lunes, 8 de septiembre de 2014

EL CASTILLO DE EGAÑA




HISTORIA, MAGNIFICENCIA Y MISTERIO
EL CASTILLO DE EGAÑA

La Historia de Tandil y la región nos suele deparar páginas poco conocidas y que poseen el mágico atractivo de lo misterioso y legendario. Tal es el caso del denominado “Castillo de Egaña”.
Apenas habían  transcurrido un par de años de fundado el Fuerte de la Independencia, cuando las feraces tierras de la zona comenzaron a ser entregadas en enfiteusis. Hacia 1825, en época de Rivadavia, el general Eustoquio Díaz Vélez, protagonista del proceso revolucionario iniciado en mayo de 1810, obtuvo en enfiteusis algo más de 17 leguas en la zona del Fuerte Independencia, hoy Tandil. Poco después, sumó 20 leguas más, dando origen a una inmensa estancia, a la que en honor a su esposa, Carmen Guerrero y Obarrio, bautizó con el nombre de “El Carmen”.
Díaz Vélez había nacido en Buenos Aires en 1790. De joven se dedicó al comercio, actuando contra las invasiones inglesas y posteriormente participando en las luchas por la Independencia, en Suipacha, luego en Huaqui y bajo el mando del Gral. Belgrano en Tucumán y Salta, así como en Vilcapugio y Ayohuma.
En 1814 fue designado teniente Gobernador de Santa Fe. Desempeñó otros cargos hasta que en 1818, fue designado gobernador interino de Buenos Aires en reemplazo de Balcarce. Alcanzó el grado de general y se retiró a la vida privada.
Entre los ganaderos del sur de la provincia se gestaba, en 1839, un levantamiento contra Rosas que contaba con el apoyo de Lavalle. Tandil tendría un papel especialmente importante, por cuanto nuestro personaje, uno de los más prominentes hombres del alzamiento y candidato a suceder a Rosas, era el dueño-como quedó citado- de "El Carmen", epicentro local de la “Revolución de Los Libres de Sur".   
Concretado el levantamiento y derrotado sangrientamente el 7 de noviembre de 1839 en la batalla de Chascomús, Tandil participó tardíamente-las noticias de la derrota no habían llegado- cuando previa intervención de Díaz Vélez ante el comandante del Fuerte, Pablo Muñoz, para evitar derramamiento de sangre, el grupo revolucionario local comandado por los capitanes Sotelo y Valdez se apoderaron del Fuerte de la Independencia en la madrugada del 10 de noviembre, haciendo prisionero a Muñoz que fue enviado  hasta Corrientes, donde luego de ordenarse su ejecución, se suspendió por pedido especial de Martínez Castro, uno de los "cerebros" del levantamiento de Dolores.
Tras su derrota, fue encarcelado y luego liberado en mérito a su trayectoria como guerrero de la Independencia. Detenido en Corrientes por un tiempo, sus bienes fueron confiscados y luego de liberado, emigró a Montevideo. Después de Caseros regresó, recuperando sus bienes y falleció el 1 de abril de 1856.
La estancia “El Carmen”, de casi 38 leguas originales, fue fraccionada. La faja sureña quedó para Manuela Díaz Vélez casada con Pedro Egaña. En estos campos, que lindan con el partido de Tandil, está marcado un puesto llamado "San Francisco". Sus vecinos eran los Miguens, con varias estancias y un almacén rural y también Ramón Santamarina, con su estancia "Los Angeles”. La faja central fue de Eustoquio Díaz Vélez (h), campo en el que está la laguna Un Durazno , con un puesto cerca del arroyo Langueyú, señalado como de Ana Sagasti, deformación del apellido Anasagasti,  un vecino de la época, cuya descendencia poseía importantes campos en la zona. La faja del lado norte del campo quedó para Carmen Díaz de Cano. Lindando con la fracción anterior, donde está marcada la primitiva población de la estancia "El Carmen", muy cerca de la pulpería del mismo nombre. En las inmediaciones está la posta "Las Ruinas". Toda esta antigua población junto al arroyo Langueyú. En este mismo campo está Once Duraznos y cerca de ella, el terreno de cuatro leguas, destinado al pueblo de Rauch-nos anoticia Guzmán.
Luego de 1839 y la Revolución del Sud, Rosas dividió territorio creando nuevos partidos. Antes de esa fecha, sólo estaban al sur del Salado, los partidos de Dolores y Tandil, ambos castigados en sendas subdivisiones por su intervención en la revuelta.
Eustoquio Díaz Vélez (h) casado con  su sobrina Josefa Cano, hija de su hermana Carmen, tuvo a su vez, dos hijos varones, Carlos y Eustoquio. En sus respectivas heredades situadas en el pago de Chapaleofú, Carlos formó la estancia "Un Durazno" y Euqenio., la "San Francisco”..
Luego de su muerte, sus hijos Carmen, Manuela y Eustoquio (h), hicieron efectiva la propiedad de las tierras y, tras la sucesión, el varón se quedó con la estancia, manteniendo su antigua denominación. Eustoquio Díaz Vélez (h) acrecentó la fortuna a lo largo de su vida, y, cuando finalmente falleció en 1910, la estancia “El Carmen” se dividió entre sus dos hijos varones: Carlos, que era ingeniero, y Eugenio, arquitecto. También sus cuatro nietas recibieron una fracción del campo.
Eugenio, el arquitecto, levantó sobre la tierra heredada, el casco de la estancia San Francisco, muy cercano a la estación  Egaña, por donde pasaba el tren desde 1891. Así es como nació el famoso castillo protagonista de nuestra historia de hoy.
Al edificio lo proyectó siguiendo un estilo europeo ecléctico y trasladó desde Buenos Aires y Europa-como era común- la mayor parte de los materiales de construcción. Los trabajadores fueron contratados en Bs. As. y enviados al sitio de la obra; que se prolongó desde 1918 hasta 1930. A lo largo de esos doce años, el castillo experimentó ampliaciones, mejoras y una magnífica decoración.
Cuando Eugenio murió, el 20 de mayo de 1930, “San Francisco” fue heredada por su hija mayor, María Eugenia, quien arrendó las tierras, administradas por la Casa Bullrich y Cia.
La viuda y sus dos únicas hijas, Eugenia y Josefina, no quisieron volver más a la estancia y la casa-castillo quedó abandonada. “Poco a poco, el monte avanzó hacia los altos paredones, las ramas se extendieron hasta tocar las ventanas y sombrear los bordes de los techos grises. Mientras las palomas hacían nidos en sus huecos, algunas raíces levantaban las baldosas , en tanto las puertas,estaban más selladas que cerradas
Al ser humano le atraen moradas abandonadas, sospechosas de contener memorias, novelescos aconteceres y esta casa llenó, en la imaginación lugareña, la necesidad humana de fabular en torno a los enigmas”-apunta Guzmán.
Durante la presidencia de Arturo Frondizi  el Estado se interesó  en estas tierras y la expropiación cortó implacablemente la extensa heredad de la descendencia de Carlos y Eugenio Díaz Vélez. Fue en 1958, en la gobernación de Oscar Alende, que la inmensa propiedad fue expropiada por la provincia, por leyes de diciembre de 1958 y  marzo de 1960. De este modo, antiguos arrendatarios se convirtieron en propietarios de las tierras que antes alquilaban, apoyados por créditos del Banco de la Provincia -nos dice  Soto Roland.
Los descendientes coinciden en afirmar que, desde entonces, se inició la lenta y persistente decadencia de la estancia y su fabuloso edificio
El Ministerio de Asuntos Agrarios creó allí la colonia Langueyú, dentro de la cual quedó gran parte de la estancia San Francisco y su reputado casco. Más tarde, la estancia se subdividió y adjudicó en lotes a los colonos, en tanto el mobiliario, equipos de trabajo y demás enseres del edificio, fueron subastados y  en algunos casos saqueados.
El paso del tiempo y la desatención hicieron que el castillo comenzara a sufrir el deterioro. Finalmente, en 1965, el gobernador Anselmo Marini lo transfirió al Consejo General de la Minoridad  con la intención de convertirlo en un hogar/granja que, terminó convertido en un reformatorio, alojando a jóvenes con problemas de conducta.
Hacia mediados de los ’70, y tras un asesinato que comprometió a uno de los internos, los menores fueron reubicados y el castillo quedó, una vez más, deshabitado y abandonado.
Con 77 habitaciones, 14 baños, 2 cocheras, galerías, patios, talleres, un mirador y varios balcones, el castillo de Egaña es el escenario ideal para el imaginario más frondoso.
Protegido por la inmensidad de la pampa, rodeado por leguas de terreno llano, el castillo de Egaña , con su monte circundante, semeja una isla de exuberante verdor. De lejos, la tupida arboleda que lo contiene en su seno mantiene al edificio fuera del campo visual de los ocasionales viajeros; lo que antaño fuera un parque prolijo, un espacio para el solaz y el esparcimiento, se ha convertido en un matorral. Las ramas, con sus millones de hojas, las malas hierbas, los yuyos y plantas trepadoras empezaron a abrazar al castillo; y sus paredes se rajan, los techos se desmoronan y las rejas se oxidan con la humedad, dándole una apariencia lúgubre, muy propicia para que la imaginación lo pueble de entidades tan extrañas como inmateriales.
Desde un punto de vista simbólico, una de las maneras en que puede presentarse es la de una mansión de monstruos y alquimistas, habitado por caballeros oscuros y fantasmas, en esta acepción, el castillo adquiere el significado de puerta, de pasaje, de acceso al otro mundo; especialmente cuando está abandonado, como en el caso del castillo de Egaña.
No es entonces para asombrarse que en torno al castillo en ruinas de Egaña, circulen algunas historias que hacen referencia a “misteriosas apariciones espectrales” en el lugar.
Según dicen, en el viejo casco de la estancia San Francisco, suelen escucharse ruidos extraños, pasos y lastimeros sollozos que espantan a los siempre anónimos testigos que arriesgan pasar por las ruinas. Naturalmente, esta “actividad paranormal” (como les gusta llamarla a los “especialistas”) siempre afecta a personas difíciles de encontrar, testigos ausentes y nunca directos. Si seguimos las habladurías, el espectro que ronda en el castillo parecería no ser otro que el de su antiguo propietario y constructor, el arquitecto Eugenio Díaz Vélez.
Según  una de las leyendas que circulan, un accidente fatal sería el responsable del encantamiento del castillo de Egaña. Cuentan que en el día de la inauguración, con la fiesta preparada y todas las mesas puestas para celebrar el acontecimiento, los invitados empezaron a ponerse ansiosos por el retraso de dueño de casa; su hija y heredera universal los calmó diciéndoles que estaba en camino desde Buenos Aires y que llegaría de un momento a otro. Pocas horas más tarde, y frente a las insistentes preguntas de parientes y amigos, la joven mujer fue informada que don Eugenio se había matado en la ruta en un accidente.
El desconsuelo fue absoluto y la fiesta se suspendió, convirtiéndose la inauguración  en velorio. Los comensales abandonaron la estancia y la heredera hizo lo propio para no volver nunca más. A partir de ese día de 1930, el edificio permaneció cerrado durante tres décadas, sufriendo el deterioro y el saqueo.
En principio esa sería la historia que “explicaría” la actividad fantasmal en el castillo, pero hay un inconveniente: el relato es producto de la  imaginación colectiva. Nunca hubo fiesta de inauguración, ni mesas abandonadas con el servicio listo, menos aún invitados y, por sobre todas las cosas, tampoco existió el accidente en la ruta. Eugenio Díaz Vélez murió en Buenos Aires en su palacio de avenida Montes de Oca, en Barracas. Nunca hubo viaje, ni choque, ni muerte violenta-señala Soto Roland.
Cuenta otra leyenda, que el castillo estaría “maldito”, por una “venganza espectral” que ha caído sobre el edificio y los responsables son los errantes espíritus de los indios pampa, muertos en el siglo XIX durante las campañas del fundador de Tandil, Martín Rodríguez .La “venganza india del más allá”, un clásico en el imaginario americano, se convierte en una denuncia.
Los lugares encantados o embrujados tienen-o deben tener-en su acervo algún hecho traumático, y, si se puede ser un asesinato mejor, y el castillo de Egaña lo tiene, porque fue escenario de un hecho que se llevó la vida de un hombre joven. A diferencia del imaginario accidente  de don Eugenio, el hecho ocurrió el 14 de mayo de 1974. Poco antes de mediados de la década de los ’70, cuando el castillo funcionaba como reformatorio de menores, Eduardo Daniel Burg que trabajaba para el ministerio de Asuntos Agrarios de la provincia, fue enviado a administrarlo.  Según relata la hija de Burg, a la sazón una niña, en el castillo había un muchacho ya mayor al que Eduardo tuvo que pedirle, que se volviera a su casa, porque por su edad ya no podía permanecer allí. Comenta que acompañó al chico hasta el tren, pero el muchacho no se marchó. Se quedó rondando por la zona, masticando odio; y el 14 de mayo de 1974, mientras Burg volvía a su casa desde el castillo, lo esperó a la vera del camino y lo mató de ocho tiros. Después se subió al auto en el que Burg viajaba y se fue. Finalmente, un hecho de sangre cercano al castillo  queda confirmado, alentando al imaginario popular.
En febrero de 2014 un equipo de Crónica  se llegó hasta el castillo con el objeto de estudiar esos posibles fenómenos extraños que luego Jorge Fernández Gentile relató. Crónica Fenómenos Paranormales comenzó a idear en 2013.el proyecto, y el sábado 8 de febrero, la fecha  elegida, se comenzó a concretar el desafío, que requirió de una gran infraestructura y de varios estudiosos del tema, además de equipos de avanzada tecnología para encarar el análisis.
La investigación se inició después de las dos de la madrugada del domingo, con el equipo ya preparado, se hizo una recorrida por el interior del castillo para efectuar mediciones, reconocer y marcar varios lugares bastante peligrosos de transitar en la oscuridad,  Se utilizaron grabadores digitales, cámaras de fotos, medidores de temperatura, sensores de movimiento y luz, sensores de movimiento con alarma sonora, cámara de video con infrarrojos, linternas, medidores de campos electromagnéticos y un péndulo de cuarzo con un atril para ver si se percibía actividad y mostraba algún movimiento ondulatorio, Al comenzar a destellar sus luces. López, jefe del grupo, le pidió que se detuviera y así lo hizo. Entonces comenzó una conversación que duró cerca de veinte minutos., se le consultó a la entidad si era un niño, pero contestó que no al detener sus luces totalmente. En cambio, a la pregunta de si había sido el “cuidador “que había muerto cerca del lugar (Eduardo Daniel Burg, quien fuera director), dio un rotundo sí. Las luces, se encendieron a pleno cuando se le preguntó si estaba contento  que su hijo Daniel  junto a Maribel García y otras personas lucharan por conservar el lugar. Sin embargo en esos momentos, mientras las luces se detenían y todo era filmado por dos cámaras, una -la que portaba López- se apagó sin explicación, mientras que, por detrás del camarógrafo Nicolás, López alcanzó a divisar nítidamente la figura de un niño que se movía cerca de la puerta.  Los resultados definitivos de lo realizado, que incluye evaluar miles de fotografías, imágenes, audios y demás elementos, darán un resultado más acabado, aunque algo es seguro: el castillo de Egaña todavía tiene habitantes y algunos de ellos aún quieren brillar.
Imponente en medio de la nada, el castillo de Egaña es únicamente una sombra, aún digna, de lo que supo ser. Mudo y silencioso, carente de humanos. Lúgubre y misterioso. Atrapante. Seductor por donde se lo mire. Sus múltiples ventanas se abren en todas direcciones. Receptáculo de suciedad, óxido y manchas de humedad. Sólo los mosaicos de los pisos, que cambian de diseños en cada dependencia, conservan algo del color original. Hasta sus rincones menos importantes sobresalen por la calidad y belleza de su factura. El impulso de muerte se sobreimprime y triunfa sobre el impulso de vida. Norma generalizada en todos los sitios abandonados. Y el castillo de los Díaz Vélez no es la excepción a la regla-comenta Soto Roland.
Hoy, un grupo de vecinos a través de una ONG, intenta recuperar este tesoro, que es el Castillo de Egaña, que en completa situación de abandono, requiere su restauración para devolverlo a la comunidad y al público en general, como un espacio con aspiraciones a consolidarse como un Centro Cultural.  Se necesitará de un esfuerzo grande para que una empresa se encargue de la completa reparación del Castillo y de sus espacios verdes. Sería un gran aporte histórico-cultural.

Bibliografía básica usada: Guzmán, Yuyú: “El país de las estancias”. Tandil, 1983.
Por la reconstrucción del CASTILLO DE EGAÑA: en https://m.facebook.com/?_rdr#!/groups/264906174878?view=info&ref=bookmark , este link corresponde al grupo que se está encargando de su puesta en valor.
Soto Roland, Fernando Jorge: “El Castillo de Egaña, historia y ficción”, en  http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/soto_fernando/el_castillo_de_egana.htm