domingo, 18 de septiembre de 2016

A PROPÓSITO DEL ANIVERSARIO DE VELA

LOS VELA

ALFONSO IX, SANTA TERESA, EL PRIMER VIRREY DEL PERÚ, MARTINEZ DE HOZ, BIOY CASARES Y TANDIL

 Si el autor de estas líneas le propusiera a usted, amigo lector, relacionar a Alfonso IX, a Santa Teresa de Jesús, al primer Virrey del Perú, a Martínez de Hoz y a Adolfo Bioy Casares con Tandil, podría pensar que se trata de un entretenimiento o acertijo, al que no acostumbra  habitualmente.
Sin embargo una parte de la historia de Tandil, tiene algunas relaciones escondidas a la vista rápida y a los espíritus poco entusiastas de averiguar sobre el pasado lugareño, que deparan atrapantes historias que pueden llevarnos hasta puertos insólitos.
Tal es el caso que hoy le proponemos, cuando nos dediquemos a adentrarnos en los primeros años del poblamiento tandilense, en especial del espacio rural, cuando las tierras de horizontes infinitos y lejanos, eran la meta de los pobladores, generalmente ajenos a nuestro espacio geográfico y por lo tanto estaban allí para que por decisiones de gobernantes políticos o militares, se facilitasen en propiedad, a través de instrumentos diversos.
Así podemos recordar que entre la fundación de Tandil y 1836, parte de las tierras tandilenses estaban en manos de enfiteutas. El 10 de marzo de 1836 se sancionó la ley que facultaba al gobierno a vender 1500 leguas cuadradas  otorgadas en enfiteusis, dando prioridad de compra a los poseedores de las mismas con un plazo hasta fines de 1837. Por esos tiempos la valuación era de $ 4000 la legua cuadrada.
De esta manera, varios enfiteutas en el Tandil pasaron a ser propietarios en territorios rurales. Nos dedicaremos hoy a quienes ocupaban buena parte de los actuales cuarteles 6º, 8º y 9º, es decir en la zona de las actuales María Ignacia y estación Vela.
Apellidos como Valerio, Ponce, Morillos, Guerrico, fueron algunos de los detentadores de posesiones en esta zona a la que nos referimos
Otro, el Cnel. Martiniano Rodríguez, había sido agraciado por el gobierno con 4 leguas cuadradas en propiedad en 1834, las que vendió el 19 de setiembre de 1836 a Pedro José Vela, quien finalmente adquirió al Estado-decreto del 14 de marzo de 1836- poco más de 6 leguas cuadradas en la misma zona, con lo cual este propietario pasaba a ser uno de los poderosos hacia fines de 1838, dado que era dueño de todo el actual cuartel 6º y parte del 7º.
Por su parte y avanzando en el tiempo, diremos que las tierras del tal Ponce, desde el arroyo Los Huesos al Chapaleofú, extendiéndose por los hoy partidos de Tandil, Juárez y Azul, fueron adquiridas  por Vicente Casares e hijos, el 27 de febrero de 1857, con un total de 29.536 hectáreas.
Ahora bien, ¿quiénes eran estos hombres, de dónde provenían y qué relación tuvieron con Tandil, especialmente en esa zona geográfica en las que todavía no existían ni la estación ni el pueblo,  ya citados?
Aquí viene entonces esta pequeña historia entretejida, que desembocará en la dilucidación de estos pequeños enigmas planteados al comienzo.
Oportunamente y gracias a la colaboración de descendientes y amigos de estas antiguas familias y la investigación paciente en fuentes genealógicas y documentales, hemos podido precisar algunos datos de quienes fueron personajes con posesiones en Tandil y que además tuvieron funciones políticas importantes y hasta nominaron parte de la actual geografía del partido.
Pedro José Vela, había nacido en 1790, en Ávila, España, llegando muy joven al país, como inmigrante en busca de nuevos horizontes, pese a provenir de una familia de larga prosapia y fortuna.
Originario-como ya expresamos- de Ávila, la famosa ciudad amurallada de Castilla la Vieja, los Vela constituían una familia en la que muchos de sus integrantes tuvieron funciones y riquezas acreditadas, entre los que pueden citarse a Blasco Núñez Vela, que fuera el primer Virrey designado en el Perú, en 1544 y que tuviera poca fortuna y duración en el cargo.
Su hermano, Francisco Vela, por su parte, fue padrino de bautismo de Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, luego nada menos que Santa Teresa de Jesús (1515-1582), Doctora de la Iglesia, quien junto  a Santa Catalina de Siena, son las únicas mujeres que ostentan ese título y cuya huella perdura hasta los días que corren. Tres de sus hermanos varones, se alistaron en la expedición de Francisco de Pizarro, conquistador del Perú.
Asimismo, un hijo de Blasco Vela- el citado Virrey, amigo personal del padre de Santa Teresa, Alfonso Sánchez de Cepeda-Cristóbal Vela, fue Arzobispo de Burgos y  consejero de Santa Teresa, que a su vez fue gran amiga de María Vela, hija de su padrino de bautismo, Francisco Vela.
En las Obras Completas de Santa Teresa, puede leerse la carta XXX, dirigida precisamente a ella .
La casa troncal en Ávila, es hoy la Alcaldía de la ciudad, frente al templo principal, y parte de un Museo. Sobre la puerta de acceso puede verse el escudo de armas de los Vela: un brazo en alto sosteniendo una antorcha, sobre azur, plata y oro, donde puede leerse el lema que reza: " Quien bien vela, Vela".
De aquellos Vela, que doscientos años antes de su nacimiento, habían tenido la prosapia que de alguna manera reflejamos en estos breves datos, provenía este ahora inmigrante, que tendría estrecha relación y participación en la historia de Tandil.
En Buenos Aires se desempeñó como dependiente de una tienda en la Recova, encarando luego con éxito otras tareas y negocios, llegando a ser propietario de una importante tropa de carretas, con la que alcanzó a redondear una interesante fortuna.
La afinidad de estas ocupaciones con la labor de campo, lo impulsó a obtener tierras y desarrollar en ellas tareas especialmente ganaderas, de tal suerte que entre 1820 y 1830 solicitó las mismas en la todavía frontera con el indio, en el centro sud de la provincia, adjudicándosele en Tandil, en tiempos del gobierno de Juan Manuel de Rosas, varias leguas cuadradas, concretadas en propiedad en 1836 en la compra ya citada.
Con el paso del tiempo su patrimonio fue aumentando y surgieron las estancias "San José ", " Loma Partida"," Cinco Lomas", "Sierra Alta", "El Amparo", " El Mangrullo", "Loma Negra", " La Argentina","La Blanqueada" y otras que abarcaban los antiguos partidos de Tandil, Chapaleofú y otros aledaños.
En el actual partido de Tandil, hacia 1838, poseía alrededor de doce leguas cuadradas, en la zona citada, limitando con las posesiones de Vicente Casares.
Su capacidad y rápida inserción en el medio porteño de la alta y media burguesía, le permitieron a Vela alcanzar cargos políticos importantes en la provincia, siendo además Presidente de la Casa de la Moneda y mucho más tarde, de la Comisión que la reformó, en 1854, pese a que Rosas-a quien acompañó en sus ideas- ya había sido desalojado del poder.
Entre sus destacadas actividades, estuvo además la de haber sido activo propulsor de la creación del Banco de la Provincia, impulsando diversas obras públicas y estimulando la ganadería.
Vela había contraído matrimonio con la criolla Petrona Vázquez, del que nacieron catorce hijos, siendo su primogénito Felipe Tobías, de intensa actuación política en Tandil-como veremos-, y algunos de los restantes, Eduarda Vela, casada luego con Alvear,  Teresa Vela de Fontán,  Inés Vela de Troncoso- la que luego sería heredera de gran parte de las tierras en Tandil-, Ángel, José León, Agustín, Pedro José- que luego alcanzaría cierto renombre como pintor-, Antonio y otros.
Las tierras tandilenses eran poco frecuentadas por los Vela, salvo el caso del ya citado Felipe Vela, quien una vez instituida en Tandil la  figura del Juez de Paz, luego de la Revolución de los Libres del Sud en 1839, fue designado en el cargo en 1841, 1844, 1849 y en 1852, año en el que también lo fue Albino Vela, otro integrante de la familia. A la caída de Rosas, Felipe Tobías Vela dejó de ocupar cargos políticos en el partido de Tandil, aunque siguió estrechamente relacionado a las actividades del campo.
A Felipe Vela le correspondió una etapa complicada de la política, dado que luego de la citada revolución, la represión fue dura y muchos perdieron sus campos confiscados por el gobierno, como represalia, dado que el Tandil había tenido una  participación activa en el levantamientos fracasado contra el Restaurador, quien hasta le cambió el nombre al partido, imponiéndole el de Chapaleofú.
En ese contexto, Felipe Vela se manejó con cautela y   cierta moderación lo que le  ganó  algún respeto de los vecinos de la aldea que recién comenzaba  a delinearse alrededor del Fuerte, en cercanías del cual Vela tenía una pulpería, además de la consabida tropa de carretas.
El joven Felipe contrajo nupcias con Mercedes de Iturralde, que le dio trece hijos, nietos del fundador de la familia Vela en Argentina, algunos de los cuales no alcanzó a conocer, dado que Pedro José Vela falleció en Buenos Aires el 14 de noviembre de 1857, heredando sus inmensas posesiones su viuda doña Petrona Vázquez, que fue en su época una de las más grandes propietarias de tierras en Tandil y la mayor contribuyente, datos que ampliaremos más adelante. Doña Petrona falleció también en Buenos Aires, el 25 de agosto de 1881.
De los hijos de Felipe y doña Mercedes , el primogénito fue Alberto Cecilio, le siguieron : Jorge, Eduardo, quien luego desposó a Dolores Victorica y Urquiza; Raúl, casado luego con Joaquina Salas Oroño; César Mauricio, que  contrajo matrimonio con María Elisa Harilaos y Bosch; Ernesto, quien casó con Angélica Acosta; Pedro José, casado luego con Ernestina Bonfanti; Mercedes, quien se casó con Carlos Alcobendas; Adela, casada con Natal T. de Torres; Ema, casada con Carlos Duncan, y Sara, María y Lucía que fueron solteras.
Estas uniones matrimoniales, como puede apreciarse por los apellidos, potenciaron aún más los bienes de los Vela, dado que los esposos o esposas pertenecían en general a familias de propietarios de importantes negocios rurales.
Decíamos al comienzo, que otro de los grandes propietarios de tierras en el Tandil de la época y en la misma zona de las posesiones de Vela, fue Vicente Casares.
Este vizcaíno, llegado al país joven a finales del siglo XVIII, fue luego el primer representante consular de España en la Argentina y tronco de esta familia en el Río de la Plata, casado con Gervasia Rodríguez Rojo, hija del tesorero del Virreinato del Río de la Plata, habiendo tenido una destacada actuación en las invasiones inglesas. Falleció en 1870.
Los campos adquiridos por Casares y sus hijos, comprendían, además, los que después fueron los establecimientos "Lauraleofú", "Los Potreros", " Vigilante" y "La Laguna". Una mensura del profesional Enrique Nelson, del 8 de octubre de 1864, daba para el campo de los Casares 29.197 hectáreas, es decir 200 menos que las que figuraban originalmente.
Otras familias, como la de los hermanos Juan y Nicolás Anchorena, también quedaron en posesión de tierras en la zona que estamos explorando, siendo origen más tarde, por ejemplo, de la famosa estancia "Acelain", que Josefina de Anchorena y su esposo, el ilustre escritor Enrique Larreta, legaron a la posteridad, siendo actualmente un orgullo para todos los que habitamos estas tierras.
Fallecido don Pedro Vela, heredó las tierras-como quedó dicho- su viuda doña Petrona Vázquez, vecina de los Casares, siendo el Chapaleofú Chico el límite parcial de sus tierras.
En 1865 se fijaron los límites definitivos del partido de Tandil- el que luego de la caída de Rosas había recuperado su antiguo nombre-con lo cual a partir de esa fecha podemos comparar planos y mapas con más exactitud, visualizando más claramente las enormes dimensiones de tierras de Tandil, que por entonces estaban en manos de estas dos familias.
El 20 de junio de 1870, los hermanos Sebastián, Mariano y Vicente Eladio Casares, herederos de la firma Vicente Casares e hijos, dejaron como propietarios de la inmensa fracción a Mariano y Vicente Eladio, quien a su vez el 14 de febrero de 1873, quedó como único dueño, al venderle su hermano la parte correspondiente.
Vicente Eladio Casares, nacido en Buenos Aires en 1817, había contraído matrimonio con María Ignacia Martínez de Hoz, descendiente de José Martínez de Hoz, madrileño llegado a Buenos Aires a fines del siglo XVIII y que fuera, en 1786, Regidor del Cabildo, falleciendo en 1819 y siendo fundador de la familia de este apellido en la Argentina.
Aquí nace otra rica historia que enlaza nuestro suelo con más personajes de la historia hispanoamericana. Efectivamente, por  la rama materna, María Ignacia Martínez de Hoz, descendía del Adelantado Juan de Sanabria, nacido en Medellín y descendiente del  Alfonso IX, rey de León, que combatió con éxito a los moros (1171-1230), que había sido designado gobernador del Tucumán en 1549 y que murió al poco tiempo.
Del matrimonio de Sanabria con Mencia Calderón, nacieron varios hijos, entre ellos María Sanabria y Calderón, quien casó con Hernando de Trejo y luego de enviudar con Martín Suárez de Toledo.  Entre los ilustres personajes que descendieron de esta rama, están Fray Fernando de Trejo y Sanabria, que fuera obispo de Tucumán y fundador de la Universidad de Córdoba; Hernando Arias de Saavedra, que alcanzara a ser gobernador del Río de la Plata; Dalmacio Vélez Sarsfield, el ilustre autor del Código Civil y más cerca de nuestros tiempos,. Martha Ignacia Casares, quien se casó con Adolfo Bioy, que fuera Ministro de Relaciones Exteriores entre 1931 y 1932, matrimonio del cual nació el escritor Adolfo Bioy Casares. También el economista José Alfredo Martínez de Hoz, de polémica actuación en la reciente historia del país, fue descendiente de aquellas familias troncales.
Por su parte en Martha Ignacia Casares  se entrecruzan a su vez  lazos de sangre con descendientes del Adelantado Domingo Martínez de Irala- a través de su hija Ursula de Irala- el que con Ayolas fuera clave en la historia del Paraguay.
En estas tierras del Tandil, venían a confluir estas familias con ascendientes, tanto los Vela como los Casares-Martínez de Hoz, de antiguas raíces en la historia, no sólo del país sino de Hispanoamérica, lo que todavía nos deparará algunas novedades.
De la citada unión de María Ignacia Martínez de Hoz y Vicente Eladio Casares, nacieron Vicente L., Emilio, Héctor y Josefa, nombres más cercanos a la historia reciente , en especial en la zona que llamaríamos "velense", ya veremos por qué.
En 1879, el libro de la "Colecturía de la Provincia, tercera sección (Tandil)" registra las contribuciones directas y nos dice que Petrona V. de Vela, poseía 28 1/3 leguas cuadradas en el viejo cuartel 4º, hoy 6º, que estaban valuadas oficialmente en $ 9.100.000, por las que debía abonar una cuota de $ 45.000 (el 5 por mil), con lo que se constituía en la mayor contribuyente del partido de Tandil, como lo mencionáramos en su oportunidad.
Por su parte, los Casares tenían registradas 12 leguas cuadradas con una valuación fiscal de $ 4.000.000 en el mismo cuartel, por las que abonaba $21.000, en tanto su vecino Anchorena, figuraba con apenas 3 leguas cuadradas y una tasación de $ l.800.000, debiendo abonar $ 9.000.
Al comenzar la famosa década del ochenta, los veinte mayores contribuyentes del Tandil, aportaban- o debían hacerlo- casi el 45 % de la recaudación fiscal de la provincia en nuestro partido, la que alcanzaba a $ 606.000.
Ese pequeño número de propietarios- aproximadamente el 3 % del total de contribuyentes empadronados- poseía más de la mitad de la superficie del partido.
Para enriquecer esta parte de nuestra historia, digamos que esos veinte propietarios de la época, más poderosos, eran en orden decreciente: Petrona V. de Vela, Benjamín Zubiaurre, Vicente Casares e hijos, Ramón Santamarina, Prado y Pereira, Luis Bilbao, José Castaño, Bartolo Vivot, Juan Peña, Anchorena, Pourtalé Hnos., Mercedes Miguens, José Buteler, Norberto Ramírez, Ramón Gómez, Agustín Ramos, Tristán Gómez, Norberto Melo, José C. Gómez y Federico Girado.
Los Casares tuvieron intensa actividad política. Carlos, otro de los hijos de Vicente, fue gobernador de la Provincia de Buenos Aires entre 1875 y 1878, presidente del Banco de la Provincia y presidente de la Sociedad Rural Argentina, casándose también con otra Martínez de Hoz, María Josefa.
Por su parte Vicente L., hijo del ya citado Vicente Eladio con María Ignacia, fue el fundador del célebre establecimiento  La Martona, en Cañuelas, exportando a Inglaterra el primer trigo y la primera manteca procedentes de sus establecimientos, siendo el introductor de la pasteurización de la leche. Fue asimismo presidente del Banco de la Nación, en 1891 y primer presidente de la Lotería Nacional. Falleció en Buenos Aires en 1910.
Tandil crecía a buen ritmo bajo los mandatos de los Jueces de Paz, merced a su actividad especialmente ganadera, incipiente agrícola, luego de la pionera tarea de Fugl y ya se comenzaban a explotar las canteras de  su famoso granito.
El transporte sin embargo, hacia comienzos de la década del ·80, seguía siendo la tropa de carretas, aunque el ferrocarril ya había llegado hasta las proximidades de nuestro pueblo.
Le correspondió al Juez de Paz Dr. Eduardo Fidanza, ilustre médico, de quien ya hemos hecho diversas referencias , ser el que encarara con vigor y entusiasmo la iniciativa de bregar por la llegada de las vías ferroviarias hasta Tandil, entendiendo -inteligentemente- que con ello se favorecería el transporte tanto de carga como de pasajeros.
Su lucha, que lo llevó a fundar un periódico con el nombre de El Ferrocarril, fue perseverante hasta lograr que el Ferrocarril del Sud extendiera sus rieles y así en agosto de 1883, se iniciaban los servicios regulares con Buenos Aires, en medio de una gran algarabía.
Las estaciones de Iraola y Tandil eran una avanzada más en pos del progreso, especialmente económico con la salida de la producción hacia Buenos Aires.
Otros pueblos del interior provincial siguieron la iniciativa y el vecino Juárez (hoy Benito Juárez), fue uno de ellos, logrando en forma bastante rápida que se extendieran las vías desde Tandil hasta la localidad.
Las vías atravesaban tierras del partido de Tandil, para lo cual los propietarios cedían o vendían bajo régimen indemnizatorio las tierras respectivas.
Entre los propietarios más conocidos estaban precisamente los Vela, los Casares y los Gómez. Los trabajos se iniciaron no sin incidentes en su desarrollo, puesto que los empresarios ingleses se apropiaban de tierras que no estaban entre las que les correspondía.. Las cosas llegaron a tal punto, que en "El Eco del Tandil " del 9 de marzo de 1884, se denunciaban estos hechos, surtiendo efecto la denuncia y  arreglándose las cosas para que las obras continuaran.
El 23 de mayo de 1884, salía la primera locomotora desde Tandil- que todavía no poseía la estación actual terminada-para probar las flamantes vías hasta la sección chacras. El duro invierno no fue obstáculo para que los trabajos avanzaran a buen ritmo y ya para la primavera los trabajos iban llegando a su fin. Los campos tandilenses ya estaban atravesados por el camino de hierro.
En el recorrido se habían previsto dos "estaciones": una que se denominó Pilar (poco después Gardey), en homenaje a doña Pilar Gómez y la otra Vela, que tomaba el apellido de quien había sido dueño de esas tierras, y de quien ya hemos hecho referencia , don Pedro José ( y no Felipe T. su hijo, Juez de Paz, como figura en algunos diccionarios y otras publicaciones).
En enero de 1885 se anunció la inauguración del ferrocarril a Juárez, que debía efectuarse el 15 de febrero, pero por diversas causas la misma se postergó, obteniendo en su transcurso, la Municipalidad vecina, la autorización para gastar $ 2.000 en la celebración del arribo ferrrocarrilero.
Finalmente el domingo 8 de marzo de 1885, se hizo el viaje inaugural atravesando las estaciones de Pilar y Vela hasta arribar a Juárez, donde llegó el Juez de Paz de Tandil, Dr. Fidanza, entre grandes festejos de la población y también la alegría de los vecinos rurales de nuestro partido, que fueron deslumbrados por el paso del " caballo de hierro".
El apeadero o pomposamente la "Estación Vela", quedaba oficialmente inaugurada en esa fecha y con ese acontecimiento.
Días más tarde, el 27 de marzo, quedó librado al servicio público el tramo Tandil- Juárez, con el siguiente curioso horario: Salida desde Tandil a las 7,30 p.m., arribando a Pilar a las 8,24, a Vela a las 9,04, a López ( ya en el partido vecino) a las 9,45, llegando a Juárez a las 10,10.Típicamente inglés…
Así quedaba inaugurada esta estación, en esa fecha, que sería la que debería celebrarse, y no como se hace el 11 de setiembre, cuestión que expusimos hace más de veinte años y que sin embargo continúa en el error histórico de insistir, sin fundamentos fehacientes que lo avalen. En fin, cosas  ya clásicas en nuestras costumbres....
Así como en materia de transportes se avanzaba en el interior de la provincia, también los gobiernos, en la segunda mitad del siglo XIX, elaboraban lentamente políticas tendientes a incrementar la colonización de zonas rurales, con el objeto, entre otros, de fomentar la inmigración, distribuir mejor la tenencia de la tierra y apuntar al desarrollo de la agricultura.
A Tristán Gómez, uno de los veinte poderosos propietarios ya mencionados, le correspondería ser el último Juez de Paz antes que se designara el primer Intendente, don Pedro Duffau, en 1886.
Fue en esos tiempos, en que los objetivos mencionados acerca de la colonización, se concretaron cuando en la gobernación de Máximo Paz, se presentó en la Legislatura un proyecto con su firma y la de Manuel Gonnet, para la creación de Centros Agrícolas.  Luego de arduos debates, el mismo fue aprobado y sancionado el 22 de noviembre de 1887, siendo promulgado tres días después.
Esta Ley proponía la formación y organización de centros agrícolas en la provincia, tomando como base las tierras que rodeaban las estaciones ferroviarias, si es que ya no los tenían.
Estos Centros Agrícolas podían establecerse o crearse por expropiación del gobierno, por empresas o por particulares,  otorgando beneficios para el uso del ferrocarril y creando la Oficina de Agricultura, que sería la encargada de dirigir los Centros y fomentar la inmigración.
A lo largo de sus cincuenta y tres artículos, la Ley dejaba establecidas las obligaciones de empresarios y agricultores.
En Tandil, rápidamente se acogieron a la Ley- que finalmente no obtuvo los resultados deseados, salvo en escasos lugares- José Luis Tagle, con el Centro de su apellido; Juan Mariano Zubiaurre, con el Centro también de su apellido y el de nuestro conocido Vicente L. Casares, concesionario de dos: el " Cnel. Martínez de Hoz" y el "María Ignacia", de 6,302 ha.
Nació así, lindante a la Estación Vela, como lo pedía la Ley, el núcleo que con el tiempo sería la importante localidad rural de nuestro partido, cuyo nombre le fue puesto en homenaje a María Ignacia Martínez de Hoz de Casares, madre de Vicente L. Casares, fundador del Centro Agrícola.
Según el "Estado de los Centros Agrícolas al 31 de diciembre de 1892", el "Centro Agrícola María Ignacia", tenía el número hipotecario 11.459, con un precio estimado y acordado de $ 56 por hectárea ( las había de hasta casi diez veces más), habiendo sido escriturado por Casares, en favor del Banco Hipotecario de la Provincia, el 21 de diciembre de 1888, por ante el escribano Irineo Collado, habíéndosele acordado un préstamo de 354.000 valores cédulas de la serie "N", luego transformado en ordinario por decreto del 14 de julio de 1890.
Según el informe de 1893, el Centro, como tal, no respondió a las expectativas que la Ley pretendía, lo que no fue obstáculo, sino más bien un estímulo para que las mensuras y traza del Centro y la existencia de la estación ferroviaria acicatearan el asentamiento, en las proximidades, de pobladores que levantaron sus viviendas modestas, conformando primero en forma desordenada, por la errónea traza de calles, y luego más prolijamente, un núcleo poblacional que fue creciendo a buen ritmo.
Vicente L. Casares había adquirido las tierras de su padre Vicente Eladio, el 17 de diciembre de 1888, entre ellas las que  comprendían Los Potreros, Vigilante y  La Laguna, aunque años más tarde esta operación fue anulada y las tierras entraron en la sucesión de Vicente Eladio.
El panorama ofrecía interesantes perspectivas, por lo que se establecieron comercios diversos, esperando poder hacer sus ventas y prestar sus servicios a los presuntos colonos y a quienes se movilizaban por la Estación. Surgieron así apellidos de pioneros, que aún hoy poseen descendientes en la zona, tema del que alguna vez nos ocuparemos en otra nota, como es merecedor el tema.
La cría del ganado era la actividad más importante, adquiriendo el ovino un crecimiento destacado, de tal suerte que entre 1880 y 1900, se registraron las cifras más elevadas, situación de predominio sobre el vacuno que se mantuvo casi hasta la década del veinte.
La confusión para  designar la incipiente localidad en que se iba transformando el lugar, tuvo tempranas raíces y hacía el 1900 se hablaba del Pueblo de María Ignacia, por otros también llamado Vela, que fue el que dejó para sus pobladores el patronímico de "velenses".
En 1896, hemos verificado que el martillero Martín Iparraguirre ( abuelo de nuestro amigo y colega Carlos), levantó un plano del "Pueblo" que tenía delineadas 44 manzanas rodeadas de quintas y de chacras, figurando como propietaria destacada Josefa Casares de Nouguier, una de las herederas de las tierras, que había sido favorecida con las que incluía buena parte de María Ignacia, también denominada como Reserva Segunda, con una superficie de 1.856 ha., rodeando a la Estación, que era parte del antiguo establecimiento Vigilante.
El crecimiento demandó una escuela, que con el Nº 13, aún perdura, una capilla, - donada  en 1901 por la familia Casares-Nouguier- e inaugurada con grandes pompas hasta con la presencia del Obispo de La Plata Mons. Alberti- y servicios varios cubiertos por la Municipalidad: alcalde, inspectores, médico y hasta "casas de tolerancia" o prostíbulos, dado que era la época de la prostitución legalizada.
Las enormes posesiones de los Vela y los Casares, según puede observarse en el mapa de 1919, levantado por el cartógrafo Fulgencio Domínguez, estaban divididas y las fracciones más importantes  que habían sido de los Vela, estaban a nombre de la heredera Inés Vela de Troncoso, poseedora  de la mayor en el cuartel 6º. Las de los Casares, por su parte, estaba en manos de la ya citada Josefa C. de Nouguier.
Pese a estas consideraciones, analizadas las posesiones hacia 1930, de los cuarteles 4º, 5º.6º,7º, 8º, y 9º, las tierras continuaban de una u otra manera en manos de los apellidos mencionados en la presente nota, es decir, Vela, Casares, Zubiaurre, Anchorena, Peña, Castaño, etc.-
Hasta aquí hemos intentado brindarle-amigo y paciente lector -un panorama que además de ilustrativo, ha tenido rasgos curiosos y hasta poco conocidos-por no decir desconocidos hasta hoy-, pero la historia nos depara todavía algo más, que será el cierre de este relato nacido a partir de reyes y conquistadores.

Felipe Tobías Vela, el ya citado Juez de Paz de la época de Rosas, tuvo los trece hijos mencionados. El mayor de ellos Alberto Cecilio, que había casado con Joaquina Cazón, tuvo a su vez siete vástagos, uno de ellos Nicolás Alberto Vela, que contrajo matrimonio con Amalia Isasmendi Varela, con quien tuvo tres hijos, siendo el mayor de ellos Alberto Nicolás Vela, quien en quinta generación unió los destinos-lo  que parecía  casi inevitable-y se casó con María Inés Bullrich Casares.  Finalmente las sangres de las dos familias más poderosas y que han sido el numen de esta nota, se unían, de alguna manera cerrando una historia, en la que de aquí en más los hijos de este matrimonio, Ana Inés, Marina, Nicolás Alberto, el primogénito varón, y Clara Vela Bullrich Casares, contemporáneos nuestros, tienen tras de sí esta rica historia de pampa, carretas, pulperías y también de poder y de gloria, de apellidos que quedaron fijados para siempre en la geografía y la historia del Tandil.

Daniel Eduardo Pérez   

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