miércoles, 25 de agosto de 2010

HÉCTOR EANDI, EL ESCRITOR TANDILENSE AMIGO DE NERUDA.

NERUDA Y TANDIL
Héctor Eandi, el tandilense amigo del poeta

Hay títulos que cuando uno los escribe duda a veces de no cambiarlos por otros. No ha sido éste el caso, porque lo hemos encontrado, además de atractivo y casi enigmático, apropiado para contarle, amigo lector, aspectos poco conocidos tanto del gran poeta chileno como de otro gran escritor argentino injustamente olvidado hasta por quienes deberían tenerlo en primera fila, por haber nacido en su tierra, que no es otra que la de nuestros pagos del Tandil, aunque más exactamente hayan sido los de la localidad rural de Vela, en realidad, dicho con más propiedad, María Ignacia.
Cuando asomaba el siglo XX, esta parte del continente sudamericano, en especial Argentina, venía de superar una de las más grandes crisis económicas y sociales y mostraba una recuperación no sólo en ese campo, sino en el amplio de la cultura.
En nuestro país, en la literatura, los denominados "modernismo" y "realismo" tenían en la poesía, la dramática y la narrativa, así como en la prosa y el ensayo, destacados cultores entre los que podemos mencionar a Leopoldo Lugones, Ricardo Güiraldes, Gregorio de Laferrere, Roberto J..Payró, Florencio Sánchez, Enrique Larreta, Horacio Quiroga, Alberto Gerchunoff, Manuel Gálvez, Benito Lynch, Hugo Wast y pensadores como Alejandro Korn, José Ingenieros, Ricardo Rojas, Arturo Marasso y otros.
Por su parte, enrolados en lo que se dio en llamar poesía no modernista, se destacaban autores de la talla de Evaristo Carriego, Enrique Banchs, Baldomero Fernández Moreno, Arturo Capdevila, Alfonsina Storni, Héctor P. Blomberg, Pedro M. Obligado y Juan Burghi entre otros.
Eran los tiempos en que estallaba la Primera Guerra Mundial -1914-,asumía la presidencia Hipólito Yrigoyen-1916-, se producía la Revolución Rusa- 1917- y se producía la tristemente Semana Trágica,1919. El país estaba poblado por algo más de ocho millones de habitantes y se había producido un año antes la Reforma Universitaria y luego de mucho dolor y sangre, finalizaba la Primera Guerra.
La literatura hispanoamericana había perdido a Rubén Darío y llegaba a Buenos Aires Amado Nervo como embajador de México.
Argentina y consecuentemente Tandil, habían celebrado, con toda pompa el Centenario de la Revolución de Mayo con el brillo propio que el acontecimiento exigía, durante la presidencia de Figueroa Alcorta, siendo Intendente Emilio Vivot.
Los sucesos que precipitaron la primera gran guerra, en 1914, atrajeron aún más inmigrantes a estas tierras, escapando del horror de todo conflicto armado.
En tanto, el desarrollo local se palpaba en sus distintos niveles, con logros como el del crecimiento de la Escuela Normal, la existencia de periódicos afianzados - El Eco de Tandil, por ejemplo- y la pronta llegada de otros que, como Nueva Era, llegarían hasta nuestros días con el aporte de sus informaciones y sus ideas.
La Biblioteca Rivadavia, la educación tanto pública como privada en plena consolidación, las actividades agropecuarias y canteriles y la incipiente industria de la metalurgia, presagiaban un futuro alentador para el Tandil.
En ese marco general que someramente describimos en sus datos más relevantes, nació Héctor Ignacio Eandi el 16 de mayo de 1895 en la localidad de María Ignacia (Vela), del matrimonio argentino formado por Federico Eandi y María Artis, quienes tuvieron seis hijos más: Federico, Domingo, Dardo, Roberto, David (Nilo) y Oreste.
Luego de cursar la escuela primaria en su lugar natal, Héctor comenzó la secundaria en Tandil, estudios que abandonó.
El matrimonio Eandi tenía una fonda en la localidad rural y más tarde se dedicó a una pequeña explotación agropecuaria. A medida que los hijos fueron creciendo, tomaron caminos diversos. Así David (Nilo) terminó sus estudios secundarios y partió a Buenos Aires donde se graduó de médico. Héctor por su parte, también se fue a la Capital Federal y allí culminó la escuela secundaria recibiéndose de electrotécnico en la Escuela Industrial de la Nación.
Se casó con Juanita Birstock con la que tuvo dos hijas: Violna y Laura, que le dieron años más tarde nietos y trabajó durante tres décadas en la firma sueca SKF, en la que se ganaba el sustento.
Además de la amistad que cultivó con Neruda-motivo del capítulo - fue amigo de otros grandes de las letras, contemporáneos suyos.
Sus inquietudes literarias lo llevaron a frecuentar ambientes propicios de la época y en 1924, apareció su primer libro, en este caso de poesía, titulado "Pétalos en el estanque".
Comenzarba para Eandi una etapa donde compatibilizó su tarea de empleado de la firma citada- que lo había llevado primero a Corrientes y luego al Chaco, entre 1918 y 1921, donde conoció a fondo la realidad de aquellas regiones litoraleñas-, con su vocación literaria que le permitió ser admitido en el diario "La Nación", donde fue colaborador habitual de sus páginas literarias, casi hasta el fin de su vida.
Allende los Andes, en otro humilde hogar, en este caso chileno, comenzaba a destacarse, en la misma época, una joven figura veinteañera, que en el año en que Eandi publica su libro de poemas, él hace lo propio con "Veinte poemas de amor y una canción desesperada". Era Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, que usted, amable lector, ya descubrió que se trataba de Pablo Neruda, quien ya había publicado su primer libro juvenil con el nombre de "Crepusculario".
Neftalí Reyes había dejado su nombre y su apellido, para usar, hasta el fin de sus días, el de Pablo, para algunos autores tomado de Paul Verlaine, y el de Neruda, que conoce poco y de quien había visto algo escrito y casi como al azar lo tomó como propio, tratándose del escritor checo Jan Neruda ( ver recuadro).
Poco tiempo después, en 1926, nuestro Héctor Eandi escribe en la revista "Cartel" una nota titulada "Los veinte poemas de Pablo Neruda",.que según testimonia Margarita Aguirre- que fuera luego secretaria y biógrafa de Neruda-fue la primera escrita sobre Neruda en el extranjero.
Eandi, ya en Buenos Aires, había descubierto aquella edición de los luego archifamosas poemas, en una de la viejas librerías que por la época estaban cerca del Cabildo, por donde Eandi pasaba frecuentemente, según testimonio recogido por la autora chilena, del hermano médico de Héctor, David Nilo Eandi.
Eran tiempos en que ya Neruda había dejado su pueblo natal y Temuco-donde había conocido a la gran Gabriela Mistral- para, pese a su juventud, destacarse en Santiago con su labor en las letras.
Neruda nos relata el momento: " Por ese tiempo llegó a Temuco una señora alta, con vestidos muy largos y zapatos de taco bajo. Era la nueva directora del liceo de niñas. Venía de nuestra ciudad austral, de las nieves de Magallanes. Se llamaba Gabriela Mistral.
"Yo la miraba pasar por las calles de mi pueblo con sus ropones talares, y le tenía miedo. Pero, cuando me llevaron a visitarla, la encontré buenamoza. En su rostro tostado, en que la sangre india predominaba como en un bello cántaro araucano, sus dientes blanquísimos se mostraban en una sonrisa plena y generosa que iluminaba la habitación.
"Yo era demasiado joven para ser su amigo, y demasiado tímido y ensimismado. La ví muy pocas veces. Lo bastante para que cada vez saliera con algunos libros que me regalaba. Eran siempre novelas rusas que ella consideraba lo más extraordinario de la literatura mundial. Puedo decir que Gabriela me embarcó en esa seria y terrible visión de los novelistas rusos y que Tolstoi, Dostoyevsky, entraron en mi más profunda predilección. Siguen acompañándome"- nos relata en su póstumo " Confieso que he vivido".
Aquella primera nota escrita sobre Neruda en el extranjero- es decir fuera de Chile-fue la que inició el mágico encuentro, al llegar a Neruda la misma, tal vez enviada por el mismo Eandi al autor chileno.
Aquel encuentro devenido en amistad, pese a que todavía no se conocían personalmente, son las amistades que, como dice Margarita Aguirre " ...son más profundas en la medida en que no están rodeadas de los accidentes menudos de la vida diaria".
Muy joven, apenas con veintitrés años, Neruda fue designado cónsul ad honorem en Rangún (Birmania), desde donde le escribe a Eandi, en 1927, lo que sería la primera carta (lamentablemente la primera de Eandi a Neruda, donde le envía su comentario sobre "Veinte poemas..." se perdió).
En esa carta, el gran poeta chileno le dice a nuestro escritor: " ... Hace mucho tiempo que recibí su libro Errantes, libro que aún me acompaña como un placer preferido, a pesar de viajes y tiempo. Circunstancias miserables de cada día, y también falta de recursos internos que correspondieran al escribirle a su magnífico resultado; eso puede excusarme ante usted de de esta falta de nobleza. Leí también, en Chile, un comentario suyo a mis 20 Poemas, que sin dificultad entraba profundamente en las ansiedades de este libro, cosa para mí inolvidable". La carta continúa en tono muy amable y finaliza: "Espero de usted sus nuevos trabajos, algún libro o revista, o carta. Haga usted amigo mio atravesar sus valientes relatos por estas aguas y tierras de calor, me protegerán grandemente del aburrimiento y del abandono.
"Créame su amigo, su adepto". Pablo Neruda.
Nació así una correspondencia que, aunque con intermitencias, se mantuvo hasta 1943 y que luego de la muerte de Eandi, seguiría con unas pocas cartas más a su viuda, Juanita. .Luego de aquellas primeras epístolas, habría que esperar algunos años para que se produjese el primer encuentro personal en Buenos Aires, al que luego nos referiremos.
Era una época en la que -como señala Aguirre- " El argentino - tal vez las condiciones de su país lo determinen- es entonces mucho más político que el chileno. En realidad, Pablo está- o parece estar- solamente dedicado al ensimismamiento de su poderosa fuerza creadora. Con los años la política con la que Pablo se comprometió va a separarlos, sin mengua para el cariño, como ya lo he dicho, y lo confirman las cartas enviadas por Pablo a Juanita, después de la muerte de Héctor...".
Ya Eandi había publicado su segundo libro, del que nos habla Neruda en la carta transcripta, " Errantes", en 1926, en este caso usando la narración como forma literaria.
La correspondencia continuó mientras duró su estancia en los países asiáticos, época en la que escribió su famosa "Residencia en la tierra", hasta que en 1932 regresó a Chile y al año siguiente fue designado cónsul en Buenos Aires. Sería entonces el momento en que ambos amigos epistolares, se verían por vez primera la cara y se abrazarían.
Los pocos meses de Neruda en Buenos Aires sirvieron para que estrecharan más aún su amistad y juntos participaran de reuniones y tertulias literarias junto a otros grandes de la literatura hispanoamericana, entre ellos García Lorca, que por esos años estaba en Buenos Aires.
González Tuñón, Oliverio Girondo, Norah Lange, Ricardo Molinari, entre otros, se reunían con ellos en el bar "Pescadito" de la Boca.
La estadía de Neruda en Buenos Aires, fue corta, ya que en mayo de 1934 debió viajar a Barcelona, al ser designado cónsul de su país allí. Serían los años en que el chileno, guerra civil por medio, abrazaría con fuerza la causa política que duraría hasta su muerte: el comunismo.
Ya "Residencia en la tierra" había sido publicada, en 1933, y la correspondencia fluida entre nuestro Eandi y Neruda había sufrido intermitencias.
En su "Genio y figura de Pablo Neruda", Margarita Aguirre, su autora, nos dice sobre esta etapa-obra, que es donde se desarrolla fundamentalmente la correspondencia que nos ocupa, " Neruda no fue nunca un espíritu religioso, ni mucho menos esotérico. Residencia en la Tierra, donde el hombre tiene que arreglar sus asuntos. Quizá el pertenecer a una familia de pioneros donde el catolicismo era practicado exclusivamente por las mujeres y mirado como un adorno femenino sin mayor trascendencia, lo hizo respetar y, en cierto modo, simpatizar con todas las religiones pero sin sentirse ligado a ninguna".
Es apreciable destacar que pese a militar en veredas opuestas, ambos cultivaron más allá de la ideología, la amistad y el aprecio mutuo. Nos lo dice Margarita Aguirre claramente en la cita transcripta en párrafos anteriores.
Las cartas se espaciaron y un nuevo encuentro entre el tandilense y el chileno-el último- se produciría recién en los ‘60, según testimonia Aguirre.
Antes- en 1944- Eandi había publicado su libro más importante " Hombres capaces", unánimemente elogiado por la crítica
Para ese entonces las corrientes literarias en nuestro país se movían entre las vanguardias y los grupos que se denominaron Boedo y Florida, que entre 1920 y 1940 enrolaron, en sus distintas formas literarias, a escritores de la talla de Jorge L. Borges, Francisco L. Bernárdez, Leopoldo Marechal (poetas de Florida y afines), así como en Boedo estaban Álvaro Yunque, R. González Tuñón, y entre los poetas independientes José Pedroni y Conrado Nalé Roxlo. En la dramática se producía el desarrollo del teatro argentino con Samuel Eichelbaum, nuestro R. González Pacheco, Armando Discépolo y otros. La narrativa de la época, continuaba en el realismo con figuras como Eduardo. Acevedo Díaz, y los ya mencionados Quiroga, Gálvez y Lynch: En las filas de Florida y afines aparecían Macedonio Fernández, Eduardo Mallea, el ya citado Borges, Norah Lange y Manuel Peyrou; en tanto en el realismo y la vanguardia, lo hacían Roberto Arlt, Nicolás Olivari y en Boedo,: Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta, mientras algunos autores ubican como independientes a Arturo Cancela, Juan Carlos Dávalos y a nuestro Héctor Eandi. En la prosa en la que conviven ensayo e historia, Victoria Ocampo, el ya citado Martínez Estrada, Raúl Scalabrini Ortiz, Francisco Romero, Ángel J. Batistessa son los apellidos ilustres de nuestras letras, contemporáneos a nuestro Eandi.
En el contexto histórico, son los años en que se fundó la famosa revista "Martín Fierro", ocurrió el golpe de estado que depuso a Yrigoyen, en tanto en España triunfaba la República, y aquí, Victoria Ocampo fundaba su célebre revista " Sur"; mientras se suceden los gobiernos conservadores y estalla la Segunda Guerra, que sumerge a Europa, especialmente, en un baño de sangre.
En ese mundo, los caminos de nuestros personajes fueron tomando rumbos diferentes y en tanto Neruda adquiría fama y halagos a la par de convertirse en un fuerte militante político, Eandi en su recato y en su cuasi timidez, continuaba colaborando asiduamente en " La Nación", cultivando la amistad de escritores y ganándose el respeto de sus colegas, que oportunamente lo eligieron para integrar la SADE (Sociedad Argentina de Escritores).
Así como Neruda no olvidó nunca su patria grande ni su patria chica, también Eandi cultivó su amor por el pago que lo vio nacer, siendo frecuentes sus visitas a Tandil, especialmente para las fechas festivas de fin de año o sus vacaciones.
Aquí - nos recuerda su sobrino Dardo (ver recuadro)-gustaba charlar con sus familiares y con los pocos amigos que habían quedado de sus años de juventud.
Es cierto que en la literatura de Eandi ,Tandil no aparece “con nombre y apellido”, sin embargo pueden identificarse claramente hechos, paisajes y naturalmente personajes que, como el Germán de "Hombres capaces", no era otro que su hermano Dardo, el padre de nuestro entrevistado.
Tanto “Errantes “como “Hombres capaces” merecieron críticas elogiosas y no sólo eso, sino además figurar en importantes antologías.
Así por ejemplo, en su" Historia de la literatura argentina", Fermín Estrella Gutiérrez dice, refiriéndose a la obra de Eandi, a quien ubica entre los narradores posteriores a la generación denominada “Martín Fierro”: “... autor de “Errantes” vigorosa colección de cuentos que tienen como escenario la selva, el río y el campo argentino y “Hombres capaces”...”
Por su parte, el prestigioso Enrique Anderson Imbert en su obra “Historia de la literatura hispanoamericana”, en su tomo II, cita especialmente a Héctor Eandi en el capítulo de la narrativa argentina, diciendo que dedicados a la zona del Litoral y la Pampa se destacan los ya citados libros Errantes y Hombres capaces.
Pese a algunos achaques, Eandi prosiguió colaborando en el diario “La Nación, casi hasta pocos meses antes de su muerte, acaecida el 19 de mayo de 1965.
De la correspondencia con Neruda, podemos repetir que se interrumpió casi veinte años antes de que nuestro escritor falleciera, lo que no implicó el olvido del laureado Premio Nobel de su viejo amigo epistolar y de aquellos dos fugaces encuentros en Buenos Aires, por lo que una vez enterado de su muerte, con fecha 25 de diciembre de 1965, le escribió a su viuda Juanita, la siguiente carta:
" Juanita querida:
"No tuve tiempo de pasar a verla y pasar juntos un rato de tristeza. Digo no tuve tiempo, porque apenas nos quedamos unas horas aquí y llenas de preocupaciones.
"Sé que Ud. se vé con Margarita (Aguirre) que tanto estimó a Eandi y que me ha contado muchas cosas del amigo querido.
“ Hasta luego Juanita, y un abrazo fraternal de quien tanto la quiere".
Casi un año después, nuevamente Neruda le escribe a Juanita, he aquí el texto "Juanita, esta carta es para saludarte soy un ingrato, después de tantos años, aprovecho el viaje de Margarita (Aguirre) para enviarte este saludo amarillo y verde.
"Héctor está siempre en mi recuerdo.
" Vivo cambiando de sitio y no se cuándo nos veremos!.
"En cuanto a lo que sea, Margarita tiene mi confianza
"Un abrazo de Pablo Neruda y un Romeo y Julieta"
Neruda se refería a la posibilidad de publicar su correspondencia con Eandi y al envío de su traducción de la obra de Shakespeare.
A todo esto, Margarita Aguirre recuperó la última carta que Eandi había escrito a Neruda y que nunca fue enviada, allí nuestro escritor dice en algunos de sus párrafos "Desde muy lejos,- desde dos remotos mundos- la amistad nos ligaba ahondando sus raíces sagradas en nuestros corazones. Y qué admirable amigo fuiste Pablo!"
Y más adelante: " Tus versos me llegaban en su espléndida virginidad turbadora., palpitantes todavía de tu propio asombro ante ese surgir de un mundo tuyo que tú mismo apenas presentías"
Para finalizar: " Yo aquí, de este lado del mundo, a tantos sueños y leguas de distancia, he sido siempre un hito, un testimonio, un tótem de aquel Pablo, el de tus cartas y tus poemas de Oriente..."
El fallecimiento de Héctor Eandi mereció el homenaje de sus colegas, de tal suerte que fue velado en la" Casa del Escritor “, de la SADE y sus restos sepultados en el cementerio de la Chacarita.
Atrás quedaban sus cuentos, verdadero legado de este tandilense, mientras Neruda- que había sido premiado con el premio “Stalin” en 1953 y con el Nobel en 1971, lo que le dio a Chile el segundo en Letras- el primero había sido para la gran Gabriela Mistral- residía en Europa hasta que el gobierno de Salvador Allende lo designó embajador en París, desde donde, ya muy enfermo de cáncer, retornó a su patria para fallecer el 23 de setiembre de 1973.
Cuando ya ninguno de los dos vivía, Margarita Aguirre recuerda con gran cariño a nuestro escritor: “La imagen que tengo de Héctor Eandi es la de un hombre inteligente, afable, sensible, con un claro sentido de la honorabilidad. Flotaba en torno de él un dejo de tristeza que imperceptiblemente se hacía sentir a su alrededor. En sociedad, andaba siempre acompañado de Juanita, cuya admiración y respeto por su marido eran evidentes apenas se los veía. Formaban lo que hoy se llama una buena pareja.
“Cuando Héctor murió comencé con Juanita una amistad que todavía dura. Hace poco he conocido a las dos hijas del matrimonio, a sus maridos y a los nietos. Son de esas familias de las que van quedando pocas en las grandes ciudades. Nos reunimos en casa de Laura, donde vive Juanita, o en lo de Violna. Yo siento allí la presencia de Hector Eandi aunque no lo nombremos. Sigue presidiendo la vida familiar.”
Más adelante nos dice en las palabras preliminares del libro que recogió la correspondencia de ambos: “Más de cincuenta años después de iniciada la amistad entre Pablo Neruda y Héctor Eandi- dos hombres de letras con destinos tan disímiles- ellas servirán para algún esclarecimiento de la etapa quizá más importante de la vida de Neruda y para revalorar al excelente escritor argentino”.
Un elogio que no es gratuito y un mensaje claro, para quien quiera escucharlo, del injusto olvido de este tandilense, cuya obra fue recogida en diversas antologías de cuentos, entre las que merece destacarse la que dirigiera y seleccionara el catedrático Ángel Mazzei en “Treinta cuentos argentinos”, donde su cuento “Hombres capaces” figura junto a otros, de autores de la talla inmensa de Borges, Cortázar, Bioy Casares, Leopoldo Lugones, Ezequiel Martínez Estrada y otros.
Nos parece oportuno terminar este capítulo con la opinión de quien conoció a ambos y nos brindó una pauta clara de ellos. Dice Aguirre en el prólogo a su libro - ya citado-que contiene la correspondencia entre los dos: "...Ambos escritores son inteligentes y de fina sensibilidad. Eandi se queda voluntariamente en el tono menor mientras Neruda vuela hacia sus propias epopeyas y hace de su vida un holocausto en aras de causas grandiosas... (Neruda) Es también hombre de varios amores. Eandi cultiva uno solo y funda una familia: se compromete definitivamente con ella. Si solamente consideramos estos dos aspectos, el político y el familiar, ya es dable darse cuenta de las diferencias que los van a distanciar"
Esta distancia fue sin embargo de carácter, diríamos con amplitud, ideológica, lo que sin embargo no empañó ni lastimó el valor supremo de la amistad superadora, como queda explicitado en los párrafos anteriores y en toda la correspondencia y los testimonios de sus contemporáneos.
Los insondables caminos de la vida, como en una intersección, cruzaron al gran poeta chileno con el tandilense. Ambos amaron sus terruños por igual y por ello, pese a todo, se parecieron. En el fondo Neruda- sin saberlo-había tomado contacto con Tandil...ese Tandil que todavía le adeuda a Eandi un homenaje importante, porque el olvido es una de las formas de la ingratitud.
Tal como nos relata su sobrino Dardo (ver recuadro), nunca dejó de regresar a su terruño tandilense y mantener afectuosas relaciones con sus hermanos y sobrinos.
Los diarios locales recogieron brevemente la noticia y así puede leerse en "Nueva Era" del 20 de mayo de 1965, respecto a su obra: " Sus relatos eran de tipo campero, desfilando a través de ellos tipos y costumbres vernáculas, reflejados en una prosa firme, desnuda de artificios retóricos vanos".
En nuestra ciudad, el autor lo incluyó en el proyecto que luego fue ordenanza Nº 2435 de 1979, y que denominó con su nombre, como homenaje, al pasaje que nace en Av. Juan B Justo al 700 con rumbo NO.

Daniel Eduardo Pérez