miércoles, 30 de julio de 2014

PRIMER MALÓN Y RESCATE DE CAUTIVA EN EL TANDIL




EL PRIMER MALÓN Y EL RESCATE DE LA PRIMERA  CAUTIVA

El Brig. Gral. Martín Rodríguez ya estaba dispuesto a emprender el regreso a Buenos Aires. El mal trago de la pérdida de los nueves hombres en las cercanías de la laguna que denominaron La Perfidia (actual El Chifle)-episodio  al que le dedicamos la nota del ejemplar anterior-había quedado atrás. Sin embargo no quería irse sin antes explorar las serranías cercanas y además dejar una guarnición aprovisionada como para pasar el duro invierno que se avecinaba.
Esas sierras cercanas eran las del Volcán (Balcarce) donde tenía pensado levantar una guardia-fortín para resguardar la zona y ampliar la frontera en ese sector.  Para ello dispuso que el general José Rondeau acompañado de 600 hombres del regimiento de Blandengues marcharan con el objeto mencionado y a "buscar un puerto o rada capaz de abrigar las embarcaciones que emprendiesen el tráfico, por estas costas al establecimiento".
El 23 de junio de 1823, la fuerza se puso en camino hacia el sureste. A noventa kilómetros de la salida, se comenzó a bordear la pintoresca sierra del Volcán por su falda norte.  " ... el cincel de la naturaleza se esmeró en su regularidad y hermosura: todo allí es agradable y todo atrae las miras del cultivo ... ".
Manteniendo el rumbo previsto, la partida avanzó uno 55 km., encontrando una laguna en cuyo extremo este establecieron campamento por unos días. Allí descubrieron los fosos de la antigua reducción jesuítica de Nuestra Señora del Pilar, fundada  por los padres Tomás Falkner y José Cardiel el 13 de noviembre de 1746, a orillas de la Laguna de las Cabrillas, hoy Laguna de los Padres, la que fue abandonada en 1751 luego de repetidos ataques indígenas.
" ... La posición que [los jesuitas] eligieron es comoda e interesante, y en ella consultaron la prosperidad de su institución poniendo en obra su industria y sus grandes recursos. Contiguo a las costas del mar del Sud un canal de comunicación con el lago ... les hubiera dado un puerto seguro, cuando en las costas no lo hubiesen encontrado y que probablemente no lo hallaron inmediato. Sembraron montes de diferentes especies y también plantas, y vegetales que cubren mucha parte del terreno inmediato. La cercanía del cabo Corrientes, en donde la pesca de lobos es abundante, les hubiera dado un incremento rápido a su población con una riqueza que solo ellos la conocían  entonces ... Sobre estas bases debe cimentarse la segunda frontera: sus ventajas son manifiestas y el conservarlo labrará su prosperidad"-dice el Diario de la Expedición. 

Entre el 28 de junio y  el 1 de julio, los ingenieros efectuaron el reconocimiento de las costas; uno de ellos bordeó el mar hasta 20 millas al sur del cabo Corrientes:
" ... las muchas vertientes que se descubrieron hacían presumir, que uniéndose estas a alguna distancia del mar formasen un canal capaz de servir al objeto indicado”  .
Sin duda pensaron que la falta de un puerto natural en la zona podría subsanarse construyendo un canal que comunicase la Laguna de los Padres con el mar.  Otro ingeniero, por su parte, exploró la costa hasta 28 millas al norte del cabo Corrientes y         descubrió la laguna Mar Chiquita, asentando en el Diario:     
“…Este punto como el resto de la costa no presenta comodidad alguna por ahora. El lago rodeado de pantanos y riachos  de la misma naturaleza,  aunque capaz de ser una rada, se presenta inútil…”
Llegado el 2 de julio, Rondeau ordenó emprender el regreso y luego de la marcha sin tropiezos, el día 7, los hombres arribaron al Fuerte de la Independencia. El jefe y los ingenieros presentaron enseguida los informes de los reconocimientos
El capitán de los Reyes, que había participado de ellos, volcó sus estudios y mediciones en la Memoria Geográfica. Influido por las ideas del antiguo coronel Pedro A. García, creyó que era el momento de proponer la formación de un grupo de geógrafos, y así lo dejó escrito en el Diario de la Expedición:

"La organización, señor -decía dirigiéndose al ministro de guerra de la provincia de Buenos Aires, Fernández de la Cruz-- de un cuerpo de geógrafos por que clama el estado de estos conocimientos en el país podrían llenar el vacío en que aún se halla de topografía y estadísticas ...Los geógrafos contribuirían con el levantamiento de los planos topográficos de todos sus puntos á este objeto. La estadística y la geografía natural que también deberían abrazar nos presentarían un conjunto de conocimientos exactos para todas las necesidades públicas del país que ha tamos, y en general de toda esta parte de la América Sud". 
No quedaba ninguna fortificación ni guardia con guarnición, como se había pensado originalmente, por lo que  la campaña vino a ser puramente exploratoria, aunque tampoco se divisaron tolderías por ninguna parte. La belleza del relieve y de los campos de la zona, hoy balcarceña, llenaron los ojos de los expedicionarios, por allí todo era agradable y propicio para el futuro del cultivo que interesaba tanto a particulares como al gobierno.
El primer malón contra el Fuerte y el rescate de una cautiva
Dos días después del regreso de la excursión a El Volcan, el 9 de julio, amaneció con una niebla densa que cubría los campos próximos al fuerte. Los caballos pastaban mansamente  en los alrededores, custodiados por algunos pocos blandengues. Temprano, a las 7 de la mañana, el valle  se estremeció, “aunque no por dianas ni salvas celebratorias de la efeméride nacional” : de buenas a primeras , 200 indios montados surgieron en las serranías del oeste y se abatieron sobre la caballada como un relámpago, arrebatando 700 animales,  en tanto cinco soldados del grupo que cuidaba la caballada del Regimiento de Blandengues, cayeron muertos a chuzazos  y los animales fueron reunidos y recogidos vertiginosamente, rumbo al oeste, entre golpes de sable, revoleo de boleadoras y alaridos espeluznantes, como era típico de los aborígenes. Obviamente nadie esperaba esta arremetida, pues en tal caso se habría previsto una guardia. 
La tropa, que no tenía otro deber que trabajar en las obras del Fuerte, disfrutaba de cierta paz, en los campamentos había  pocos caballos. Evidentemente, la confianza de los expedicionarios fue un tanto excesiva para la ocasión.
Inmediatamente se ordenó que una partida de 150 cazadores saliera por retaguardia de los cerros para cortar la retirada de los atacantes, pero poco o nada pudieron hacer  a los imprevistos visitantes y procurar algunas caballadas, y no lograron su propósito; sólo vieron un espectáculo novedoso y sorprendente, que fue la extraordinaria velocidad y pericia con que esos bárbaros condujeron sus potros por esas alturas desiguales y peñascosas, que para ellos eran como campo raso. Los cazadores porteños, indudablemente, no esperaban ver tanta habilidad.
El  Regimiento de Húsares y una parte del escuadrón de Colorados del norte, que eran los que abandonaron el fuerte y persiguieron a los puelches hasta que la niebla les impidió seguir adelante, lo hicieron un poco tarde, por lo que no lograron alcanzarlos. El capitán general dispuso entonces, siendo ya las 7, que el propio general en jefe, Rondeau, saliese con 400 hombres, pues supuso que los indios iban a detenerse por el Chapadleufú u otro punto cercano. La división llegó al arroyo esa misma noche; y  el destacamento acampó esa misma noche sobre el cauce de agua.
En la mañana del 10, al no hallar al enemigo, esperaron la mañana y le siguieron el rastro, unas 8 leguas más, hasta convencerse que la persecución era inútil, pues el enemigo ya estaba lejos, llevando solamente unos cien o ciento cincuenta caballos. Un cuadro desolador se presentó engtonces a los ojos de los soldados: decenas de caballos, que los indios no habían podido llevar consigo, se encontraban chuceados y desjarretados sobre ese trayecto, como para que fuera imposible recogerlos y emplearlos. Triste final para los nobles animales que recién habían concluido el largo viaje por las serranías de El Volcán. El indio se defendía a su modo. “La división  se retiró al campamento siendo imposible darles caza”.
A mediados de julio se comenzó a disponer todo para el regreso de la expedición. La milicia había sido licenciada el 19, considerándosela sin objeto y, tal vez, temiéndose deserciones. El gobernador agradeció sus servicios en una proclama.
El 16 de julio se puso en marcha el Escuadrón de Colorados a las órdenes del general Rondeau; el 21 partió el ministro de guerra Francisco Fernández de la Cruz, al frente del Regimiento de  Húsares, que debía seguir hasta la Guardia de destino, y así, sucesivamente, otros cuerpos. Cien blandengues marcharon a la Guardia de Kaquel Huincul, escoltando un importante número de yeguarizos que iba a  pastoreo.
El gobernador fue el último en partir. Emprendió el regreso el 24 de julio, por el denominado camino del Chapadleufú, al frente de 350 cazadores y 40 artilleros. El 2 de agosto estaba en la Guardia del Monte, y el 5  llegaba a Buenos Aires.
Los campos, en esos momentos, ofrecían un aspecto triste, esterilizados por la seca, sólo mostraban hacienda flaca o moribunda. En la Fortaleza quedó  una guarnición de 200 infantes, 100 soldados de caballería, pertenecientes al Regimiento Blandengues, más los artilleros necesarios para las baterías. El comando fue confiado al teniente coronel Mariano García.

En la tarde del 16 de julio, una patrulla que recorría el campo a unas seis leguas del Fuerte, había encontrado una mujer joven.Quién podía esperar ese hallazgo en esa latitud, y en pleno invierno entre pajonales poblados de vizcachas, zorros, hurones y otras especies de la fauna pampeana, todos naturalmente salvajes....”-dice Gorraiz Beloqui.
La pobrecita era una joven blanca de Arrecifes que había caído en manos de los indios durante un malón contra las estancias de aquel distrito. Había permanecido cautiva en los toldos de Ancafilú por mucho tiempo (era incapaz de precisar cuánto).Sería la primera cautiva rescatada luego de la fundación. Cierta noche, la embriaguez de sus amos le permitió fugarse y vagar ocho días por el desierto, "alimentándose con frutos del campo", hasta que los hombres del Fuerte la encontraron, no sin sorprenderse, y la llevaron con ellos a buen resguardo.
La ex-cautiva, heroína inesperada, vino a ser una informante de primer orden ya que había tenido noticias de la traición que los puelches tramaban contra las fuerzas del gobernador, del asesinato de los oficiales rehenes "a sangre fría".
" ... vio la ropa de todos ellos en poder de algunos caciques e indios y ... este triunfo lo festejaron largamente ... "
nos dice el Diario.
El lenguaraz, a quien Rodríguez tenía por un traidor, había sufrido la misma suerte. La mujer informó que muchos ranqueles se hallaban acampados cerca de los puelches y que todas las tribus se disponían a reunirse "para hacer una invasión general a la frontera en la próxima luna (mes de julio)".
Cerca de los caciques, al costado de una laguna, estaban las tropas ranqueles. Estas dos últimas noticias corroboraban las presunciones del gobernador.
" ... Aseguró también, que los indios en cuestión, hacen una permuta continua de ganado y sus artículos con el establecimiento de Patagones, de donde conducen el aguardiente, el tabaco, la yerba, etc., etc." –nos informa el Diario.
De aquella cautiva no se conserva el nombre ni su posterior destino, que se presume pudo ser el pago de Arrecifes… tampoco no se ha hallado  ni su edad, ni su destino final. Es posible que se hubiera marchado luego nuevamente hacia Arrecifes con alguno de estos cuerpos
A propósito de Patagones, siempre resultó llamativo comprobar cómo ese  temprano enclave (1779) se mantuvo incólume en medio de aborígenes hostiles.  Evidentemente las autoridades de aquella remota avanzada supieron apaciguar a los indios e incluso recuperar, gracias al trueque, mucho de lo que  habían  robado en la frontera de Buenos Aires.
Teniendo en cuenta los elementos de juicio aportados por el relato de la cautiva, Rodríguez apresuró la retirada de los efectivos restantes y dispuso que el regimiento de húsares marchase a guarnecer el oeste de la frontera vieja mientras el de blandengues se ubicaría en el este de la línea. El 24 de julio de 1823, finalmente, el gobernador partió hacia la capital.
Luego de la partida del fundador,  quedó al frente del Fuerte Independencia  el teniente coronel Mariano García con  300 hombres de guarnición. Los trabajos de construcción estaban ya bastante avanzados cuando el duro invierno de ese año  se hacía sentir con todo su rigor.
Quién era el nuevo y primer jefe del Fuerte después que hubo partido Martín Rodríguez?
Pese a su  juventud,- García tenía 31 años- aquilataba una importante experiencia militar dado que había participado en las batallas de Salta, en Vilcapugio, Ayohuma y en  Sipe Sipe, además de otros combates menores.
En sus casi siete meses de comandancia, García se abocó a la terminación de la construcción del Fuerte y en  recibir a los primeros civiles que se aventuraban por estos pagos.
Asimismo, su buena información sobre los movimientos indígenas le permitió mantener en alerta la zona sobre los potenciales riesgos de ataques  y estar dispuesto “…a dar el primer día  de gloria al nuevo Fuerte de la Independencia".
El agravamiento de las incursiones en distintos zonas de la provincia, movió al Gobernador a llevar adelante la tercera expedición al sur que llegaría  hasta la zona de Bahía Blanca, aunque sin poder concretar  el objetivo de fundar allí lo que hubiese sido .la actual ciudad de ese nombre.
Ya el 11 de enero de 1824, los milicianos de caballería de Sayós y de Inarrra se ponían en marcha hacia el Tandil siendo la avanzada  del poderoso ejército que  llegaría al fuerte en febrero. Luego de  estar aquí poco más de un mes, partió el ejército hacia el sur. El teniente coronel Mariano García  se había sumado a él como segundo jefe del Regimiento de Blandengues. Ese mismo día el Gobernador firmaba la comunicación por la que informaba  al Gobierno Delegado que al mando del Fuerte quedaba Mariano Echenagucía, al que hemos llamado en otros trabajos el “comandante adolescente”, dado que apenas tenía 16 años! quedando como Comandante - aunque transitorio -constituyéndose en el más joven de los comandantes que tuvo la fortaleza tandilense en toda su historia.

La tercera campaña, luego de padecimientos, escaramuzas, incertidumbres y amagos permanentes de ataques no concretados llegó hasta la Sierra de la Ventana, sosteniendo el combate de Pillahuincó, donde alrededor de 3000 lanzas enfrentaron a las huestes de Rodríguez, Pueyrredón y Rondeau, que fueron las vencedoras luego de ardua lucha.
Desde allí una columna al mando de Rondeau, siempre incansable, llegó hasta lo que creyeron que era la Bahía Blanca al ver anclados los barcos de Chilavert y Casares; pero no era así y sin saberlo y al encontrar tan malo el lugar elegido -habría sido la actual Punta Alta-, informaron al Gobernador, quien de inmediato y con reproches muy serios a los navegantes por su información previa, ordenó el regreso, que se cumpliría en medio de una penosa marcha que costó la vida a muchos soldados que perecieron de hambre o frío.  
Al respecto nos dice Pueyrredón: " ... los que más tuvieron que sufrir, fueron los negros del batallón de Cazadores, que volvían hechos pedazos y casi todos sin calzado". "La mayor mortalidad, fue de estos infelices, no había día en
que no hicieran recoger del campo negros helados, a veces hasta
nueve."
y continuaba: "Al fin después 'de mes y medio de horribles sufrimientos llegamos a las alturas de la Tinta; allí se recibió una comunicación participando el ascenso al gobierno de la Provincia del general don Juan Gregario de Las Heras".
"Pocos días después llegamos al Tandil, donde terminó la campaña.".
Rodríguez había perdido la reelección y retornaba con un dejo amargo a Buenos Aires; el gran patriota había abierto caminos, aun cuando sus campañas pudieron parecer fracasos. La sola presencia de Tandil y su Fuerte de la Independencia justificaron su esfuerzo y el de sus hombres.
La fracasada misión de la expedición de Martín Rodríguez, obligó al repliegue en las circunstancias relatadas. De esa manera, el 20 de mayo de 1824, los expedicionarios estaban de regreso en el Fuerte Independencia, dejando su cargo de gran responsabilidad el joven Echenagucía en manos del experimentado  Sargento Mayor Bruno Vázquez quien así pasó a ser así el tercer comandante en el Tandil.

Fuente principal: “Diario de la expedición al desierto”. Martín Rodríguez, Bs,As., Ed. Sudestada, 1969.

Daniel Eduardo Pérez

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