EL PRIMER
MALÓN Y EL RESCATE DE LA PRIMERA CAUTIVA
El
Brig. Gral. Martín Rodríguez ya estaba dispuesto a emprender el regreso a
Buenos Aires. El mal trago de la pérdida de los nueves hombres en las cercanías
de la laguna que denominaron La Perfidia
(actual El Chifle)-episodio al que le dedicamos la nota del ejemplar
anterior-había quedado atrás. Sin embargo no quería irse sin antes explorar las
serranías cercanas y además dejar una guarnición aprovisionada como para pasar
el duro invierno que se avecinaba.
Esas
sierras cercanas eran las del Volcán (Balcarce) donde tenía pensado levantar
una guardia-fortín para resguardar la zona y ampliar la frontera en ese
sector. Para ello dispuso que el general
José Rondeau acompañado de 600
hombres del regimiento de Blandengues marcharan con el objeto mencionado y a "buscar un puerto o rada capaz de abrigar las embarcaciones que
emprendiesen el tráfico, por estas costas al establecimiento".
El
23 de junio de 1823, la fuerza se puso en camino hacia el sureste. A noventa
kilómetros de la salida, se comenzó a bordear la pintoresca sierra del Volcán
por su falda norte. " ... el cincel de la naturaleza se esmeró en su regularidad y hermosura:
todo allí es agradable y todo atrae las miras del cultivo ... ".
Manteniendo
el rumbo previsto, la partida avanzó uno 55 km., encontrando una laguna en cuyo
extremo este establecieron campamento por unos días. Allí descubrieron los fosos
de la antigua reducción jesuítica de Nuestra
Señora del Pilar, fundada por los
padres Tomás Falkner y José Cardiel el 13 de noviembre de 1746, a orillas de la Laguna
de las Cabrillas, hoy Laguna de los
Padres, la que fue abandonada en 1751
luego de repetidos ataques indígenas.
" ... La posición que [los jesuitas]
eligieron es comoda e interesante, y en ella consultaron la prosperidad de su
institución poniendo en obra su industria y sus grandes recursos. Contiguo a
las costas del mar del Sud un canal de comunicación con el lago ... les hubiera
dado un puerto seguro, cuando en las costas no lo hubiesen encontrado y que
probablemente no lo hallaron inmediato. Sembraron montes de diferentes especies
y también plantas, y vegetales que cubren mucha parte del terreno inmediato. La
cercanía del cabo Corrientes, en
donde la pesca de lobos es abundante, les hubiera dado un incremento rápido a
su población con una riqueza que solo ellos la conocían entonces ... Sobre estas bases debe cimentarse
la segunda frontera: sus ventajas son manifiestas y el conservarlo labrará su prosperidad"-dice el Diario de
la Expedición.
Entre el 28 de junio y el 1 de julio, los ingenieros efectuaron el reconocimiento
de las costas; uno de ellos bordeó el mar hasta 20 millas al sur del cabo
Corrientes:
" ... las muchas vertientes
que se descubrieron hacían presumir, que uniéndose estas a alguna distancia del
mar formasen un canal capaz de servir al objeto indicado” .
Sin
duda pensaron que la falta de un puerto natural en la zona podría subsanarse
construyendo un canal que comunicase la Laguna de los Padres con el mar. Otro ingeniero, por su parte, exploró la
costa hasta 28 millas al norte del cabo Corrientes y descubrió la laguna Mar Chiquita, asentando en el Diario:
“…Este punto como el resto de la costa no
presenta comodidad alguna por ahora. El lago rodeado de pantanos y riachos de la misma naturaleza, aunque capaz de ser una rada, se presenta
inútil…”
Llegado
el 2 de julio, Rondeau ordenó emprender el regreso y luego de la marcha sin
tropiezos, el día 7, los hombres arribaron al Fuerte de la Independencia. El
jefe y los ingenieros presentaron enseguida los informes de los reconocimientos
El capitán de los Reyes,
que había participado de ellos, volcó sus estudios y mediciones en la Memoria
Geográfica. Influido por las ideas del antiguo coronel Pedro A. García,
creyó que era el momento de proponer la formación de un grupo de geógrafos, y
así lo dejó escrito en el Diario de la Expedición:
"La organización, señor -decía dirigiéndose al
ministro de guerra de la provincia de Buenos Aires, Fernández de la Cruz-- de un cuerpo de geógrafos por que clama el
estado de estos conocimientos en el país podrían llenar el vacío en que aún se
halla de topografía y estadísticas ...Los geógrafos contribuirían con el levantamiento
de los planos topográficos de todos sus puntos á este objeto. La estadística y
la geografía natural que también deberían abrazar nos presentarían un conjunto
de conocimientos exactos para todas las necesidades públicas del país que ha
tamos, y en general de toda esta parte de la América Sud".
No
quedaba ninguna fortificación ni guardia con guarnición, como se había pensado
originalmente, por lo que la campaña
vino a ser puramente exploratoria, aunque tampoco se divisaron tolderías por
ninguna parte. La belleza del relieve y de los campos de la zona, hoy
balcarceña, llenaron los ojos de los expedicionarios, por allí todo era
agradable y propicio para el futuro del cultivo que interesaba tanto a
particulares como al gobierno.
El primer malón contra el Fuerte y el
rescate de una cautiva
Dos
días después del regreso de la excursión a El Volcan, el 9 de julio, amaneció
con una niebla densa que cubría los campos próximos al fuerte. Los caballos
pastaban mansamente en los alrededores,
custodiados por algunos pocos blandengues. Temprano, a las 7 de la mañana, el
valle se estremeció, “aunque no por dianas ni salvas celebratorias
de la efeméride nacional” : de buenas a primeras , 200 indios montados
surgieron en las serranías del oeste y se abatieron sobre la caballada como un
relámpago, arrebatando 700 animales, en
tanto cinco soldados del grupo
que cuidaba la caballada del Regimiento de Blandengues, cayeron muertos a
chuzazos y los animales fueron reunidos
y recogidos vertiginosamente, rumbo al oeste, entre golpes de sable, revoleo de
boleadoras y alaridos espeluznantes, como era típico de los aborígenes.
Obviamente nadie esperaba esta
arremetida, pues en tal caso se habría previsto una guardia.
La
tropa, que no tenía otro deber que trabajar en las obras del Fuerte, disfrutaba
de cierta paz, en los campamentos había
pocos caballos. Evidentemente, la confianza de los expedicionarios fue
un tanto excesiva para la ocasión.
Inmediatamente
se ordenó que una partida de 150 cazadores saliera por retaguardia de los
cerros para cortar la retirada de los atacantes, pero poco o nada pudieron
hacer a los imprevistos visitantes y procurar
algunas caballadas, y no lograron su propósito; sólo vieron un espectáculo
novedoso y sorprendente, que fue la extraordinaria velocidad y pericia con que
esos bárbaros condujeron sus potros por esas alturas desiguales y peñascosas, que para ellos eran como campo raso. Los
cazadores porteños, indudablemente, no esperaban ver tanta habilidad.
El Regimiento de Húsares y una parte del escuadrón
de Colorados del norte, que eran los que abandonaron el fuerte y persiguieron a los
puelches hasta que la niebla les impidió seguir adelante, lo hicieron un poco tarde, por lo que no lograron
alcanzarlos. El capitán general dispuso entonces, siendo ya las 7, que el
propio general en jefe, Rondeau, saliese con 400 hombres, pues supuso que los
indios iban a detenerse por el Chapadleufú u otro punto cercano. La división
llegó al arroyo esa misma noche; y el destacamento acampó
esa misma noche sobre el cauce de agua.
En
la mañana del 10, al no
hallar al enemigo, esperaron la mañana y le siguieron el rastro, unas 8 leguas
más, hasta convencerse que la persecución era inútil, pues el enemigo ya estaba
lejos, llevando solamente unos cien o ciento cincuenta caballos. Un cuadro desolador se presentó engtonces a
los ojos de los soldados: decenas de caballos, que los indios no habían podido
llevar consigo, se encontraban chuceados y desjarretados sobre ese trayecto, como para que fuera imposible recogerlos y
emplearlos. Triste final para los nobles animales que recién habían concluido
el largo viaje por las serranías de El Volcán. El indio se defendía a su modo. “La división se retiró al campamento siendo imposible
darles caza”.
A mediados de julio se
comenzó a disponer todo para el regreso de la expedición. La milicia había sido
licenciada el 19, considerándosela sin objeto y, tal vez, temiéndose deserciones.
El gobernador agradeció sus servicios en una proclama.
El 16 de julio se puso en
marcha el Escuadrón de Colorados a las órdenes del general Rondeau; el 21
partió el ministro de guerra Francisco Fernández de la Cruz, al frente del
Regimiento de Húsares, que debía seguir hasta la Guardia de
destino, y así, sucesivamente, otros cuerpos. Cien blandengues marcharon a la
Guardia de Kaquel Huincul, escoltando un importante número de yeguarizos que
iba a pastoreo.
El
gobernador fue el último en partir. Emprendió el regreso el 24 de julio, por el
denominado camino del Chapadleufú, al frente de 350 cazadores y 40 artilleros.
El 2 de agosto estaba en la Guardia del Monte, y el 5 llegaba a Buenos Aires.
Los
campos, en esos momentos, ofrecían un aspecto triste, esterilizados por la
seca, sólo mostraban hacienda flaca o moribunda. En la Fortaleza quedó una guarnición de 200 infantes, 100 soldados
de caballería, pertenecientes al Regimiento Blandengues, más los artilleros
necesarios para las baterías. El comando fue confiado al teniente coronel Mariano García.
En
la tarde del 16 de julio, una patrulla que recorría el campo a unas seis leguas
del Fuerte, había encontrado una mujer joven. “Quién
podía esperar ese hallazgo en esa latitud, y en pleno invierno entre pajonales
poblados de vizcachas, zorros, hurones y otras especies de la fauna pampeana,
todos naturalmente salvajes....”-dice Gorraiz Beloqui.
La
pobrecita era una joven blanca de Arrecifes que había caído en manos de los
indios durante un malón contra las estancias de aquel distrito. Había
permanecido cautiva en los toldos de Ancafilú por mucho tiempo (era incapaz de
precisar cuánto).Sería la primera
cautiva rescatada luego de la fundación. Cierta noche, la embriaguez de sus
amos le permitió fugarse y vagar ocho días por el desierto, "alimentándose con frutos del campo",
hasta que los hombres del Fuerte la encontraron, no sin sorprenderse, y la
llevaron con ellos a buen resguardo.
La
ex-cautiva,
heroína inesperada, vino a ser una informante de primer orden ya que había tenido noticias de
la traición que los puelches tramaban contra las fuerzas del gobernador, del
asesinato de los oficiales rehenes "a sangre fría".
" ... vio la ropa de todos ellos en poder de algunos caciques e indios y ... este triunfo lo festejaron largamente ... " –nos dice el Diario.
" ... vio la ropa de todos ellos en poder de algunos caciques e indios y ... este triunfo lo festejaron largamente ... " –nos dice el Diario.
El
lenguaraz, a quien Rodríguez tenía por un traidor, había sufrido la misma
suerte. La mujer informó que muchos ranqueles se hallaban acampados cerca de
los puelches y que todas las tribus se disponían a reunirse "para hacer una invasión general a la
frontera en la próxima luna (mes de julio)".
Cerca de los caciques, al costado de una laguna, estaban
las tropas ranqueles. Estas dos últimas noticias corroboraban las presunciones
del gobernador.
" ... Aseguró también, que los indios
en cuestión, hacen una permuta continua de ganado y sus artículos con el
establecimiento de Patagones, de donde conducen el aguardiente, el tabaco, la yerba,
etc., etc." –nos informa el Diario.
De
aquella cautiva no se conserva el nombre ni su posterior destino, que se
presume pudo ser el pago de Arrecifes… tampoco no se ha
hallado ni su edad, ni su destino final.
Es posible que se hubiera marchado luego nuevamente hacia Arrecifes con alguno
de estos cuerpos
A
propósito de Patagones, siempre resultó llamativo comprobar cómo ese temprano enclave (1779) se mantuvo incólume en
medio de aborígenes hostiles. Evidentemente
las autoridades de aquella remota avanzada supieron apaciguar a los indios e
incluso recuperar, gracias al trueque, mucho de lo que habían robado en la frontera de Buenos Aires.
Teniendo
en cuenta los elementos de juicio aportados por el relato de la cautiva,
Rodríguez apresuró la retirada de los efectivos restantes y dispuso que el
regimiento de húsares marchase a guarnecer el oeste de la frontera vieja mientras
el de blandengues se ubicaría en el este de la línea. El 24 de julio de 1823, finalmente,
el gobernador partió hacia la capital.
Luego de la partida del fundador, quedó al frente del Fuerte Independencia el teniente coronel Mariano García con 300
hombres de guarnición. Los trabajos de construcción estaban ya bastante
avanzados cuando el duro invierno de ese año
se hacía sentir con todo su rigor.
Quién era el nuevo y primer jefe del Fuerte después que
hubo partido Martín Rodríguez?
Pese a su
juventud,- García tenía 31 años- aquilataba una importante experiencia
militar dado que había participado en las batallas de Salta, en Vilcapugio,
Ayohuma y en Sipe Sipe, además de otros combates
menores.
En sus casi siete meses de comandancia, García se abocó a
la terminación de la construcción del Fuerte y en recibir a los primeros civiles que se
aventuraban por estos pagos.
Asimismo, su buena información sobre los movimientos
indígenas le permitió mantener en alerta la zona sobre los potenciales riesgos de ataques y estar dispuesto “…a dar el primer día de gloria al
nuevo Fuerte de la Independencia".
El agravamiento de las
incursiones en distintos zonas de la provincia, movió al Gobernador a llevar
adelante la tercera expedición al sur que llegaría hasta la zona de Bahía Blanca, aunque sin
poder concretar el objetivo de fundar
allí lo que hubiese sido .la actual ciudad de ese nombre.
Ya el 11 de enero de 1824, los
milicianos de caballería de Sayós y de Inarrra se ponían en marcha hacia el
Tandil siendo la avanzada del poderoso
ejército que llegaría al fuerte en
febrero. Luego de estar aquí poco más de
un mes, partió el ejército hacia el sur. El teniente coronel Mariano
García se había sumado a él como segundo
jefe del Regimiento de Blandengues. Ese mismo día el Gobernador firmaba la
comunicación por la que informaba al
Gobierno Delegado que al mando del Fuerte quedaba Mariano Echenagucía, al que hemos llamado en otros trabajos el
“comandante adolescente”, dado que apenas tenía 16 años! quedando
como Comandante - aunque transitorio -constituyéndose en el más joven de los
comandantes que tuvo la fortaleza tandilense en toda su historia.
La
tercera campaña, luego de padecimientos, escaramuzas, incertidumbres y amagos
permanentes de ataques no concretados llegó hasta la Sierra de la Ventana,
sosteniendo el combate de Pillahuincó, donde alrededor de 3000 lanzas
enfrentaron a las huestes de Rodríguez, Pueyrredón y Rondeau, que fueron las
vencedoras luego de ardua lucha.
Desde
allí una columna al mando de Rondeau, siempre incansable, llegó hasta lo que
creyeron que era la Bahía Blanca al ver anclados los barcos de Chilavert y
Casares; pero no era así y sin saberlo y al encontrar tan malo el lugar elegido
-habría sido la actual Punta Alta-, informaron al Gobernador, quien de
inmediato y con reproches muy serios a los navegantes por su información previa,
ordenó el regreso, que se cumpliría en medio de una penosa marcha que costó la
vida a muchos soldados que perecieron de hambre o frío.
Al
respecto nos dice Pueyrredón: " ... los
que más tuvieron que sufrir, fueron los negros del batallón de Cazadores, que
volvían hechos pedazos y casi todos sin calzado". "La mayor
mortalidad, fue de estos infelices, no había día en
que no hicieran recoger del campo negros helados, a veces hasta
nueve." y continuaba: "Al fin después 'de mes y medio de horribles sufrimientos llegamos a las alturas de la Tinta; allí se recibió una comunicación participando el ascenso al gobierno de la Provincia del general don Juan Gregario de Las Heras".
que no hicieran recoger del campo negros helados, a veces hasta
nueve." y continuaba: "Al fin después 'de mes y medio de horribles sufrimientos llegamos a las alturas de la Tinta; allí se recibió una comunicación participando el ascenso al gobierno de la Provincia del general don Juan Gregario de Las Heras".
"Pocos días después llegamos al
Tandil, donde terminó la campaña.".
Rodríguez
había perdido la reelección y retornaba con un dejo amargo a Buenos Aires; el gran
patriota había abierto caminos, aun cuando sus campañas pudieron parecer
fracasos. La sola presencia de Tandil y su Fuerte de la Independencia
justificaron su esfuerzo y el de sus hombres.
La fracasada misión de la expedición de Martín
Rodríguez, obligó al repliegue en las circunstancias relatadas. De esa manera,
el 20 de mayo de 1824, los expedicionarios estaban de regreso en el Fuerte
Independencia, dejando su cargo de gran responsabilidad el joven Echenagucía en
manos del experimentado Sargento Mayor Bruno Vázquez quien así pasó a ser así
el tercer comandante en el Tandil.
Fuente principal: “Diario de la
expedición al desierto”. Martín Rodríguez, Bs,As., Ed. Sudestada, 1969.
Daniel Eduardo Pérez
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