lunes, 26 de diciembre de 2016

ENTRETENIMIENTOS POPULARES EN EL TANDIL DE ANTAÑO

FIESTAS Y ENTRETENIMIENTOS POPULARES
EN EL TANDIL DE ANTAÑO

Los juegos, entretenimientos y festejos populares hacen a la Historia porque reflejan momentos en los que las sociedades traducen sus emociones y prácticas sociales.
Es por eso que hemos creído oportuno reflejar parcialmente algunas de esas expresiones, entre el siglo XIX y comienzos del XX en nuestro Tandil, con un marco  general. Lucio V Mansilla ya nos comentaba: "Es curioso , en los pequeños centros de población, donde no hay distracciones de espectáculos, se juega por distracción; y en los grandes centros, donde todos son espectáculos, solo la minoría no juega -uno que otro viejo historiador, más o menos periático o atacado de reumatismo; la mayoría juega a las cartas, al dado, al billar, al dominó, al boliche, a la taba, a la argolla y a otros juegos de ensartar, como el balero-, de donde yo deduzco que el jugador nace como el poeta...".
El etnógrafo, folclorólogo y naturalista argentino Juan B. Ambrosetti en Viaje de un maturrango (1893), anotó la afición de los milicos por los juegos de apuestas, que llenaba los huecos dejados por el duro servicio y hacía circular de cinto en cinto los mugrientos billetitos que a grandes intervalos dejaba ver el comisario pagador. Sin naipes, "a cara o cruz, con una caja de fósforos o una moneda, a la pajita más larga o más corta; y hasta sirviéndose de los oficiales jugaban; en las cuadras, en la guardia, en el hospital, por todo.... Entre todas las apuestas oí una muy original: dos soldados de la guardia habían jugado a quién se sonaba primero las narices, si el subteniente de guardia o un capitán que se hallaba sentado frente a ellos".
El  argentino decimonónico, fue tan rico y variado en "envites" y destrezas como los españoles y criollos coloniales. Se apostaba en las "cuadreras" y en juegos como el monte, paro, nueve y treinta y una, en las loterías y en las ruedas de la fortuna, precursoras de la ruleta, en las tiradas de taba y en los "reñideros" de gallos, así como el pato, la maroma, la sortija y las boleadas de avestruces constituían ocasión propicia para demostrar la destreza y el arrojo ecuestre de gauchos y "agauchados".
Se agregaron luego juegos de origen inmigratorio, especialmente vasco, como la pelota, jugada "a mano", "a largo", con "botillo", a "pala" y "guante", con "sare", en "frontón", "trinquete".
La primera cancha de pelota, en Buenos Aires, la Cancha Vieja de Tacuarí al 500, comenzó a funcionar antes de 1850, y desde entonces se habilitaron, a lo largo de la segunda mitad del siglo, numerosos locales.
A partir de la caída de Rosas comenzaron también a desarrollarse en forma más sistemática, los juegos y deportes de origen británico, que hoy tienen el monopolio de nuestra actividad lúdica.
Carlos Alfaro menciona que en Tandil ya en 1860 había vascos practicando pelota. C
orría el año 1895 cuando el Sr Asquet , alias “el francés”, construyó una cancha de pelota en la esquina de Gral.Pinto y Alem, donde funcionaba el Hotel Francés. Luego se levantó el frontón del vasco Irigoyen en Gral. Rodríguez al 800, donde después funcionó El Pasatiempo, de Magret Hnos., esquina con Mitre; hoy se encuentra un comercio (estuvo allí en su momento Renzo Helados).
Más tarde surgió la cancha de Usandizaga donde jugaron los hermanos Ramón y Antonio Santamarina entre otros y hasta el cura párroco Guerrero, en 1902, hizo un frontón en una de las paredes laterales de la parroquia para los niños de las escuelas cercanas. Otra cancha fue “Los Vasquitos”, lugar de recordados desafíos, que estaba en Alem y San Martín, donde actualmente se encuentra una estación de servicio y ya para 1919 el Hípico inauguraba su frontón.
Hubo también tres formas de juego y entretenimiento que, pese a su origen exótico, resumen cabalmente el espíritu y el estilo criollo: el truco, la taba y las riñas de gallos.
En 1866, un grupo de vecinos encabezados por Machado, dio nacimiento al Circo de Carreras de Tandil, el hipódromo, que luego regentearía el Club Hípico y es uno de los más antiguos de Sudamérica, donde se congregaban los hombres para ver las carreras de caballos, que en cuadreras primero, luego se fueron profesionalizando.
Los daneses, por su parte, desde temprano practicaron como deporte y diversión el  tiro al pájaro y en 1869 crearon la  Sociedad de Tiro al Pájaro.
En cuanto a entretenimientos y festejos populares, el periodista R. Spika- que dejó su huella en el Tandil -recuerda también momentos alegres de la sociedad  tandilense y nos dice: "Para el transeúnte no faltan hoteles en que la decencia y el servicio nada dejan que desear, un club en donde pasar una hora en amena sociedad; un teatro que funciona por intervalos ; en la plaza bandas de música que amenizan las tardes en donde escasean sin embargo, las hijas de Eva, pues aquí como en Rauch, pueblos ambos de reciente formación y en las que predomina el elemento extranjero, nótase exceso de población masculina".
Manuel Suárez Martínez en sus Apuntes autobiográficos, recuerda de su época a
los primeros músicos del Tandil, que eran dos zapateros:La segunda noche que pasé aquí, salieron de la "Zapatería de la Oliva" (situada frente al hotel) sus dueños, Lucas y José Benavídez y otros cuatro o más con guitarras, flauta, pandereta y triángulo, tocando la marcha de Riego. Como yo estaba disponible para ingresar en el grupo que salía a dar las serenatas de música y canto, me incorporé y pasé unas horas muy agradables que hacía que aumentaran las simpatías por esta pintoresca población “.
Otro momento que Suárez Martínez nos entrega vívidamente y pleno de colorido es el de los festejos de los carnavales por esos lejanos tiempos: “1865. El primer carnaval que pasé aquí, fue para mí otra sorpresa.
En puerta vi que estaba la señora de Letamendi y una cuñada de él. Les di las buenas tardes y ellas me contestaron poniéndome por sombrero un gran balde de agua. Como fue de atrás, ni me di cuenta, y ellas se m ... de risa, al ver que habían aprovechado tan bien su estrategia. Yo que ignoraba esa manera de divertirse, al reponerme de la sorpresa, sacudí la cabeza, agarré un ladrillo en mano y, ellas, al ver esos "pomitos", dispararon para el fondo de la casa, yo detrás de ellas. Cuando las iba alcanzando, alarmado por los gritos de las carnavaleras, salió Letamendi de una de las habitaciones…
Me explicó luego la manera salvaje del juego del carnaval y agregó en forma de consejo: "de manera que hoy sólo salen a paseo los que quieren jugar, y si tú no quieres que te mojen vuélvete a casa porque vas a encontrar  muchas negras de m ... , y te expones a que te traten en una forma peor que desde que yo no te hago cargos por tu atropello a la casa, porque te conozco  y sé que ignoras las costumbres de este país".
……..
“Recorrimos las principales casas, pero, tal era la manera de jugar que, en las
mismas casas, nos recibieron a balde lleno y las casas quedaban como charcos,
sin respetar muebles, ni camas, ni lugar alguno.
A fines del siglo XIX las autoridades se vieron obligadas a reglamentar los festejos-como fue norma en todos lados-por la violencia que imperaba en los mismos. Fuertes multas, arreglar las calles- aún sin empedrar- y hasta la cárcel formaban parte de las sanciones. Otras ordenanzas prohibían la imitación de uniformes militares y la portación de armas.
En 1887 el primer Intendente, Pedro Duffau, agregó a las prohibiciones  de una Ordenanza anterior que prohibía en el juego “arrojar harina, polvo de colores,  huevos, todas clases de frutas naturales o imitación en cera y dar golpes con vejigas, globos de goma”,  la de jugar con agua arrojada con “baldes, jarros o bombas”, incorporando la figura del arresto en caso de no pagar la multa si se infringía la normativa.
Agreguemos que entre fines del siglo XIX y principio del XX el danés Christian Mackeprang y su familia formaron una orquesta con la que organizaba bailes populares, animaba cumpleaños y casamientos, siendo su casa de Independencia 215 (hoy Fuerte Independencia), un centro social y cultural de entretenimiento….
En relación a las fiestas de fin de año, Ana María Actis de Librelli, ya fallecida, entrevistada por el autor cuando tenía 92 años de edad. Detalló que “mis hermanos sacerdotes decidieron su vocación por propia decisión muy jóvenes y ello, sumado a la gran religiosidad de los padres, hacía que se diferenciara muy bien entre la celebración de la Navidad y la del año nuevo. Esperábamos la llegada de la Nochebuena con mucha ansiedad y mucha alegría. Era la llegada del Niño Dios y había que recibirlo muy bien puestos, es decir con las mejores ropas que teníamos”.
Al igual que en nuestros tiempos, la Navidad reunía a la familia ampliada
. Agrega la señora Actis: “Luego de asistir rigurosamente a la tradicional misa de gallo, se regresaba a la casa donde se reunía la familia para degustar la comida especial preparada por mamá, que generalmente era pasta a la italiana, de la herencia cultural recibida”.
“La bebida se ponía a enfriar en el aljibe, ya que la heladera a hielo llegó más adelante. La ‘bolita’ era la bebida que tomaban los chicos, que era como una soda dulce y que fue precursora de las gaseosas. Los mayores brindaban con vino de la época, tinto, clarete o blanco semillón, la sidra y el champagne no eran para nada comunes. La granadina y la manzanilla también era común para los niños y las mujeres”.
El “pan dulce” se hacía en cada casa. Llevaba frutas secas y se acompañaba con nueces, castañas y ciertas confituras.
Sigue Actis: “Las bombas de estruendo, las campanas al viento y la sirena de Nueva Era, marcaban la llegada del nuevo año, al igual que lo hacían las locomotoras del ferrocarril”. También para estas fiestas y desde que tengo memoria se escribían cartas de salutación y se mandaban y recibían tarjetas, que se compraban en las librerías de la época, siendo las de Grothe y La Minerva las más famosas”.
Delia Bustosen ese momento con 91 años- siempre llena de energía y con una rica trayectoria en Tandil, pese a ser nativa de Mar del Plata, " del campo", nos precisaba, nos traía a la memoria aspectos que en su infancia vivió en el ámbito rural en las fiestas de fin de año.
"Allí se vivía la Navidad con un sentido profundamente religioso, que nos imponía ser naturalmente humildes, pero a la vez alegres y respetuosos. Al año nuevo se lo esperaba diferente, con los deseos de dejar atrás todo lo malo que se iba con el viejo año y  con el deseo de mostrar todo lo bueno que había quedado para intentar que el año nuevo lo reprodujera.
"Por aquellos tiempos se celebraba en familia la Navidad, con el tradicional pesebre y un altar donde se lo colocaba. El asado era la comida tradicional, aunque el primer día del año era más común y allí se reunía a la peonada, en torno a la mesa.  "Cosas dulces" y frutas secas, avellanas, confites y nueces completaban con el pan dulce casero los ingredientes más comunes para la celebración. Al asado con cuero se lo acompañaba con una ensalada de papas y de berro, la lechuga se incorporó después al igual que el tomate.
 "Los hombres solían beber el Cinzano primero y el acompañante obligado del asado era el vino de damajuana  o el de bota. El 1º se comenzaba con empanadas hechas en el horno de barro y a veces un pavo asado preparado especialmente para la fecha.
“Los chicos y los más jovencitos, se iban a acostar inmediatamente de haber comido, a la noche del 31 y al mediodía del 1º se quedaban jugando, mientras en la sobremesa el anís "8 Hermanos", el oporto y la hesperidina para las mujeres, alargaban la jornada."
"Sidra y champagne, no eran comunes en estas mesas humildes"- nos acota doña Delia. “En la ciudad estas bebidas, especialmente la sidra, se popularizaron, así como las gaseosas o jugos no se conocían hasta la llegada de la Bilz y después de la Bidú Cola, que eran para los niños. La cerveza hizo su llegada con la Quilmes, pero no era como hoy una bebida frecuente entre la muchachada.
"En la Navidad las luces de bengala o estrellitas, los cohetes fósforo  y las cañitas voladoras, junto a los luego ingresados “rompeportones”, eran la pirotecnia de entonces, por cierto muy diferente a todo el arsenal que hoy se usa.
"Las bebidas que se tomaban eran refrescadas en el aljibe o directamente en los sótanos, si se tenían, lo que era común. Más tarde el hielo traído especialmente entre afrecho para que no se derritiera, se ponía en bordalesas y allí se colocaban las botellas y las damajuanas al igual que la primeras gaseosas.
"Para estas fechas todos nos poníamos " paquetes", es decir con las mejores ropajes, especialmente en Navidad, donde cuando llegaban las doce, se cantaba el Aleluya., en tanto el primero de año se efectuaban visitas de cortesía para saludar amigos y vecinos y desearles un buen año.
"Cuando vine a Tandil, ya para el primero de año no se estilaba como en el campo carreras de sortijas, embolsados y otros juegos típicos del ambiente rural. Aquí la cosa era un poco diferente", nos agregaba doña Delia.
Enrique Piñeiro, por su parte, dedica párrafos a las famosas “romerías” diciéndonos al respecto: “Pasada Navidad empezaban a llegar los músicos para la Romerías Españolas. Éste sí que era un acontecimiento que hacía trepidar al Pueblo, pues toda la gente de origen español las esperaba, como la Fiesta del Año. Duraban entre cosa y cosa, casi una semana. Solía llegar primero en el tren de la tarde, con gran ruido de bombo y platillo, una banda con vestimenta militar o más bien de circo.
Nadie en el pueblo-prosigue- dejaba de enterarse de su llegada. Luego más silenciosamente, llegaban los gaiteros gallegos con su acompañamiento y los vascos con la dulzaina. Unos y otros recorrían el Pueblo con gran algazara y seguidos de sus respectivos entusiastas. Otro día, y siempre los últimos, eran los de la Estudiantina. Era esta una orquesta de cuerdas con violines, guitarras y mandolinas. Vestidos de calzón corto, blusa negra, boina con pluma y capa liviana al viento remedaban a los estudiantes del tiempo de Fray Luis de León.
Para esta ocasión-continúa- se levantaban en una quinta de Santamarina, aledaña al pueblo (lugar después conocido como Monte de las Romerías, actual Plaza 25 de Mayo) una serie de tablados para las orquestas. Se construían carpas donde se despachaban bebidas (casi exclusivamente cerveza y sidra), galletitas, sándwiches y creo que comidas. Toda la quinta tenía una buena arboleda, estaba iluminada, embanderada y llena de arcos de ramas y adornos.
Las orquestas tocaban por turno. Era de ver la competencia que se armaba entre ellas y más aún entre los que bailaban en los diferentes lugares. Siempre los que más público atraían era los vascos con sus bailes y los que bailaban jotas, por ser estos bailes más pintorescos y movidos y sus cultores más entusiastas. Era de ver cómo saltaban, brincaban…y sudaban aquellos vasquitos!.
A la caída de la tarde,-señala- tiraban un par de bombas, para indicar la terminación del baile y todo el mundo se iba a cenar. Después de un par de horas, nuevas bombas, vuelto a sonar la gaita o la dulzaina y comenzaba de nuevo el jaleo…hasta no sé qué hora.
Terminadas las Romerías, el Pueblo seguía de fiesta, pues era fin de año que no podría pasar desapercibido. Había bailes y reuniones y en el momento culminante, un gran estrépito de bombas, tiros, toques de pito de las locomotoras del tren, la sirena de la usina de luz. En estos años estaba de moda el Skating Ring que era un salón de patinaje, del que tengo muy buenos recuerdos. Fueron nuestras primeras oportunidades de alternar con chicas de nuestra edad con cierta libertad y sin el “encogimiento”  propio de las visitas.”, rememora don Enrique.
Sería por 1906  que llegó la luz eléctrica-continúa Piñeiro -y con ella vino el cinematógrafo. Las cintas se proyectaban una vez que oscurecía en un bar y confitería que estaba en la esquina de nuestra casa. Duraban  cinco a diez minutos y daban varias en la tarde.
“Nosotros estábamos atentos y cuando veíamos que se apagaban las luces del Bar, corríamos a la vereda de enfrente y mirábamos a través de las puerta! Por cierto que no éramos los únicos. ¡Era la gran atracción!
Cuando estaba mi Padre en Tandil a veces nos llevaba. Como había que hacer “consumación”(sic), él, que nunca tomaba entre comidas, se veía obligado a tomar algo. Nosotros pedíamos lo único posible: pastillas de goma Mentolinas o Rosalinas”
En fin, nuestros antepasados supieron también cómo entretenerse y divertirse…


 Daniel Eduardo Pérez

martes, 15 de noviembre de 2016

ALGUNOS DE LOS HECHOS QUE MARCARON LA HISTORIA DEL TANDIL

HECHOS QUE MARCARON LA HISTORIA DEL TANDIL
Crónica incompleta

La rica historia de Tandil es un proceso inserto en el marco del devenir del país. Sin embargo hubo momentos que señalaron hitos en los diferentes estadios en la que la podemos estructurar. Hechos o sucesos que quedaron marcados a fuego en la memoria de los tandilenses y que a lo largo del siglo XX forjaron el Tandil que afronta el siglo XXI.
No pretendemos hacer un minucioso inventario de los mismos, simplemente recordar algunos de los más destacados, a nuestra modesta apreciación, positivos unos, negativos otros, pero que fueron puntos de partida, en muchos casos, para el crecimiento de esta sociedad en la que vivimos.
En el siglo XIX, desde el momento fundacional, aquel 4 de abril de 1823 , podemos señalar la Revolución de los Libres del Sud, en 1839, que culminó con la designación del primer Juez de Paz como máxima autoridad del partido; la elección de la primera Comisión Municipal, en 1854, año en el que también fue designado el primer Cura Párroco y en el que cobró forma el primer intento de escuela, todo ello postergado por los malones de 1855 y 1856; la creación del primer Circo de Carreras (el hipódromo más antiguo de Sudamérica, del Club Hípico)  en 1866; la matanza de 36 extranjeros, el 1 de enero de 1872, a manos de la banda dirigida por el tristemente célebre Tata Dios ; la participación de Tandil en la Revolución de Mitre en 1874; la instalación del telégrafo provincial en 1876; la erección del Templo Danés  en 1877 y del Católico al año siguiente; la creación del Asilo San Juan, por la Logia “Luz del Sud” en 1880; la llegada del ferrocarril  en 1883 y del teléfono en 1886, año en el que se designó el Primer Intendente, Pedro Duffau que será quien entre otras obras de sus tres mandatos, dejó el primer empedrado en 1888.
Ya para esa época circulaban en Tandil varios periódicos, siendo el más trascendente y que ha llegado hasta nuestros días, El Eco de Tandil, fundado en 1882 ( el más antiguo de la provincia y cuarto más antiguo del país), satisfaciendo las necesidades de una sociedad en crecimiento que ya contaba con una escuela para varones (1857) y otra para mujeres (1859) y que se vería enriquecida con otras, entre ellas el Colegio Sagrada Familia, fundado en 1896, al año siguiente de ser Tandil declarada ciudad.
Recién comenzado el siglo, en 1902, y a través del empuje de sus comerciantes, se creó el Banco Comercial del Tandil, banco de capitales locales que con el paso del tiempo sufriría las consecuencias económicas del orden nacional y que desapareció. El Banco Comercial, que cumplió una verdadera tarea de apoyo a la industria y al comercio de la ciudad, se había sumado a la existencia del Nación, que estaba desde 1892.
Las demandas de progreso material de la sociedad de la época se vio satisfecha con el reemplazo del alumbrado público existente por el eléctrico, cuya concesión fue otorgada en 1903 y que treinta años más tarde estaría a cargo de una empresa gestada casi épicamente, como es la Usina Popular.
En 1904 veía la luz en Tandil, el primer diario (hasta entonces sólo eran periódicos), fundado por José A. Cabral, con el nombre de Democracia. En 1907 se instaló el Distrito Militar y al año siguiente la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia creaba el Colegio San José, que hasta hoy cubre un espacio significativo en la educación.
Para ese entonces ya en la ciudad se podían ver películas (con ensayos desde 1905 y 1906) y meses después de fundado el Colegio San José, nacía la Biblioteca Rivadavia, que hasta nuestros días ilumina desde sus anaqueles la cultura local.
Familias de pioneros, como la de don Ramón Santamarina, dejaron en esos primeros años del siglo, obras imperecederas que hoy son de importancia capital. Tal el caso del Hospital Municipal Ramón Santamarina y de la iglesia Santa Ana, ambos inauguradas en 1909, en memoria de aquel gallego que tanto quiso a Tandil.
En política, a la Unión Cívica Radical , que en 1893 se había organizado localmente, se sumó, hacia 1909 el Partido Conservador, los que con el posterior nacimiento del Partido Socialista (1912) y del peronismo (1944/45), conformaron las grandes fuerzas que tienen vigencia hasta la actualidad, con la incorporación de otros partidos menores, manteniendo Tandil desde aquellas épocas un fuerte carácter caudillista que llegó hasta los días que corren, aún más allá de las estructuras formales, como fue el caso inédito de Julio J. Zanatelli.
El desarrollo de la educación tuvo en la historia de Tandil un hito destacado con la creación, en 1910, de la Escuela Normal, en la esquina de Maipú y Alem, en el viejo edificio del Asilo San Juan y que tuvo su nuevo y magnífico inmueble, en 1943, al inaugurarse las instalaciones de la Av. Santamarina.
En el turno de los hechos funestos y que dejó una profunda cicatriz, la citada caída de la Piedra Movediza el 29 de febrero de 1912.
En 1914, dos pioneros de la aviación volarán con un aparato cada uno por vez primera los cielos de Tandil, serían ellos Bartolomé Cattáneo y el gran Eduardo Olivero, haciendo honor a la fama que tendría Tandil como una de las cunas del vuelo y que con el paso de los años, se vio enriquecida con la existencia de la Base Aérea, creada en 1946 y por la que pasaran grandes pilotos de la aviación argentina, algunos de ellos héroes de Malvinas.
La década del '20 regaló a la ciudad con los edificios más imponentes y que aún hoy son reservados al patrimonio arquitectónico e histórico y lucen como lo que fueron: ejemplos de la  belle époque. Nos referimos naturalmente, al Palacio Municipal, el Palace Hotel (actual sede de la Universidad), y el ex Banco Hipotecario.
También y desde 1919, el diario Nueva Era, anoticiaba a los tandilenses desde sus páginas e intentaba la primera transmisión radial  de la ciudad. El centenario de la fundación se acercaba y a los logros en materia arquitectónica y cultural, además de la económica, se habían incorporado la Academia de Bellas Artes fundada por Vicente Seritti y la Cámara Comercial (1922), dotando a los comerciantes y posteriormente a los industriales de un lugar y un foro donde plantear  gremialmente sus problemas y aportar las soluciones.
Seguramente la obra más destacada que nos quedó a los tandilenses de los festejos del centenario de la ciudad en 1923, fue el legado del Parque Independencia, cerro al que en ese año se le emplazó la estatua ecuestre del fundador, obra del escultor Arturo Dresco,  el castillo morisco de la cima, donado por la colectividad española y la hoy tradicional portada, donada por los italianos, configurando lo que es una verdadera postal referencial de Tandil.
Pasados a medias los efectos de la crisis del '30, Tandil mostró su entereza en el sector agropecuario ofreciendo la Primera Muestra Agrícola Ganadera y creando, en 1931, la Sociedad Rural. Ya en 1933, una verdadera epopeya comenzó a vivirse al crearse la Usina Popular, que con el aporte de ilustres vecinos de la ciudad, encararía la lucha antimonopolio y daría lugar a la existencia de esta empresa hoy de relevante importancia.
Dos años más tarde, la medicina local se vería enriquecida con el aporte privado, al fundarse el Sanatorio Tandil, hoy centro de excelencia donde prestigiosos profesionales marcaron una verdadera etapa en la especialidad.
En las artes, la labor pionera de Vicente Seritti y el apoyo e iniciativa de vecinos como José Manochi , Manuel Cordeu, Antonio Santamarina y Juan Buzón, posibilitaría la creación , en 1937, del Museo Municipal de Bellas Artes, cuyo edificio fue inaugurado al año siguiente, constituyéndose en patrimonio extraordinario de Tandil, con obras de los más destacados artistas.
En el deporte, la historia del siglo había tenido logros extraordinarios como los de Eduardo Olivero (aviación), Héctor Méndez (boxeo), Simón Delpech (atletismo y boxeo) y María Elena Tuculet (natación), a los que se incorporó el automovilista José Canziani, cuando en 1940 obtuvo el campeonato argentino y en 1943, Alberto Daher el campeonato latinoamericano de boxeo de su categoría.
Década pródiga en creaciones que disfrutamos actualmente, el progreso  para mejorar la calidad de vida se vio favorecido con un gran salto cualitativo, cuando en 1940, Tandil gozó con el agua corriente, a través de la distribución que, con la inauguración en ese año del tanque de almacenaje, en la Plaza Brig. Martín Rodríguez (antigua plaza de carretas), permitiría disponer de agua potable a los vecinos que pronto se conectaron a la red domiciliaria que se construyó
Por su parte, los productores agrícolas locales, formaban la Seccional Tandil de la Federación Agraria, en 1942, con lo que el sector respondía a los pequeños y medianos empresarios del campo.
El 10 de enero de 1943, se inauguró una de las obras más importantes del siglo, tanto por su significación intrínseca, como por su trascendencia nacional e internacional: el Calvario, fruto de la conjunción del arte y la fe y del trabajo y la generosidad de muchos vecinos de Tandil, que permitieron convertir el "cerro Redolatti" en una obra única en América, completada luego en 1947, con la Capilla Santa Gemma y en 1967 con la Gruta de Lourdes. Visitado por miles de peregrinos, esta obra monumental, se vio complementada con una expresión, que, nacida en 1948, hoy se transformó en el mayor espectáculo cultural de la ciudad. Nos estamos refiriendo a las Escenas de la Redención, que desde 1964, se realizan en el Anfiteatro y que deben su trascendencia a la iniciativa de tres recordados hombres del Tandil de la segunda mitad de siglo: Mons. Luis J. Actis, Jorge Lester y Enrique Ferrarese.
Múltiples expresiones vieron la luz en este período, rico en su diversidad y que significaron hitos que marcaron una etapa que en estos días apreciamos en toda su dimensión. En 1944 llegó a la ciudad el Regimiento 1 de Caballería; en 1948, nacía la empresa privada de más importancia que durante generaciones tuvo la ciudad: Metalúrgica Tandil, fruto del empuje  visionario de hombres que habían seguido la escuela de los pioneros de la industria metalúrgica en nuestra ciudad, los hermanos Bariffi, que habían fundado BIMA, que desde las primeras décadas del siglo instalaron a Tandil en el mercado nacional. También en aquel año, se incorporaba el Barrio Obrero, que beneficiaba a un sector importante de trabajadores los que por otra parte se organizaron gremialmente en la célebre C. G. T., al siguiente año; en ese 1948, la Clínica Modelo enriquecía con el aporte de recordados profesionales, la medicina local, y en ese año, también, el primer edificio horizontal (Tandilsa), daba nacimiento a un nuevo tipo de construcción al que ya hoy estamos habituados, y que tuvo inmediata continuación al año siguiente con el edificio de La Tandilense. No eran sólo cambios materiales, en realidad estaban marcando cambios culturales, que se vieron reafirmados en 1950, con el Salón Parroquial, luego Teatro Estrada (hoy con el nombre de Teatro del Fuerte) impulsado por el Párroco Mons. Actis, por el que desfilaron innumerables muestras de cultura.
Entre ese año y el siguiente, el Destacamento de Bomberos vino para quedarse y mucho tuvo que trabajar en otra fecha funesta que marcó el siglo : las inundaciones de noviembre de 1951, que con su trágico saldo de 11 muertos y pérdidas materiales enormes, abrió paso sin embargo a otra obra que sería de las más trascendentes. Así fue, ya que Tandil se puso manos a la obra para proyectar un dique que contuviera las aguas aluvionales que bajaban de las sierras y conformara una barrera para evitar que la triste jornada se repitiera.
Tras proyectos y gestiones múltiples, el 19 de enero de 1962, quedó inaugurado el Dique y Lago del Fuerte, con la presencia del Presidente Arturo Frondizi. Nacidos de una desgracia, se transformaron rápidamente en un atractivo turístico que con el Parque dieron lugar a un verdadero complejo lacustre-serrano.
Retornando a la década del '50, podemos señalar pasos importantes dados en pos de la salud de la población, con la inauguración de la Clínica Chacabuco, por parte de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos, en 1955 y la iniciación de las obras cloacales que entre 1956 y 1959, brindaron a la ciudadanía un servicio exigido por el avance poblacional y la demanda de mejoras sanitarias.
Hemos señalado algunos momentos destacados del deporte, pero faltaba que el más popular estuviera presente, Fue entre 1958 y 1960 puntos casi épicos del fútbol, cuando primero el seleccionado local   obtuvo el subcampeonato provincial y dos años después el campeonato, marcando gloriosos días de festejos populares.
Celebraciones gozosas comenzaron también a pergeñarse en esa década, sólo que en este caso los "inventores" fueron los estudiantes secundarios que dieron lugar a una manifestación que hoy está "metida" en el corazón de Tandil y especialmente en su juventud: la Farándula.
Entre 1960 y 1970 avances materiales y tecnológicos y muy especialmente culturales, perfilaron logros memorables. En 1961 , se pavimentó la ruta nacional 226 y dieron comienzo las obras que concluirían en 1965 con la dotación de gas natural con sus respectivas redes domiciliarias; en 1963, se inauguró el Museo del Fuerte, que constituye uno de los emprendimientos privados más ricos como legado para el patrimonio cultural de la ciudad, merced al esfuerzo de un núcleo visionario de vecinos, entre ellos Carlos Allende y Ricardo Ballent ; el 30 de mayo de 1964, en el Salón Blanco de la Municipalidad, se inauguraba la Universidad de Tandil, a través del impulso generoso de uno de los grandes del siglo, el Dr. Osvaldo M. Zarini, quien logró tras tenaz y difícil lucha encolumnar a Tandil tras esta verdadera "quijotada" que constituye una verdadera bisagra histórica , ya que en el esfuerzo privado nacían los primeros estudios universitarios en la zona, lo que daría lugar a la posterior nacionalización, junto a los institutos de Azul y Olavarría y a la creación de la Universidad Nacional del Centro, en 1974, la más valiosa contribución, en suma ,de esta segunda mitad del siglo XX.
En el mismo año de la inauguración de la Universidad, se incorporaron a la ciudad dos obras magníficas: el Anfiteatro Municipal y el Monumento a Juan Fugl, obra del ya citado escultor Carlos Allende, que disfrutamos y son ya una parte del paisaje de los tandilenses.
En 1965, el Correo dispuso de un nuevo edificio y cuatro años después las comunicaciones vía satélite podían realizarse merced a la antena respectiva, lo que permitiría en e se 1969, completarse con la nueva central telefónica automática. En ese mismo año, el Templo parroquial, inauguraba las nuevas torres, donde se instaló el carrillón, las que al presente le dan su fisonomía.
Un año antes, Tandil incorporaba para el disfrute propio y de visitantes el piletón municipal y el monumento al Libertador Gral. San Martín, que conformaron dos nuevos polos de atracción turística. Los años '70, tan especiales en nuestra historia, se iniciaron el mismo 1 de enero de 1970, con la emisión de la primera radio AM-luego de aquel pionero intento de Nueva Era-que tuvo la ciudad: L. U.22 Radio Tandil , y prosiguieron también en la faz cultural con la creación del Coro Estable Municipal (1972) y de la Comedia Municipal.
Ya más cercanos a los días que corren, podemos señalar dos hechos trascendentes y que  son, no casualmente, de índole cultural: la inauguración del primer edificio del Campus Universitario (1982), gestado por iniciativa del Rector Raúl Cruz, y la inauguración de la primera empresa de TV por cable Cerrovisión (1985), que completaba el espectro de los medios de comunicación.
El deporte siguió dando satisfacciones a los tandilenses a través de los sucesores de los ya mencionado en otros párrafos y a los que se agregaron nombres como los de Jorge Batiz y Alberto Ferreyra, campeones de ciclismo, allá por mediados de la década del '50; Adolfo Pendás en boxeo y los de Manuel Fernández y Susana Mayón en tiro, para llegar a los días cercanos en que los populares nombres de Carlos Jarque, Guillermo Pérez Roldán, el Tano Pernía, Graciano Pintore, el Chino Zulberti, César Villarruel, Elisa Cobanea, Fabián Acuña , Bernardo Romeo ,Mauro Camoranesi, Mariano Zabaleta, Juan Mónaco, Mariano González y Juan Martín del Potro, entre otros, marcan la presencia de jóvenes destacados en diversos deportes a nivel nacional e internacional.
Decíamos en el título, crónica incompleta. Necesariamente incompleta, porque sólo dejamos anotados algunos momentos, algunos procesos, algunos nombres. Quedaron muchos más, pero no era la pretensión de un inventario. Visitas ilustres, sucesos diversos que fueron noticia, buenas algunas malas otras, quedaron en el tintero, porque era inevitable.
Nos espera un futuro que siempre tenemos que construir, sin olvidar el pasado ni dejar que el presente nos avasalle. La esperanza de un mundo mejor, más digno y más justo, estará en las manos de los que tomarán la posta. Esperemos que sepan optar por el ser más que por el tener más, e ir hacia una humanidad más solidaria. Nuevo siglo, nuevos desafíos, ¿nuevo hombre?...

Daniel Eduardo Pérez









miércoles, 26 de octubre de 2016

ORIGEN DE LAS ESCUELAS DE ARTES EN TANDIL

ESCUELAS DE ARTES DE TANDIL
Breves referencias históricas

La historia de la educación en Tandil no queda completa si no referenciamos el área correspondiente a las artes. En este caso daremos una brevísima síntesis que comprende a las escuelas que la Municipalidad creó, quedan el Polivalente y el INPAT para más adelante.
Cronológicamente son las artes plásticas las primeras ya que se enseñaban en forma privada y asistemática, hasta la iniciativa municipal.
ESCUELA MUNCIPAL DE ARTES VISUALES N° 1 “VICENTE SERITTI”
Corría 1912, año de nefasto recuerdo para Tandil, por la caída de su célebre Piedra Movediza, cuando arribó quien a la postre se iba a constituir en la bisagra de la historia del arte en Tandil hasta casi las décadas finales del siglo XX. Nos referimos a Vicente Seritti, nacido en Avezzano (Italia), que con una formación sólida en la península, llegaba cargado de inquietudes y esperanzas a estas tierras.
Aquí, con la ayuda de José Manochi y el joven Ernesto Valor, hijo del pionero Gabriel, consiguió instalarse y comenzar la formación de alumnos en pintura y dibujo, que le permitieron sustentarse.
En abril de 1918 inauguró una Academia de Dibujo, siendo su anhelo la creación de una Academia de Bellas Artes que fuera gratuita.
En 1920 un grupo de vecinos entusiasmados por el éxito de los salones de aficionados y con visión de futuro, encabezado por el ya citado José Manochi y por el escribano Manuel Cordeu, tomando como modelo la existente en Buenos Aires desde 1876, fundó la Sociedad Estimulo de Bellas Artes, con el propósito de dotar a Tandil de la Academia gratuita de dibujo y pintura, que finalmente pusieron bajo la dirección del maestro Seritti.
El 1 de diciembre de 1920, en el local que había cedido gentilmente la Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos, en Chacabuco 340 (actual sede de la Nueva Clínica Chacabuco), casi un centenar de jóvenes, en tres turnos, daban comienzo a las clases de la Academia, que a la postre sería la base del futuro emprendimiento docente y museístico, bajo la atenta guía del director y de los profesores Rita Gómez y Fernando Berreta.
La Academia se trasladó luego a un salón cedido por la Municipalidad y posteriormente a una casa de Gral. Belgrano 634, propiedad de Leovigildo Carmona, cuyo hermano, Saturnino, sería después ordenanza del Museo que todavía no estaba creado. Manochi  en convergencia con los ideales de Seritti, propuso un proyecto de Ordenanza en 1934, para crear el Museo Municipal de Bellas Artes, el que finalmente fue aprobado.
El 9 de febrero de 1937 la Academia logró el reconocimiento Municipal, pasando a funcionar en el local del flamante Museo Municipal.
En 1973 me correspondió la iniciativa de separar el Museo de la Academia Municipal de Bellas Artes, motivado por el crecimiento de ésta, pasando así a llamarse Escuela de Artes Visuales “Vicente Seritti”, que funcionó primeramente en una casa de Chacabuco al 400, frente a la Plaza Independencia. Cuando la Municipalidad adquirió la antigua propiedad de Juan Fugl, luego de Suárez Martínez y sus sucesores Usandizaga, en 9 de Julio 292, allí se trasladó la escuela.
Fueron sus directores: Vicente Seritti, Ernesto Valor, Ernesto Valor Darbón, Josefina Seritti, Ana M. Gárate, Cristina F. de Enríquez, Hilda Vertullo de Capponi, Miguel A. Di Giorgio y actualmente Angélica Merlo.
ESCUELA MUNICIPAL DE ARTES Y OFICIOS “ERNESTO VALOR”
La actual Escuela de Artes y Oficios “Ernesto Valor” tiene su origen a comienzos de 1966, en instalaciones de la Sociedad de Fomento Unión y Progreso, de Villa Italia, como filial de la Escuela Municipal de Bellas Artes “Vicente Seritti”, y su primera promoción fue en 1971, con el título de Maestro de Dibujo y Pintura.
En 1972 la institución obtuvo un doble logro, ya que deja de ser una filial y se muda a su edificio propio, sito en su actual emplazamiento, Quintana Nº 548 e identificada como Escuela de Artes Visuales Nº 2, asumiendo como Director el profesor Jorge Enríquez, a  quien sucedió, a mediados de los ’90,  la profesora Dorys Passucci quien, al jubilarse en los primeros años del 2000, cedió el cargo a la profesora Mónica Rodríguez, quien la conduce actualmente.
Durante estas décadas de su existencia, la institución ha logrado el reconocimiento de la barriada, como también ha sabido captar sus necesidades e intereses culturales y educativos, por lo que se ha ido adecuando a los intereses de la población, lo que le ha valido no sólo  una retención de matrícula zonal, sino  incrementarla con interesados que residen en puntos alejados de la sede, con lo que se ha ampliado el mapa de influencia.
Desde marzo de 2004 la formación que ofrece es de una tecnicatura en artes y oficios, que significa que, además de una sólida formación en lo estético, prepara al egresado para una posible inserción laboral, brindándole conocimientos de administración y comercialización de una pequeña empresa en tales rubros.
Además desde la misma época se brindan talleres libres para niños y adultos, éstos en una decena de ramas artísticas. En  2007 y a raíz de tal perfil, la escuela pasó a denominarse Escuela de Artes y Oficios “Ernesto Valor”.
La labor formativa se extiende hasta zonas alejadas por medio de sus seis filiales, tanto en bibliotecas barriales como en jardines de infantes y en escuelas de educación especial dependientes de la Pcia. de Buenos Aires, brindándose a sus alumnos la formación plástica que los contenidos curriculares de esas instituciones no contemplan..
Actualmente se están diseñando otros para agregar a su amplia oferta: la creación asistida por medios informáticos, lo que será una forma de ajustar lo estético en sus diversas manifestaciones a la tecnología computarizada.
ESCUELA MUNICIPAL DE DANZAS
Esta escuela fue creada por decreto municipal durante la gestión del intendente  José E. Lunghi el 11 de septiembre de 1965, como Escuela de Danzas y Música Folclórica. Su sede, desde su origen, es Gral. Rodríguez 329. Desde 1969 hasta 1978 la institución tuvo varias promociones de profesores de danzas tradicionales. En 1973 se creó, también por decreto municipal, la carrera de profesor de danzas clásicas y en 1981 egresaron las cuatro primeras alumnas de la carrera que en ese momento tenía una duración de 10 años. La formación de sus alumnas siempre contó con el aporte de profesores de Buenos Aires, Mar del Plata, La Plata y algunos primeros bailarines del Teatro Colon reconocidos internacionalmente. Entre ellos la directora del Teatro Argentino de la Plata Sabrina Streiff, las maestras Violeta Janeiro, Vera Stankaitis, María Delia Ponce, Cecilia Gesualdo; los maestros Héctor Mohr, Eduardo Helling, por nombrar algunos que pasaron por la institución y que brindaron lo mejor de ellos.
El primer director de la escuela fue Juan de los Santos Amores, le sucedieron Hilda Mateo de Compás, Hilda Tazza de Ros, Rosa Amutio de Barrera, Hebe Ballé, Miguel Rouaux  y su actual directora,  la profesora y egresada de la Escuela Julieta Moyano.
La Escuela ha participado de innumerables torneos, intercambios y viajes, siendo uno de sus mayores logros una medalla de oro en los Juego Bonaerenses de 1998. A lo largo de su trayectoria ha presentado un amplio repertorio clásico y contemporáneo con muestras anuales.
En la actualidad cuenta con cuatro carreras: profesorado de danza clásica,  intérprete de danza clásica,  profesora de danza contemporánea, intérprete de danza contemporánea. También posee talleres infantiles  desde los 4 a los 7 años, de adolescentes y adultos, de danza para varones y taller de flamenco.
Alrededor de 600 alumnos, cifra que se ha mantenido durante los últimos cuatro años, toman sus clases con un plantel cercano a los 40 docentes, cuatro de los cuales vienen de Buenos Aires, el resto son de la ciudad, muchos de ellos egresados de la escuela.
CONSERVATORIO DE MÚSICA “ISAÍAS ORBE”
Desde que Tandil se conformó como aldea tuvo actividad musical de importancia y sintió la necesidad de institucionalizarla.
Con el transcurso del tiempo llegaron  grandes músicos que fortalecieron la actividad  y es así que en 1943 se confirmaron en los cargos de Director y Ayudante de la Escuela de Música a los profesores Isaías Orbe y Aníbal Mancini, respectivamente.
El 16 febrero de 1962 se oficializó por decreto la Escuela Municipal de Música, siendo su director provisorio el maestro Isaías Orbe. En 1969 asumió la dirección el Prof. Ricardo Coria y en 1971 la recordada Luisa Ballé. En 1974 la Escuela Municipal recibió el nombre de Isaías Orbe.
Desde 1978,  la dirección estuvo a cargo de  la Prof. María del Carmen Alonso, hasta 1981 ya partir de ese año el ahora Conservatorio de Música "Isaías Orbe" de Tandil, pasó a la órbita de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, ya que se gestionó la provincialización para que sus títulos tuvieran más alcance.
Las carreras que allí se desarrollan son: Profesorado en Música; Profesorado en Música orientación Instrumento; Profesorado en Música orientación Canto; Profesorado en Música orientación Dirección Coral; Tecnicatura en capacitación instrumental.
Han sido directoras de la institución las Profesoras Nidia Landi, Estela Salomone y quien actualmente conduce la institución desde junio de 1998,  Ana Cecilia Moroder.
A partir de diversas gestiones realizadas en el transcurso de 1999, se logró la autorización para reponer el  nombre de “Isaías Orbe” al Conservatorio de Música de Tandil.
Desde 2000 el Conservatorio ha desarrollado un programa de capacitación a docentes de Música de los niveles de escolaridad obligatoria, como así también a Músicos Instrumentistas y Directores de Coros.
En la actualidad concurren al Conservatorio alrededor de 650 alumnos desde los 9 años,  que se distribuyen en los cursos de formación curricular, las carreras específicas y los talleres extra-currriculares. Atiende esta matrícula un cuerpo de 90 docentes, para el dictado de enseñanza de  violín, viola, violoncello, contrabajo, flauta traversa, guitarra, piano, clarinete y saxo. Para niños: de 9 a 13 años se realizan Talleres de Iniciación Musical.
Cuenta además con Cuerpos Estables: Coro de adultos, Coro de jóvenes, Coro de niños, Conjunto de cuerdas, Cuarteto de vientos, Orquesta de guitarras, Conjuntos de Cámara.
ESCUELA DE CERÁMICA
Gracias al  aporte personal de Antonio Rizzo, quien fue de los primeros ceramistas de Tandil, se creó esta escuela. El antecedente fue un taller de cerámica que armó Rizzo en la Academia Municipal de Bellas Artes, a pedido de Ernesto Valor quien estimuló asimismo la creación en 1964  de la Escuela, para la que Rizzo donó generosamente un horno para ponerla en marcha en el local del Museo.
En 1967 pasó a ser por decreto la Escuela Municipal de Cerámica y se nombró director de la misma a Rizzo quien también fue profesor a lo largo de todos los ciclos que se sucedieron hasta su retiro en 1981.
El local del Museo y la Academia, pese a las importantes ampliaciones que el Comisionado Domingo Otero había introducido en 1957, resultaba pequeño y la actividad educativa en la faz artística se había extendido, además, desde febrero de 1962, se sumó la creación de la Escuela de Música, que, con la dirección del maestro Isaías Orbe, reunía gran cantidad de niños, como ya citamos.
Años después, se gestionó (con la oposición de diferentes sectores) la provincialización de esta escuela, que contó con nuestro apoyo, lo que se concretó en 1981, tal como funciona en la actualidad, lo  que garantizaba un alcance profesional mayor por la validez de sus títulos.
Luego de la dirección del fundador, le sucedió en el cargo Liliana Montes, Silvia Caresía, Adriana González y actualmente Adrián Foschino.
La escuela funciona hasta ahora en la casa histórica, que fuera sede del primer correo, en 9 de julio 276.
ESCUELA MUNICIPAL DE TEATRO
La Escuela Municipal de Teatro es una institución educativa destinada a la formación integral de niños, adolescentes, jóvenes, adultos y adultos mayores en el Lenguaje Teatral.
Fue creada por ordenanza municipal Nº 1578 del 6 de octubre de 1973 y  su modificatoria ordenanza Nº 10929 del 10 de  abril de 2008, en lo que respecta al marco legal, pero su estructura data de un largo antecedente histórico por las producciones que vieron su gestación en el  Auditorium Municipal, situado en el Museo de Bellas Artes y las reuniones de actores, directores y escritores del medio local que durante largos años llevaron a escena un repertorio de Teatro Nacional,  alternando sainetes, comedias,  grotesco y la escritura de la escena independiente. Esto fue posible a la articulación de dos espacios que supieron complementarse, la Comedia Tandilense como ámbito de realizaciones de puesta teatral y el Centro de Formación Actoral como espacio que proveía  nuevos actores, donde se destacó la labor docente del recordado Juan Beristain.
A partir del  año  2003, funciona en la ex confitería de la Estación de Ferrocarril (Av. Colón y Av. Machado), sumándose,  en  2008,  el  Teatro  de La Confraternidad (4  de Abril 1371), donde  hasta  la  fecha, ofrece a la comunidad la posibilidad de acceder en forma gratuita a  su  oferta   educativa  de  carácter anual,  a través de Proyectos y  talleres, dictados por un idóneo plantel de docentes.
Son objetivos generales, que las producciones logradas en la escuela cumplan una función social en ámbitos específicos de la sociedad y que el alumnado esté capacitado para crear y concretar sus producciones artísticas.
Fueron los Directores  de la  Escuela   desde  su  creación hasta  la  fecha: los recordados Ricardo  García  Navarro, José María Guimet y actualmente Mónica E. Pérez.
ESCUELA MUNICIPAL DE MÚSICA POPULAR “GUILLERMO ALTHABE”
Es la más “joven” de las escuelas artísticas. A partir de septiembre de 1988 comenzaron a reunirse integrantes de la Subsecretaria de Cultura y Educación de la Municipalidad  y un grupo de músicos abocados a la elaboración del proyecto de la Escuela de Música Popular, solicitando además asesoramiento a docentes de la similar de Avellaneda. Luego de numerosas reuniones y arduo trabajo, se inauguró con gran expectativa, el 8 de abril de 1989.
La Escuela de Música Popular trabaja en la formación de intérpretes Populares, comprometida con el registro, la difusión, la conservación, la recreación y creación de patrones culturales, que hacen al patrimonio Artístico cultural, contribuyendo así a mantener la vigencia y continuidad histórica de los mismos; tanto en su dimensión local, regional, nacional como universal”.
En esa tesitura, forma intérpretes en tango, jazz y folklore; de instrumento: guitarra eléctrica, bajo, batería, saxo, trombón, trompeta, piano, bandoneón, percusión afro - latina, guitarra criolla, instrumentos andinos y canto y tiene además Talleres de expresión musical infantil (a partir de los diez años) y Talleres infantiles de 5 a 11 años.
La orientación en animación cultural, permitirá al músico animador, elaborar proyectos de intervención, que favorezcan el intercambio de valores y saberes, en un marco que  destaca lo valioso de todas las aportaciones culturales populares, como condición de crecimiento comunitario  y del bienestar de todos los implicados.                   
Durante su historia ha pasado por diferentes edificios, hasta que en  septiembre de 2011 consiguió un lugar definitivo en el predio que era del Museo Ferroviario, en la Av. Del Valle 835, sitio donde actualmente está ubicada.      
Su primer coordinador-director fue Atilio Fischer, continuando luego Gustavo San Miguel, Coie Granato, Silvia Caresía, Adriana Cifuentes y el actual Mario Alba.


 Daniel Eduardo Pérez

domingo, 18 de septiembre de 2016

A PROPÓSITO DEL ANIVERSARIO DE VELA

LOS VELA

ALFONSO IX, SANTA TERESA, EL PRIMER VIRREY DEL PERÚ, MARTINEZ DE HOZ, BIOY CASARES Y TANDIL

 Si el autor de estas líneas le propusiera a usted, amigo lector, relacionar a Alfonso IX, a Santa Teresa de Jesús, al primer Virrey del Perú, a Martínez de Hoz y a Adolfo Bioy Casares con Tandil, podría pensar que se trata de un entretenimiento o acertijo, al que no acostumbra  habitualmente.
Sin embargo una parte de la historia de Tandil, tiene algunas relaciones escondidas a la vista rápida y a los espíritus poco entusiastas de averiguar sobre el pasado lugareño, que deparan atrapantes historias que pueden llevarnos hasta puertos insólitos.
Tal es el caso que hoy le proponemos, cuando nos dediquemos a adentrarnos en los primeros años del poblamiento tandilense, en especial del espacio rural, cuando las tierras de horizontes infinitos y lejanos, eran la meta de los pobladores, generalmente ajenos a nuestro espacio geográfico y por lo tanto estaban allí para que por decisiones de gobernantes políticos o militares, se facilitasen en propiedad, a través de instrumentos diversos.
Así podemos recordar que entre la fundación de Tandil y 1836, parte de las tierras tandilenses estaban en manos de enfiteutas. El 10 de marzo de 1836 se sancionó la ley que facultaba al gobierno a vender 1500 leguas cuadradas  otorgadas en enfiteusis, dando prioridad de compra a los poseedores de las mismas con un plazo hasta fines de 1837. Por esos tiempos la valuación era de $ 4000 la legua cuadrada.
De esta manera, varios enfiteutas en el Tandil pasaron a ser propietarios en territorios rurales. Nos dedicaremos hoy a quienes ocupaban buena parte de los actuales cuarteles 6º, 8º y 9º, es decir en la zona de las actuales María Ignacia y estación Vela.
Apellidos como Valerio, Ponce, Morillos, Guerrico, fueron algunos de los detentadores de posesiones en esta zona a la que nos referimos
Otro, el Cnel. Martiniano Rodríguez, había sido agraciado por el gobierno con 4 leguas cuadradas en propiedad en 1834, las que vendió el 19 de setiembre de 1836 a Pedro José Vela, quien finalmente adquirió al Estado-decreto del 14 de marzo de 1836- poco más de 6 leguas cuadradas en la misma zona, con lo cual este propietario pasaba a ser uno de los poderosos hacia fines de 1838, dado que era dueño de todo el actual cuartel 6º y parte del 7º.
Por su parte y avanzando en el tiempo, diremos que las tierras del tal Ponce, desde el arroyo Los Huesos al Chapaleofú, extendiéndose por los hoy partidos de Tandil, Juárez y Azul, fueron adquiridas  por Vicente Casares e hijos, el 27 de febrero de 1857, con un total de 29.536 hectáreas.
Ahora bien, ¿quiénes eran estos hombres, de dónde provenían y qué relación tuvieron con Tandil, especialmente en esa zona geográfica en las que todavía no existían ni la estación ni el pueblo,  ya citados?
Aquí viene entonces esta pequeña historia entretejida, que desembocará en la dilucidación de estos pequeños enigmas planteados al comienzo.
Oportunamente y gracias a la colaboración de descendientes y amigos de estas antiguas familias y la investigación paciente en fuentes genealógicas y documentales, hemos podido precisar algunos datos de quienes fueron personajes con posesiones en Tandil y que además tuvieron funciones políticas importantes y hasta nominaron parte de la actual geografía del partido.
Pedro José Vela, había nacido en 1790, en Ávila, España, llegando muy joven al país, como inmigrante en busca de nuevos horizontes, pese a provenir de una familia de larga prosapia y fortuna.
Originario-como ya expresamos- de Ávila, la famosa ciudad amurallada de Castilla la Vieja, los Vela constituían una familia en la que muchos de sus integrantes tuvieron funciones y riquezas acreditadas, entre los que pueden citarse a Blasco Núñez Vela, que fuera el primer Virrey designado en el Perú, en 1544 y que tuviera poca fortuna y duración en el cargo.
Su hermano, Francisco Vela, por su parte, fue padrino de bautismo de Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, luego nada menos que Santa Teresa de Jesús (1515-1582), Doctora de la Iglesia, quien junto  a Santa Catalina de Siena, son las únicas mujeres que ostentan ese título y cuya huella perdura hasta los días que corren. Tres de sus hermanos varones, se alistaron en la expedición de Francisco de Pizarro, conquistador del Perú.
Asimismo, un hijo de Blasco Vela- el citado Virrey, amigo personal del padre de Santa Teresa, Alfonso Sánchez de Cepeda-Cristóbal Vela, fue Arzobispo de Burgos y  consejero de Santa Teresa, que a su vez fue gran amiga de María Vela, hija de su padrino de bautismo, Francisco Vela.
En las Obras Completas de Santa Teresa, puede leerse la carta XXX, dirigida precisamente a ella .
La casa troncal en Ávila, es hoy la Alcaldía de la ciudad, frente al templo principal, y parte de un Museo. Sobre la puerta de acceso puede verse el escudo de armas de los Vela: un brazo en alto sosteniendo una antorcha, sobre azur, plata y oro, donde puede leerse el lema que reza: " Quien bien vela, Vela".
De aquellos Vela, que doscientos años antes de su nacimiento, habían tenido la prosapia que de alguna manera reflejamos en estos breves datos, provenía este ahora inmigrante, que tendría estrecha relación y participación en la historia de Tandil.
En Buenos Aires se desempeñó como dependiente de una tienda en la Recova, encarando luego con éxito otras tareas y negocios, llegando a ser propietario de una importante tropa de carretas, con la que alcanzó a redondear una interesante fortuna.
La afinidad de estas ocupaciones con la labor de campo, lo impulsó a obtener tierras y desarrollar en ellas tareas especialmente ganaderas, de tal suerte que entre 1820 y 1830 solicitó las mismas en la todavía frontera con el indio, en el centro sud de la provincia, adjudicándosele en Tandil, en tiempos del gobierno de Juan Manuel de Rosas, varias leguas cuadradas, concretadas en propiedad en 1836 en la compra ya citada.
Con el paso del tiempo su patrimonio fue aumentando y surgieron las estancias "San José ", " Loma Partida"," Cinco Lomas", "Sierra Alta", "El Amparo", " El Mangrullo", "Loma Negra", " La Argentina","La Blanqueada" y otras que abarcaban los antiguos partidos de Tandil, Chapaleofú y otros aledaños.
En el actual partido de Tandil, hacia 1838, poseía alrededor de doce leguas cuadradas, en la zona citada, limitando con las posesiones de Vicente Casares.
Su capacidad y rápida inserción en el medio porteño de la alta y media burguesía, le permitieron a Vela alcanzar cargos políticos importantes en la provincia, siendo además Presidente de la Casa de la Moneda y mucho más tarde, de la Comisión que la reformó, en 1854, pese a que Rosas-a quien acompañó en sus ideas- ya había sido desalojado del poder.
Entre sus destacadas actividades, estuvo además la de haber sido activo propulsor de la creación del Banco de la Provincia, impulsando diversas obras públicas y estimulando la ganadería.
Vela había contraído matrimonio con la criolla Petrona Vázquez, del que nacieron catorce hijos, siendo su primogénito Felipe Tobías, de intensa actuación política en Tandil-como veremos-, y algunos de los restantes, Eduarda Vela, casada luego con Alvear,  Teresa Vela de Fontán,  Inés Vela de Troncoso- la que luego sería heredera de gran parte de las tierras en Tandil-, Ángel, José León, Agustín, Pedro José- que luego alcanzaría cierto renombre como pintor-, Antonio y otros.
Las tierras tandilenses eran poco frecuentadas por los Vela, salvo el caso del ya citado Felipe Vela, quien una vez instituida en Tandil la  figura del Juez de Paz, luego de la Revolución de los Libres del Sud en 1839, fue designado en el cargo en 1841, 1844, 1849 y en 1852, año en el que también lo fue Albino Vela, otro integrante de la familia. A la caída de Rosas, Felipe Tobías Vela dejó de ocupar cargos políticos en el partido de Tandil, aunque siguió estrechamente relacionado a las actividades del campo.
A Felipe Vela le correspondió una etapa complicada de la política, dado que luego de la citada revolución, la represión fue dura y muchos perdieron sus campos confiscados por el gobierno, como represalia, dado que el Tandil había tenido una  participación activa en el levantamientos fracasado contra el Restaurador, quien hasta le cambió el nombre al partido, imponiéndole el de Chapaleofú.
En ese contexto, Felipe Vela se manejó con cautela y   cierta moderación lo que le  ganó  algún respeto de los vecinos de la aldea que recién comenzaba  a delinearse alrededor del Fuerte, en cercanías del cual Vela tenía una pulpería, además de la consabida tropa de carretas.
El joven Felipe contrajo nupcias con Mercedes de Iturralde, que le dio trece hijos, nietos del fundador de la familia Vela en Argentina, algunos de los cuales no alcanzó a conocer, dado que Pedro José Vela falleció en Buenos Aires el 14 de noviembre de 1857, heredando sus inmensas posesiones su viuda doña Petrona Vázquez, que fue en su época una de las más grandes propietarias de tierras en Tandil y la mayor contribuyente, datos que ampliaremos más adelante. Doña Petrona falleció también en Buenos Aires, el 25 de agosto de 1881.
De los hijos de Felipe y doña Mercedes , el primogénito fue Alberto Cecilio, le siguieron : Jorge, Eduardo, quien luego desposó a Dolores Victorica y Urquiza; Raúl, casado luego con Joaquina Salas Oroño; César Mauricio, que  contrajo matrimonio con María Elisa Harilaos y Bosch; Ernesto, quien casó con Angélica Acosta; Pedro José, casado luego con Ernestina Bonfanti; Mercedes, quien se casó con Carlos Alcobendas; Adela, casada con Natal T. de Torres; Ema, casada con Carlos Duncan, y Sara, María y Lucía que fueron solteras.
Estas uniones matrimoniales, como puede apreciarse por los apellidos, potenciaron aún más los bienes de los Vela, dado que los esposos o esposas pertenecían en general a familias de propietarios de importantes negocios rurales.
Decíamos al comienzo, que otro de los grandes propietarios de tierras en el Tandil de la época y en la misma zona de las posesiones de Vela, fue Vicente Casares.
Este vizcaíno, llegado al país joven a finales del siglo XVIII, fue luego el primer representante consular de España en la Argentina y tronco de esta familia en el Río de la Plata, casado con Gervasia Rodríguez Rojo, hija del tesorero del Virreinato del Río de la Plata, habiendo tenido una destacada actuación en las invasiones inglesas. Falleció en 1870.
Los campos adquiridos por Casares y sus hijos, comprendían, además, los que después fueron los establecimientos "Lauraleofú", "Los Potreros", " Vigilante" y "La Laguna". Una mensura del profesional Enrique Nelson, del 8 de octubre de 1864, daba para el campo de los Casares 29.197 hectáreas, es decir 200 menos que las que figuraban originalmente.
Otras familias, como la de los hermanos Juan y Nicolás Anchorena, también quedaron en posesión de tierras en la zona que estamos explorando, siendo origen más tarde, por ejemplo, de la famosa estancia "Acelain", que Josefina de Anchorena y su esposo, el ilustre escritor Enrique Larreta, legaron a la posteridad, siendo actualmente un orgullo para todos los que habitamos estas tierras.
Fallecido don Pedro Vela, heredó las tierras-como quedó dicho- su viuda doña Petrona Vázquez, vecina de los Casares, siendo el Chapaleofú Chico el límite parcial de sus tierras.
En 1865 se fijaron los límites definitivos del partido de Tandil- el que luego de la caída de Rosas había recuperado su antiguo nombre-con lo cual a partir de esa fecha podemos comparar planos y mapas con más exactitud, visualizando más claramente las enormes dimensiones de tierras de Tandil, que por entonces estaban en manos de estas dos familias.
El 20 de junio de 1870, los hermanos Sebastián, Mariano y Vicente Eladio Casares, herederos de la firma Vicente Casares e hijos, dejaron como propietarios de la inmensa fracción a Mariano y Vicente Eladio, quien a su vez el 14 de febrero de 1873, quedó como único dueño, al venderle su hermano la parte correspondiente.
Vicente Eladio Casares, nacido en Buenos Aires en 1817, había contraído matrimonio con María Ignacia Martínez de Hoz, descendiente de José Martínez de Hoz, madrileño llegado a Buenos Aires a fines del siglo XVIII y que fuera, en 1786, Regidor del Cabildo, falleciendo en 1819 y siendo fundador de la familia de este apellido en la Argentina.
Aquí nace otra rica historia que enlaza nuestro suelo con más personajes de la historia hispanoamericana. Efectivamente, por  la rama materna, María Ignacia Martínez de Hoz, descendía del Adelantado Juan de Sanabria, nacido en Medellín y descendiente del  Alfonso IX, rey de León, que combatió con éxito a los moros (1171-1230), que había sido designado gobernador del Tucumán en 1549 y que murió al poco tiempo.
Del matrimonio de Sanabria con Mencia Calderón, nacieron varios hijos, entre ellos María Sanabria y Calderón, quien casó con Hernando de Trejo y luego de enviudar con Martín Suárez de Toledo.  Entre los ilustres personajes que descendieron de esta rama, están Fray Fernando de Trejo y Sanabria, que fuera obispo de Tucumán y fundador de la Universidad de Córdoba; Hernando Arias de Saavedra, que alcanzara a ser gobernador del Río de la Plata; Dalmacio Vélez Sarsfield, el ilustre autor del Código Civil y más cerca de nuestros tiempos,. Martha Ignacia Casares, quien se casó con Adolfo Bioy, que fuera Ministro de Relaciones Exteriores entre 1931 y 1932, matrimonio del cual nació el escritor Adolfo Bioy Casares. También el economista José Alfredo Martínez de Hoz, de polémica actuación en la reciente historia del país, fue descendiente de aquellas familias troncales.
Por su parte en Martha Ignacia Casares  se entrecruzan a su vez  lazos de sangre con descendientes del Adelantado Domingo Martínez de Irala- a través de su hija Ursula de Irala- el que con Ayolas fuera clave en la historia del Paraguay.
En estas tierras del Tandil, venían a confluir estas familias con ascendientes, tanto los Vela como los Casares-Martínez de Hoz, de antiguas raíces en la historia, no sólo del país sino de Hispanoamérica, lo que todavía nos deparará algunas novedades.
De la citada unión de María Ignacia Martínez de Hoz y Vicente Eladio Casares, nacieron Vicente L., Emilio, Héctor y Josefa, nombres más cercanos a la historia reciente , en especial en la zona que llamaríamos "velense", ya veremos por qué.
En 1879, el libro de la "Colecturía de la Provincia, tercera sección (Tandil)" registra las contribuciones directas y nos dice que Petrona V. de Vela, poseía 28 1/3 leguas cuadradas en el viejo cuartel 4º, hoy 6º, que estaban valuadas oficialmente en $ 9.100.000, por las que debía abonar una cuota de $ 45.000 (el 5 por mil), con lo que se constituía en la mayor contribuyente del partido de Tandil, como lo mencionáramos en su oportunidad.
Por su parte, los Casares tenían registradas 12 leguas cuadradas con una valuación fiscal de $ 4.000.000 en el mismo cuartel, por las que abonaba $21.000, en tanto su vecino Anchorena, figuraba con apenas 3 leguas cuadradas y una tasación de $ l.800.000, debiendo abonar $ 9.000.
Al comenzar la famosa década del ochenta, los veinte mayores contribuyentes del Tandil, aportaban- o debían hacerlo- casi el 45 % de la recaudación fiscal de la provincia en nuestro partido, la que alcanzaba a $ 606.000.
Ese pequeño número de propietarios- aproximadamente el 3 % del total de contribuyentes empadronados- poseía más de la mitad de la superficie del partido.
Para enriquecer esta parte de nuestra historia, digamos que esos veinte propietarios de la época, más poderosos, eran en orden decreciente: Petrona V. de Vela, Benjamín Zubiaurre, Vicente Casares e hijos, Ramón Santamarina, Prado y Pereira, Luis Bilbao, José Castaño, Bartolo Vivot, Juan Peña, Anchorena, Pourtalé Hnos., Mercedes Miguens, José Buteler, Norberto Ramírez, Ramón Gómez, Agustín Ramos, Tristán Gómez, Norberto Melo, José C. Gómez y Federico Girado.
Los Casares tuvieron intensa actividad política. Carlos, otro de los hijos de Vicente, fue gobernador de la Provincia de Buenos Aires entre 1875 y 1878, presidente del Banco de la Provincia y presidente de la Sociedad Rural Argentina, casándose también con otra Martínez de Hoz, María Josefa.
Por su parte Vicente L., hijo del ya citado Vicente Eladio con María Ignacia, fue el fundador del célebre establecimiento  La Martona, en Cañuelas, exportando a Inglaterra el primer trigo y la primera manteca procedentes de sus establecimientos, siendo el introductor de la pasteurización de la leche. Fue asimismo presidente del Banco de la Nación, en 1891 y primer presidente de la Lotería Nacional. Falleció en Buenos Aires en 1910.
Tandil crecía a buen ritmo bajo los mandatos de los Jueces de Paz, merced a su actividad especialmente ganadera, incipiente agrícola, luego de la pionera tarea de Fugl y ya se comenzaban a explotar las canteras de  su famoso granito.
El transporte sin embargo, hacia comienzos de la década del ·80, seguía siendo la tropa de carretas, aunque el ferrocarril ya había llegado hasta las proximidades de nuestro pueblo.
Le correspondió al Juez de Paz Dr. Eduardo Fidanza, ilustre médico, de quien ya hemos hecho diversas referencias , ser el que encarara con vigor y entusiasmo la iniciativa de bregar por la llegada de las vías ferroviarias hasta Tandil, entendiendo -inteligentemente- que con ello se favorecería el transporte tanto de carga como de pasajeros.
Su lucha, que lo llevó a fundar un periódico con el nombre de El Ferrocarril, fue perseverante hasta lograr que el Ferrocarril del Sud extendiera sus rieles y así en agosto de 1883, se iniciaban los servicios regulares con Buenos Aires, en medio de una gran algarabía.
Las estaciones de Iraola y Tandil eran una avanzada más en pos del progreso, especialmente económico con la salida de la producción hacia Buenos Aires.
Otros pueblos del interior provincial siguieron la iniciativa y el vecino Juárez (hoy Benito Juárez), fue uno de ellos, logrando en forma bastante rápida que se extendieran las vías desde Tandil hasta la localidad.
Las vías atravesaban tierras del partido de Tandil, para lo cual los propietarios cedían o vendían bajo régimen indemnizatorio las tierras respectivas.
Entre los propietarios más conocidos estaban precisamente los Vela, los Casares y los Gómez. Los trabajos se iniciaron no sin incidentes en su desarrollo, puesto que los empresarios ingleses se apropiaban de tierras que no estaban entre las que les correspondía.. Las cosas llegaron a tal punto, que en "El Eco del Tandil " del 9 de marzo de 1884, se denunciaban estos hechos, surtiendo efecto la denuncia y  arreglándose las cosas para que las obras continuaran.
El 23 de mayo de 1884, salía la primera locomotora desde Tandil- que todavía no poseía la estación actual terminada-para probar las flamantes vías hasta la sección chacras. El duro invierno no fue obstáculo para que los trabajos avanzaran a buen ritmo y ya para la primavera los trabajos iban llegando a su fin. Los campos tandilenses ya estaban atravesados por el camino de hierro.
En el recorrido se habían previsto dos "estaciones": una que se denominó Pilar (poco después Gardey), en homenaje a doña Pilar Gómez y la otra Vela, que tomaba el apellido de quien había sido dueño de esas tierras, y de quien ya hemos hecho referencia , don Pedro José ( y no Felipe T. su hijo, Juez de Paz, como figura en algunos diccionarios y otras publicaciones).
En enero de 1885 se anunció la inauguración del ferrocarril a Juárez, que debía efectuarse el 15 de febrero, pero por diversas causas la misma se postergó, obteniendo en su transcurso, la Municipalidad vecina, la autorización para gastar $ 2.000 en la celebración del arribo ferrrocarrilero.
Finalmente el domingo 8 de marzo de 1885, se hizo el viaje inaugural atravesando las estaciones de Pilar y Vela hasta arribar a Juárez, donde llegó el Juez de Paz de Tandil, Dr. Fidanza, entre grandes festejos de la población y también la alegría de los vecinos rurales de nuestro partido, que fueron deslumbrados por el paso del " caballo de hierro".
El apeadero o pomposamente la "Estación Vela", quedaba oficialmente inaugurada en esa fecha y con ese acontecimiento.
Días más tarde, el 27 de marzo, quedó librado al servicio público el tramo Tandil- Juárez, con el siguiente curioso horario: Salida desde Tandil a las 7,30 p.m., arribando a Pilar a las 8,24, a Vela a las 9,04, a López ( ya en el partido vecino) a las 9,45, llegando a Juárez a las 10,10.Típicamente inglés…
Así quedaba inaugurada esta estación, en esa fecha, que sería la que debería celebrarse, y no como se hace el 11 de setiembre, cuestión que expusimos hace más de veinte años y que sin embargo continúa en el error histórico de insistir, sin fundamentos fehacientes que lo avalen. En fin, cosas  ya clásicas en nuestras costumbres....
Así como en materia de transportes se avanzaba en el interior de la provincia, también los gobiernos, en la segunda mitad del siglo XIX, elaboraban lentamente políticas tendientes a incrementar la colonización de zonas rurales, con el objeto, entre otros, de fomentar la inmigración, distribuir mejor la tenencia de la tierra y apuntar al desarrollo de la agricultura.
A Tristán Gómez, uno de los veinte poderosos propietarios ya mencionados, le correspondería ser el último Juez de Paz antes que se designara el primer Intendente, don Pedro Duffau, en 1886.
Fue en esos tiempos, en que los objetivos mencionados acerca de la colonización, se concretaron cuando en la gobernación de Máximo Paz, se presentó en la Legislatura un proyecto con su firma y la de Manuel Gonnet, para la creación de Centros Agrícolas.  Luego de arduos debates, el mismo fue aprobado y sancionado el 22 de noviembre de 1887, siendo promulgado tres días después.
Esta Ley proponía la formación y organización de centros agrícolas en la provincia, tomando como base las tierras que rodeaban las estaciones ferroviarias, si es que ya no los tenían.
Estos Centros Agrícolas podían establecerse o crearse por expropiación del gobierno, por empresas o por particulares,  otorgando beneficios para el uso del ferrocarril y creando la Oficina de Agricultura, que sería la encargada de dirigir los Centros y fomentar la inmigración.
A lo largo de sus cincuenta y tres artículos, la Ley dejaba establecidas las obligaciones de empresarios y agricultores.
En Tandil, rápidamente se acogieron a la Ley- que finalmente no obtuvo los resultados deseados, salvo en escasos lugares- José Luis Tagle, con el Centro de su apellido; Juan Mariano Zubiaurre, con el Centro también de su apellido y el de nuestro conocido Vicente L. Casares, concesionario de dos: el " Cnel. Martínez de Hoz" y el "María Ignacia", de 6,302 ha.
Nació así, lindante a la Estación Vela, como lo pedía la Ley, el núcleo que con el tiempo sería la importante localidad rural de nuestro partido, cuyo nombre le fue puesto en homenaje a María Ignacia Martínez de Hoz de Casares, madre de Vicente L. Casares, fundador del Centro Agrícola.
Según el "Estado de los Centros Agrícolas al 31 de diciembre de 1892", el "Centro Agrícola María Ignacia", tenía el número hipotecario 11.459, con un precio estimado y acordado de $ 56 por hectárea ( las había de hasta casi diez veces más), habiendo sido escriturado por Casares, en favor del Banco Hipotecario de la Provincia, el 21 de diciembre de 1888, por ante el escribano Irineo Collado, habíéndosele acordado un préstamo de 354.000 valores cédulas de la serie "N", luego transformado en ordinario por decreto del 14 de julio de 1890.
Según el informe de 1893, el Centro, como tal, no respondió a las expectativas que la Ley pretendía, lo que no fue obstáculo, sino más bien un estímulo para que las mensuras y traza del Centro y la existencia de la estación ferroviaria acicatearan el asentamiento, en las proximidades, de pobladores que levantaron sus viviendas modestas, conformando primero en forma desordenada, por la errónea traza de calles, y luego más prolijamente, un núcleo poblacional que fue creciendo a buen ritmo.
Vicente L. Casares había adquirido las tierras de su padre Vicente Eladio, el 17 de diciembre de 1888, entre ellas las que  comprendían Los Potreros, Vigilante y  La Laguna, aunque años más tarde esta operación fue anulada y las tierras entraron en la sucesión de Vicente Eladio.
El panorama ofrecía interesantes perspectivas, por lo que se establecieron comercios diversos, esperando poder hacer sus ventas y prestar sus servicios a los presuntos colonos y a quienes se movilizaban por la Estación. Surgieron así apellidos de pioneros, que aún hoy poseen descendientes en la zona, tema del que alguna vez nos ocuparemos en otra nota, como es merecedor el tema.
La cría del ganado era la actividad más importante, adquiriendo el ovino un crecimiento destacado, de tal suerte que entre 1880 y 1900, se registraron las cifras más elevadas, situación de predominio sobre el vacuno que se mantuvo casi hasta la década del veinte.
La confusión para  designar la incipiente localidad en que se iba transformando el lugar, tuvo tempranas raíces y hacía el 1900 se hablaba del Pueblo de María Ignacia, por otros también llamado Vela, que fue el que dejó para sus pobladores el patronímico de "velenses".
En 1896, hemos verificado que el martillero Martín Iparraguirre ( abuelo de nuestro amigo y colega Carlos), levantó un plano del "Pueblo" que tenía delineadas 44 manzanas rodeadas de quintas y de chacras, figurando como propietaria destacada Josefa Casares de Nouguier, una de las herederas de las tierras, que había sido favorecida con las que incluía buena parte de María Ignacia, también denominada como Reserva Segunda, con una superficie de 1.856 ha., rodeando a la Estación, que era parte del antiguo establecimiento Vigilante.
El crecimiento demandó una escuela, que con el Nº 13, aún perdura, una capilla, - donada  en 1901 por la familia Casares-Nouguier- e inaugurada con grandes pompas hasta con la presencia del Obispo de La Plata Mons. Alberti- y servicios varios cubiertos por la Municipalidad: alcalde, inspectores, médico y hasta "casas de tolerancia" o prostíbulos, dado que era la época de la prostitución legalizada.
Las enormes posesiones de los Vela y los Casares, según puede observarse en el mapa de 1919, levantado por el cartógrafo Fulgencio Domínguez, estaban divididas y las fracciones más importantes  que habían sido de los Vela, estaban a nombre de la heredera Inés Vela de Troncoso, poseedora  de la mayor en el cuartel 6º. Las de los Casares, por su parte, estaba en manos de la ya citada Josefa C. de Nouguier.
Pese a estas consideraciones, analizadas las posesiones hacia 1930, de los cuarteles 4º, 5º.6º,7º, 8º, y 9º, las tierras continuaban de una u otra manera en manos de los apellidos mencionados en la presente nota, es decir, Vela, Casares, Zubiaurre, Anchorena, Peña, Castaño, etc.-
Hasta aquí hemos intentado brindarle-amigo y paciente lector -un panorama que además de ilustrativo, ha tenido rasgos curiosos y hasta poco conocidos-por no decir desconocidos hasta hoy-, pero la historia nos depara todavía algo más, que será el cierre de este relato nacido a partir de reyes y conquistadores.

Felipe Tobías Vela, el ya citado Juez de Paz de la época de Rosas, tuvo los trece hijos mencionados. El mayor de ellos Alberto Cecilio, que había casado con Joaquina Cazón, tuvo a su vez siete vástagos, uno de ellos Nicolás Alberto Vela, que contrajo matrimonio con Amalia Isasmendi Varela, con quien tuvo tres hijos, siendo el mayor de ellos Alberto Nicolás Vela, quien en quinta generación unió los destinos-lo  que parecía  casi inevitable-y se casó con María Inés Bullrich Casares.  Finalmente las sangres de las dos familias más poderosas y que han sido el numen de esta nota, se unían, de alguna manera cerrando una historia, en la que de aquí en más los hijos de este matrimonio, Ana Inés, Marina, Nicolás Alberto, el primogénito varón, y Clara Vela Bullrich Casares, contemporáneos nuestros, tienen tras de sí esta rica historia de pampa, carretas, pulperías y también de poder y de gloria, de apellidos que quedaron fijados para siempre en la geografía y la historia del Tandil.

Daniel Eduardo Pérez