sábado, 30 de octubre de 2010

OTROS TIEMPOS...

COSTUMBRES TANDILENSES DE OTROS TIEMPOS

Las sociedades van adoptando modas, costumbres….según pasan los años…
No sólo la ropa, el calzado, la comida, las bebidas, la música, etc., van cambiando. El uso del tiempo personal y colectivo también. Tandil no fue ni es ajeno a todos estos cambios, potenciados hoy por los medios y la publicidad. Nuestra propuesta es recordar juntos, amigo lector, aquellos tiempos pasados…
Hace apenas cincuenta años, era común que nuestros padres y sus amigos se reunieran a conversar y previo al almuerzo se tomaran un vermouth, un copetín, a manera de despertador de apetito…aperitivo que le dicen…
El Gancia, el Martini, el Fernet, la Ferroquina Bisleri, la Xerez Quína el Cinzano, el Campari…constituían las bebidas infaltables, a veces junto a la soda, que eran usadas para ello, acompañadas de maníes (con cáscara, por supuesto), aceitunas y algo de queso y salamín (aunque el auge de estos dos últimos fue más reciente).
Anís (el famoso 8 Hermanos, etiqueta azul o roja), Hesperidina, Oporto y licores varios, además de Legui y en verano, la granadina, eran para otros momentos del día y allí las damas se prendían…
Los pibes de la época, luego de la escuela y mientras tomaban “la leche”, (el café con leche o el matecocido, la cocoa, la cascarilla o el Toddy), escuchaban por la radio “capilla” o las más “modernas” (pero igualmente a lamparita), las apasionantes aventuras de Tarzán o de Poncho Negro o del Hombre Invisible (desarrollo de la imaginación que le dicen…), después que nuestros padres escucharan la radionovela El León de Francia, o las creaciones de Juan Carlos Chiappe o A.Bates, calentados por la cocina “económica” a leña o las recordadas estufas a “gas de querosén” con “velas” o el calentador Bram. Metal, que entibiaban un poco el ambiente hogareño, después que las escarchas duraderas de los inviernos provocaran en niños y no tan niños, los consabidos sabañones. Después, especialmente en primavera y verano, un poco de “jugar a la pelota” en la calle o en un potrero si lo había cerca…o a las figuritas (la arrimada y tapadita) o la bolilla (la quema)…mientras los hombres escuchaban en las radios los programas deportivos…
Entre niños y adolescentes, la compra o intercambio de las revistas de historietas era un rito importante, que se esperaba con fruición. Por eso nos detendremos algunas líneas más en este apasionante tema de las historietas que hicieron época (para placer de nuestro Director…).
A mediados de los años cuarenta, la publicación de tres revistas inició una nueva era, una especie de edad de oro que no se prolongó mucho más allá de la entrada de los sesenta: Rico Tipo (1944), Patoruzito (1945) e Intervalo (Editorial Columba, 1945) reinaban, en tanto la Ed. Abril acercaba al país al grupo italiano de Pratt y Ongaro, que marcaron época y el espectro se completaba con la antigua Billiken, para los chicos. Dentro de la historieta seria se destacaba Vito Nervio, al principio realizada por Augusto Cortinas (guiones) y Mirco Repetto (dibujos) y luego de 1946, por Leonardo Wadel y Alberto Breccia.
En 1947 apareció la revista Salgari, donde el personaje Misterix (de la dupla Ongaro-Campani) adquirió tanta popularidad, que en 1948 decidieron editar su propia revista, al principio conteniendo material de origen italiano para ir paulatinamente añadiendo obras de autores argentinos.
En 1951, en la revista Cinemisterio, publicó su primer trabajo Héctor Germán Oesterheld, que se convertiría en uno de los guionistas más importantes del país, ícono de la historieta argentina… Al año siguiente-1952- se publicó el que sería el primer éxito de Oesterheld: Bull Rocket, con dibujos de Paul Campani en la revista Misterix. Tres años más tarde, junto a su hermano Jorge, creó la Editorial Frontera donde aparecieron versiones noveladas de Bull Rocket y Sargento Kirk y dos años más tarde editaron las revistas Frontera y Hora Cero, mensuales y con historias completas. El 4 de septiembre de 1957 apareció Hora Cero, Suplemento Semanal, dedicada a las historias continuadas (desde 2005 se festeja el Día de la Historieta los 4 de septiembre en honor a esta publicación). Es en esta revista que comenzó a publicarse El Eternauta, un clásico de la historieta argentina, con guión de Oesterheld y dibujos de Francisco Solano López. Ese mismo año Columba sacó una nueva revista: D'Artagnan y Landrú lanzó la suya que llevaba el nombre de uno de sus personajes: Tía Vicenta, dedicada al humor.
De la mano de dibujantes como Alberto Breccia, Francisco Solano López, Hugo Pratt, Daniel Haupt y Gustavo Trigo, se introdujo la escuela expresionista que se manifestaba, entre otros rasgos, en el cultivo de los contrastes de tono; en la línea escueta; la neta definición de tipos faciales y corporales extremos y en la presencia permanente de detalles que remitían a lo terrible o lo grotesco.
Es también en esta década que surgió otro de los íconos historietísticos argentinos: Mafalda, de Quino. Esta tira, que fuera pensada para la publicidad de una línea de electrodomésticos, hizo su debut en las páginas de Primera Plana el 29 de septiembre de 1964. En 1965, por diferencias con los editores, Quino trasladó su tira hacia el diario El Mundo, de gran circulación a nivel nacional. Un año después Mafalda se multiplicó en diarios de todo el país y también de Uruguay y hacia fin de año se publicó el primer libro recopilatorio, agotado en dos días.
En 1966 hizo su debut un historietista paraguayo, de gran trayectoria en la Argentina: Robin Wood. Lo hizo en la revista D'Artagnan junto al dibujante Lucho Olivera con una historieta llamada Aquí la retirada. Un año después, la misma dupla publicó el primer episodio de su exitosa obra, Nippur de Lagash. El Cabo Sabino y “las mejicanas”- a color-fueron también muy requeridas.
La compra de estas revistas: Misterix, Patoruzito, Poncho Negro, Rayo Rojo, el Tony, (.qué dibujantes y guionistas!), era un rito infaltable, en tanto nuestras madres leían Para Ti, Damas y Damitas, Vosotras, Mundo Argentino o la más restringida Selecciones y nuestros padres, las famosas revistas deportivas El Gráfico y Goles y en algunos casos La Chacra….
Fueron los tiempos en que a los chicos nos daban “tónicos”… oporto batido con yema de huevo, canela y leche (riquísimo) que llamaban “candeal” o el horrible “aceite de hígado de bacalao” , la “emulsión de Scott”…o lisa y llanamente un “jugo de carne exprimida” y se nos curaba con ¡”cataplasmas “ y “ventosas”!…
Ya adolescentes, en los “asaltos”, se tomaba Cubana sello verde o rojo, algún wisky o ginebra y pitando el Particulares corto sin filtro (negros), los Fontanares de Oro o los Comander o Saratoga, entonaban el ánimo, mientras se “relojeaba” alguna interesante “piba” luciendo las provocativas minifaldas (surgidas en los ’60 ) y se la sacaba a bailar entre los sones de algún bolero o de un foxtrot, que el fiel Wincofon reproducía de los discos de 33, 45 o 78 rpm.……
Comprar cigarrillos importados “de contrabando” en “kioscos especializados” era ya un placer supremo, fueran los Chesterfield o los Camel…..eran otra “cosa”, porque además de buenos, tenían el sabor de lo prohibido.
El club, el bar del barrio o lugares donde se ofrecían picadas de “20 platitos” (la Estación, el de Colón y Garibaldi….) eran concurridos habitualmente. Claro que también había lugares muy especiales, únicos, donde el tandilense se ufanaba ante invitados “de afuera”,ofreciendo un verdadero lujo en “lo de Tolosa”.
Desde el legendario "Tokio", al "Victoria" o al "9 de Julio"-por sólo mencionar unos pocos famosos en la memoria popular -muchos fueron los" estaños" donde nuestros padres y abuelos se acodaron y las mesas a las que se sentaron para beber una copa como para "calentar el garguero" en los fríos días de los inviernos tandilenses., pero en Las Heras, entre Alsina y 4 de Abril-querido barrio del Club Excursionistas-estaba el almacén "San José" del matrimonio de José y Micaela Tolosa, el que en 1951 fue transformado por su hijo Ignacio en el "Bar Tolosa". Nacía con él lo que a la postre sería un hito en el rubro y centro de reunión de los vecinos.
Sus copetines alcanzaron fama nacional y no sólo los disfrutamos los tandilenses, sino además cuanto turista o visitante ilustre llegaba a la ciudad. Fina platería y cristalería servían de regocijo visual, para acompañar las exquisiteces que doña Herminia ponía a disposición de la clientela, que además podía elegir la bebida de su preferencia de la bodega más importante que tuvo Tandil, porque don Ignacio tenía la "debilidad" de nutrirla con las marcas y procedencias más variadas. Champán francés, vodka ruso, wisky escocés, coñac español, vinos italianos, chilenos, franceses, españoles y de cuanta nacionalidad hubiera en el mercado, estaban allí cuidadosamente estacionados a la espera del paladar más exigente.
Allí se reunían desde maduros vecinos hasta jóvenes con sus novias, provenientes de los más variados orígenes. No faltaron las mesas donde la política quedaba de lado y la amistad superaba barreras de otro forma infranqueables para la época: peronistas, radicales, conservadores-don Ignacio era de los de la boina roja-disfrutaban de la atención de este verdadero artista de la especialidad.
“Lo de Tolosa” cerró en 1991, cuando Susana y su esposo, Ignacio Barbeito, cerraron.
Más cerca en el tiempo, la picada se extendió como una cuasi comida donde los reyes eran los embutidos y quesos tandileros, cuya fama ha atravesado fronteras y entonces “la picada” era-y es- una comilona de variedades de quesos increíbles y además de salames y salamines de todo tipo.
Así fueron surgiendo las casas que hoy conocemos donde tandilenses y turistas gozan, con sus paladares bien dispuestos, de estos manjares exquisitos por los que muchos viajan exclusivamente para degustarlos a nuestras serranías…
Los bares fueron despareciendo, los de los clubes ya no son los mismos…el mus y el truco lo juegan los “viejos”…
Hoy los jóvenes toman variedad de bebidas, casi todas alcohólicas, siendo el fernet con coca cola de las preferidas. Son las bebidas que en “la previa” y dentro de los locales bailables, consumen en grado abundante, hasta hacer mucho más frecuente ver a los adolescentes alcoholizados que otrora….
De la “vuelta al perro” de los domingos con los viejos o ya solos “a la pesca”, queda poco y nada. Volvían de pasearnos por las-para nosotros aburridas- vidrieras de Gath y Chaves, de La Pampa Florida, del Trust Joyero… para ir, al regreso, a lo de Arenas y comprar sus exquisitos pasteles o a la impar pizzería de los Carrillo, donde fritaban la empanadas a la vista del paseante por la vereda……y la muzzarella con anchoas era la estrella resplandeciente, la que al llegar a casa satisfacía el hambre contenido…
Los cumpleaños infantiles y juveniles eran el “chocolate con masitas” , la infaltable torta y alguna bebida sin alcohol. El cotillon, los juegos, etc. eran desconocidos….
Los del secundario, en los citados asaltos, juntaban unos pesitos, pero agrupaciones, viajes de egresados, farándula, etc.etc., no existían y al son de los discos de pasta y el Wincofon, se bailaba “apretado”, con una Cubana en la mano…y algún “filito” se lograba (“el levante” de hoy…).
Dejemos en claro que era la época en que se comenzaba el secundario de pantalones cortos…si, cortos… y pasar a ponerse “los largos”, era casi una ceremonia que daba otro estatus.
La pelota en la calle, el básquet y el fútbol en algún potrero, las “veladas” en el teatro, las “escapadas” y a los veinte, el servicio militar que nos ponía a los varones en el límite de la “hombría”, eran etapas infaltables….luego ya se era otra cosa…
El cine continuado y las series dominicales en el Salón Parroquial, las argentinas del Súper y las de cowboy en el Americano reo, con “sanguche” de mortadela en mano, constituían estaciones infaltables de la muchachada.
La bohemia de los mayores, los debates, las reuniones literarias, se fueron esfumando y se fueron transformando en “rara avis” hoy extintas….
Muchos de ellos tenían sus segundas casas en los clubes de barrio, las parroquias, los partidos políticos, las agrupaciones juveniles (de colectividades, de ayuda al prójimo, etc.) y en esos espacios se practicaba deporte, teatro, canto, se veía cine, se organizaban trabajos barriales y comunitarios.
Años en que la leña hacía lo que hoy el gas permite, de Misiones venía la yerba en bolsas y de Mendoza o San Juan las bordalesas para la venta del vino suelto, así como los porotos, garbanzos, harina, harina de maíz, etc. también se vendía suelta al kilo, envolviéndolos con el tradicional papel de “estraza” (hoy lo conocemos como papel madera).
No faltaban los cigarros, de tabaco fuerte de “hebra negra” que habitualmente armaban los mismos fumadores, para lo cual se vendía el papel especial y el tabaco suelto.
Los repartidores de leche, carne, pescado, pan, verduras, hielo (las heladeras funcionaban con barras de hielo), los helados Laponia, el afilador…los “turcos” mercachifles que con sus canastos anunciaban por los barrios que vendían “baratu beines y beinetas” quedaron en el pasado…
Las “masitas” tenían en marcas, especialmente, su mejor representación: Canale, y sus bizcochitos (que los médicos recetaban cuando estábamos enfermos…), Terrabusi y Bagley: Tentaciones, Manón, Colegiales, Bu Bu….
La dieta fue variando y hoy por razones diversas, el tradicional asadito ha ido perdiendo su lugar de privilegio y se consume menos, como las estadísticas lo indican: en Argentina el consumo de carne bovina anual se encuentra actualmente en torno a los 57,5 kilos por habitante, mucho menos que hace 30 años. Este último dato relegó al país al segundo lugar, por debajo de Uruguay luego de un siglo de mantenerse como el líder en consumo de carne.
La baja de la ingesta de carne tuvo como consecuencia el incremento de un sustituto y la mesa de los argentinos incorporó una mayor cantidad de productos de origen aviar. En los ‘90, un residente de este país comía unos 12 kilos de pollo al año. Actualmente, con un alza del 175%, esa cantidad subió a 33 kilos
En los vinos, de los 65 litros promedio que se registraban por habitante al año hace 40 años, se redujo notablemente y el vino común de mesa ha dado paso a un mayor consumo de los vinos varietales, caracterizados por una mayor calidad.
En cuanto a las gaseosas, la aceptación creció 85% desde la década del ‘80, cuando una persona consumía unos 44 litros al año. Ahora, la marca promedia los 81 litros, aunque se encuentra estancada. y la diversificación de la oferta en variedades de aguas saborizadas ha crecido.
Hasta la forma de consumir lácteos cambió: hace 20 años, pocos tomaban más de 4 litros anuales de yogur. En 2009, se contabilizaron 12 litros. En cambio, se toma menos leche. En los ‘90 sumaban 229 litros anuales por habitante y a principios de esta década se redujeron a 182.
Ni las golosinas quedaron al margen de los cambios y de aquellos chicles Adams a los Bazooka, del globito y los caramelos MuMu a hoy, lo light se ha impuesto y barritas de cereal, alfajores de arroz y similares, suplieron de a poco al chocolate relleno pletórico de calorías…
Si repasamos marcas varias de diversos productos, que se consumían comúnmente, tendremos más en evidencia cómo cambiaron los tiempos. En una rápida enunciación podemos recordar por ejemplo:
El Pernod ( una marca de anís francés), Bidú, Bilz, Canada Dry, Cunnigton, Gini, Mirinda, Pindy , Pomelo Neuss, Pomona, Refres Cola, Spur Cola, Chinato Garda; Dulce de leche suelto, Chocolatada La Vascongada, el Fiambrín, Jamón del diablo (con llavecita para abrir); jugos Delifrú , Tri Naranjus y Minerva; aceites La Malagueña, La Patrona, Único, Ybarra, 7 días; Ovomaltina, Fideos Letizia, Flan Ravana, Vascolet; vinos Arizu, Cavic, Pangaro, Ripober, Talacasto, Uvita, Zumuva; Helados Macri, Instantix, Kero, Polvo Royal; Ponche Capitán de Castilla, Productos Armour, CAP, La Negra; Yerba Salus; Zucoa …y cuántos más!
Ni mejor ni peor…otra cosa……diferentes……sin TV, PC, ni celular ni play station,
para aquellos vecinos tener una Spika o una Noblex Carina (con los revolucionarios transistores!) era casi un lujo…
Una imagen simple de esta mutación social lo muestra el paso del cine, al video VHS y al DVD y ahora al 3D, todo en casa, casi con miedo al afuera, construyendo así una sociedad de individualistas…pero ya no hay marcha atrás. Nos queda mejorar lo que viene…si podemos…


Daniel Eduardo Pérez

sábado, 2 de octubre de 2010

LOS GARDEY

GARDEY
Un apellido, un pueblo, una historia…

En la historia tandilense hay apellidos que haban por sí solos. Decimos Fugl o Santamarina, Vela o Gardey y estamos resumiendo parte del entramado mismo de nuestro pasado…
Como lo hemos expresado en distintos artículos publicados en Tiempos, entre los primeros pobladores que se establecieron en el Tandil, prácticamente cuando todavía era apenas una insignificante aldea, están los hermanos Ignacio y José Ramón Gómez, además de otros que fueron enfiteutas tempranos-1830- entre ellos Pedro Ponce, Martiniano Rodríguez, Gregorio Guerrico y don Pedro José Vela, de quien nos hemos ocupados específicamente en el Nº-- de Tiempos.
Como allí manifestamos, Vela fue favorecido por la entrega de tierras y cesiones de otros enfiteutas, tal el caso de la zona denominada “orqueta de los dos Arroyos” (sic), que la recibe del citado Ponce en 1834, a las cuales incorpora más tarde las que eran de los mencionados Guerrico y Rodríguez, en Las Horquetas del Chapaleofú, a quienes se las adquiere.
A todo esto, Rosas gobernó la Provincia hasta Caseros, 1852, en que fue derrotado por las tropas de Urquiza, como todos sabemos. Pocos meses después una de las propietarias de la zona que estamos citando, Josefa Montes de Oca, vendió a la esposa de José Ramón Gómez, doña Pilar López Osornio,( prima de Rosas y perteneciente a la poderosa familia que desde el siglo XVIII era dueña de la famosa estancia El Rincón de López entre las desembocaduras de los ríos Samborombón y Salado),.las casi siete leguas cuadradas que abarcaba desde la margen oriental del Chapaleofú hasta las proximidades del ejido del Tandil, donde levantó el establecimiento “El Pilar”, nombre con el que la zona comenzó a ser conocida.
Es por esos años en los que aparece en esta historia el apellido que da título a la nota: los Gardey.
Quiénes eran los Gardey?.
Merced a la inestimable colaboración de María Delia Vacarezza Gardey y a la valiosa investigación de Marcelino Irianni, que integra el libro “Historia de los vascos en la Argentina”, publicado este año, podemos saber detalles hasta ahora inéditos acerca de la vida de esta familia que luego se constituyó en una de las tradicionales de Tandil.
“Los Gardey –nos dice María Delia-eran bearneses, provenientes de la comuna de Lay Lamidou cercana a la ciudad amurallada de Navarrenx y de Pau, la capital de Béarn’.
“El apellido es compuesto: Gardey dit Limonère y deriva de Dominique Gardey y de Marie Limonère abuelos de todos los que emigraron a América. Su hijo, Jean Pierre Gardey,-nos continúa dicendo- fue el padre de los inmigrantes, casado en primeras nupcias con Anne Etchebarne, con quien tuvo dos hijas: Marie y Anne, que quedaron huérfanas muy pequeñas y no vinieron a América.”
“En segundas nupcias se casó luego con Marie Bourdiu y tuvo su primer hijo varón Noël, su heredero. A los dos años volvió a enviudar y será Josephine Sarlangue, su tercera mujer, la madre del resto de sus hijos.”
Jean Pierre era de oficio zapatero y-nos dice Irianni-vendió su capital para que sus hijos Noel, Juan, Pedro, Sulpicio, Catalina y María emigraran a Argentina.
Partieron de Bordeaux en el vapor Les Grandes Antilles y llegaron a Buenos Aires el 2 de enero de 1864.
Noël era artesano del cuero, oficio heredado de su padre y éste de su abuelo. Su negocio, “Boutique Gardey”, quedaba en la casa lindera, ambas construcciones típicas, la “maison béarnaise” construidas en piedra de los lechos de los ríos, y techo en tejas. Cuando emigró, dejó todas sus propiedades y negocio con un poder para administrarlas, a sus primos Pierre Bourdiu y Pierre Arribère.
Llegó con su esposa y 3 hijos y quedó junto a su cuñado y familia en Chascomús por temor a los indios. Allí nació su cuarto hijo, Bernardo. En 1867, después de su hermano Juan, se radicó en Tandil, donde tuvo 3 hijos más e instaló la Carnicería Gardey , en tanto su hijo Luciano entró como dependiente del Almacén Gardey de su tío Juan.
Los hijos del matrimonio de Noël y su esposa, Marie Arribère dit Hourcades, fueron:: Luciano Marcelino, casado luego con Adèle Fourcade; Juan Luis, que se casó con Teresa Larrous; Marie Louise y Anne Marie, mellizas, que fallecieron en Francia muy pequeñas; María Amalia, que se casó con Francisco Lahore Lanusse, que fue quien alentó la venida de la familia ya que trabajaba junto a sus primos Pedro y Antonio Lanusse.; Bernardo, argentino, casado luego con Juana Apphatie;.Silvano, argentino, soltero; Juan, argentino, que se casó con María Saccomani (ascendiente de nuestra informante) y Honorio, argentino, casado luego con María Appatie.
Por su parte, Juan era hijo del tercer matrimonio de Jean Pierre, y figura censado como comerciante en Francia. No fue artesano ni agricultor. Vino soltero y se casó en Tandil, ni bien llegó en 1864, con Josefina Sarlangue, su sobrina, de igual nombre que su madre. Junto con su cuñado Silvano Dufaur fundaron el Almacén Gardey. .Juan también fue carretero, amigo de Ramón Santamarina, comenzó a acumular tierras hasta amasar una gran fortuna. Fue padre de once hijos tandilenses, muchos de los cuales fallecieron pequeños.
Poco tiempo después de llegados a Tandil, los hermanos figuran con una fonda y un almacén en la zona céntrica del Tandil y ya en el censo nacional de 1869, Juan está asentado como comerciante.
El almacén estaba ubicado en la esquina de Gral. Belgrano y Gral. Rodríguez, frente adonde había estado el Fuerte, (que comenzó a ser desmantelado en 1865), es decir en la esquina donde actualmente está el ACA.
Allí los Gardey fueron cimentando una fuerte posición económica en el pueblo lo que les permitió expandirse en forma bastante rápida dado el rendimiento económico de su emprendimiento. En ese sentido, el desaparecido amigo Horacio del Giorgio lo referencia como acopiador viajando a los pueblos rurales cercanos: PIlar, López y Vela, comprando y vendiendo mercancías y más tarde haciendo viajes a Buenos Aires, con similares objetivos.
Años más tarde-siguiendo a Irianni-en los libros de solicitudes de tierras entre 1850 y 1890, Juan Gardey adquirió solares y propiedades, tierras que vería incrementadas con compra de campos a fines del siglo,que lo llevan a la zona ya citada de Las Horquetas.
Vale la pena, a esta altura, comentar que de acuerdo a lo investigado por Jorge Miglione, fallecido don Pedro J. Vela, heredó sus bienes su viuda Petrona Vasquez de Vela, entre ellos las tierras ubicadas en “Las Horquetas del Chapaleofú”, las que a su muerte se dividieron entre sus sucesores, pasando Las Horquetas a poder de su hija Petrona Vela de Valdivieso.
Como sabemos, el 19 de agosto de 1883 el FFCC del Sud inauguró el tramo de Ayacucho a Tandil, ese mismo año se inició el proyecto de prolongarlo a Juárez proponiendo la instalación de una estación en el kilómetro 356, que se llamaría Pilar, por la ya citada Pilar López de Osornio. En ese contexto, Petrona V.de Valdivieso vendió una superficie de 37 hectáreas con destino a vías y estación-según Miglione.
En 1884 ya se anunciaba que los rieles llegaban al Chapaleofú y el 8 de marzo de 1885, finalmente, se inauguró el ramal quedando desde el día siguiente abierta la línea al servicio público, al igual que la estación Vela.
Petrona V. de Valdivieso, había vendido sus tierras a Justiniano Posse y en 1890 esas 5399 hectáreas, en cumplimiento de un pacto de retroventa, fueron transferidas a Armindo Valdivieso, comenzando a denominarse como “Las Horquetas”. Por su parte, el citado Valdivieso, el 5 de octubre de 1891 se las vendió a Juan Gardey al precio de $ 180.000 m/n. Casi cuatro años más tarde, el gobierno de la provincia de Buenos Aires, el 19 de agosto de 1895, modificó el nombre de Pilar por el de Gardey a la estación ferroviaria, respondiendo así a la identificación que se hacía en ese momento de la zona, por ser Juan Gardey propietario de los campos que la rodeaban.
Siguiendo los dictados de su personalidad emprendedora, Gardey comenzó a construir frente a la estación ya denominada con su apellido, una sucursal del próspero almacén que poseía en Tandil con el nombre de “Almacén y Tienda Las Horquetas”, a su fallecimiento y por la sucesión, se adjudicó el condominio de sus hijos Eduardo y Emilio, el campo “Las Horquetas”. .El negocio de Ramos Generales, a su vez, pasó a ser dirigido por la sociedad Peyré y Gardey, integrada por Santiago Peyré, que se hizo cargo del Almacén de Tandil, y Juan Gardey, hijo de Noël y sobrino del fundador, que continuó dirigiendo la sucursal instalada en la estación.
Los hermanos Eduardo y Emilio Gardey construyeron en “Las Horquetas” una casa importante y en abril de 1908 dividieron el condominio de varios bienes que poseían, adjudicándose a Eduardo, dos de las fracciones de ese establecimiento sumando un total de 2.533 hectáreas.
En 1912, Eduardo Gardey vendió a Adriano Dithurbide las dos fracciones de campo de su pertenencia que formaban parte de “Las Horquetas” y el 25 de octubre de ese año, éste hizo lo propio vendiéndolas a Pablo Guglieri, un italiano llegado al país en 1885, que había tenido una activa participación en la fundación de Daireaux , quien otorgó un poder especial a Juan Salduna para que en su nombre y representación realizara todas las gestiones relativas a esta operación y además comenzara las gestiones para la fundación de un pueblo.
De esa manera-apunta Miglione-“ la tozudez bearnesa que había traído Juan Gardey, más la fuerza emprendedora de la sangre piacentina de Pablo Guglieri, se fusionaron para hacer nacer un nuevo pueblo”. En marzo de 1913, el citado Salduna presentó ante el Ministerio de Obras Públicas de la provincia de Buenos Aires en nombre de Pablo Guglieri, la solicitud de autorización necesaria para fundar un centro de población sobre la estación Gardey del F.C. Sud.
Efectuada las observaciones pertinentes por parte del Departamento de Ingenieros, Guglieri, en nota del 5 de abril, propone “Que como nombre del centro encuentro que es conveniente conservar el de Gardey a inmediaciones de cuya estación esta situado”, recibiendo como respuesta del Poder Ejecutivo provincial, la resolución del 7 de abril de 1913 que establecía:“Aprobar los planos presentados por don Pablo Guglieri para la fundación de un pueblo en el partido de Tandil, el que se denominará “Gardey”, resolución que puede considerarse como el acta fundacional de la localidad rural.
De esa manera quedaba integrada definitivamente a la toponimia del Tandil este apellido del que son hoy portadores numerosos vecinos amigos, que fieles a la tradición familiar, brindan a la comunidad su trabajo, con el que honran a sus pioneros antepasados.

Nota: En próximos ejemplares Tiempos Tandilenses proseguirá brindando otros detalles sobre el pueblo de Gardey.

Daniel Eduardo Pérez