Una historia que viene de lejos…
LOS CUEVAS Y NAPALEOFÚ
En el principio era la tierra… (parafrasendo la palabra bíblica) y esa tierra, en estos territorios, estuvo ocupada desde hace por lo menos una decena de miles de años, por los primitivos habitantes humanos conviviendo con las especies animales y vegetales de aquellas lejanas épocas.
Con el paso de los siglos, otros pobladores, provenientes de otras tierras, fueron desplazando de a poco a aquéllos y en casos excepcionales, viviendo con cierta armonía en forma conjunta.
Así, cuando en la colonia expediciones militares o solitarias de civiles, exploraron la zona, fueron abriendo el camino a la apetencia de su posesión, sobre todo por la existencia del abundante ganado vacuno y caballar, de tal suerte que se asentaron blancos que en sus “estancias” (palabra utilizada ya en 1514 por los españoles en la repartición de la isla La Española), explotaron a su manera económicamente esas tierras.
Llegado el momento de promover esos asentamientos, el gobierno, después de sancionar la ley respectiva en 1826, comenzó a entregar en enfiteusis grandes extensiones en esta rica pampa húmeda.
En nuestro actual partido del Tandil, debemos recordar que muy tempranamente fueron concedidas importantes cantidades de superficie de tierras, destacándose hombres como Pedro Burgos (luego fundador de Azul), Pereyra Iraola, los Miguens, Felipe Arana, Ponce de León, los ex comandantes Felipe Pereyra y Rosendo Pareja, los Gómez, Pedro Vela, Casares, Girado, y otros, entre los beneficiarios.
La cantidad de leguas cuadradas que tenían en posesión aquellos primeros destinatarios de la tierra-la mayoría de los cuales no vivía en el partido- nos da una idea de cómo unos pocos disponían de gran parte del territorio.
En otros partidos cercanos al Tandil-en el actual Balcarce, en este caso particular, sobre la margen del arroyo Napaleofú- ocurría lo mismo, y así encontramos que el 1 de febrero de 1826, el entonces gobernador de Buenos Aires, Juan José Viamonte, otorgó en enfiteusis al vecino Manuel Sánchez, de origen entrerriano, dos leguas y tres cuartos. Era el comienzo de nuestra historia de hoy…
Esas leguas eran parte de un total de cien que fueron entregadas en la misma modalidad a otros vecinos que serían lindantes con don Manuel Sánchez y cuyos apellidos eran-en algunos casos- también conocidos por tener tierras otorgadas también en el Tandil, tales los nombres de Simón Pereyra Iraola, Mariano Baudrix, Manuel Otero y Manuel Saavedra, y otros que no, como Francisco Zárate, Agustín Ramos, José Pita, Agapito Algañaraz , Juan Henestrosa y José María Invaldi (que luego sería socio de Sánchez y a quien éste compró su parte).
En Tiempos Tandilenses Nº 93 (2003) y en el Nº 154 (2009) hemos tratado más en detalle sobre el tema “…los dueños de la tierra”. Allí se observa cómo la afinidad de estas ocupaciones con la labor de campo, los impulsó a obtener extensiones y desarrollar en ellas tareas especialmente ganaderas, de tal suerte que entre 1820 y 1830 solicitaron las mismas en la todavía frontera con el indio, en el centro sud de la provincia, adjudicándosele en Tandil, en tiempos del gobierno de Juan Manuel de Rosas, varias leguas cuadradas, concretadas luego en propiedad por su compra en 1836, con la vigencia de la ley sancionada el 10 de marzo de ese año, por la que se facultaba al gobierno a vender 1500 leguas cuadradas otorgadas en enfiteusis, dando prioridad de adquisición a los poseedores de las mismas con un plazo hasta fines de 1837; acotemos, como curiosidad, que por esos tiempos la valuación era de $ 4000 la legua cuadrada.
De esta manera, varios enfiteutas pasaron a ser propietarios en territorios rurales. En el Tandil, además de los vecinos ya citados, se agregaron a los detentadores de posesiones en esta zona, entre otros, Valerio, Ponce, Morillos, Guerrico.
Fue también el caso de Sánchez que el 20 de abril de 1839 adquirió las tierras que poseía en enfiteusis, en lo que es hoy el partido de Balcarce y a quien Juan Manuel de Rosas lo había nombrado Juez de Paz de Dolores en ese año, luego de la denominada Revolución de los Libres del Sud.
En su estancia, “la población” constaba de dos ranchos de barro y paja, uno de los cuales-según afirma don Leonel Acevedo Díaz-provenía de mucho antes que estuviera en el dominio de Sánchez, lo que hace presuponer que fue habitado por pobladores en los primitivos tiempos del Fuerte Independencia o aún antes.
Al fallecer Sánchez el 2 de junio de 1872, en Dolores, como era soltero y sin hijos, testó a favor de su hermana Benita Sánchez, casada con Santos Calvento y de sus sobrinas, entre ellas Concepción Calvento Sánchez, quien luego casaría con Miguel Cuevas o Miguel de las Cuevas y Vallejos que-como veremos- el 25 de Mayo de 1879 fundó la estancia Napaleofú, (del araucano: para algunos arroyo de los nabos, para otros, arroyo de los cangrejos) la misma que en este año del Bicentenario de la Revolución de Mayo cumplirá nada menos que 131 años.…
Don Miguel Cuevas (así lo llamaremos, dado que él mismo simplificó su nombre), era hijo único de don Miguel de las Cuevas, nacido en Villa San Miguel de Pesqueros, Burgos, Castilla La Vieja, en 1775, a la postre el pater familae de nuestros apreciados convecinos Cuevas.
Con apenas veinte años partió hacia las colonias rioplatenses y se radicó en Buenos Aires, casándose con doña María Antonia Vallejos con quien tuvo al citado Miguel Antonio de las Cuevas y Vallejos el 30 de junio de 1818, en Buenos Aires. Hacia el sur, en el lejano horizonte, se extendían tierras donde el blanco y el indio compartían con suerte diversa-enfrentamientos por medio en más de una ocasión- la vida desafiante de una pampa indómita. Allí fijó su mirada nuestro hombre y enamorado de la infinita llanura, se radicó en el flamante pueblo de Dolores en 1837, donde se casó en 1851 con la entrerriana Concepción Calvento Sánchez, como quedó dicho en párrafos anteriores.
Aquí comienza una historia familiar, que creemos oportuno dar a conocer para que nuestros amables lectores tengan un panorama completo de esta página de la historia lugareña.
El matrimonio Cuevas-Calvento tuvo cinco hijos: Cecilio Miguel Antonio (1852-1913); Enrique Sixto (1853-…); Andrea María Concepción (1856-1939); Benita (fallecida niña, de difteria); María Antonia Dolores (1862-….) y Ángel José María (1868-….).
Don Miguel, falleció en París en enero de 1882, quedando las posesiones a cargo de su viuda, doña Concepción Calvento de Cuevas, quien sobrevivió a su esposo poco más de cuatro décadas, dedicada a la crianza primero de sus hijos y luego a su educación y al manejo agropecuario con la ayuda de su hijo mayor. Casi centenaria, doña Concepción falleció en 1925, heredando la estancia sus cinco hijos.
El mayor , Cecilio, se casó con Benita Catalina Letamendi, nacida en 1857, hija del promotor fundacional de Rauch, don Francisco Letamendi, emparentada con el ya mencionado Sánchez dado que era hija de Corina Calvento sobrina de Manuel Sánchez, con el que abrimos la historia….
Ese matrimonio, heredero por ambas ramas de figuras destacadas de la historia regional, tuvo cinco hijos: Miguel Alberto Cuevas Letamendi, Esther, Raquel, Eva y Renée.
Miguel, como vimos único varón, casó con Elsa Acevedo Díaz, hija nada menos que del gran escritor uruguayo don Eduardo Acevedo Díaz, (fallecido en nuestro país y cuyo hijo de igual nombre también dejó obras memorables), matrimonio del cual nacieron tres hijos varones: Miguel, Huberto y Mario Cuevas Acevedo.
Miguel casó con Alicia D. Newton y tuvo dos hijos: Miguel y Cristina Cuevas Newton; por su parte Huberto lo hizo con Susana Otamendi, teniendo cinco hijos: Huberto Aníbal, Fernando, Silvina María, Patricio Martín y Máximo Miguel Cuevas Otamendi.
Finalmente, Mario casó en primeras nupcias con Beatriz Leonardi, con la cual tuvo tres hijos: Mario, Eduardo y Leonardo.
Ya en segundas nupcias con Marta Pierre, tuvo dos; Martín y Laura Raquel.
Amigo lector, usted creerá que dado el desarrollo genealógico propuesto, la intención era brindarle a usted el conocimiento del desarrollo familiar, sin embargo lo que nos propusimos era para que tuviera cabal dimensión de cómo esta vieja familia de origen campero, tuvo una rica historia que la llevó a imbricarse en la sociedad tandilense y regional, en aspectos que los herederos diversificaron.
De aquella primitiva y antigua estancia fundacional surgieron estos vecinos que hoy cruzamos en nuestra calles…la célula madre estanciera sufrió el desmembramiento propio de una familia numerosa a través de la división de las tierras, producida por las herencias…
Debemos consignar que la familia Cuevas fue la donante, en su momento, de las tierras para extender las vías del Ferrocarril del Sud y levantar la estación y el pueblo de Napaleofú, que tomó el nombre del arroyo y la estancia; además donaron las tierras para la construcción de la ruta nacional 226 y parte de la provincial 227.
La estancia primitiva estuvo (con los ranchos citados de Sánchez), donde hoy está la estancia “Miramur”, de los Moore de la Serna (hijos de Ernesto Moore y Edelmira de la Serna-tía del Che Guevara, que supo pasar de niño alguna temporada allí y relacionarse con el vecino, también niño, Huberto Cuevas Acevedo).
Aquella primitiva estancia fundacional, ya con su segundo casco ubicado en la actual Napaleofú, tan antigua como el Fuerte, sigue en manos de la familia Cuevas hasta nuestros días, con la aclaración ya hecha de su fraccionamiento y consiguiente reducción….
Hoy son sus propietarios continuadores de aquella tradición, los hermanos Patricio y Máximo Cuevas Otamendi.
Hemos tenido acceso a una carta que don Miguel Cuevas dirigió en 1879 a su médico, el dolorense Oscar Muñoz, documento valioso que nos permitió adentrarnos en vida y costumbres de aquellos pobladores primigenios de estas tierras; gracias a su lectura hemos podido tomar contacto con una interesantísima descripción de época que, a nuestro criterio, amerita que le brindemos a usted, directamente de la fuente inédita, algunos breves párrafos, escritos, por otra parte, con cuidada redacción y uso de términos que acredita la educación recibida por don Miguel Cuevas.
A propósito de estos días, hace 131 años decía don Miguel”…Desde Abril empezó á helar y en la noche del 3 al 4 de Mayo la que cayó mató todo lo que había en el cercado que V. conoce y admírese V., los acacios que había tan crecidos de los que algunos tenían dos varas de alto no quedó ni uno solo vivo, todos murieron con una sola helada…”
………..
“La seca que esperimentamos hace que los fríos sean tan fuertes y la tierra que carece de riego no tenga suficiente vigor- diré así-para auxiliar a las plantas tiernas contra las hierbas…”
…..
“El 25 de Mayo inauguré esta población con la traslación á allá de la estancia. “Y al dir el Sol coloriando y asomando una puntita…” (véase la Lira Argentina) bracatán (sic) los cañonasos”(ídem).
“Al salir el Sol enarbolé la bandera de nuestra Patria pintada en una vebeta (sic) que fue saludada con una salba de 21 cañonazos-con la escopeta-y entonando-desentonando el Himno Nacional y dando un viva á la República”.
……..
“…recuerdo uno de los dichos de los paisanos “ el que nada tiene contento vive” y atribuyo mucha parte de la felicidad de que disfrutan á la ninguna aspiración que tienen”
“Si yo no hubiera tenido aves no me la habrían llebado los zorros…”
Apenas unas perlitas sabrosas de aquel pionero…
Así fue como se escribió una parte de la historia de la región del Napaleofú, tan cercana en la geografía y en los afectos al Tandil. Hoy nuevos vecinos de la zona rural y también urbana, siguen tejiendo de sol a sol, con su trabajo, el presente, seguramente desconociendo en su gran mayoría, aquellos orígenes, donde la antigua estancia de ese nombre plantó un hito.
Al amigo y maestro humanista que fuera don Huberto Cuevas Acevedo.
Daniel Eduardo Pérez
miércoles, 23 de marzo de 2011
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Muy interesante blog, felicitaciones. Aprovecho para preguntarle si conoce usted el libro "Manuel Suárez Martínez: Paladín del orden y gestor del progreso en el partido de Lobería. ASpuntes autobiográficos de 1845 a 1880". Lo he buscado mucho, sin éxito. Agradecería culaquier tipo de ayuda que pueda brindarme.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Vanina: no tengo mail ni datos para enviarte lo que solicitas. Atte. Daniel.
ResponderEliminarMi mail es : depegon@hotmail.com
ResponderEliminarEseniero Mau excelente la nota . Le quiero agradecer pues me conmovio mucho la historia. Yo estoy tratando de hacer la historia familiar( soy historiadora ) , y mi madre me contaba que sus vecinos y amigos eran los Cuevas , vivian en la estancia de al lado , para la ultima parte del siglo XIX y principios del XX. Su padre era el ingeniero Mauger . Le agradeceria , por favor , si me podria orientar donde podria averiguar mas datos. Desde ya , muchisimas gracias . Mi mail es fannyfasolamauger@hotmail.com. Lo saludo atte.
ResponderEliminarQuise decir ... Excelente la nota .
ResponderEliminarEs la primera vez que leo la historia que me contaba mi abuela materna.Se llamaba ELIDA CONCEPCION CUEVAS y su abuelo JOSE MARIA CUEVAS. Tengo parientes en Tandil, y me acuerdo de chico las idas a Napaleofu para visitar a mi tio Joe Maria Goñi Cuevas y haber visitado a los Acevedo Diaz. TENGO MUCHO MATERIAL FOTOGRAFICO HEREDADO DE MI ABUELA.
ResponderEliminarAlex Rodriguez 24 de enero 2015
Se Alex. Me resultaría interesante entrevistarme con ud. Soy Leonardo Cuevas. Mí correo es leonardorobertocuevas@gmail.com
EliminarMuchas gracias.
Felicitaciones por su blog. Si me permite, comento que Elsa era hija del gran escritor uruguayo Eduardo Acevedo Díaz (1851-1921) porque este se casó con Andrea Concepción Cuevas Calvento (1856-1839), la hermana de Cecilio que usted menciona (así que los esposos Elsa y Miguel eran primos). El matrimonio de Andrea Concepción y Eduardo Acevedo Díaz tuvo 9 hijos. Entre ellos, el escritor argentino Eduardo Acevedo Díaz (h.) (1882-1959), que usted también nombra en su blog, hermano de Elsa. Actualmente aún se consiguen sus libros, pero casi no hay datos biográficos. Sé que nació en Dolores. Usted podría decirme si durante su infancia y la de sus hermanos la familia vivió en la ciudad o en el campo que, se supone, habría tenido Andrea?
ResponderEliminarHola. Te quería contar que mí bisabuela fue la cocinera de Concepción Calvento de Cuevas en 1895, antes de casarse. Muy bueno todo lo que redactaste.
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