lunes, 20 de junio de 2011

ESCRITORES TANDILENSES EN LA HISTORIA

ESCRITORES TANDILENSES EN LA HISTORIA

Las letras tandilenses han tenido a lo largo de su historia valiosos representantes. Cuando decimos tandilenses, debemos aclarar que haremos una distinción, que como toda distinción, suele ser arbitraria, entre nativos y radicados y como en un capítulo sería casi imposible ser exhaustivo, sólo nos referiremos un poco más in extenso a quienes hemos elegido. De quienes nos hemos referido en este libro, por ejemplo, Piccirilli, Manco, Eandi, nos remitimos a los capítulos respectivos.
Fue con el surgimiento del periodismo pueblerino cuando aparecieron los primeros “hombres de letras” en el Tandil, ello sin dejar de destacar que en las “Memorias” de Juan Fugl y de Manuel Suárez Martínez, podemos apreciar, con las distancias pertinentes, a nuestros “Recuerdos de Provincia”.
Ugalde y San Martín, Woodworth, Pites, Spika –todos ellos radicados-dejaron páginas muy interesantes, sobre todo relatos y crónicas, en los incipientes periódicos tandilenses.
Distinguiremos, como paso previo, a quienes fueron poetas, narradores, dramaturgos y ensayistas, aunque varios han escrito en más de un género.
POETAS
En la poesía fueron varios y buenos los que desgranaron versos, entre ellos Juan M. Cotta, Manuel López Moyano, José Eduardo Seri, el mismo Juan A. Salceda entre los no nativos y Amadeo Ricaldone, Juan Salvador, entre otros, aquí nacidos, pero en este capítulo le dedicaremos este espacio a Lauro Viana, por considerarlo, entre los autóctonos, uno de los más grandes.
Viana nació en Tandil el 20 de agosto de 1897, sufriendo a los cinco años la pérdida de su padre. Se formó en el entonces tradicional y prestigioso Colegio Sudamericano de Manuel Carné.
Ya adolescente, comenzó a trabajar en la Compañía de Seguros La Tandilense y simultáneamente, atraído por la literatura, pasaba muchas horas en la Biblioteca Rivadavia, la que daba sus primeros pasos de la mano de su fundador don José A. Cabral.
Allí entabló amistades perdurables con Juan A. Salceda, el escritor Héctor F. Miri y el artista Ernesto Valor, con quienes compartió, además, ideales comunes sobre los valores de la vida.
Alentado nada menos que por los hermanos Conrado y Roberto Nalé Roxlo, a quienes conoció en oportunidad de inaugurarse la Palace Hotel (diciembre de 1919), aún veinteañero, comenzó a escribir sus poemas.
En 1930 apareció publicada su primera poesía en un medio importante: el suplemento literario de La Prensa, donde salió a la luz “El palenque” que recibió elogios del gran Baldomero Fernández Moreno (el del famoso soneto a Tandil) y hasta del mismísimo Borges, a quien Ricardo Güiraldes le había hecho conocer la poesía de Viana.
Sus conocimientos del campo bonaerense y la especial inclinación por su paisaje y sus hombres, inspiraron su producción y su pluma tradujo con fuerza y colorido el agreste señorío de la pampa, con un manejo apropiado del vocabulario gauchesco.
También en 1930 fue cuando conoció a don Fernando Ochoa, naciendo una amistad sólida y profunda que le permitió a Viana hacerse conocer a lo largo y ancho del país, a través de los recitados de ya famoso Ochoa, el que prácticamente registró con su voz, la mayor parte de la obra de nuestro poeta.
Atraído por la política, Viana participó en el orden municipal ocupando cargos en la administración y siendo Comisionado por breve tiempo en 1947.
Activo integrante de las tertulias-peñas literarias y artísticas que realizaba en su casa el escritor y gráfico Vitullo, estrechó amistad con colegas y conoció a la exquisita pintora Sofía Zárate, con quien se casó siendo su compañera hasta el final de su vida.
Como nos comentaba años más tarde su viuda, Viana siempre fue reacio a la publicación de sus obras-lamentablemente-por un sentido extremadamente crítico de su propia producción; la consecuencia de esa humildad nos privó de poder hoy contar con gran parte de ella.
Este excelente poeta de nuestro campo y sus personajes, falleció en Mar del Plata el 6 de enero de 1976.

NARRADORES
Entre los narradores, y recordando que grandes de la literatura pasaron por Tandil residiendo algunos años, tales los casos de Witold Gombrowicz, Osvaldo Soriano y el mismo Álvaro Yunque (que aquí falleció), debemos decir también que otros buenos escritores se radicaron temporalmente con anterioridad, tal los casos de Carlos Ruiz Daudet, Valerio Ferreyra, Luis A. Pontaut, entre otros.
Hubo nativos como Alfredo Burnet Merlin que también fueron periodistas y escritores reconocidos, pero aquí nos detendremos particularmente en los también tandilenses Miri, Ramallo, Barrientos, Di Paola y Cuevas Acevedo.
Comenzaremos con Héctor Fuad Miri, hijo de un hogar libanés, nacido en Tandil el 28 de diciembre de 1906, que luego de cursar sus estudios primarios en la Escuela Nº 1, partió adolescente aún con rumbo a Buenos Aires buscando horizontes que reclamaba su inquieto espíritu. Allí pronto ingresó en medios periodísticos haciendo sus primeras armas en las letras.
En esa tarea viajó por casi todo el país y también por diversos países del mundo, aprendiendo varios idiomas que lo convertirían luego en traductor de obras importantes, especialmente de las de Giovanni Papini, de quien se hizo amigo personal.
Incluido en antologías importantes, ha sido elogiado como eximio cuentista y traductor, ya que además de la obra de Papini, tradujo del inglés, francés, portugués y hasta árabe, siendo un pilar, en ese sentido, de la Editorial Claridad.
Gran lector de los clásicos, consideró a Flaubert como “su maestro” y a Lugones como la pluma argentina más importante. Prolífico autor, se destacan además de sus compilaciones: “El libro de los 1001 sonetos”, “Poesías completas de Almafuerte”, “Antología de Mayo”,” Diccionario Bachiller” y “Vademécum para el masón argentino”, sus libros “Cuentos cínicos” y “Cuadrario y unicario”, elogiados por la crítica en forma unánime.
Falleció en Buenos Aires en la década del ’80.
Nos referiremos ahora a José Antonio Cecilio Ramallo, nacido en nuestra ciudad el 22 de noviembre de 1915, quien luego de cursar sus estudios primarios, ingresó a la Escuela Normal de donde egresó como Maestro en 1933.Impulsado por su juventud, vocación y espíritu patriótico-tal como hicieron en su momento otros maestros locales- se trasladó a Misiones para ejercer la docencia.
Allí comenzó su carrera, en la que fue escalando jerarquías recorriendo buena parte del país en escuelas nacionales, en sus funciones y también desempeñando cargos en áreas culturales provinciales, hasta jubilarse en 1968. Sus años en Misiones- donde se casó y tuvo a sus cinco hijos- y su conocimiento de la Mesopotamia en general, lo llevaron a producir una importante cantidad de libros de cuentos infantiles, donde el paisaje y los personajes de aquella zona siempre estaban presentes con la ineludible influencia de Quiroga, que era imposible de obviar.
Algunas de sus obras fueron: “Cuentos y leyendas de la selva misionera”; “Juan José en el país de las hormigas”; La curandera y el maestro”; “Cuentos y leyendas de la selva guaraní” y “El pato correntino que se fue a la Luna”. Casi toda su obra fue publicada por la editorial Plus Ultra y alcanzó difusión nacional.
Falleció en la década ’80.

Queremos ahora mencionar a otro tandilense que fue un destacado cuentista, Nos referimos a José P. Barrientos. Nacido en Tandil el 28 de setiembre de 1907, hijo de Blas, periodista y político local, incursionó desde muy joven en el periodismo, en los diarios locales “El Eco de Tandil” y luego “Nueva Era”, donde se desempeñaba al morir. Colaboró además en revistas nacionales de carácter nativista siendo sus notas elogiadas por la crítica.
Su pasión por la historia de la frontera interior, la vida del indio y del gaucho, cuajó en sus obras “Brujerías” y “Fortín de Avanzada”, con relatos de aquella época. Había comenzado además la Historia del Periodismo de Tandil, que al fallecer fue culminada por el autor de este libro.
Falleció joven aún, el 2 de setiembre de 1956 en nuestra ciudad.

En el rubro de narradores queremos dedicar algunas palabras a Huberto Cuevas Acevedo, ese humanista íntegro y multifacético que fue médico, geógrafo, excelente cuentista y gran persona. Nació en Lobería, podríamos decir circunstancialmente, porque allí su padre era un reconocido y prestigioso médico, el 15 de febrero de 1924.
La medicina lo atrajo fuertemente y ya graduado partió a la Patagonia a la que por una década (1950-1961) le dedicó su vida y sus estudios así como la práctica de su profesión y en donde también nacieron sus hijos. A propósito de aquella zona tan querida por Huberto, nos parece oportuno transcribir algunos conceptos de la escritora de Trevelin, Clery Evans quien nos dice: “Huberto Cuevas Acevedo llegó a mi pueblo en el año 1950, su primer destino como médico y el primer paciente... mi padre. De allí nace una amistad, hablaban “el mismo idioma”, las mismas locuras por hacer acá en Patagonia.
Dos libros suyos captan con relatos cuentos y leyendas de los nativos y los galeses, pero el mejor relato es el del Ascenso al Trono de las Nubes realizado por mi padre y Huberto el 19 de febrero de l955 en la cordillera del Chubut.
“Desde que nos radicamos en Trevelin a fines del año l950, la presencia constante de esta hermosa montaña fue tentando el ánimo en el sentido de su escalamiento.
“Al morir mi padre, amigo y compañero de andanzas de Huberto, me escribió varias cartas para indicarme sutilmente lo que mi padre hubiera hecho con la veranada, las tropas, las épocas, el destete de los terneros, en fin, la última frase daba coraje para seguir adelante "hija de tigre tigresa tienes que ser.” El presentó mi libro La Tumba del Malacara el 25 de noviembre de l994. Huberto falleció en Tandil con el cariño de su fiel compañera y de sus tres hijos y nos dejó a los amigos, alumnos de Facultad, y a la gente de Trevelin el mejor de los recuerdos.”
Por sus libros “Viento y camino largo” y “Tierra sin tiempo”, fue laureado como cuentista y por sus numerosos trabajos publicados como ensayista e investigador, adquirió un nombre entre los académicos de temas geográficos.
Cuevas Acevedo falleció en Buenos Aires (donde había ido a atender su salud) el 12 de setiembre de 1995.

Para finalizar dejamos a quien fuera muestro compañero de normalismo y respetado amigo: Jorge Di Paola, seguramente una de las plumas más importantes nacidas en nuestro pago.
Jorge nació en nuestra ciudad el 25 de diciembre de 1940. Único hijo de un hogar de clase media-la madre maestra y el padre idóneo de farmacia-luego de sus estudios primarios egresó como Maestro de la Escuela Normal en 1958.
Pronto puso proa a Buenos Aires con el objeto de ingresar en la Universidad para estudiar primero Letras, luego Filosofía y más tarde incursionar en las Ciencias Naturales. En una nota a quien esto escribe, reconoció a don Amador Isasa-bibliotecario de la Biblioteca Rivadavia- como quien le dio “el núcleo más sólido de lo que, para no entrar en detalles, podemos llamar mi formación, en confluencia con un amigo, Juan Carlos Ferreyra, el hijo de don Valerio, gracias a quien accedí a la filosofía y a la literatura de vanguardia”.
Fueron tiempos donde la influencia de Gombrowicz-contertulio en la Rex- dejó su huella para siempre. Dipi –como se lo conoció-participó colaborando en las revistas más importantes de su tiempo juvenil, desde El Porteño a Panorama y en varios diarios, entre ellos Página 12.
Su atracción por los temas filosóficos fue posiblemente-a nuestro modesto criterio-la temática que, unida a su irresuelto pensamiento judeo-cristiano-agnóstico, atravesó axialmente su obra y su misma vida.
Escritor de pura cepa, no se dio descanso salvo para dar forma a creaciones artísticas originales y cultivar-entre café, cigarrillo y alguna copa-amistades con las que compartía veladas nutridas por el discurrir entre la literatura, la filosofía, la vida misma. Escritores como Briante y Piglia, entre tantos, fueron admiradores de su obra, traducida a varios idiomas.

Su producción fue múltiple, pero los libros editados fueron: Hernán, La virginidad es un tigre de papel, Minga, El arte del espectáculo y Moncada, este último junto a Roberto Jacoby.
Dipi falleció el 23 de abril de 2007, en su Tandil.

DRAMATURGOS
Tal como lo expresamos al comienzo, no nos ocuparemos de quienes como a Rodolfo González Pacheco, le dedicamos un capítulo y que fue el más importante autor de obras de teatro nacido en nuestro Tandil.
Haremos referencia entonces a dos autores que podríamos ubicar también como ensayistas, por algunas de sus obras importantes. Ellos son Juan Carlos Nigro y Héctor Nicolás Santomauro.
Nigro nació el 5 de noviembre de 1929. Su vocación periodística pronto lo llevó a Buenos Aires donde se desempeñó en el diario La Nación. Licenciado en periodismo, dictó cátedras en diversos institutos, siendo además organizador de los talleres literarios de la SADE, cuya comisión directiva integró. En el transcurso de su vida recibió numerosos premios en certámenes literarios y perteneció a varias entidades relacionadas con las letras.
Entre sus obras de teatro destacamos “La farsa de las medias galvanizadas”, “El amor, la muerte y otros excesos” y entre los ensayos “La lucha de los maestros”
Falleció en Lanús, el 15 de enero de 2007.
Si bien nació en San Cayetano el 4 de agosto de 1929, Héctor Nicolás Santomauro, fue un tandilense de pura cepa, que además de su trabajo cotidiano se preocupó por las cosas de la política, militando en el socialismo por el que fue concejal.
Colaborador habitual de los periódicos tandilenses y regionales, citamos sus dos obras de teatro: “Dr. Malves” y “El grito”.
En el rubro ensayo podemos destacar en forma especial sus libros “La generación argentina de 1880” y “Juana Manso”.
Ganó diversos premios literarios y fue el primer presidente de la SADE filial Tandil. Falleció en nuestra ciudad el 29 de diciembre de 1999.
ENSAYISTAS
Pasaron por nuestra ciudad autores reconocidos nacionalmente, en distintas especialidades, dejando su huella en discípulos y amistades imborrables. Podemos citar, a manera de ejemplo, al Pbro. José María Suárez García, Ricardo Piccirilli, Ramón Carriegos, Juan Carlos Vedoya, Ernesto Eduardo Borga y el mismo Juan A Salceda (que se radicó y aquí murió).
Otros ensayistas que además cultivaron el género teatral fueron los ya mencionados Nigro y Santomauro.
Dedicaremos entonces este espacio a recordar a autores nativos destacados y hoy poco conocidos, comenzando con Ángel C. Bassi, nacido en Tandil el 28 de setiembre de 1868 quien luego de sus estudios tandilenses, se graduó en la Escuela Normal de Paraná, iniciando una trayectoria que lo llevó a congresos y jornadas en el país y el extranjero y a desempeñar cargos académicos importantes, siendo una personalidad reconocida internacionalmente en el área de la educación.
Su obra escrita fue vasta, de ella sólo mencionaremos algunos títulos tales como;” Ciencia histórica y filosofía de la Historia”; “Dr. J. A. Ferreira: el pensamiento y la acción del gran educador y filósofo”;”Principios de metodología general” y “La escuela experimental de Esquina”.
Bassi falleció en Lomas de Zamora el 8 de enero de 1959.
En forma sintética brindamos a continuación algunas referencias de los siguientes autores:
Francisco C. Arrillaga, nació en nuestra ciudad el 9 de enero de 1896 de donde partió para seguir su vocación por la medicina y ejercer, luego de graduado, la cátedra alcanzando cargos académicos relevantes por su jerarquía científica, como el de titular de Clínica Médica en la Facultad de Medicina de la UBA. Fue autor destacado de numerosos tratados sobre especialidades médicas.
Falleció en Mar del Plata el 21 de setiembre de 1950.

Francisco C. Actis, nació el 7 de marzo de 1898. Finalizados sus estudios primarios, prosiguió en el Seminario hasta su consagración como sacerdote. Su fuerte vocación por la investigación histórica tuvo su principal concreción en la fundación del “Museo y Archivo Histórico Brig. Gral. Juan Martín de Pueyrredón” cuya dirección y organización cubrió toda un etapa de su vida
Escribió varios folletos y libros entre los que destacamos: “ Historia de la Parroquia de San Isidro y de su Santo Patrono”; “Breve Historia de la Chacra de Bosque Alegre” y compiló las Actas y documentos del Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires, a las que salvó de un incendio devastador.. Fue asimismo Secretario de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina.
Falleció en San Isidro el 8 de julio de 1975.
Salvador Romeo, nació en Tandil el 16 de junio de 1906. Egresado de la Escuela Normal, ejerció la docencia y se trasladó a Tres Arroyos donde se desempeñó también en el magisterio, hasta su jubilación y a la investigación histórica regional.
Colaborador permanente de diarios de Tres Arroyos y la zona, escribió: “Antecedentes históricos de Tres Arroyos”; “Machado en el sur”; “San Antonio de Iraola”; “Historia sintética del partido de Juárez” y “Tres Arroyos”, entre otros títulos.
Falleció en Tres Arroyos el 3 de junio de 1959.

Alberto L. Merani nació el 24 de junio de 1918. Egresado de la Escuela Normal, se doctoró en la Universidad Nacional de La Plata en Filosofía y Letras y en Ciencias de la Educación. Fuertemente atraído por la Psicología, estudió en Francia e Italia, regresando a nuestro país en 1948. Aquí escribió doce obras en la década siguiente, hasta que le fue ofrecido dirigir la creación de un instituto en Venezuela donde se radicó, ejerciendo importantes funciones en las Universidades de Mérida y Caracas.
Su extensa y valiosa trayectoria en el campo de la psicología fue reconocida internacionalmente. Escribió entre otras obras: “Ensayo sobre la religiosidad femenina”, “Filósofos del medioevo”,” Del individuo al hombre social” y “Nuestros hijos, esos desconocidos”.
Falleció en Caracas el 23 de agosto de 1984.

Hoy numerosos jóvenes y no tanto, cultivan los diversos géneros literarios en crecimiento. No haremos ni un inventario ni una nómina exhaustiva, con las inevitables y odiosas omisiones propias del caso, pero destacamos a autores que, cada uno en lo suyo, están dando una muestra vigorosa del desarrollo científico y literario en Tandil.
Podemos citar así a Hugo Nario y Julio Villaverde –hijos adoptivos de Tandil-a Néstor Tirri, Carlos Pérez, Julio Varela, Néstor Dipaola, Patricia Ratto, Hernán Otero, Andrea Reguera, María Elba Argeri, Ricardo Pasolini, Marcelino Irianni, Eduardo Saglul, Daniel Dicósimo, Ana Pérez Porcio, Carlos Mansilla, Sonia Araujo, Margarita Sgro, Renée Giovine, Diana Lan, Guillermo Velázquez, María Celia García, Lucía García, Omar Ordóñez, María I. Alonso de Nicola, Raúl Echegaray, Elías el Hage , María Estela Spinelli, Eduardo Míguez, Leandro Losada….y así podríamos seguir varios líneas más, mencionando autores que realzan la actividad intelectual tandilense, de la que nos podemos sentir orgullosos.

Daniel Eduardo Pérez