jueves, 31 de julio de 2014

LOS LÓPEZ OSORNIO EN EL TANDIL



LOS LÓPEZ OSORNIO

Hay familias en estas tierras que poseen, desde tiempos remotos, una rica historia. Tal es el caso de la  López Osornio. Hombres y mujeres que desde el siglo XVII forjaron parte de la trama social de Buenos Aires, la zona del Salado y aún nuestras tierras tandilenses y otras más al sur.
Familia que con el paso del tiempo y lazos familiares extendidos, tuvieron un peso decisivo en la historia nacional. Abona esta afirmación mencionar a título de ejemplo, el caso de Juan Manuel de Rosas, cuya madre fue una López Osornio y el de Lucio  V. Mansilla nieto de la madre del Restaurador.
Es necesario viajar al siglo XVI, como mínimo, para encontrarnos con los orígenes familiares.
Con sus raíces en el pequeño poblado de Manzanilla (Huelva, Andalucía, España)  Pedro Francisco de Ossorio y Catalina López Moreno, formaron una familia uno de cuyos hijos, Francisco López Osornio, llegó tempranamente a nuestras tierras, siendo, a la postre, el pater familae en Argentina.
En Buenos Aires  conoció a una joven de cuna española y familiares de alcurnia: Tomasa Merlo de la Mota, con quien se casó el 21 de julio de 1679. El matrimonio tuvo tres hijos: Francisco López de Osornio Merlo, Agustina López Osornio Merlo y Juan Francisco López de Osornio.
El mayor, Francisco, formó matrimonio con otra porteña, María Gamiz de las Cuevas y entre los hijos que tuvo está Clemente López Osornio Gamiz de las Cuevas, a la postre abuelo materno de Rosas y pionero del poblamiento al sur de Buenos Aires.
La vida novelesca de don Clemente comenzó en noviembre de 1720 en Buenos Aires. Mario Aníbal del Carmen López Osornio (1898-1950) escritor descendiente del pionero, en su libro Don Clemente López de Osornio, vida del abuelo de Rosas, cuenta que  Su primera estancia estuvo ubicada en el pago de la Magdalena, al sur de la capital y se llamó "La Vigilancia", nombre que resume en sí mismo su rol en la comarca. Asentado en esa primera ubicación, por su cuenta y riesgo fue ocupando tierras vacías, avanzando paulatinamente a la vez que tramitaba su posesión oficial. Así fue como tras largos esfuerzos y muchas dificultades, logró obtener los derechos de propiedad de otras estancias ubicadas junto a los ríos que desembocan en la Bahía de San Borombón. Una se llamaba "Las Víboras" y otra "Del Medio” señalando su situación entre los Ríos Samborombón y Salado”
Allí don Clemente formó su estancia con el nombre Rincón del Salado, un terreno estratégico para la época. En ese tiempo las estancias eran conocidas por el apellido de sus dueños, por eso ésta trascendió luego como Rincón de López.
Con apenas 16 años, se enroló en la milicia de caballería provincial y prestó servicios en la defensa del fortín de Arrecifes contra los indígenas. Tres años más tarde, participó en la campaña del comandante Juan de San Martín a la zona que actualmente es Laguna de los Padres. Clemente se casó dos veces. En primeras nupcias con Martina Arroyo, con quien tuvo dos hijos, en segundas, con María Manuela Rubio, que le dio varios hijos más. Entre éstos, destacamos a Agustina Teresa, quien a su vez se casó con León Ortiz de Rozas,  fundamentales en la continuidad de esta historia.
En 1752, en La Vigilancia,  proveía de ganado a las misiones jesuitas: la cercana a la boca del  Salado, y la otra en la Laguna de los Padres
Al regreso de una expedición a la zona guaranítica, encontró que había enviudado de su primera esposa, madre de su hijo Andrés. Se casó por segunda vez en 1766, y de ese matrimonio tuvo una hija llamada Agustina cuando era desde el año anterior comandante general de campaña de la provincia de Buenos Aires. Dirigió una expedición a las Salinas Grandes a recoger sal;  organizó cinco compañías de Blandengues, destinados a guarecer la frontera sur con los indígenas y permaneció varios años en la labor fronteriza, hasta que en 1779 obtuvo su retiro militar y la concesión de la estancia del Rincón del Salado, que incluía la antigua  "Reducción de la Concepción". Desde entonces, se llamó "Rincón de López". Llegó a ser un hacendado muy rico, y en 1782 fue nombrado apoderado de sus pares ante el Cabildo por cinco años.
Tal como  esperaba, su estancia fue maloneada muchas veces  Clemente estaba acostumbrado a vérselas con los indios y por eso la proveyó de varios puestos y guardias con sus respectivos mangrullos y gente preparada. Militar de oficio, el viejo estanciero había organizado sus hombres como compañías de milicias. En diciembre de 1783, el Rincón de López fue atacado por un importante malón, obligando a don Clemente a refugiarse tras la zanja y la empalizada. Pero después de tres días, los indios se acercaron lo suficiente como para lanzar boleadoras sobre la empalizada, atadas a pajas encendidas, con las que incendiaron los ranchos de la estancia. López decidió salir con su hijo Andrés y algunos peones a enfrentarlos, ordenando cerrar la empalizada a sus espaldas. Fueron derrotados y tanto Clemente como Andrés murieron en combate. Era el final de la vida plena de aventuras de un pionero.
Poco después de la muerte de su padre, su única heredera, Agustina Josefa Teresa  López de Osornio Rubio Gamiz, se casó con el militar León José Ortiz de Rozas de la Cuadra, con quien tuvo diez hijos, siendo el mayor de los varones   Juan Manuel de Rosas, estanciero y militar como su abuelo, que-como sabemos- gobernaría la Confederación Argentina durante varios lustros.
Juan Manuel José Domingo Ortíz de Rozas López de Osornio- tal el nombre completo del Restaurador-, tuvo en sus padres y especialmente en su madre, los forjadores de su carácter. “Rozas fue criado por su madre; no tomó leche de negra esclava, ni de mulata, ni de china, es decir, de india aborigen. Tenía por consiguiente sangre pura, por encarnación sexual y por absorción sanguínea” nos dice el célebre escritor nieto de la madre de Rosas, Lucio V. Mansilla (1831-
1913).
De los hijos de León Ortiz de Rozas y  Agustina López de Osornio, el citado Juan Manuel, Prudencio, Gervasio y Agustina tuvieron destacadas trayectorias en la historia nacional. Cabe aclarar que salvo Juan Manuel, quien firmaba solamente “Rosas” o “de Rosas”, sus hermanos, mantuvieron el apellido original de su padre “Ortiz de Rozas”.
Cuenta la historia que doña Agustina, la formadora de Juan Manuel, era una mujer excepcional y lo testimonia su nieto el citado Lucio V. Mansilla en” Mis memorias…”. “La casa de Rozas era muy visitada. Don León tenía sus relaciones; doña Agustina las suyas, estando ésta más o menos emparentada con las grandes familias …”,  y allí menciona los apellidos ilustres de quienes frecuentaban la casa, casi todos de mucho peso en la historia nacional.
Todos los historiadores argentinos dicen, poco más o menos, cuando hablan de Rozas, lo que el Catecismo de Historia Argentina, que sirve de texto en algunas escuelas: que ese célebre personaje descendía de una familia ilustre.
Y, en efecto, así era: mi abuela doña Agustina López de Osornio, mujer extraordinaria, bajo ciertos aspectos, tenía orgullo de su prosapia.
-Soy Butibamba y Butibarreno, solía decir, ponderando su alcurnia. Desciendo de la casa de Austria y de los duques de Normandía. Soy parienta de María Santísima. Poco le faltaba para decir como los de Asturias, célebres Quirós:
Después de Dios
la casa de Quirós. “
Otro de los hijos de don Clemente fue José Silverio López Osornio y Rubio Gamiz, que casó con Juana Ventura Arroyo y entre sus hijos tuvo a un personaje estrechamente relacionado a Tandil: María Pilar López Osornio,- en consecuencia nieta de don Clemente y prima hermana de don Juan Manuel-, que se casó con Ramón José Gómez Pereda en 1820, llegando a nuestro pago poco después de la fundación del Fuerte-algunos sostienen que junto a la expedición- dando origen a una familia cuyos descendientes llegaron hasta nuestros días y conformaron un núcleo de poder económico y político relevante.
Gómez procedía de Santa Fe donde se pueden rastrear sus orígenes. Según afirma Y.Guzmán citando al genealogista A.Echazú, "Los antecedentes más remotos que guarda la memoria de este grupo familiar se remonta a Don Ignacio Gómez (nacido en el país, posible­mente en Santa Fe la Vieja ó Asunción) quién ya figura en la lista del Cuerpo de Guardia de Vecinos de 1673, que asistía la ciudad defendién­dola de los indios enemigos, como si el destino hubiera asignado a esa familia su eterna lucha con el salvaje.
De la unión del antedicho con Doña Juana de Melo, nació su único hijo Gerónimo, quien siguiendo o iniciando la vocación familiar se instaló con estancia al norte de la recién trasladada Santa Fe. Allí lo casó un cura misionero, como consta en la partida respectiva, con Doña María Negrete, vieja y tradicional familia santafecina”,  del matrimonio nació Miguel Gómez quien con su esposa Gervasia Guardia, en 1750, poseían la primera estancia en la región del Pago del Arroyo de Las Tortugas, la Cañada de los Leones y el río Carcarañá y que dio nombre a la de Cañada de Gómez.
En 1819, sus descendientes debieron abandonar la estancia, al ser perseguidos por el caudillo Estanislao López. Uno de sus hijos, José Ciriaco Gómez Guardia, casó con María Josefa Pereda Sosa, naciendo del matrimonio el ya citado Ramón José Gómez Pereda, nieto de Miguel, el que fue esposo de María Pilar López Osornio y llegó al Tandil naciente junto a su hermano José Ignacio.
Fueron once sus hijos, entre otros José Ramón , José Ciriaco y Sulpicio Gómez López Osornio, los tres de destacada actuación en la política local (recordemos, entre otros episodios, el de Tata Dios…).
Según Yuyú Guzmán, “al historiar los campos que poblaron los hermanos José Ignacio y José Ramón Gómez en Tandil, tenemos que referimos a tres grandes extensiones linderas originadas en las respectivas enfiteusis.  "San Ciriaco"  la estancia madre,… “La Merced"…  y otra a la que me referiré como "de Piñero”. Estas  posesiones abarcaban la totalidad de los cuarteles VIII y X  que en conjunto representaban 24,36 leguas cuadradas… (Sobre la familia Gómez dedicaremos una nota próximamente en Tiempos, en tanto damos estos pocos detalles).
Finalmente, aquella estancia colonial conocida como “Cañada de  Gómez" fue vendida por los nietos de José Ciriaco Gómez  en 1878, siendo beneficiarias  de la venta las mujeres solteras de la familia, por disposición de sus hermanos varones.  Aclaremos que el nombre con que se conocía ese establecimiento, no tiene que ver con los antecedentes de la localidad santafesina “Cañada de Gómez”, como muchas veces se creyó equivocadamente.
Retornando al Tandil, digamos que la citada estancia San Ciriaco, provenía de la enfiteusis que Ramón Larrea traspasó, en 1833 a los hermanos Gómez, de la que obtuvieron la propiedad definitiva en  1838, con una superficie de 11,6 leguas cuadradas,  poblada a partir de 1834.
Pocos meses después de la caída de Rosas en Caseros, una de las propietarias de tierras en el Tandil, Josefa Montes de Oca, vendió a la esposa de Ramón Gómez, la ya citada Pilar López Osornio, las casi siete leguas cuadradas que abarcaba desde la margen oriental del Chapaleofú hasta las proximidades del ejido del Tandil, donde levantó el establecimiento “El Pilar”, nombre con el que la zona comenzó a ser conocida.
Como sabemos, el 19 de agosto de 1883 el FFCC del Sud inauguró el tramo de Ayacucho a Tandil y ese mismo año se inició el proyecto de prolongarlo a Juárez, proponiendo la instalación de una estación en el kilómetro 356, que se llamó Pilar, por la ya citada dama, nombre que el gobierno bonaerense cambió el 19 de agosto de 1895, por el de  Gardey, respondiendo así a la identificación que se hacía en ese momento de la zona, por ser Juan Gardey propietario de los campos que la rodeaban (ver Tiempos Nº 171).
Por su parte un hermano de don Clemente, Pascual se casó con Maria Ignacia Llanos en 1753 y fue padre, entre otros, de Eulalio López Osornio Llanos que casó con Francisca Nieto y tuvo, entre otros, a Zenón, Eulalio y Antonino López de Osornio Nieto casado éste con Cipriana Venancio Balboza  en Ensenada. Sus hijos fueron Eulalio Lopez Osornio Venancio casado con su prima Dolores, y José López Osornio Venancio, ambos tandilenses. De este Eulalio fue hijo Héctor López Osornio, quien brindó a O.Fontana datos familiares y a quien conociéramos hacia 1970, cuando vivía en Gral. Belgrano al 300.
Veamos ahora entonces la vida de este otro destacado hombre de esta familia relacionado al Tandil: el Coronel Antonino López de Osornio Nieto.
Nacido en Buenos Aires en 1831, hijo de los citados Eulalio y Francisca, comenzó su carrera militar en 1848 y ya en 1852  participó de la batalla de Caseros. Cuando se separó Buenos Aires del resto de la Nación,  López Osornio pasó a servir a su provincia,  continuando a órdenes del coronel Rosas y Belgrano y cayendo prisionero en la batalla de San Gregorio, en enero de 1853, situación en la
que permaneció hasta el 14 de julio del mismo año, en que recuperó la li­bertad. En enero de 1854 fue dado de alta en su jerarquía de sargento mayor en el Escuadrón "Dragones de la Frontera", con asiento en nuestro Fuerte independencia  y en diciembre  marchó a Quequén Grande, regresando al mes siguiente al Tandil.
Hizo la campaña a las Salinas Grandes a órdenes de los coroneles Paunero y Granada, asistiendo a los combates de Pigüé, en 1858, ascendiendo a teniente coronel graduado. A los  dos años, procedente del Azul,  la superioridad dispuso su pase a disponibilidad. Destinado a la Frontera  Sud, en 1861, obtuvo su  baja del servicio, para atender su salud, sin embargo desde Tres Arroyos, en 1864, fue propuesto por el jefe del Departamento de la Costa Sud , nuestro conocido coronel Benito Machado, para ser dado nuevamente de alta y comandar un escuadrón de caballería. El 26 de noviembre de ese año ascendió a teniente coronel efectivo y en 1866 fue nombrado jefe interino de la Frontera Costa Sud. Bajo su mando, se comenzaron a instalar diversos fortines.
Al año siguiente fue promovido a coronel graduado y en noviembre de 1868 fue nombrado jefe de la Frontera Oeste de Buenos Aires, en reemplazo del coronel Granada, teniendo su comando en el pueblo de 9 de Julio. En ese cargo, inició el adelantamiento de la línea defensiva, creando el Fuerte  General Paz en 1869.
El 29 de octubre de aquel año  renunció al comando de frontera que ejercía, estableciéndose en el Tandil, y dos años después pasó a disponibilidad con licencia varias veces prorrogada por su quebrantada salud, hasta que finalmente fue dado de baja del Ejército en 1874. En 1872, en la represión contra la banda de Tata Dios, había actuado junto a José Ciriaco Gómez.
El coronel Antonino López de Osornio falleció de "tisis" en la parroquia de Monserrat (Bs. As.), el 19 de marzo de 1876.
Amigo lector, por razones obvias de espacio, dejamos aquí-en este apretado y sintético panorama- la vida de algunos de los integrantes de esta familia que, como quedó esbozado, tuvo lazos extendidos hasta hoy entre nosotros.

Daniel Eduardo Pérez



miércoles, 30 de julio de 2014

PRIMER MALÓN Y RESCATE DE CAUTIVA EN EL TANDIL




EL PRIMER MALÓN Y EL RESCATE DE LA PRIMERA  CAUTIVA

El Brig. Gral. Martín Rodríguez ya estaba dispuesto a emprender el regreso a Buenos Aires. El mal trago de la pérdida de los nueves hombres en las cercanías de la laguna que denominaron La Perfidia (actual El Chifle)-episodio  al que le dedicamos la nota del ejemplar anterior-había quedado atrás. Sin embargo no quería irse sin antes explorar las serranías cercanas y además dejar una guarnición aprovisionada como para pasar el duro invierno que se avecinaba.
Esas sierras cercanas eran las del Volcán (Balcarce) donde tenía pensado levantar una guardia-fortín para resguardar la zona y ampliar la frontera en ese sector.  Para ello dispuso que el general José Rondeau acompañado de 600 hombres del regimiento de Blandengues marcharan con el objeto mencionado y a "buscar un puerto o rada capaz de abrigar las embarcaciones que emprendiesen el tráfico, por estas costas al establecimiento".
El 23 de junio de 1823, la fuerza se puso en camino hacia el sureste. A noventa kilómetros de la salida, se comenzó a bordear la pintoresca sierra del Volcán por su falda norte.  " ... el cincel de la naturaleza se esmeró en su regularidad y hermosura: todo allí es agradable y todo atrae las miras del cultivo ... ".
Manteniendo el rumbo previsto, la partida avanzó uno 55 km., encontrando una laguna en cuyo extremo este establecieron campamento por unos días. Allí descubrieron los fosos de la antigua reducción jesuítica de Nuestra Señora del Pilar, fundada  por los padres Tomás Falkner y José Cardiel el 13 de noviembre de 1746, a orillas de la Laguna de las Cabrillas, hoy Laguna de los Padres, la que fue abandonada en 1751 luego de repetidos ataques indígenas.
" ... La posición que [los jesuitas] eligieron es comoda e interesante, y en ella consultaron la prosperidad de su institución poniendo en obra su industria y sus grandes recursos. Contiguo a las costas del mar del Sud un canal de comunicación con el lago ... les hubiera dado un puerto seguro, cuando en las costas no lo hubiesen encontrado y que probablemente no lo hallaron inmediato. Sembraron montes de diferentes especies y también plantas, y vegetales que cubren mucha parte del terreno inmediato. La cercanía del cabo Corrientes, en donde la pesca de lobos es abundante, les hubiera dado un incremento rápido a su población con una riqueza que solo ellos la conocían  entonces ... Sobre estas bases debe cimentarse la segunda frontera: sus ventajas son manifiestas y el conservarlo labrará su prosperidad"-dice el Diario de la Expedición. 

Entre el 28 de junio y  el 1 de julio, los ingenieros efectuaron el reconocimiento de las costas; uno de ellos bordeó el mar hasta 20 millas al sur del cabo Corrientes:
" ... las muchas vertientes que se descubrieron hacían presumir, que uniéndose estas a alguna distancia del mar formasen un canal capaz de servir al objeto indicado”  .
Sin duda pensaron que la falta de un puerto natural en la zona podría subsanarse construyendo un canal que comunicase la Laguna de los Padres con el mar.  Otro ingeniero, por su parte, exploró la costa hasta 28 millas al norte del cabo Corrientes y         descubrió la laguna Mar Chiquita, asentando en el Diario:     
“…Este punto como el resto de la costa no presenta comodidad alguna por ahora. El lago rodeado de pantanos y riachos  de la misma naturaleza,  aunque capaz de ser una rada, se presenta inútil…”
Llegado el 2 de julio, Rondeau ordenó emprender el regreso y luego de la marcha sin tropiezos, el día 7, los hombres arribaron al Fuerte de la Independencia. El jefe y los ingenieros presentaron enseguida los informes de los reconocimientos
El capitán de los Reyes, que había participado de ellos, volcó sus estudios y mediciones en la Memoria Geográfica. Influido por las ideas del antiguo coronel Pedro A. García, creyó que era el momento de proponer la formación de un grupo de geógrafos, y así lo dejó escrito en el Diario de la Expedición:

"La organización, señor -decía dirigiéndose al ministro de guerra de la provincia de Buenos Aires, Fernández de la Cruz-- de un cuerpo de geógrafos por que clama el estado de estos conocimientos en el país podrían llenar el vacío en que aún se halla de topografía y estadísticas ...Los geógrafos contribuirían con el levantamiento de los planos topográficos de todos sus puntos á este objeto. La estadística y la geografía natural que también deberían abrazar nos presentarían un conjunto de conocimientos exactos para todas las necesidades públicas del país que ha tamos, y en general de toda esta parte de la América Sud". 
No quedaba ninguna fortificación ni guardia con guarnición, como se había pensado originalmente, por lo que  la campaña vino a ser puramente exploratoria, aunque tampoco se divisaron tolderías por ninguna parte. La belleza del relieve y de los campos de la zona, hoy balcarceña, llenaron los ojos de los expedicionarios, por allí todo era agradable y propicio para el futuro del cultivo que interesaba tanto a particulares como al gobierno.
El primer malón contra el Fuerte y el rescate de una cautiva
Dos días después del regreso de la excursión a El Volcan, el 9 de julio, amaneció con una niebla densa que cubría los campos próximos al fuerte. Los caballos pastaban mansamente  en los alrededores, custodiados por algunos pocos blandengues. Temprano, a las 7 de la mañana, el valle  se estremeció, “aunque no por dianas ni salvas celebratorias de la efeméride nacional” : de buenas a primeras , 200 indios montados surgieron en las serranías del oeste y se abatieron sobre la caballada como un relámpago, arrebatando 700 animales,  en tanto cinco soldados del grupo que cuidaba la caballada del Regimiento de Blandengues, cayeron muertos a chuzazos  y los animales fueron reunidos y recogidos vertiginosamente, rumbo al oeste, entre golpes de sable, revoleo de boleadoras y alaridos espeluznantes, como era típico de los aborígenes. Obviamente nadie esperaba esta arremetida, pues en tal caso se habría previsto una guardia. 
La tropa, que no tenía otro deber que trabajar en las obras del Fuerte, disfrutaba de cierta paz, en los campamentos había  pocos caballos. Evidentemente, la confianza de los expedicionarios fue un tanto excesiva para la ocasión.
Inmediatamente se ordenó que una partida de 150 cazadores saliera por retaguardia de los cerros para cortar la retirada de los atacantes, pero poco o nada pudieron hacer  a los imprevistos visitantes y procurar algunas caballadas, y no lograron su propósito; sólo vieron un espectáculo novedoso y sorprendente, que fue la extraordinaria velocidad y pericia con que esos bárbaros condujeron sus potros por esas alturas desiguales y peñascosas, que para ellos eran como campo raso. Los cazadores porteños, indudablemente, no esperaban ver tanta habilidad.
El  Regimiento de Húsares y una parte del escuadrón de Colorados del norte, que eran los que abandonaron el fuerte y persiguieron a los puelches hasta que la niebla les impidió seguir adelante, lo hicieron un poco tarde, por lo que no lograron alcanzarlos. El capitán general dispuso entonces, siendo ya las 7, que el propio general en jefe, Rondeau, saliese con 400 hombres, pues supuso que los indios iban a detenerse por el Chapadleufú u otro punto cercano. La división llegó al arroyo esa misma noche; y  el destacamento acampó esa misma noche sobre el cauce de agua.
En la mañana del 10, al no hallar al enemigo, esperaron la mañana y le siguieron el rastro, unas 8 leguas más, hasta convencerse que la persecución era inútil, pues el enemigo ya estaba lejos, llevando solamente unos cien o ciento cincuenta caballos. Un cuadro desolador se presentó engtonces a los ojos de los soldados: decenas de caballos, que los indios no habían podido llevar consigo, se encontraban chuceados y desjarretados sobre ese trayecto, como para que fuera imposible recogerlos y emplearlos. Triste final para los nobles animales que recién habían concluido el largo viaje por las serranías de El Volcán. El indio se defendía a su modo. “La división  se retiró al campamento siendo imposible darles caza”.
A mediados de julio se comenzó a disponer todo para el regreso de la expedición. La milicia había sido licenciada el 19, considerándosela sin objeto y, tal vez, temiéndose deserciones. El gobernador agradeció sus servicios en una proclama.
El 16 de julio se puso en marcha el Escuadrón de Colorados a las órdenes del general Rondeau; el 21 partió el ministro de guerra Francisco Fernández de la Cruz, al frente del Regimiento de  Húsares, que debía seguir hasta la Guardia de destino, y así, sucesivamente, otros cuerpos. Cien blandengues marcharon a la Guardia de Kaquel Huincul, escoltando un importante número de yeguarizos que iba a  pastoreo.
El gobernador fue el último en partir. Emprendió el regreso el 24 de julio, por el denominado camino del Chapadleufú, al frente de 350 cazadores y 40 artilleros. El 2 de agosto estaba en la Guardia del Monte, y el 5  llegaba a Buenos Aires.
Los campos, en esos momentos, ofrecían un aspecto triste, esterilizados por la seca, sólo mostraban hacienda flaca o moribunda. En la Fortaleza quedó  una guarnición de 200 infantes, 100 soldados de caballería, pertenecientes al Regimiento Blandengues, más los artilleros necesarios para las baterías. El comando fue confiado al teniente coronel Mariano García.

En la tarde del 16 de julio, una patrulla que recorría el campo a unas seis leguas del Fuerte, había encontrado una mujer joven.Quién podía esperar ese hallazgo en esa latitud, y en pleno invierno entre pajonales poblados de vizcachas, zorros, hurones y otras especies de la fauna pampeana, todos naturalmente salvajes....”-dice Gorraiz Beloqui.
La pobrecita era una joven blanca de Arrecifes que había caído en manos de los indios durante un malón contra las estancias de aquel distrito. Había permanecido cautiva en los toldos de Ancafilú por mucho tiempo (era incapaz de precisar cuánto).Sería la primera cautiva rescatada luego de la fundación. Cierta noche, la embriaguez de sus amos le permitió fugarse y vagar ocho días por el desierto, "alimentándose con frutos del campo", hasta que los hombres del Fuerte la encontraron, no sin sorprenderse, y la llevaron con ellos a buen resguardo.
La ex-cautiva, heroína inesperada, vino a ser una informante de primer orden ya que había tenido noticias de la traición que los puelches tramaban contra las fuerzas del gobernador, del asesinato de los oficiales rehenes "a sangre fría".
" ... vio la ropa de todos ellos en poder de algunos caciques e indios y ... este triunfo lo festejaron largamente ... "
nos dice el Diario.
El lenguaraz, a quien Rodríguez tenía por un traidor, había sufrido la misma suerte. La mujer informó que muchos ranqueles se hallaban acampados cerca de los puelches y que todas las tribus se disponían a reunirse "para hacer una invasión general a la frontera en la próxima luna (mes de julio)".
Cerca de los caciques, al costado de una laguna, estaban las tropas ranqueles. Estas dos últimas noticias corroboraban las presunciones del gobernador.
" ... Aseguró también, que los indios en cuestión, hacen una permuta continua de ganado y sus artículos con el establecimiento de Patagones, de donde conducen el aguardiente, el tabaco, la yerba, etc., etc." –nos informa el Diario.
De aquella cautiva no se conserva el nombre ni su posterior destino, que se presume pudo ser el pago de Arrecifes… tampoco no se ha hallado  ni su edad, ni su destino final. Es posible que se hubiera marchado luego nuevamente hacia Arrecifes con alguno de estos cuerpos
A propósito de Patagones, siempre resultó llamativo comprobar cómo ese  temprano enclave (1779) se mantuvo incólume en medio de aborígenes hostiles.  Evidentemente las autoridades de aquella remota avanzada supieron apaciguar a los indios e incluso recuperar, gracias al trueque, mucho de lo que  habían  robado en la frontera de Buenos Aires.
Teniendo en cuenta los elementos de juicio aportados por el relato de la cautiva, Rodríguez apresuró la retirada de los efectivos restantes y dispuso que el regimiento de húsares marchase a guarnecer el oeste de la frontera vieja mientras el de blandengues se ubicaría en el este de la línea. El 24 de julio de 1823, finalmente, el gobernador partió hacia la capital.
Luego de la partida del fundador,  quedó al frente del Fuerte Independencia  el teniente coronel Mariano García con  300 hombres de guarnición. Los trabajos de construcción estaban ya bastante avanzados cuando el duro invierno de ese año  se hacía sentir con todo su rigor.
Quién era el nuevo y primer jefe del Fuerte después que hubo partido Martín Rodríguez?
Pese a su  juventud,- García tenía 31 años- aquilataba una importante experiencia militar dado que había participado en las batallas de Salta, en Vilcapugio, Ayohuma y en  Sipe Sipe, además de otros combates menores.
En sus casi siete meses de comandancia, García se abocó a la terminación de la construcción del Fuerte y en  recibir a los primeros civiles que se aventuraban por estos pagos.
Asimismo, su buena información sobre los movimientos indígenas le permitió mantener en alerta la zona sobre los potenciales riesgos de ataques  y estar dispuesto “…a dar el primer día  de gloria al nuevo Fuerte de la Independencia".
El agravamiento de las incursiones en distintos zonas de la provincia, movió al Gobernador a llevar adelante la tercera expedición al sur que llegaría  hasta la zona de Bahía Blanca, aunque sin poder concretar  el objetivo de fundar allí lo que hubiese sido .la actual ciudad de ese nombre.
Ya el 11 de enero de 1824, los milicianos de caballería de Sayós y de Inarrra se ponían en marcha hacia el Tandil siendo la avanzada  del poderoso ejército que  llegaría al fuerte en febrero. Luego de  estar aquí poco más de un mes, partió el ejército hacia el sur. El teniente coronel Mariano García  se había sumado a él como segundo jefe del Regimiento de Blandengues. Ese mismo día el Gobernador firmaba la comunicación por la que informaba  al Gobierno Delegado que al mando del Fuerte quedaba Mariano Echenagucía, al que hemos llamado en otros trabajos el “comandante adolescente”, dado que apenas tenía 16 años! quedando como Comandante - aunque transitorio -constituyéndose en el más joven de los comandantes que tuvo la fortaleza tandilense en toda su historia.

La tercera campaña, luego de padecimientos, escaramuzas, incertidumbres y amagos permanentes de ataques no concretados llegó hasta la Sierra de la Ventana, sosteniendo el combate de Pillahuincó, donde alrededor de 3000 lanzas enfrentaron a las huestes de Rodríguez, Pueyrredón y Rondeau, que fueron las vencedoras luego de ardua lucha.
Desde allí una columna al mando de Rondeau, siempre incansable, llegó hasta lo que creyeron que era la Bahía Blanca al ver anclados los barcos de Chilavert y Casares; pero no era así y sin saberlo y al encontrar tan malo el lugar elegido -habría sido la actual Punta Alta-, informaron al Gobernador, quien de inmediato y con reproches muy serios a los navegantes por su información previa, ordenó el regreso, que se cumpliría en medio de una penosa marcha que costó la vida a muchos soldados que perecieron de hambre o frío.  
Al respecto nos dice Pueyrredón: " ... los que más tuvieron que sufrir, fueron los negros del batallón de Cazadores, que volvían hechos pedazos y casi todos sin calzado". "La mayor mortalidad, fue de estos infelices, no había día en
que no hicieran recoger del campo negros helados, a veces hasta
nueve."
y continuaba: "Al fin después 'de mes y medio de horribles sufrimientos llegamos a las alturas de la Tinta; allí se recibió una comunicación participando el ascenso al gobierno de la Provincia del general don Juan Gregario de Las Heras".
"Pocos días después llegamos al Tandil, donde terminó la campaña.".
Rodríguez había perdido la reelección y retornaba con un dejo amargo a Buenos Aires; el gran patriota había abierto caminos, aun cuando sus campañas pudieron parecer fracasos. La sola presencia de Tandil y su Fuerte de la Independencia justificaron su esfuerzo y el de sus hombres.
La fracasada misión de la expedición de Martín Rodríguez, obligó al repliegue en las circunstancias relatadas. De esa manera, el 20 de mayo de 1824, los expedicionarios estaban de regreso en el Fuerte Independencia, dejando su cargo de gran responsabilidad el joven Echenagucía en manos del experimentado  Sargento Mayor Bruno Vázquez quien así pasó a ser así el tercer comandante en el Tandil.

Fuente principal: “Diario de la expedición al desierto”. Martín Rodríguez, Bs,As., Ed. Sudestada, 1969.

Daniel Eduardo Pérez