miércoles, 18 de enero de 2017

OSVALDO ZARINI

ZARINI
EL MAESTRO QUE CAMBIÓ LA HISTORIA DE TANDIL


Usted, amigo lector, está leyendo un título que a primera vista puede parecerle, casi seguramente, exagerado. Como no es así, trataremos en este capítulo de hacerle conocer-si ya no la conoce-algunos aspectos de la vida y obra de Osvaldo Marcelino Zarini y los fundamentos en que se basa la afirmación que le  da el título a este capítulo.
El siglo XX registra en la historia de Tandil, muchos hechos, procesos y personajes que han quedado grabados a fuego en sus páginas por motivos diversos.
En algunos casos porque se han destacado en actividades varias y lo han hecho sobresaliendo en el contexto social de su época.
Existen otros  que han abierto una puerta hacia un camino que ha servido para que la vida y la historia de nuestra sociedad de los tandilenses, cambiara sustantivamente, dando una vuelta de página para continuar con otros capítulos que se han forjado sobre la base de ese camino que, volando por sobre la imaginación de pocos, sirvieron para las generaciones posteriores. Tal su trascendencia. Ese es el caso del hombre que da nombre propio a esta pequeña nota.
Lo notable es que quien lo hizo fue un maestro y no todos los días en nuestra historia ocurre. Es que desde los tiempos de Sarmiento, Estrada, Juana Manso-por mencionar sólo tres de los más destacados, en el orden nacional o Juan Fugl en nuestro pago-los maestros ocupan un lugar cada vez más pequeño en la consideración social y aún-lo que tal vez sea una grave consecuencia-en el mismo Estado.
Hijo único del matrimonio de Carlina Zulberti y Pablo Zarini, Osvaldo Marcelino nació en Tandil el 24 de marzo de 1925. Su padre, formado en la estirpe italiana del trabajo y la honestidad, se desempeñó en diversas tareas, entre ellas como empleado del Correo-cuando estaba en la esquina de Av. España y Alem (hoy venta de motos) y fue quien  encaminó a Osvaldo por el sendero del estudio y  de la música.
«Desde chico aprendió violín con el maestro Isaías Orbe –recuerda su viuda Lidia Pina-, y en los carnavales de la época participaba de las comparsas con su instrumento. Además había ganado un concurso de cantores de tango y el apodo de «Gardelito», que lo llevó a actuar desde niño en espectáculos. Después tomó lecciones de guitarra, instrumento con el que se acompañó, dejando el violín»
Cursó sus estudios primarios en las escuelas  Nº. 2 «Carlos Pellegrini» y  en el anexo de la Escuela Normal, donde recibió de sus maestros elementales la fuerte vocación sarmientina que lo marcaría para toda su vida, continuando sus estudios secundarios en la misma Escuela Normal, de donde egresó en 1942 con el título que más apreció en su vida: el de maestro.
Al año siguiente de terminar en la Normal, obtuvo el título de Bachiller en el Colegio Nacional “Esteban Echeverría” de Azul y el de Profesor de Inglés en Tandil y Buenos Aires, fundando en la casa de su madre –Gral. San Martín 514- el Instituto General de Enseñanza Profesional «Mariano Moreno», en 1943, cuando contaba 18 años de edad.
En dicho Instituto -que luego se trasladó a Yrigoyen 588- junto a sus colaboradores daba clases de inglés, dactilografía, contabilidad y taquigrafía y a la postre sería el numen de los estudios universitarios en Tandil.
En 1948 fue elegido presidente de la Federación Estudiantil de Tandil, que reunía a estudiantes secundarios y ex alumnos con fines sociales y culturales e ingresó como profesor de materias didácticas y Práctica de la Enseñanza en al Escuela Normal, donde  ejerció hasta su muerte.
«Le gustaba mucho bailar -nos acota Lidia- y precisamente nos conocimos en una tertulia bailable del Club Juventud Unida. Aquellas tertulias que comenzaban a las 19 y terminaban a las 22. Eran otras épocas...»
“Estuvimos dos años de novios y nos casamos el 15 de octubre de 1949. Vivimos en Gral. Pinto 1066 y después, alquilando, en Gral. San Martín 514 y él daba clases en la Escuela Normal y de Comercio, también en la del Hogar de Varones y en la Universidad Popular Argentina (UPA), además de inglés en la Base Aérea y en el Comando.
“Recuerdo que tenía activa participación en la Federación Estudiantil de Tandil, de la que fue presidente, y que también llamaban Club Federativo.
“En 1950 nació Cristina y enseguida se propuso seguir Derecho, inscribiéndose en la Facultad respectiva de la Universidad Nacional del Litoral, para cursar libre. Las inundaciones de noviembre de 1951, le impidieron viajar en ese momento, fue como el comienzo de las dificultades, ya que ese año mismo murió nuestra hija Cecilia Noemí y además la situación económica era regular»
Manteniendo el hogar con su labor docente, Zarini cursó libre la carrera de Derecho en la Facultad  de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral (Santa Fe) graduándose de abogado en 1956, con todo el sacrificio que ello significó, instalando su estudio en1957 y ejerciendo pocos años la profesión, atrapado luego por la Universidad y la docencia.
«En aquella época no era como ahora que se acostumbra -cuando se puede- salir con otros matrimonios, pero teníamos amigos como Oscar Garaguso, Raúl Camino Mendiberri (sacerdote)  y Raúl Ouvrard.
“Le gustaba mucho el deporte en general, pero especialmente el fútbol. Era fanático de San Lorenzo aunque yo era la contra, porque soy de Boca, y escuchaba siempre que podía los partidos por radio. También le gustaba el baile y el cine. Cuando tenía oportunidad, cantaba tangos o boleros acompañándose con la guitarra».
En 1958 fue designado asesor letrado de la Subsecretaría de Trabajo cargo que desempeñó hasta 1963. Despertó entonces  en él un interés especial por la Sociología, profundizando estudios en esta ciencia e ingresando como docente en el recordado ISER.
También actuó en la actividad gremial, así fue presidente de la Unión Tandilense de Educadores, entre 1959 y 1962. En esa misma época   comenzó a bullir en su espíritu la idea de dotar a Tandil de estudios superiores, para lo que creó, en 1960, el Departamento de Enseñanza Superior en el Instituto «Mariano Moreno», allí fue donde  a partir de 1962 dio  cursos regulares de materias humanísticas de excelente nivel y con una respuesta importante de alumnos, hasta que sus condiciones excepcionales de organizador lo impulsaron a convocar- junto a otros recordados docentes, como veremos- al pueblo y a sus instituciones para crear un Instituto Universitario.
En 1963 participó del XX Congreso de Sociología en Córdoba, especialmente invitado por el destacado pensador Dr. Alfredo Poviña, allí hizo valiosos aportes en el área de Sociología de la Educación y también conoció al Dr. Ernesto Eduardo Borga, a la postre uno de los profesores fundadores, a partir de la amistad allí nacida.
En 1963 los frutos se fueron dando y se creó una “Comisión promotora de estudios superiores con posible jerarquía universitaria”, estudios que a entender de los propulsores, Tandil ya requería, aunque en el seno de su sociedad no se tenía conciencia acabada de ello.
Conjuntamente, con el objeto de apoyar los trabajos de la Comisión Promotora, los estudiantes formaron una comisión presidida por el autor de este libro. Los trabajos previos avanzaron rápidamente de tal suerte que el viernes 27 de diciembre de 1963, una multitudinaria asamblea convocada por la Comisión Promotora de los Estudios Superiores, dio a conocer por boca del Dr. Zarini, las conclusiones favorables, las que luego de un debate participativo y en medio de un gran entusiasmo de la concurrencia, llevaron a que se constituyera oficialmente la Fundación  Pro Estudios Universitarios de Tandil. Era el primer paso orgánico hacia el sueño forjado durante tantos años con tantas ilusiones y tantas esperanzas.
El despliegue fue entonces casi febril: gestiones, cartas, entrevistas, recorridos casa por casa, viajes, amplia difusión por la prensa, fueron marcando el camino que llevaba a la creación de los estudios universitarios en Tandil.
 Culminando esa actividad fervorosa, el 11 de abril de 1964 la Comisión convocó a una nueva asamblea popular en el mismo lugar de la primera, la sala del Museo de Bellas Artes, con el objeto de dar a conocer el resultado de la inscripción y además el de las gestiones realizadas ante autoridades, así como los estudios y la propuesta, de crear en Tandil un Instituto Universitario, propuesta que fue avalada y fundamentada con ardor y aprobada por aclamación entre grandes aplausos.
Una cincuentena de alumnos regulares había apostado esperanzada a la iniciativa, que tenía la indiferencia de muchos y la oposición de otros, fundamentalmente por razones ideológicas  que no aceptaban a la educación de gestión privada. Lo cierto es que contra viento y marea Tandil avizoraba el comienzo de sus estudios universitarios.
El organismo fundacional, originado en aquella Comisión Promotora, quedó integrado con la presidencia del Dr. Osvaldo M. Zarini y los profesores Francisco Serrano, Manuel Naveiro, Marta Hargouas, Enrique Dabós, Lisardo Cabana, Elsa Zubillaga y María T. Suárez  García de Roca.
El sábado 30 de mayo de 1964, en el Salón Blanco de la Municipalidad, a las 18,30 se inauguró oficialmente el Instituto Universitario de Tandil con la presencia del Ministro de Educación de la Provincia Dr. René Pérez, el Intendente de Tandil, José E. Lunghi, el de Ayacucho, Alfredo Cordonier, el Obispo de Azul, Mons. César Cáneva y numerosos dirigentes institucionales de Tandil y la zona.
Hablaron distintas autoridades, pero el discurso más vibrante fue el del Presidente de la Fundación y quien regiría el Instituto, el del Dr. Zarini, que fue finalmente el ideario fundacional. En uno de sus párrafos dijo aquellas palabras proféticas que señalan todavía el camino: “La semilla está plantada en buena tierra, cuidemos su germinación... Nosotros abrimos las puertas de una modesta realización con la esperanza que los continuadores extenderán el surco y conformarán la huella, ensanchándola, para que transiten por ella las futuras generaciones” (NR: la negrita es nuestra)
Las clases de la Facultad de Ciencias del Hombre-primera facultad del Instituto inmediatamente convertido en Universidad-dieron comienzo el 5 de junio de 1964, en la casa alquilada a los hermanos Tangorra y ubicada en Gral. Rodríguez 1036.
Fue el comienzo tangible de una utopía concretada en realidad, vendrían luego los días de lucha para que Tandil creyera que podía tener estudios universitarios, lo que no fue fácil.
Las necesidades reales de la región y la cantidad de interesados, impulsaron un paso más y muy importante al año siguiente, 1965, cuando se creó la Facultad de Ciencias Económicas y posteriormente la de Ciencias Físico Matemáticas (hoy Exactas).
El crecimiento de la matrícula hizo que las instalaciones iniciales quedaran chicas y esas necesidades edilicias prácticamente obligaron a las autoridades del Instituto a buscar nuevos horizontes en materia de sede. Con un esfuerzo inmenso, se juntó algo de dinero, lo que permitió que el 19 de octubre de 1965 se firmara el boleto de compra de la propiedad de Gral. Pinto 348, que pertenecía a la familia Griecco. Los estudios universitarios en Tandil tenían su primera sede propia, la que fue inaugurada el 14 de mayo de 1966, con la presencia y la palabra del Rector-fundador, Dr. Zarini y del entonces Ministro de Economía de la Nación, Dr. Juan C. Pugliese.
Para reunir los fondos requeridos para el funcionamiento, Zarini promovió la creación de un Consejo Económico Financiero y de una Asociación Amigos, los que tuvieron a su cargo la siempre  difícil tarea de asistir económicamente al funcionamiento in crescendo del Instituto, a la par que se esperaba con honda expectativa el reconocimiento oficial, por parte de la Dirección Nacional de Altos Estudios del Ministerio de Educación.
La noche del 30 de abril de 1968 fue muy especial: esa noche se conoció el decreto  Nº 2227, por el que la ahora Universidad había sido reconocida provisoriamente.
Estudiantes, docentes y vecinos se volcaron espontáneamente en actos realizados frente a la Municipalidad y en la Universidad para festejar alborozados la noticia tan anhelada.
El crecimiento continuó y el 28 de enero de 1969 se autorizó oficialmente el funcionamiento de la Facultad de Veterinarias. La Universidad de Tandil tenía como Rector al fundador, como Presidente del Consejo Económico Financiero al escribano Dr. Néstor Caracoix y como Presidente de la Asociación Amigos al Dr. Hugo Saling.
Al año siguiente la Dirección Nacional de Altos Estudios autorizó nuevas carreras. La inscripción aumentaba y -como ya se mencionó- los espacios resultaban insuficientes. Nació así otra “quijotada”: comprar el  majestuoso Palace Hotel para sede de la Universidad.  Era como si hoy un grupo de vecinos de una modesta institución pensara en comprar la Posada de los Pájaros. Algo imposible. Sin embargo en enero de 1971, se firmó el boleto de compra -sin un peso en la mano- y solamente con la promesa del gobierno provincial de colaborar con una fuerte suma y con el subsidio que el Intendente Miguel Usandizaga otorgó.
La compra del Palace  se hizo realidad y la escritura fue finalmente firmada el 3 de junio de 1971 y el 5 de ese mes se procedió a la inauguración oficial de la nueva sede, con la presencia del Presidente Alejandro Lanusse, en tanto en el Aula Magna (la actual, que hoy lleva el nombre del fundador), se desarrolló la primera Colación de Grados
Zarini siempre fue un independiente en materia de afiliación política y así actuó en su vida pública, con el respeto de radicales, conservadores, peronistas, socialistas, pero -como nos dice Lidia- «tenía su idea, que era la del socialismo romántico, por la preocupación por la gente y sus derechos, y cuando se encontraba con el suegro, que compartía esos ideales, se trenzaban en largas charlas, entonces yo me quedaba un poco más tranquila», nos comenta Lidia.
“Sin embargo Osvaldo era profundamente religioso y creyente, compatibilizaba perfectamente lo político con lo religioso»
«La Universidad fue desde entonces mi peor enemiga, esa es la verdad, me robó a mi marido y le robó a mis hijos su padre, porque le absorbía todo el tiempo, aunque en aras del servicio a los demás. Primero estaba la Universidad, después lo demás, hasta tuvimos serios problemas económicos y la casa hipotecada en algún momento. Una mujer de hoy no sé si aceptaría aquella situación porque las mujeres de hoy son diferentes.
“Hizo todo lo que quería salvo escribir un libro, que era su otro sueño y seguramente hubiera sido sobre educación.»
«Los problemas de la incipiente Universidad, no los traía a casa, pero se encerraba por dos o tres días en un gran hermetismo, por la «bronca” que tenía por ciertas dificultades, aunque me aclaraba que el problema no era conmigo y Rivara no dudó en que era el hombre ideal para llevar adelante importantes proyectos para Tandil. El comodoro Rovere le había sugerido a Rivara su nombre”, nos comenta Lidia.
«Fue muy duro porque además de la Municipalidad tenía los problemas de la Universidad y después los del Ministerio de Educación». (Zarini fue designado en setiembre de 1971 Ministro, cargo que desempeñó hasta su muerte).
«Había momentos en que se pasaba dos o tres días sin hablar por los problemas del Ministerio o de la Universidad. Cristina estaba por recibirse de Licenciada en Ciencias de la Educación, Richard estudiaba abogacía y Edilio estaba en el secundario».
En ese año Zarini fue designado Intendente de Tandil por el citado Gobernador Rivara, que había descubierto en él a un hombre de asombrosa capacidad y había quedado deslumbrado por su oratoria y por su obra al frente de la Universidad.
Aceptó el cargo como servicio a la comunidad manteniendo el de Rector, que más que ad honorem le costaba a él y su familia verdaderos sacrificios. Era el comienzo de la recta final del fundador.
Su labor en la Municipalidad pronto adquirió resonancia provincial y al suceder Miguel Moragues a Rivara, Zarini fue convocado por el gobernador para ocupar la cartera de Educación. Su despedida como Intendente fue increíble; llevado en andas por los estudiantes en el Palacio Municipal y luego acompañado en La Plata por una casi multitud de tandilenses en la asunción. Algo sin precedentes...
La designación del Dr. Zarini como Ministro de Educación de la Provincia-cargo que asumió el 22 de setiembre de 1971-dejó en manos de un staff integrado por los profesores Francisco Serrano, Teresa S. de Roca y Enrique Dabós la conducción parcial de la Universidad, dado que el Dr. Zarini viajaba semanalmente para la toma de decisiones finales.
Las dificultades económicas comenzaron a agudizarse, pero estas circunstancias por las que atravesaba la Universidad, no hicieron mella en la férrea voluntad de Zarini, al que sin embargo el destino le deparaba la muerte en un fatal accidente automovilístico ocurrido el 18 de enero de 1973, cuando se dirigía desde La Plata a Tandil para terminar, ese fin  de semana, de preparar las carpetas con la documentación a entregar en el Ministerio para el reconocimiento definitivo.
Nacía una nueva etapa en la vida de la Universidad -a la que le fue impuesta el nombre de su fundador- y el mencionado staff acudió a las instituciones para lograr ayuda para  la Casa de Estudios, a la par que comenzó la búsqueda de un nuevo Rector.
Los partidos políticos y las fuerzas vivas se movilizaron ante la gravedad de la situación económica, que junto al inesperado  golpe de la muerte del Dr. Zarini, castigaban su presente y amenazaban su futuro.
La búsqueda de nuevo Rector dio sus frutos: un joven abogado porteño -amigo de amigos de la Universidad- aceptó el desafío de conducir los destinos de la Institución. Era el Dr. Raúl C. R. Cruz, quien en abril comenzó la complicada tarea de aunar voluntades en pos del salvataje económico de la Universidad.
Se sucedieron asambleas populares, toma incluida de la sede de la Universidad por los estudiantes, hasta que en mayo llegó el reconocimiento definitivo.
El Dr. Cruz procuró consolidar las estructuras académicas, administrativas y financieras, manteniendo un contacto fluido con las autoridades políticas tanto locales como nacionales y con los vecinos de Tandil que mostraron su generosidad, tanto desde el obrero más humilde a los empresarios.
Sin embargo los esfuerzos eran insuficientes y entonces comenzó a bullir en la mente del Dr. Cruz la posibilidad de una solución definitiva.
En conocimiento que en las ciudades de Azul y Olavarría había estudios universitarios dependientes de otras unidades académicas, (Agronomía e Ingeniería respectivamente) y en consulta con políticos locales que ocupaban cargos importantes en el orden nacional y con su aval, se dieron los primeros pasos hacia fines de 1973 para la estatización de la Universidad. Con ese objeto en diciembre se produjo una reunión convocada por el Intendente de Tandil, don Jorge Lester, con representantes de Azul y Olavarría, para intentar la formación de una comisión tripartita. Aprobada la idea, se integró la misma con  tres representantes por ciudad, siendo los de Tandil, el Dr. Cruz, el Dr. Jorge Zabalegui y el autor de este libro.
La Comisión Pro Universidad Nacional del Centro, efectuó reuniones y gestiones donde los acuerdos no  fueron fáciles.
Entrevistas con políticos nacionales y provinciales signaron el comienzo de 1974, hasta que en mayo de ese año, el borrador que el Dr. Cruz había elaborado se convirtió en anteproyecto y finalmente en proyecto de Ley, al que entusiastas y seguros, habían dado forma e impulsado los Senadores Dres. Juan Carlos Pugliese y Fernando de la Rúa.
El proyecto tuvo obstáculos que superar y nuevas gestiones ante diputados nacionales y senadores, fueron apoyadas permanentemente por el pueblo de Tandil que el 5 de setiembre de 1974 se movilizó masivamente y en forma simultánea, como pocas veces se vio en Tandil, con una entrega de carpetas con más de treinta mil firmas a la diputada Silvana Rota, de la Comisión de Educación, en apoyo del proyecto de Ley.
Finalmente y tras la iniciativa de los senadores que firmaron el proyecto y lo impulsaron y con el apoyo decisivo del Dr. José A. Allende (presidente provisional del Senado) y del diputado Dr. Carlos Auyero,  el proyecto fue sancionado el 18 de setiembre de 1974 como ley, promulgada por la Presidenta de la Nación María Estela M. de Perón con el Nº 20753.
Ya creada por la flamante ley la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, restaba el otorgamiento del presupuesto respectivo para que comenzara a funcionar como tal, lo que ocurrió al año siguiente, comenzando a partir del 1 de setiembre de 1975 a tener real vigencia la Ley de creación.
La visión del Dr. Cruz  permitió que se adquiriera una propiedad de alrededor de 60 ha, para inmediatamente poner en acción la idea de levantar allí el Campus Universitario, que con idea y planos del Arq. Alberto Florit comenzó  a construirse, inaugurándose el primer edificio en 1981. Hoy el Campus se ha transformado en un polo de desarrollo donde la existencia de las Facultades, laboratorios, comedor y ahora la Biblioteca Central y las viviendas estudiantiles (ambas en construcción) conforman un complejo extraordinario.
La Universidad creció en matrícula, nivel y consideración general y a las Facultades originales se incorporaron: en 1988, la Facultad de Ciencias Sociales en Olavarría y la Escuela Superior de Teatro en Tandil, que ya tenía antecedentes de actividades en cursos y talleres así como en el Teatro Universitario dirigido por Carlos Catalano, desde finales de la década del ’70.
Hoy cuenta además con la Facultad de Arte, en Tandil (nacida de la Escuela de Teatro), la Facultad de Derecho, en Azul y la Escuela Superior de Ciencias de la Salud en Olavaria y una Unidad de Gestión en Quequén.
La adquisición en 2000 del ex Club Santamarina, hoy Centro Cultural Universitario,  la creación, en el antiguo Club Defensores de Villa Aguirre (fundado en 1951), de la Universidad Barrial en 2004 y en 2007 la compra del edificio de la Usina en 9 de Julio al 400, destinado a la Facultad de Arte, marcan el acelerado crecimiento por estos tiempos.
Desde el Dr. Cruz al Cr. Roberto Tassara, se sucedieron  como rectores el Dr. Juan C. Pugliese (h), el Agr. Carlos Nicolini, el Dr. Néstor Auza y el Ing. Marcelo Spina.
Para quienes no conocieron al Dr Zarini, (“Coco” para los íntimos), haremos una breve semblanza de quien a nuestro criterio cambió la historia de Tandil del siglo XX.
Osvaldo era hombre de fácil sonrisa que apreciaba en toda su am­plitud los necesarios momentos de esparcimiento que se  re­quieren, cualquiera sea la actividad que se desarrolle. Amante del cine, del baile, de la tertulia de café (fue asiduo concurrente a las reuniones de la confitería Rex), su gusto por el fútbol, que alguna vez practicó, y por la guita­rra y el canto que desde niño formaron parte de su vida, completaban sus “entretenimientos”.
Su pensamiento siempre valoró mucho a la juventud, en ese sentido, lo sintetizó en un reportaje al decir "... la función docente tiene como exigencia identificarse con la juventud, no tanto en las actitudes o comportamien­tos materialmente considerados, sino en la profundidad de los ideales que en la juventud aparecen más cristalinos, positivos y con visión de futuro". "Ser joven es tener ideales", solía decir, y en esa afirmación puede encontrarse la razón de por qué Zarini fue siempre un joven.
De formación cristiana, aplicaba a su hacer un sentido enmarca­do en los grandes Iineamientos de la Doctrina Social de la Iglesia, que trasuntaba no con la militancia del que lo pregona, sino con la eficacia del que testimonia.
"Al hombre se lo conoce a través de las obras de bien común que realiza", recordaba repetidamente, con su característico vocabulario docente que afirmaba su posición  que ello "'era un estado de vida"; así lo entendía él, como una verdadera vocación de servicio que debía trasuntarse en todos los campos de la acción, un compromiso de la persona en cualquier acto que cumpliese y que él practicaba desde la función pública y desde su profesión de abogado, incluyendo, natu­ralmente, la propia del aula ..
La docencia  encontraba en Zarini la clarinada de una voz se­gura y firme de sus convicciones, envuelta en el contenido de una oratoria perfecta, atractiva, por momento conmovedora y siempre fluida, pro­ducto de un pensamiento que no necesitaba del papel para expresar­se y por lo que siempre prescindió de él en cada uno de sus discursos o conferencias.
Docencia que tenía en Zarini un ejemplo de desprendimiento y desinterés por las cosas estrictamente personales y materiales, demostrando a través del testimonio de su vida modesta, sin alardes, sin ex­presiones de vanagloria ni soberbia, el cristiano principio de ser más y no de tener más.
Sus condiciones excepcionales de organizador, su carácter, su vitalidad creadora le daban cierto rasgo común en los grandes hom­bres con gran capacidad de absorción de trabajo: delegar poco y tener fuerte capacidad de mando, acompañada de cautela y cierta tozudez; condiciones que finalmente con­forman y perfilan la personalidad de un ser humano y que él supo equi­librar  bien.
Su talento intelectual quedó manifiestamente demostrado a tra­vés de la obra realizada desde las diversas funciones que ocupó. Su tiempo no fue el de la literatura. Dejó poco escrito. Fue más bien la acción la que compendió sus capacidades, capitalizándolas.
Escribió en numerosos periódicos artículos sobre educación, so­ciología, derecho, pero fue también un periodista nato. Muchas pági­nas de diarios y periódicos se llenaron con notas y gacetillas escritas por él mismo con la nerviosa velocidad que imprimía al teclado de la máquina, en las mismas redacciones periodísticas.
Su pensamiento sociológico fue expuesto reiteradamente en las conferencias y en sus cátedras.
Rigurosamente científico en la concepción de la Sociología, se alineó calurosamente junto a quienes sostuvieron su independencia con ciencia autónoma.
Respetuoso asimismo de la autonomía de las demás ciencias so­ciales, entendía que el trabajo interdisciplinario era el que imponía el estado actual de las ciencias, para poder llegar a una comprensión más profunda de los problemas del hombre y, consecuentemente, proponer las soluciones más adecuadas a ellos.
Zarini afirmaba su convicción plena,  que sólo la visión inte­gradora del hombre habría de facilitar el camino a un pensamiento que, totalizando comprensivamente la diversidad humana, diera razo­nes cuantitativas y cualitativas para explicar primero, planificar luego y ejecutar después, una realidad en la que se concretase un medio libre para una convivencia creadora.
"Este fenómeno de convivencia -afirmaba  Zarini - es mate­rialmente una coincidencia de conductas individuales producida por circunstancias comunes. “
Condicionaba pues el fenómeno de convivencia, a la necesaria presencia de circunstancias comunes que se constituyeran en el medio óptimo donde se acrisolen las conductas individuales, para dar como resultantes nuevas formas de conducta social, no totalmente indepen­dientes de la razón causal, sino interdependientes.
Si como Intendente Zarini ensayó la práctica de su pensamiento, como Ministro pudo concretarlo con eficacia pese al escaso tiempo en que estuvo como tal.
De profunda fe en el hombre y de auténtica convicción demo­crática republicana, con un indudable impulso creador y un dinamis­mo vertiginoso, impuso en su gestión municipal un ritmo pocas veces observado en la ciudad.
Su deseo de elaborar las pautas de gobierno en base a una par­ticipación organizada de los sectores del quehacer ciudadano, lo llevaron a tomar contacto inmediato y abierto en sus propios lugares de residencia, con las distintas comisiones existentes en el Partido de Tandil, junto a sus colaboradores. Allí no sólo recibía las inquietudes sino que con ellas construía el verdadero plan de trabajo que, elaborado luego por los asesores, se transformaba en medidas de gobierno.
"El gobernante debe dar cuenta de su actividad a los gobernados - solía repetir - por eso es un funcionario público. La publicidad de los actos de gobierno deben llevar intrínsecamente la finalidad de transmi­tir lo que se está haciendo, no para promocionarlo, sino para que se lo conozca y se lo asimile como propio".
De una popularidad asombrosa, en sus escasos siete meses de go­bierno municipal proyectó empresas de largo aliento y otras de concre­ción inmediata que beneficiaron y seguirán beneficiando a muchas generaciones de argentinos de esta zona del sudeste bonaerense.
Ya lo hemos comentado en este capítulo, pero vale la pena reiterarlo: Zarini era un orador excepcional que jamás leyó, y en sus improvisaciones perfectas captaba la atención del público de una forma carismática. Su forma de proceder y actuar no dejaba dudas acerca de su capacidad para comprender al que tenía enfrente y tanto como con los poderosos de la época, como con los humildes, supo ganarse su voluntad. Hemos sido testigos de la popularidad inmensa de Zarini y creemos que con él se fue el tandilense más carismático y visionario del siglo XX.
Creía en una necesaria transformación y en ella daba gran importancia al ordenamiento del Estado y a la actividad privada, convenientemente estimulada para un desarrollo útil a la comunidad, sin cargar al Estado, ni cargarse él, de actividades que competen al hombre en sociedad. "El problema del país no se va a solucionar estatizando todo “-  decía, agregando:"... la nacionalidad se manifiesta en comunidad, en fines de comunidad y esos fines existen en nuestro país, porque en nuestro país el Estado no ha precedido a la Nación sino que ha sido esta Na­ción, la base de su estructuración jurídica y social".
Defensor del pluralismo como expresión de las democracias maduras: "… considero que la existencia de partidos políticos, es vital para la democracia" -decía. Partidos políticos que trasuntaran en su organización interna y en su trabajo comunitario, una democracia real y actualización permanente en los procedimientos, enmarcados en la responsabilidad honesta y de servicio.
El bien y la felicidad del prójimo, eran pues valores fundamentales en el quehacer de Zarini, que los trasuntaba en su ideario y los testimo­niaba en la praxis.
“Los hombres, lo hemos dicho, se conocen por las obras y se proyectan como seres trascendentes por esa obra, su pensamiento debe estar volcado hacia el bien de la comunidad porque el hombre no sólo es el ser social que trabaja para sí, es el ser social cuya dimensión se aprecia en la medida en que se proyecta en el bienestar común” afirmaba, completando su pensamiento al decir: "Nosotros tenemos el convencimiento de que .las sociedades avanzan desde su núcleo, tenemos el convencimiento de que es necesario luchar permanente­mente desde adentro para sacar, para elevar la cultura del pueblo, que es el único modo permanente de asegurarle la felicidad" .(NR: la negrita es nuestra)
Ése fue el Zarini que condujo la educación del primer estado argentino y la Universidad que fundó. No desdijo desde su accionar su pensamiento, fue de una coherencia insobornable.
Conoció toda la realidad educativa de la Provincia palmo a palmo, habló con maestros, vecinos, cooperadores, funcionarios de ca­da lugar y se compenetró a fondo del panorama que le tocaba coman­dar, dándole una clara proyección social.
Su labor estuvo orientada por su íntima vocación docen­te que trascendía en cada uno de sus actos. No podía dejar de enseñar aún en la función pública, sus discursos, más que tales, eran verdade­ras clases magistrales, no por lo académicos sino por la profundidad de concepto y de pensamiento vertidos con la fluidez y coherencia del pe­dagogo. Era indudablemente un hombre superior, pionero y como tal visionario.
Por eso titulamos así el capítulo, porque fue un maestro que con su obra magna, la Universidad, cambió el destino de la historia de Tandil, fue una bisagra decisiva. Después de la creación zariniana, ya Tandil no fue más el mismo. Con el crecimiento de la Universidad, superando todo tipo de obstáculos,  la ciudad comenzó a ver con palpable certeza que algo, paulatinamente, había pasado y desde las miles de caras nuevas,  que llegan anualmente a Tandil, provenientes de las ciudades más variadas, hasta la demanda de servicios y el movimiento propio del consumo de esos mismos estudiantes, que incluye hasta el crecimiento  de la construcción y la vida de la noche de Tandil, en fin, todo  cambió.
Por otra parte, la Universidad se transformó con los años en un polo de consulta, de poder y de decisión, fundamentalmente en aspectos científico-técnicos, sin desconocer que si se sumó como factor de poder, fue  por su propio peso específico y el rol de sus rectores.
La inyección de más de $ 120 millones de pesos anuales netos, aportados por el  presupuesto nacional (sueldos, subsidios, obras, becas, etc.) y por la permanencia de varios miles de estudiantes foráneos en la ciudad, en la vida comunitaria, le aportan a Tandil un sólido eje de crecimiento económico, al que se agregó en las dos últimas  décadas, especialmente, el ingreso del turismo.
 Esta es hoy entonces una ciudad distinta, donde diversos grupos de investigadores trabajan silenciosamente en valiosos proyectos, donde convenios con Municipios de la zona y con instituciones nacionales e internacionales, proyectan a la ciudad, al igual que lo hace la Educación a Distancia en pleno auge.
Factor de poder pero también factor de progreso intelectual, multiplicador potenciado de la vida cultural y de la dinámica social, la Universidad es hoy un polo de desarrollo formidable, aunque el conjunto de la sociedad, para la que trabaja, tal vez no lo visualice en su plenitud, porque a ciencia cierta no sabemos si ella es conciente de este aporte decisivo de cara al futuro.
 En definitiva, la Universidad le concedió a Tandil una fisonomía con nuevos perfiles, sin perder por ello los rasgos fundamentales de su identidad.

 Daniel Eduardo Pérez