una jornada todavía recordada en la zona, fue la vivida el 17 de abril de 1966, cuando, con motivo del centenario de la entidad, se realizaron seis carreras, con 75 inscriptos y el récord de  entradas vendidas y boletos jugados.
Poco duró esta “primavera” del viejo “circo de carreras”, porque un par de años después, todo empezó a cambiar, con restricciones oficiales para la realización de programas y carreras resuelta para Tandil y Azul; la gloria de otros años- donde un 10 de diciembre de 1970, el mismo Leguisamo corrió en su pista montando a Trivela- dio paso al abandono paulatino del lugar, que por varias décadas permaneció casi ruinoso y olvidado.
La última carrera se disputó el 6 de mayo de 1984 y desde entonces el predio quedó abandonado por veinte años. En el 2004, el Municipio de Tandil se hizo cargo del mismo mediante un acuerdo con el Club Hípico e inició el proceso de recuperación que tuvo su reinauguración el 13 de marzo de 2005 y su broche con la licitación de la concesión del Hipódromo, adjudicada a la empresa Vistas Serranas que procedió a  su reapertura, el 5 de marzo de 2006, a más de dos décadas de la última carrera.
El hermoso predio convenientemente reacondicionado, comenzó nuevamente a ser usado para su fin fundacional y para muestras importantes, albergando además, por ejemplo, la tradicional Feria de Vendedores en Semana Santa.
Otro hito en el crecimiento del barrio fue la fábrica La Tandilera, si  bien de ella hablamos en el tomo II al referirnos al origen de la quesería en Tandil, vale la pena recordar algunos de los pasos que llevaron a la instalación de esta muy importante industria, que fue otro de los ejes sobre los que se forjó la Villa.
Abierto el mercado de Londres para la manteca argentina en la última década del siglo XIX, comenzó a ser más intenso el interés por esta industria y así afluyeron capitales y elementos.
Respecto a La Tandilera, Gorraiz Beloqui sostiene que en 1896, el belga Enrique Schoch, encargado por la firma inglesa Lowell and Christmas, la fundó, trabajando durante varios años hasta que al no ver las ganancias que pretendía la dejó en manos del anglo-australiano H. Reynolds quien, luego, junto a su connacional Alfredo W. Wesley, hombre de clara inteligencia y un gran emprendedor, la llevó adelante.
La existencia, desde 1907, de fábricas del  español Casimiro Núñez en las estaciones Iraola y De la Canal, en las que poseía cremerías y queserías al igual que en otras estaciones menores, hizo que finalmente la competencia que resultaba negativa para los dos, terminara con la fundación de La Tandilera S.A.,  incorporando los capitales de la compañía de Núñez, el 1 de octubre de 1912. A ellos se habían agregado además los capitales y tambos de Martín Eder y Martín Compás-según Fontana- haciendo que La Tandilera y las fábricas incorporadas, aportadas por Núñez, constituyeran un emporio inigualable.
En ese primer año produjo casi 1500000 kg. de quesos y 500000 de manteca. Al año siguiente,1913, la firma Luis Magnasco y Cia (de plena vigencia y expansión en Buenos Aires, adonde habían llegado los hermanos José, Luis y Fortunato Magnasco desde Italia, en 1855, fundadores de la familia que dio nacimiento a  S.A. Luis Magnasco  y Cía. Ltda.), se hizo cargo de la distribución en todo el país de los productos de La Tandilera, tomando esta firma, diez años después, el control de la fábrica que tanta fama le diera a nuestra ciudad en aquellos tiempos, donde la marca del quesito Chubut perduró en el recuerdo.
En 1940, un descendiente de los fundadores,  el Dr. Atilio Magnasco (fallecido el 25 de marzo de 2008)  quedó al frente de la fábrica, conduciéndola con capacidad y vocación de empresario visionario, hasta que las condiciones generales de la economía del país y otras circunstancias, llevaron a la venta de La Tandilera, hace pocos años, a la firma de los hermanos Mastellone, propietario de la mega empresa La Serenísima, siempre sobre la calle Aeronáutica Argentina, que fue testigo permanente del trajinar de proveedores y obreros desde aquellos lejanos tiempos fundacionales, que tanta vida le dieron a la Villa. (Sobre la quesería en el Tandil puede consultarse el Cap. XX del tomo II de Historias del Tandil.)
La ruta nacional 226 era por entonces un camino de tierra que más que un medio de comunicación con Azul, era un verdadero tormento cuando llovía y se hacía intransitable, tardando muchos años en llegar el asfalto, sin embargo era la que delimitaba el barrio al que también se lo conocía como”el del otro lado de la ruta”, como a Villa Italia se la conocía como el barrio “ del otro lado de las vías”.
Los primeros comercios se establecieron para abastecer a los habitantes que se iban radicando (cuidadores, vareadores, jockeys, obreros de La Tandilera, etc) y además para las necesidades de peones y demás pobladores de las estancias mencionadas, aunque los dueños de las mismas se abastecían generalmente en la ciudad.
Uno de los comercios emblemáticos de Villa Aguirre, que marcó una época y fue por años el almacén y algo más,  fue  El Surtidor de Manuel Agüera, en Darragueira e Ijurco.
La década del ’50 fue la de un crecimiento sostenido: en esos años se radicó Kafka,  una curtiembre que cobró fama internacional por sus “gamulanes”, llegando a ocupar gran número de operarios y dando vida a esa parte de la Villa; también en esa década se creó el Club Defensores de  Villa Aguirre .
Los pioneros de este Club, que se reunieron por primera vez en enero de 1951, eran jóvenes adolescentes provenientes de humildes hogares que querían lograr un lugar para la práctica del fútbol y le pusieron Club 17 de octubre, para ello se entrevistaron con J. Berriry, encargado de Vialidad Nacional por esos tiempos, en que la ruta 226 era de tierra y recién se comenzaban los primeros trabajos para la nivelación de la misma.
Con las moneditas juntadas pudieron ir armando la cancha y con la colaboración de vecinos y de hombres como Anacleto Ijurco, a la sazón importante dirigente del peronismo, fueron obteniendo las camisetas y todo lo mínimo necesario como para empezar su actividad.
Quedó luego integrada la primera comisión del “17 de octubre” presidida por  Héctor Ribas y con  Pedro Ghezzi de vicepresidente y  Roberto Laulhé de tesorero.
Las intenciones chocaron inicialmente, entre otras cosas, con la minoría de edad de los fundadores por lo que después de varios meses y ya con 250 socios, convocaron a una  reunión en el mítico almacén El Surtidor, que dio nacimiento al Club Defensores de Villa Aguirre como nueva entidad en ese mismo enero de 1951.
El Club tuvo su apogeo y luego su decadencia, habiendo participado en los torneos de fútbol, con una buena actividad social y hasta con  una biblioteca en la sede propia que con mucho esfuerzo levantó en Nigro 1620,  hasta que razones económicas y diversas peripecias,  lo llevaron a su fin. Allí fue cuando-luego del abandono en que estuvo varios años- la Universidad dio forma a la posibilidad de recuperar el lugar con fines educativos y de capacitación y fundó la Universidad Barrial Villa Aguirre, de la que nos ocuparemos en los próximos  párrafos.
Por su parte, la religión llegó al barrio con la incansable labor de los padres franciscanos siendo la primera capilla la de Nuestra Señora de Lourdes ,que data de 1958 en la calle Peyrel, dependiente de la Parroquia de San Antonio y años más tarde, en 1978, se erige la segunda capilla, la de San Cayetano en la calle San Francisco 2148, dotada en  1991 de su actual construcción, receptora de innumerables fieles provenientes de todo Tandil, para la celebración, el  7 de agosto, del día del Patrono del pan y el trabajo, también dependiente de la Parroquia citada, siempre atendida por los padres franciscanos, hasta que en años recientes dejaron Tandil por orden superior. Sin embargo siguen en la Villa vigentes los recuerdos de sacerdotes como Pedro  Passarelli y   Franco Egidi, entre otros.
A fines de 2010 fue elevada a parroquia  y en 2011 fue designado el padre Fabián Gerez como primer párroco, quien en los primeros días de 2017 fue trasladado Benito Juárez. 
También otros cultos cristianos han erigido sus templos en la Villa con una labor destacada en favor de la espiritualidad de sus vecinos.
Otras inquietudes, como la del Grupo Scout “Brig. Gral. Martín Rodríguez”, permitió la creación en 1987 del Grupo Scout “Pedro B. Palacios-Almafuerte”, que funcionó en el ex Club Defensores desde 1991, cedido por la Sociedad de Fomento “La Esperanza”-en ese momento a cargo de las instalaciones – el que luego de pasar por varios lugares, está funcionando en el predio de Sans Souci con la colaboración de  la Cooperadora del Instituto Superior Nº 75.
Por su parte la educación  brinda sus servicios a través de la Escuela Nº 47 “Cnel. Benito Machado”,en la calle Ugalde 1497, creada en 1958 y la Escuela Nº 59 “Juan Fugl”, en Independencia 2112, en tanto la Media Nº 4  “Dr. Marciano Alduncin”, en Colectora Macaya 2094 y la Escuela de Educación Técnica 1 en Colectora Macaya y Nigro, satisfacen los requerimientos de nivel secundario y la Especial 504, en Nigro 2200,  los Jardines de infantes y el Centro Educativo Complementario 802, completan el abanico donde los niños y jóvenes de la Villa y de otros barrios se forman para el futuro.
La  ruta-en realidad como quedó dicho, un desastroso camino de tierra- recién al final de la década del ’50 comenzó a ser pavimentada, siendo inaugurado su asfalto el 28 de  mayo de 1961, con la presencia del  gobernador Oscar Alende y el Intendente Juan Roser, luego  que la empresa Burgwardt  y Cía. finalizara la obra.
La llegada de los servicios tardó tanto, que recién  en 1977 se conectó  el gas y en estos días  se están conectando las cloacas, aunque, por otra parte,  las calles más alejadas del centro de la Villa, continúan aún sin pavimentar.
Un aporte valioso fue el realizado por  la Sociedad de Fomento Unión y Progreso de Villa Italia , que adquirió a finales de la década del ’70 a la Iglesia Anglicana, siendo presidente Américo Reynoso, las cuatro manzanas y media que integran la Quinta “La Florida”, sobre la calle Aeronáutica Argentina, para la práctica deportiva y recreativa, dando a ese sector una vida que no tenía, especialmente desde comienzos de 2009, cuando la Municipalidad la refuncionalizó y hace las veces de usuario, en convenio con Unión y Progreso.
En 1964 se fundó la Sociedad de Fomento de Villa Alduncin, representando un aporte más a la barriada.
La Villa siguió creciendo y en 1999 se creó la Biblioteca del Barrio 25 de Mayo, no descuidándose la salud que es atendida en las Salas de Primeros Auxilios, una en proximidades del Hipódromo, en  Darragueira y la otra ubicada al lado de la Capilla San Cayetano, en la calle San Francisco.
La más reciente creación institucional es la Universidad Barrial, que como adelantamos en párrafos precedentes, funciona en lo que fuera el Club Defensores de Villa Aguirre, obra de la Universidad inaugurada con la presencia del Vicepresidente de la Nación y del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, el  29 de abril de 2005 con el nombre de "Universidad Barrial Sede Villa Aguirre".
La  Universidad puso en marcha allí un Centro de Capacitación, Cultura y Deportes, el cual forma parte de un proyecto mayor: el Centro Comunitario Educativo.
Los objetivos de la UB pueden resumirse en:"Brindar oportunidades educativas, culturales, deportivas y recreativas tendientes a incrementar a través de la formación y desarrollo de competencias los niveles de inclusión social de los ciudadanos en el marco de un modelo de desarrollo nacional, que incluya la participación articulada de los distintos sectores de la comunidad". 
Por su parte la Municipalidad creó un nuevo espacio de recreación y encuentro para todos los vecinos, inaugurado el 7 de marzo de 2006, con un acto que  se desarrolló en la plazoleta situada en Colectora Luis M. Macaya y Nigro.
En el sitio, las obras realizadas por la Comuna, y con la colaboración de la Iglesia Evangélica Misionera, permitieron la instalación del renovado espacio que posee bancos, juegos y parquización adecuada y que apunta a la integración social y al encuentro de vecinos y el desarrollo de la infancia, en un sitio público que brinda un ámbito para el juego, el crecimiento y la recreación de todos los niños. A todo ello se incorporó otro emprendimiento municipal, el Centro Comunitario Villa Aguirre que se inauguró el 21 de marzo de 2006.
Desde aquellos viejos tiempos en que las estancias de los Santamarina dieron vida incipiente a la zona y en los que hasta los mismos seguidores de Tata Dios, seguramente, en su funesto recorrido, pasaron por sus actuales calles, hoy Villa Aguirre es uno de los barrios más poblados y en expansión, cuando hasta no hace tanto años parecía alejado y periférico, con un progreso constante gracias al empuje de sus vecinos, trabajadores de pura cepa y a comerciantes emprendedores, que desde supermercados a farmacias, han dotado a la Villa de todo lo necesario, como cuando en los viejos tiempos lo hacía El Surtidor.

                                    Daniel Eduardo Pérez