miércoles, 23 de marzo de 2011

LOS CUEVAS

Una historia que viene de lejos…
LOS CUEVAS Y NAPALEOFÚ

En el principio era la tierra… (parafrasendo la palabra bíblica) y esa tierra, en estos territorios, estuvo ocupada desde hace por lo menos una decena de miles de años, por los primitivos habitantes humanos conviviendo con las especies animales y vegetales de aquellas lejanas épocas.
Con el paso de los siglos, otros pobladores, provenientes de otras tierras, fueron desplazando de a poco a aquéllos y en casos excepcionales, viviendo con cierta armonía en forma conjunta.
Así, cuando en la colonia expediciones militares o solitarias de civiles, exploraron la zona, fueron abriendo el camino a la apetencia de su posesión, sobre todo por la existencia del abundante ganado vacuno y caballar, de tal suerte que se asentaron blancos que en sus “estancias” (palabra utilizada ya en 1514 por los españoles en la repartición de la isla La Española), explotaron a su manera económicamente esas tierras.
Llegado el momento de promover esos asentamientos, el gobierno, después de sancionar la ley respectiva en 1826, comenzó a entregar en enfiteusis grandes extensiones en esta rica pampa húmeda.
En nuestro actual partido del Tandil, debemos recordar que muy tempranamente fueron concedidas importantes cantidades de superficie de tierras, destacándose hombres como Pedro Burgos (luego fundador de Azul), Pereyra Iraola, los Miguens, Felipe Arana, Ponce de León, los ex comandantes Felipe Pereyra y Rosendo Pareja, los Gómez, Pedro Vela, Casares, Girado, y otros, entre los beneficiarios.
La cantidad de leguas cuadradas que tenían en posesión aquellos primeros destinatarios de la tierra-la mayoría de los cuales no vivía en el partido- nos da una idea de cómo unos pocos disponían de gran parte del territorio.
En otros partidos cercanos al Tandil-en el actual Balcarce, en este caso particular, sobre la margen del arroyo Napaleofú- ocurría lo mismo, y así encontramos que el 1 de febrero de 1826, el entonces gobernador de Buenos Aires, Juan José Viamonte, otorgó en enfiteusis al vecino Manuel Sánchez, de origen entrerriano, dos leguas y tres cuartos. Era el comienzo de nuestra historia de hoy…
Esas leguas eran parte de un total de cien que fueron entregadas en la misma modalidad a otros vecinos que serían lindantes con don Manuel Sánchez y cuyos apellidos eran-en algunos casos- también conocidos por tener tierras otorgadas también en el Tandil, tales los nombres de Simón Pereyra Iraola, Mariano Baudrix, Manuel Otero y Manuel Saavedra, y otros que no, como Francisco Zárate, Agustín Ramos, José Pita, Agapito Algañaraz , Juan Henestrosa y José María Invaldi (que luego sería socio de Sánchez y a quien éste compró su parte).

En Tiempos Tandilenses Nº 93 (2003) y en el Nº 154 (2009) hemos tratado más en detalle sobre el tema “…los dueños de la tierra”. Allí se observa cómo la afinidad de estas ocupaciones con la labor de campo, los impulsó a obtener extensiones y desarrollar en ellas tareas especialmente ganaderas, de tal suerte que entre 1820 y 1830 solicitaron las mismas en la todavía frontera con el indio, en el centro sud de la provincia, adjudicándosele en Tandil, en tiempos del gobierno de Juan Manuel de Rosas, varias leguas cuadradas, concretadas luego en propiedad por su compra en 1836, con la vigencia de la ley sancionada el 10 de marzo de ese año, por la que se facultaba al gobierno a vender 1500 leguas cuadradas otorgadas en enfiteusis, dando prioridad de adquisición a los poseedores de las mismas con un plazo hasta fines de 1837; acotemos, como curiosidad, que por esos tiempos la valuación era de $ 4000 la legua cuadrada.
De esta manera, varios enfiteutas pasaron a ser propietarios en territorios rurales. En el Tandil, además de los vecinos ya citados, se agregaron a los detentadores de posesiones en esta zona, entre otros, Valerio, Ponce, Morillos, Guerrico.
Fue también el caso de Sánchez que el 20 de abril de 1839 adquirió las tierras que poseía en enfiteusis, en lo que es hoy el partido de Balcarce y a quien Juan Manuel de Rosas lo había nombrado Juez de Paz de Dolores en ese año, luego de la denominada Revolución de los Libres del Sud.
En su estancia, “la población” constaba de dos ranchos de barro y paja, uno de los cuales-según afirma don Leonel Acevedo Díaz-provenía de mucho antes que estuviera en el dominio de Sánchez, lo que hace presuponer que fue habitado por pobladores en los primitivos tiempos del Fuerte Independencia o aún antes.
Al fallecer Sánchez el 2 de junio de 1872, en Dolores, como era soltero y sin hijos, testó a favor de su hermana Benita Sánchez, casada con Santos Calvento y de sus sobrinas, entre ellas Concepción Calvento Sánchez, quien luego casaría con Miguel Cuevas o Miguel de las Cuevas y Vallejos que-como veremos- el 25 de Mayo de 1879 fundó la estancia Napaleofú, (del araucano: para algunos arroyo de los nabos, para otros, arroyo de los cangrejos) la misma que en este año del Bicentenario de la Revolución de Mayo cumplirá nada menos que 131 años.…
Don Miguel Cuevas (así lo llamaremos, dado que él mismo simplificó su nombre), era hijo único de don Miguel de las Cuevas, nacido en Villa San Miguel de Pesqueros, Burgos, Castilla La Vieja, en 1775, a la postre el pater familae de nuestros apreciados convecinos Cuevas.
Con apenas veinte años partió hacia las colonias rioplatenses y se radicó en Buenos Aires, casándose con doña María Antonia Vallejos con quien tuvo al citado Miguel Antonio de las Cuevas y Vallejos el 30 de junio de 1818, en Buenos Aires. Hacia el sur, en el lejano horizonte, se extendían tierras donde el blanco y el indio compartían con suerte diversa-enfrentamientos por medio en más de una ocasión- la vida desafiante de una pampa indómita. Allí fijó su mirada nuestro hombre y enamorado de la infinita llanura, se radicó en el flamante pueblo de Dolores en 1837, donde se casó en 1851 con la entrerriana Concepción Calvento Sánchez, como quedó dicho en párrafos anteriores.
Aquí comienza una historia familiar, que creemos oportuno dar a conocer para que nuestros amables lectores tengan un panorama completo de esta página de la historia lugareña.

El matrimonio Cuevas-Calvento tuvo cinco hijos: Cecilio Miguel Antonio (1852-1913); Enrique Sixto (1853-…); Andrea María Concepción (1856-1939); Benita (fallecida niña, de difteria); María Antonia Dolores (1862-….) y Ángel José María (1868-….).
Don Miguel, falleció en París en enero de 1882, quedando las posesiones a cargo de su viuda, doña Concepción Calvento de Cuevas, quien sobrevivió a su esposo poco más de cuatro décadas, dedicada a la crianza primero de sus hijos y luego a su educación y al manejo agropecuario con la ayuda de su hijo mayor. Casi centenaria, doña Concepción falleció en 1925, heredando la estancia sus cinco hijos.
El mayor , Cecilio, se casó con Benita Catalina Letamendi, nacida en 1857, hija del promotor fundacional de Rauch, don Francisco Letamendi, emparentada con el ya mencionado Sánchez dado que era hija de Corina Calvento sobrina de Manuel Sánchez, con el que abrimos la historia….
Ese matrimonio, heredero por ambas ramas de figuras destacadas de la historia regional, tuvo cinco hijos: Miguel Alberto Cuevas Letamendi, Esther, Raquel, Eva y Renée.
Miguel, como vimos único varón, casó con Elsa Acevedo Díaz, hija nada menos que del gran escritor uruguayo don Eduardo Acevedo Díaz, (fallecido en nuestro país y cuyo hijo de igual nombre también dejó obras memorables), matrimonio del cual nacieron tres hijos varones: Miguel, Huberto y Mario Cuevas Acevedo.
Miguel casó con Alicia D. Newton y tuvo dos hijos: Miguel y Cristina Cuevas Newton; por su parte Huberto lo hizo con Susana Otamendi, teniendo cinco hijos: Huberto Aníbal, Fernando, Silvina María, Patricio Martín y Máximo Miguel Cuevas Otamendi.
Finalmente, Mario casó en primeras nupcias con Beatriz Leonardi, con la cual tuvo tres hijos: Mario, Eduardo y Leonardo.
Ya en segundas nupcias con Marta Pierre, tuvo dos; Martín y Laura Raquel.

Amigo lector, usted creerá que dado el desarrollo genealógico propuesto, la intención era brindarle a usted el conocimiento del desarrollo familiar, sin embargo lo que nos propusimos era para que tuviera cabal dimensión de cómo esta vieja familia de origen campero, tuvo una rica historia que la llevó a imbricarse en la sociedad tandilense y regional, en aspectos que los herederos diversificaron.
De aquella primitiva y antigua estancia fundacional surgieron estos vecinos que hoy cruzamos en nuestra calles…la célula madre estanciera sufrió el desmembramiento propio de una familia numerosa a través de la división de las tierras, producida por las herencias…

Debemos consignar que la familia Cuevas fue la donante, en su momento, de las tierras para extender las vías del Ferrocarril del Sud y levantar la estación y el pueblo de Napaleofú, que tomó el nombre del arroyo y la estancia; además donaron las tierras para la construcción de la ruta nacional 226 y parte de la provincial 227.
La estancia primitiva estuvo (con los ranchos citados de Sánchez), donde hoy está la estancia “Miramur”, de los Moore de la Serna (hijos de Ernesto Moore y Edelmira de la Serna-tía del Che Guevara, que supo pasar de niño alguna temporada allí y relacionarse con el vecino, también niño, Huberto Cuevas Acevedo).

Aquella primitiva estancia fundacional, ya con su segundo casco ubicado en la actual Napaleofú, tan antigua como el Fuerte, sigue en manos de la familia Cuevas hasta nuestros días, con la aclaración ya hecha de su fraccionamiento y consiguiente reducción….
Hoy son sus propietarios continuadores de aquella tradición, los hermanos Patricio y Máximo Cuevas Otamendi.

Hemos tenido acceso a una carta que don Miguel Cuevas dirigió en 1879 a su médico, el dolorense Oscar Muñoz, documento valioso que nos permitió adentrarnos en vida y costumbres de aquellos pobladores primigenios de estas tierras; gracias a su lectura hemos podido tomar contacto con una interesantísima descripción de época que, a nuestro criterio, amerita que le brindemos a usted, directamente de la fuente inédita, algunos breves párrafos, escritos, por otra parte, con cuidada redacción y uso de términos que acredita la educación recibida por don Miguel Cuevas.

A propósito de estos días, hace 131 años decía don Miguel”…Desde Abril empezó á helar y en la noche del 3 al 4 de Mayo la que cayó mató todo lo que había en el cercado que V. conoce y admírese V., los acacios que había tan crecidos de los que algunos tenían dos varas de alto no quedó ni uno solo vivo, todos murieron con una sola helada…”
………..

“La seca que esperimentamos hace que los fríos sean tan fuertes y la tierra que carece de riego no tenga suficiente vigor- diré así-para auxiliar a las plantas tiernas contra las hierbas…”

…..

“El 25 de Mayo inauguré esta población con la traslación á allá de la estancia. “Y al dir el Sol coloriando y asomando una puntita…” (véase la Lira Argentina) bracatán (sic) los cañonasos”(ídem).
“Al salir el Sol enarbolé la bandera de nuestra Patria pintada en una vebeta (sic) que fue saludada con una salba de 21 cañonazos-con la escopeta-y entonando-desentonando el Himno Nacional y dando un viva á la República”.
……..

“…recuerdo uno de los dichos de los paisanos “ el que nada tiene contento vive” y atribuyo mucha parte de la felicidad de que disfrutan á la ninguna aspiración que tienen”
“Si yo no hubiera tenido aves no me la habrían llebado los zorros…”

Apenas unas perlitas sabrosas de aquel pionero…

Así fue como se escribió una parte de la historia de la región del Napaleofú, tan cercana en la geografía y en los afectos al Tandil. Hoy nuevos vecinos de la zona rural y también urbana, siguen tejiendo de sol a sol, con su trabajo, el presente, seguramente desconociendo en su gran mayoría, aquellos orígenes, donde la antigua estancia de ese nombre plantó un hito.


Al amigo y maestro humanista que fuera don Huberto Cuevas Acevedo.

Daniel Eduardo Pérez

domingo, 6 de marzo de 2011

LAS MUJERES.EN EL MUNDO...

LAS MUJERES EN EL MUNDO…,

EN ARGENTINA Y EN TANDIL…

Desde siempre, como es natural, la mujer ha ocupado un espacio en la historia de los pueblos, aunque de diversas maneras y evaluadas según los tiempos y las culturas.

Hoy, apreciado lector de Tiempos, queremos aprovechar un momento especial de la historia internacional, nacional y local, para presentarle un somero panorama de los roles cumplidos, que cumplen y seguramente que cumplirán las mujeres…

Cuando le comentamos al amigo y Director de Tiempos el título de la nota, nos dijo: “El tema debe dar mucha tela que cortar. Además, me imagino, que como siempre en la Historia, sería muy distinto ser mujer en Tandil que en Buenos Aires ¿no?”.

Y así fue como pensamos entonces en abarcar fundamentalmente las características, que en tiempos y espacios diferentes, tuvieron las mujeres, arrancando bien atrás.

Desde la antigüedad (la mayoría de las llamadas Venus paleolíticas proceden de etapas muy tempranas), la mujer aparece representada en forma notable en la zona centro sur europea, aunque recientes hallazgos también las ubican, lo que llama la atención, en tierras tan lejanas del norte de Europa como las Islas Orkney (Orcadas, Escocia).

Esas denominadas “Venus” de varios miles de años, nos invitan a pensar acerca del rol de la mujer y su valoración desde etapas muy primitivas hasta la actualidad. Encontramos así, que en la sociedad humana conocida, las mujeres y los varones no tuvieron el mismo rango o parecida importancia, por esos tiempos, aunque el matriarcado fue el responsable de las pervivencias para con las mujeres en el derecho de algunos pueblos antiguos, en el aspecto de las religiones primitivas y sus diosas, en los matrimonios consumados en la residencia de la esposa, en la filiación materna y en otra serie de circunstancias que escapaban del dominio varonil estricto.

El matriarcado ocupó en el relato histórico un importante espacio y los autores que lo estudiaron fueron acercando sus teorías con sus más y con sus menos.

En el siglo XIX y parte del XX, el concepto del matriarcado primitivo tuvo pleno predicamento. Así, se explican mitos como el de las amazonas, la existencia de grandes diosas madres, los ritos cerrados y secretos en los que sólo mujeres intervenían, diversas costumbres asociadas a la agricultura, etc.

Sin embargo, las mujeres, como género, nunca tuvieron poder y aquéllas que lo alcanzaron, lo han hecho por excepción. En todas las sociedades históricas conocidas, las mujeres han estado sometidas a los varones pese a que, en casos muy especiales, alguna mujer ha ocupado el poder soberano. La historia recuerda a varias que lo han hecho con suerte diversa, sin embargo, ninguna de ellas se lo hizo heredar a otra, sino que, transcurrido su tiempo, retornó el varón al mismo. Algunas mujeres fueron excepciones a la regla que las apartaba del poder y, de entre ellas, unas pocas fueron además extraordinarias. En el mundo antiguo, la faraona Hatshepsut dejó una fuerte impronta, aunque luego su heredero ordenó borrar todas sus inscripciones. Nefertiti y Cleopatra, cada una en su época y con sus bellezas, que llegaron hasta hoy, jugaron papeles trascendentes en aquel Egipto misterioso…

Pero también las hubo poetisas o filósofas como las griegas Sabo de Lesbos y Hiparchia o legendarias como Elena de Troya , que traspasaron las fronteras de los siglos con la fama ganada en su actividad…

Ya en la Edad Media encontramos grandes señoras territoriales como Leonor de Aquitania, o clericales como las grandes abadesas. Durante el Renacimiento, Isabel de Castilla e Isabel de Inglaterra fueron fuertes y temidas monarcas y Catalina de Medici y Lucrecia Borgia, mujeres de gran predicamento y poder.

En la Modernidad, figuras relevantes como Catalina de Rusia o María Teresa de Austria también marcaron-¡y de qué manera!- su época, como en lo suyo lo hizo la pirata británica Mary Read o la reina Ana Bolena… Esas figuras llegaron casi hasta la contemporaneidad en el caso de la reina Victoria de Inglaterra o su actual heredera, Isabel. Pero, por lo común, las mujeres no jugaron en el terreno del poder explícito, sino en el más oculto de la influencia, son las madres tras el trono o las esposas y favoritas, de las que se sabe que han intervenido moviendo en la oscuridad los hilos.
El que alguna mujer alcanzara excepcionalmente el poder explícito fue propiciado en determinados sistemas jerárquicos, especialmente aquellos que lo sacralizaron por parte de una línea dinástica. En ausencia de varón, una mujer puede subir al trono, lo que no significa que las mujeres en su conjunto lo hagan. Las damas a las que esto ocurre son especiales. Forman parte de líneas dinásticas en las que los varones que podían heredar se han extinguido. Los antiguos griegos poseían una forma de legitimar estas excepciones: las llamadas epicleras, que eran las mujeres que resultaban hijas únicas y por lo tanto también únicas herederas.

La mayor parte de las mujeres que han llegado a monarcas o jefas de estado han sido epicleras. La línea que llega a ellas no se puede cortar, porque su estirpe es fuerte y la defiende, en consecuencia ellas heredan el poder de la familia y su vinculación esencial con ella. Si es posible, incluso se las desposa con un familiar cercano. Éste es el caso de las grandes reinas de Europa, pero también el de muchas líderes de países del Tercer Mundo.

Siempre ha llamado la atención que algunos estados de Asia tuvieran presidentas mucho antes de que ocurriera lo propio en las democracias occidentales. Indira Gandhi, Bandaranaike, Suharto o Butto, por poner varios ejemplos, fueron mujeres de estirpes poderosas, que normalmente intervinieron en procesos nacionalistas de los que surgieron sus estados. Los heredan para la familia si no hay un varón más adecuado, cercano a la sucesión de los líderes y “padres de la patria”.

La Iglesia Católica, por su parte, tiene en su santoral, numerosas santas y además doctoras que como Santa Catalina de Siena o Teresa de Jesús, y más recientemente Teresa de Calcuta (en proceso de canonización), representan el valor femenino, que a través de la devoción a la Virgen María, reconoce el catolicismo.

Otro caso particular es el de algunas mujeres que accedieron al poder en tiempos turbulentos. No es insólito encontrar grandes conductoras en momentos de crisis agónicas. Recordamos que Velleda condujo a los germanos y Boudica a los anglos contra el Imperio Romano, como siglos más tarde lo hizo la legendaria y santa Juana de Arco en su Francia…

En el siglo XX hay figuras que se han convertido en las enseñas de sus estados por sus victorias, como fue el caso de Golda Meir, en Israel, o benefactoras de la Humanidad, como la fundadora de la Cruz Rpja, Florence Nigthingale o verdaderos íconos científicos de la talla de Marie Curie o pioneras como la mismísima primera astronauta, la rusa Valentina Tereshkova…

Pese a los ejemplos citados, ahora asistimos a un grado de fragilización de la mujer por obra de realidades socio-político-económicas. El no tener poder ni fuerza ha sido la esencia misma de lo considerado femenino, pero esa ancestral división comenzó a cambiar a la par que lo hizo la Modernidad misma. Las mujeres, ya no como individualidades por excepción, sino como ciudadanas y trabajadoras, manejan desde hace un par de siglos cierto poder que han sabido poner a disposición de sus fines comunes.

Las mujeres, organizadamente, han luchado por sus oportunidades y sus derechos, civiles y políticos, y en buena parte del mundo los han obtenido. Esto crea una nueva escena en la que la antigua excepción decae y la democracia quiere que la regla sea el mérito, no el sexo. Las mujeres de todas las democracias han aumentado asombrosamente sus capacidades educativas, a la par que sus demandas de una mayor igualdad de oportunidades y de justicia en el reparto de los bienes, tangibles e intangibles, incluido el poder. Y las mujeres, a medida que progresa su autoconciencia como sexo discriminado, desarrollan solidaridades para alcanzar metas comunes: igualdad, derechos, oportunidades, respeto y una vida libre de violencia.

Las nuevas líderes no son epicleras, sino demócratas por la misma vía en que se forman sus iguales. Thatcher, Merkel, Bachelet, Hillary Clinton..., con independencia de su signo político, son mujeres que ocupan el poder de un modo nuevo, que muestra que el espacio disponible para las mujeres se acrecienta. Sin embargo, esas presencias son todavía escasas: debe recordarse a menudo que los territorios completos del poder económico empresarial, la prensa y la opinión, la creatividad, el saber superior y su transmisión y el dominio y manejo de la religión, son actividades casi completamente masculinas. Son además los manantiales de legitimidad del poder explícito y, por ahora, todos ellos cuentan con una presencia femenina inapreciable.

Las mujeres van consiguiendo, y únicamente en democracias sólidas, estados de normalidad, paritarios, sólo en el ámbito político, pero aún tienen como colectivo un grave déficit de legitimidad.

Existe la necesidad que la mujer aporte aquella riqueza de virtudes, enfoques y claridades que le pertenecen en exclusiva, actuando directamente en todas las esferas de la actividad humana.

Cada persona es un absoluto, que vale absolutamente, sin parangón posible, y cuya exclusiva misión es la de ser en el fondo aquel alguien que —cada una, singular e irrepetible, única— está destinada a ser.
Lo que lleva consigo, para el varón, un desarrollo acabado de su masculinidad, y para la mujer, el cumplimento más cabal de su feminidad genuina… que son las maneras respectivas como uno y otra pueden alcanzar la plenitud personal que les corresponde.
Resulta sumamente gráfico, el consejo de Unamuno a un escritor novel que «se consideraba»… poco «considerado» por la crítica: «No te creas más, ni menos, ni igual que otro cualquiera, que no somos los hombres cantidades. Cada cual es único e insustituible; en serlo a conciencia pon todo tu empeño.»
Pero es que, con independencia de su fascinación, la mujer encarna de una forma muy particular, más propia y acentuada, el peculiar carácter de la persona humana y lo es de un modo más patentemente personal y más exquisitamente humano.

El “genio de la mujer” se puede traducir en una delicada sensibilidad frente a las necesidades y requerimientos de los demás, en la capacidad de darse cuenta de sus posibles conflictos interiores y de comprenderlos. Se la puede identificar, cuidadosamente, con una especial capacidad de mostrar el amor de un modo concreto, no olvidando que las personas son más importantes que las cosas…

La pensadora italiana Marta Brancatisano sostiene: «Desempeñar nuevas profesiones (desde ministro a astronauta, pasando por todo el género de tareas inventadas por la sociedad multifuncional) ha sido un simple juego para quien poseía la clave de todas ellas inscrita en su código sexual. Enumero algunas a título de ejemplo: el conocimiento del ser humano, que le permite gobernarse a sí misma y relacionarse con los demás con la apertura y la serenidad que se experimentan ante lo que nos resulta conocido y amado; la flexibilidad para pasar de una tarea a otra —que deriva de su habitual competencia para afrontar las imprevisibles necesidades cotidianas; la amplitud de intereses y la versatilidad de ingenio, fruto de la pluriforme preparación imprescindible para hacer vivir un hogar (economía, ingeniería, arquitectura, derecho privado e internacional, medicina, dietética, arte, estética, literatura, psicología, pedagogía e incluso moral y teología); su inimitable sentido de la realidad y del valor del tiempo, resultado del carácter impelente y de urgencia propios del trabajo del hogar, que, por estar directa y ordinariamente unido a la supervivencia del ser humano, no admite incumplimientos, retrasos ni tramposas simulaciones.»
Las mujeres se encuentran destinadas a vivificar desde dentro todas las profesiones —y en especial los medios de comunicación—, en absoluta paridad con los varones: con las mismas perspectivas, posibilidades y oportunidades, y con idéntica formación humana y profesional.
Siguiendo sugerencias de Brancatisano, se puede afirmar que la mujer se encuentra mucho más preparada que el varón para desempeñar la mayor parte de ellas… y que en parte por este motivo los varones tienden-sostiene- a discriminarlas e impedir que desplieguen su inigualable potencia.

Las mujeres tienen más capacidad que los hombres a la hora de organizarse y de realizar diferentes tareas a la vez. Así lo demostró un trabajo realizado por la Universidad de Hertfordshire, Inglaterra, que estudió a hombres y a mujeres mientras desempeñaban las mismas tareas, "Las mujeres fueron más lógicas que los hombres en sus respuestas, y mejores desarrollando un plan claro", advirtió el especialista encargado del estudio.


Pero este reconocimiento no es para «sacarlas» del hogar, como tampoco debe ocurrir con los varones, muy al contrario, debe conservarlas o devolverlas (a ellas) y, sobre todo, a introducirlos (a ellos) en lo más íntimo y configurador del núcleo familiar.

Y es que la familia constituye el ámbito imprescindible del pleno desarrollo tanto del varón como de la mujer, así como la condición de posibilidad para personalizar los restantes dominios en que se desenvuelve la existencia humana y, muy particularmente los medios de comunicación, proclives con frecuencia a deshumanizar y trivializar lo más grandiosamente humano, y entre todo ello, el amor.

La controversia es la palabra "diferente". Quiere decir desigualdad, disparidad entre dos o más elementos. Pero no implica que uno sea mejor que otro. Es un adjetivo relativo, no cualitativo; sólo designa la no identidad de algunos aspectos accidentales entre hombre y mujer, pero no conlleva un juicio de valor sobre el sustantivo al que acompaña. Además, expresa una relación recíproca entre los dos términos: si uno es diferente de otro, éste será también diferente de aquél.

Entender que la proposición "la mujer es diferente del hombre" es lo mismo que "la mujer es inferior al hombre" constituye un salto sofístico sin fundamento lógico.
En Argentina…

En nuestro país, la vida de la mujer en la sociedad de cada época, ha sido muy bien estudiada por varios autores entre los que se destaca Dora Barrancos, y como la historia, ha tenido etapas diversas en las cuales, como en el presente, tienen especial protagonismo.

Como ya se sabe, las mujeres son muy intuitivas y astutas, en mayor proporción que los hombres, que suelen ser más arrebatados y pasionales. Una mujer puede llevar al hombre que tenga a su lado a la bancarrota, o a la gloria; al éxito o al bochorno irreversible. Y sobrados ejemplos tenemos en nuestro país… Nos detendremos por un instante particularmente en la mujer política, que parece ser más combativa desde lo que calla e insinúa, ganando más atención desde la seducción de sus ademanes y gestos, que desde las confrontaciones violentas con el adversario, que tampoco faltan…

La mujer política en Argentina se preocupa, hoy, salvo escasas excepciones, por mejorar su imagen, al igual que los hombres, con todo tipo de técnicas disponibles, para ser “mediáticamente” más atractiva.

Sin embargo creemos que la mujer persiste en “imitar” algunos rasgos masculinos en sus discursos, en sus expresiones, cuando intenta imponer su ideología. Impostan la voz y su postura corporal se vuelve altiva y soberbia. La suavidad y la dulzura no suelen estar presentes en ejemplos recientes de Cristina Fernández o Elisa Carrió, por sólo poner dos ejemplos, que lo demuestran…

La mujer política argentina también aplica los dones de su género y eso demuestra que las mujeres llevan consigo toda una batería de artilugios, que en diferentes aspectos de su vida, serán seleccionados y puestos en funcionamiento cuando sea necesario.

A lo largo de la historia argentina tenemos numerosos ejemplos de la intervención valiosísima de la mujer en los más diversos campos, tan extremos como la guerra o el arte.

Desde las primeras mujeres blancas que llegaron con los conquistadores a estas tierras desconocidas en el siglo XVI, a las más cercanas como la legendaria india Tadea, de la que hemos hecho referencia en la visita de Rosas al Tandil, debemos contabilizar ejemplares trayectorias vitales que sería largo enumerar, pero que desde el nacimiento de la nacionalidad las tuvieron como protagonistas participando de las luchas con idéntico valor que los hombres: hubo mujeres como Martina Céspedes y Manuela Pedraza que alcanzaron por su bravura los grados de sargento mayor y alférez, respectivamente. O como Mariquita Sánchez de Thompson la “mujer de Mayo” que llevó adelante aquel primer grito de libertad, con el reconocimiento de su actividad militante en los días posteriores a la gesta.

Encontramos también figuras resplandecientes en las luchas por la Independencia como Juana Azurduy, Macacha Güemes, o María Remedio del Valle, la oficial negra que luchó junto a Belgrano, que le concedió el grado de Capitana. Otras que como Encarnación Ezcurra, fue de preponderante actuación junto a su esposo Juan Manuel de Rosas o Eulalia Ares, la catamarqueña que encabezó la revolución que destituyó al gobernador de su provincia en 1862. Las mujeres de la frontera interior, fortineras anónimas y también las encargadas de las postas que fueron arriesgadas y respetadas conductoras de empresas consideradas propias de hombres…

Pero no sólo en las armas se distinguieron, las letras tienen en Eduarda Mansilla, Juana Manuela Gorriti o, más recientemente, entre otras, en Victoria Ocampo, Alfonsina Storni, plumas de primer nivel, como lo tuvo en la pedagogía la insigne figura de Juana Manso o en las artes, geniales representantes como Lola Mora o la inolvidable Tita Merello.

Si las letras y las artes fueron campo propicio, no lo fue en menor grado las ciencias, donde fueron pioneras las médicas Cecilia Grierson, Petrona Eyle y Elvira Rawson de Dellepiane …

Podríamos continuar un inacabable listado, pero no es el objeto de la nota, por lo que dejamos para el final a dos mujeres que trazaron una profunda huella en la historia nacional, ellas son: Alicia Moreau de Justo y Eva Duarte de Perón.

En los pocos nombres que hemos dado, quisimos reflejar el amplio abanico abarcativo del accionar de las mujeres en Argentina…

Hoy en nuestro país se han dado pasos legislativos tendientes a reforzar la equiparación de sus derechos con el hombre, además de protección, como lo hace la ley 26485, reglamentada en julio de este año, que previene y sanciona las conductas que, de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como privado, basadas en una relación desigual de poder, afectan la vida, la libertad o la seguridad personal de las mujeres. La ley protege no sólo de la violencia física, también de la psicológica, sexual, reproductiva, obstétrica, económica y simbólica sufridas tanto en el ámbito familiar, como en el institucional, laboral o mediático.

En su reciente visita a Tandil la Dra. Carmen Argibay, polémica integrante de la Suprema Corte de Justicia, formuló declaraciones que abonan esta postura, al decir: Hoy seguimos reclamando que se reconozcan las mismas oportunidades que tienen los hombres. Los hombres tienen miedo que los estemos excluyendo, en parte tienen razón porque somos mayoría, aunque nos traten en minoría en el padrón electoral. Por la ley de cupo que no es lo que más me gusta, los cargos electorales son del 30% para la representación de las mujeres. No tendría que ser así. La Ley de cupo no tendría que existir. Tendría que existir una ley de oportunidades.”

Para internarse documentadamente en el tema que da título a la nota, recomendamos a nuestros apreciados seguidores, la lectura de: “Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos” de Dora Barrancos y Historia de las mujeres en la Argentina”, dirigida por Fernanda Gil Lozano, Valeria S. Pita y María Gabriela Ini.

En relación a las mujeres en la historia de Tandil, el trabajo del amigo y colega Hugo Nario publicado en Tiempos Tandilenses Nº 1…, nos exime de más comentarios, allí detalla cómo desde los lejanos años del Fuerte hasta los más cercanos, hubo mujeres que dejaron su sello en nuestra historia tandilense, abonando lo dicho en párrafos anteriores.

Daniel Eduardo Pérez