lunes, 26 de diciembre de 2011

JACINTO SALDÍVAR, DE GUARDIA DE SARMIENTO A INTENDENTE


DE GUARDIA DE SARMIENTO A INTENDENTE

JACINTO SALDÍVAR EL SUCESOR DE DUFFAU

El primer Intendente de Tandil, don Pedro Duffau, dejó su cargo luego de tres períodos consecutivos de un año. El Expedicionario del Desierto había terminado el histórico mandato del pueblo de aquel Tandil y dejaba el gobierno con el sentimiento del deber cumplido.

La nueva elección, para el período 1889-90, recayó en el hasta entonces presidente del HCD don Jacinto Saldívar, colaborador fiel de Duffau, cuya vida es prácticamente desconocida entre nosotros, salvo los datos que oportunamente aportamos en la década del ’80 y que hoy ampliados con nuevos datos obtenidos gracias a Clementina Martínez (emparentada con sus descendientes), los incorporamos a este libro.

Tanto los datos de su vida, como los documentos obrantes en el AHM, nos dan cuenta de la dura vida de este patriota que hoy rescatamos para conocimiento de las nuevas generaciones, herederos de aquellos forjadores del Tandil actual.

Jacinto Saldívar nació en la provincia de San Juan el 11 de setiembre de 1845 del matrimonio de Jacinto Saldívar y María Barbosa, quienes fueron además sus primeros maestros en la escritura y lectura.

La vida militar pronto lo cautivó y con veintidós años ingresó al Batallón San Juan, siendo su jefe el Comandante Lisandro Sánchez.

A fines de 1869 solicitó la baja, atraído por nuevos horizontes, la que le fue concedida por el gobernador Manuel José Zabala. Casi simultáneamente al Teniente Carlos Godoy (luego teniente general de la Nación y glorioso militar), le fue confiada la misión de formar y conducir un grupo que integraría la escolta presidencial del entonces primer mandatario, el ilustre comprovinciano de Saldívar, Domingo Faustino Sarmiento, lo que entusiasmó de nuevo a nuestro Jacinto que se alistó en el cuerpo.

Pasó luego a revistar en el Regimiento Nº 11 de Caballería Gral. Lavalle,

marchando a Buenos Aires, en diciembre de 1869, para formar en la parada militar del 1 de enero de 1870, con la que el Presidente de la República despidió a los batallones de Guardias Nacionales del interior del país que regresaban de la Guerra con el Paraguay.

En marzo de ese año ya revistaba con el grado de Alférez del regimiento citado, el que se encontraba destacado, desde febrero, en el Fuerte Gral. Belgrano (Pillahuincó Grande, hoy partido de Cnel. Pringles) correspondiente a la Frontera Costa Sud.

Era la época en que el Emperador de las Pampas, Calfucurá, reinaba con sus huestes en la llanura pampeana, maloqueando y arreando hacienda para sus toldos.

Así fue que el 14 de junio de 1870 se abalanzó sobre Tres Arroyos saliendo el coronel Julio Campos con sus soldados a repeler la agresión y tratar de recuperar parte del botín, hacia el Fortín Libertad hacia donde se dirigió Calfucurá. En el encuentro, del que participó valientemente Saldívar, pese a contar con una caballada disminuida por las marchas y su estado, Campos y sus hombres lograron rescatar alrededor de 8000 cabezas.

Según su propio relato, que obra en su foja de servicios: “En la invasión mencionada del año 70, los indios malones nos mataron la guarnición del Fortín García y del Fortín Manantiales, salvándose únicamente un teniente Rivero que lo cautivaron los indios”.

Mientras duraron sus servicios en el Fuerte General Belgrano, estuvo de guarnición al frente de 25 Guardias Nacionales “armados con carabinas de pistón” en el Fortín Pillahuincó Chico, levantado en la inmensa soledad de la imponente pampa

Allí permaneció nuestro hombre el resto de 1870 y todo 1871, hasta que en marzo de ese año, junto al regimiento al que pertenecía, avanzó poblando el Sauce Corto, en el Fuerte General San Martín (hoy Coronel Suárez), donde permaneció hasta comienzos de 1874.

En este punto, a Saldívar le correspondió actuar contra los diversos malones que se abatieron en la frontera Sud, Costa Sud y Bahía Blanca, ocupando las márgenes del Sauce Chico, lo que permitió asegurar la zona bahiense.

De este episodio Saldívar comentaba:” Salió el Regimiento, cruzamos la sierra

y tomamos la costa del Sauce Chico abajo. Como a la una de la tarde los chasques de los indios de Pichigüinca nos trajeron el parte de que los indios malones cruzaban el Sauce Chico con un gran arreo con rumbo al norte, los alcanzamos quitándoles la hacienda que llevaban y tomándoles algunos prisioneros. En la nota de felicitación del Gral. Rivas al jefe de la frontera por este hecho, recuerdo que le decía que nosotros habíamos salvado el honor de las armas, puesto que en la Frontera Sud y Bahía Blanca las escasas fuerzas habían sido menos felices que nosotros.”

Calfucurá ya había muerto y los ataques estuvieron a cargo de su sucesor Namuncurá, afectando a la zona del Fuerte General San Martín y Pillahuincó –frontera a cargo de la jefatura del coronel Julián Murga, a la postre suegro de Pedro Duffau, el primer Intendente de Tandil- Saldívar y los soldados de su regimiento-que pelearon bravamente- participaron junto a las columnas del general Rivas del avance hacia el reducto araucano de Salinas Grandes.

Resulta interesante destacar en este punto y en referencia directa a la posterior historia política tandilense, que Duffau y Saldívar se conocieron en 1870 en Pillahuincó, bajo la jefatura del coronel Nicanor Ramos Mexía. Posteriormente Duffau fue designado ayudante del coronel Julián Murga, casándose con una de sus hijas y pidiendo la baja en 1873, residiendo en Carmen de Patagones hasta llegar al Tandil, donde se radicó para dedicarse a las actividades rurales.

En mayo de 1874, Saldívar se trasladó junto a su regimiento a Blanca Grande en la Frontera Sud. Con el grado de Ayudante Mayor Primero, se retiró del servicio activo y luego de diversas alternativas que lo ubican en distintos lugares, recaló en Tandil.

Aquí se reencontró con su compañero de armas Pedro Duffau, compartiendo los postulados del mitrismo local a través de la Unión Cívica que aquí fue el “partido” gobernantes con los primeros Intendentes.

En su vida privada se dedicó a las tareas agropecuarias en la estancia “Los Laureles”, contrayendo matrimonio el 16 de mayo de 1878 con la joven Clementina Melo,- descendiente de pioneros brasileños de la zona de Spirito Santo y también con ascendencia incaica, que llegaron al país (Córdoba) en 1590. El matrimonio tuvo tres hijos: Clementina Natividad, Leonor Nicolasa y Emilio Evangelista Saldívar Melo.

Enviudó en 1900 contrayendo nuevas nupcias con Rosario de la Cuesta, nativa de Benito Juárez, con quien también tuvo varios hijos.

Su labor en Tandil fue reconocida por los vecinos que lo eligieron como concejal primero, presidiendo el H. Concejo Deliberante durante la intendencia de Duffau y luego elegido en 1888 para suceder a su amigo al frente de la Municipalidad, cargo que asumió el 1 de enero de 1889.

Nombró Secretario Municipal al veterano César Prada, luego reemplazado por Francisco Cosentino, en tanto se desempeñaba como presidente del H. Concejo Deliberante don Francisco Almirón.

Saldívar asumía una Comuna encaminada en una serie de obras importantes, entre ellas la del empedrado que tanto le había costado lograr a Duffau y para cuyo control había designado al francés Bernardo Sabatte Laplace, un hombre que tendría una larga y prolífica labor en las futuras administraciones, siempre referidas a las obras públicas.

Ya con cuadras empedradas, se ocupó de reglamentar el tránsito en la zona (parece que nos viene de lejos esta preocupación…) y también el funcionamiento del Mercado de Abasto “La Plata”.

Ordenó asimismo el levantamiento de un plano catastral, así como determinar la existencia de terrenos municipales y proceder a su venta, con excepción del cementerio viejo ( actual Plaza Moreno ) y del cerro ubicado en la chacra de Jaime Larsen ( hoy Parque Independencia) , medidas previsoras de Saldívar que hoy posibilitan que gocemos de esos espacios verdes.

El remate de las tierras citadas estuvo a cargo de Teófilo Scott y el trámite fue aprobado luego en 1891.

El flamante Hospital fue reforzado en su atención con la designación de dos destacados médicos de nuestra historia: José Fuschini y Fernando Peré y poco después con el Dr. Camilo Fernández Gil.

Fue en su mandato en el que se inauguró el Registro Civil, el 15 de setiembre de 1889, acorde con lo dispuesto por la Ley que los creó en el territorio provincial.

Reelegido para otro período de un año, Saldívar enfrentó la difícil situación que aquejaba a la Nación con un de las peores crisis que también se sintió en Tandil. No obstante siguió la obra progresista y contrató la del empedrado con boulevard de la Av. Noreste, que construiría la firma Pini y Maderni, a razón de $ 3,90 el metro cuadrado como máximo, llevando así este adelanto a la barriada que comenzaba a delinearse como “la de la estación” con la mejora de lo que hoy es la Av. Santamarina y posteriormente continuada hasta la actual Av. Colón, tal cual puede apreciarse actualmente pese al paso de los años.

No se desentendió de las poblaciones rurales y al “Centro Agrícola María Ignacia”-origen de la localidad del mismo nombre con su estación Vela- le designó por decreto del 10 de noviembre de 1890, alcalde y teniente alcalde, cargos que recayeron en los vecinos de allí, Rafael Castaño y Ciriaco Pourtalé.

La crisis económica fue haciendo mella en la administración comunal, la que para colmo, en nuestro partido, se vio agravada con inundaciones que perjudicaron mucho la red caminera rural y el estado posterior de las mismas calles del pueblo.

El antiguo integrante de la escolta presidencial y veterano fortinero, tocaba a su fin en su mandato no presentando su candidatura para uno nuevo, por lo cual las elecciones de 1890 consagraron a un nuevo Intendente, el primero nativo de nuestro Tandil: Donato Dufau, al que nos referimos en el Cap. IV del tomo II.

Dufau asumió en diciembre de ese año y Saldívar, luego de permanecer por un tiempo en Tandil, se trasladó con su familia a La Plata donde le había sido ofrecido un cargo en la policía .Allí tuvo una carrera destacada ascendiendo hasta el grado de Comisario Inspector. Vidas paralelas, diríamos parafraseando al gran Plutarco, dado que su amigo y antecesor había tenido similar actuación…

Ya con los albores del siglo XX se retiró a la vida privada en la ciudad de las diagonales y su salud se fue resintiendo de tal manera, que habiendo sido uno de los invitados de honor para las fiestas del centenario de la ciudad, en 1923, no pudo concurrir por esa razón.

Casi a los 83 años, en febrero de 1928 falleció en La Plata, el Intendente que con orgullo dejó escrito que durante su paso por las fronteras”…nunca pedí licencia habiendo permanecido con el Regimiento “

Jacinto Saldívar dejaba así su impronta en la historia de los tandilenses, en los albores de aquellos difíciles días en que el pueblo quería ir tomando forma de ciudad.

Daniel Eduardo Pérez

miércoles, 14 de diciembre de 2011

EL FOLCLORE EN EL TANDIL

EL FOLCLORE EN EL TANDIL

Una breve reseña de sus comienzos

. El origen de la palabra folklore, según la opinión generalizada, puede encontrarse en la expresión inglesa acuñada por el arqueólogo de esa nacionalidad William John Thoms ( 1803-1885) quien la publicó en la revista londinense “Athenaeum” el 22 de agosto de 1846, que en forma abreviada (Folk.-lore) de “The lore of people” podría traducirse como “el saber del pueblo” ( de Folk., pueblo y lore, saber, ciencia), definiendo así conocimientos, usos y costumbres transmitidos de generación en generación, de boca en boca, generalmente en forma anónima.

A raíz de la citada publicación de Thoms, el 22 de agosto se celebra el Día Internacional del Folclore.

Fue con expresiones como la danza y el canto que comenzó a divulgarse el folclore popularmente, en especial en el interior a lo que mucho contribuyó el Festival Nacional de Cosquín, cuya primera edición data de 1961.

En el aspecto folclórico que nos ocupa, fue en la década del ‘50 cuando encontramos los comienzos de un sendero que se fue trazando en forma ininterrumpida hasta nuestros días, con momentos de apogeo y otros de cierto letargo. Ya don Lauro Viana escribía poemas gauchescos que recitaba el entonces famoso Fernando Ochoa y el eximio guitarrista don Abel Fleury interpretaba aquí sus hermosos estilos. .

En 1954 se creó la primera institución con objetivos de difundir el folclore. Nos referimos al Centro de Estudios Folklóricos Curalán, que nucleó a los vecinos interesados en la práctica y la difusión del cancionero y las danzas nativas. Allí, el recordado maestro Sante Salvador fue el que llevó adelante la iniciativa, aunque pese al esfuerzo que demandó y al entusiasmo de sus integrantes, duró poco, aunque abrió el sendero para que fuese recorrido por otros interesados. .

La huella estaba abierta y en ese quehacer, fueron los cantores los que continuaron el recorrido. Así rescatamos a Las Voces del Bosque como el primer conjunto vocal folclórico de Tandil, integrado por Sante Salvador, Juan Carlos Bertolot y Humberto Delorenzo, tarea de difusión a la que se agregaron Moncho Techeiro y el muy joven Carlos Polpadre, así como también la familia Techeiro, que encabezada por la madre, Silvia L. de Techeiro, reunía las voces y la música de sus hijos Graciela, Elvira, Moncho Mingo y Tatú, que se presentaban en aquellas “reuniones o tertulias” del incipiente y pionero folclore local.

Otro conjunto que estuvo entre los primeros fue Los Legüeros, fue un mojón más en esa etapa de los “iniciadores”, donde el joven Néstor Ausqui ya se destacaba con su guitarra.

Al año siguiente amigos del folklore y la tradición dieron origen de lo que luego sería el Museo Histórico y Tradicionalista Fuerte Independencia, , que se reunieron para dar nacimiento a la institución, el 20 de agosto de 1955, con la presidencia de don Carlos de Ferrari Bravo del que dimos cuenta en el ejemplar anterior de la revista.

El entusiasmo pronto los impulsó a llevar adelante la idea de constituir una institución de carácter tradicionalista, la que finalmente y luego de reunirse una buena cantidad de asistentes, se concretó con su creación el 20 de octubre de 1957, la Peña Tradicionalista El Cielito. Entre aquellos fundadores podemos mencionar a: Carlos de Ferrari Bravo (también primer presidente de la entidad) acompañado por varios vecinos inquietos.

Desde 1961 se implantó la enseñanza de danzas nativas, las que estuvieron a cargo del renombrado profesor Juan de los Santos Amores, que viajaba periódicamente a Tandil, hasta el año 1970, las que continuaron posteriormente bajo la dirección de Rosita A. de Barrera y Gladys M. de Franchini, prosiguiendo la Srta. Poli y luego Blanca Rango, Cristina Rivero y María Julia U. de Saracca hasta el año 1981. A partir de allí, asumió como Director de la ya entonces Escuela, Miguel Ángel Rouaux, desempeñándose actualmente como tal. Hoy la Escuela de Danzas cuenta con cientos de alumnos. Por otra parte se formó el cuerpo de baile estable que se presentó por primera vez en 1981, obteniendo la consagración con el premio en Cosquín 1982 , dando nacimiento al Ballet Mayor de la Peña que ganó prestigio nacional.

Dos años después, en 1984, organizó el 1er. Encuentro Folclórico de la Sierra, origen del hoy tradicional y difundido festival..

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En 1959, por su parte, Rodolfo Guidi, Julián Zaganías y otros, con la dirección de Inocencio Moreno, formaron la Agrupación Tradicionalista Huinca Che, que en ese año editó el periódico La Voz de Huinca Che, de vida efímera, pero que fue de las pocas que registra el periodismo en su tipo, en nuestra ciudad.

Sucesores de Las Voces del Bosque y Los Legúeros, Las Voces del Chañar, integrado en 1962 por los hermanos Juan Carlos y Antonio Hemet, Enrique Calvento y Alberto Castel, a quien luego reemplazó Alberto Maschio, conjunto que actuó con gran suceso y grabó su primer disco, con la segunda versión de la zamba Brisas Tandilenses, de don Manuel Thomas, Este conjunto tuvo vigencia hasta 1979.

Paralelamente, en la Sociedad de Fomento Unión y Progreso de Villa Italia, otra entusiasta del folclore, Betty Borja de Rivero, daba nacimiento al cuerpo de baile que se denominó El Bagual-como homenaje al conocido folklorista tucumano Néstor Fuentes, conocido en la danza como “El bagual”.

Tiempo después, la docente Mary Librante creó en 1963 el conjunto-ballet Los Chasquis de la Danza, que hizo época por lo “revolucionario” de su técnica y coreografía de carácter estilizado; Librante fue también la impulsora de los conjuntos El Trébol y Amanecer.

En algunas instituciones arraigadas, como el Club Ferrocarril Sud, se había formado la Peña Andrés Chazarreta, donde Hugo Rodríguez brindaba sus conocimientos a los integrantes del cuerpo de baile.

Por esos años, nació otro conjunto: Los Coshpas (1963-1964) integrado por Pascual Pina, Osvaldo Pereyra, Hugo Irigoyen y Juan Dalera, que con su canto alegraban las reuniones peñeras.

Por su parte en el Club Rivadavia, funcionaba la peña” Gloria, Patria y Tradición”, que bajo la atenta dirección de Amancio Díaz, tenía un cuerpo de baile y realizaba encuentros folclóricos hacia 1964, fecha en la había llegado a Tandil el misionero Julio Espíndola quien pronto se integró al movimiento folclórico con su aporte de la música litoraleña.

Juan de los Santos Amores había ido marcando rumbos, de tal suerte que en 1966, una de sus discípulas, Rosa Amutio de Barrera, logró la creación de la Escuela Municipal de Danzas, que en el comienzo fue dedicada a la enseñanza de Danzas Nativas (hoy es preferentemente Clásica).

Poco después nació otro conjunto de canto folclórico, nos referimos a Tierra Querida, que en 1967, dieron a luz Juan Carlos Quiñones, Carlos Ruffa, Juan Chávez y Ricardo Núñez y luego de retirados estos últimos, con la incorporación de Ramón Caro y Pedro Fuentes, prosiguieron su labor.

También en 1967, surgió un conjunto que hizo época: Sexteto Nuevo. Con los Almada, de Los Güirá Pitá, y junto a Carlos Polpadre del Salón Parroquial a fin de ese año. El grupo debutó en aquellos “Viernes para el Folkloreen septiembre del 68, formado por Raúl Almada, Miguel Almada, Carlos Polpadre, Bautista Oroquieta, Jorge Mereb y Pascual Pina. En lo que puede considerarse un desprendimiento de El Cielito, con Aurelio Sánchez Gavira a la cabeza-que había sido presidente de la mencionada entidad- en 1967 se produjo la creación del Centro Tradicionalista Tandil.

Por esos años también se radicó la profesora Laura Peluffo, de reconocida trayectoria nacional, que dejó una huella honda y creó la Escuela Integral de Folklore.

Una década más tarde nació Tiwanaku, integrado por Osvaldo. Pereyra, Galbassini, Vitteta e Irigoyen, de gran vigencia en los ’80, con versiones refinadas de la música andina. También por la misma época, se incorporó a la actividad folklórica local el conjunto vocal Los de Sierra Alta, integrado por Jorge Palacio, José Eleta, Cayetano Zumpano y Jorge Ütile, de grato recuerdo y fecunda labor.

La labor de Santos Amores con la colaboración de la inquieta y recordada “Mecha”Chanly , se prolongó luego en su Escuela Argentina de Folklore, así como otros enamorados de las danzas folclóricas como José Pepe Loustanau, Ricardo Casal y los hermanos Hernet, trabajaron incansablemente en su difusión, surgiendo conjuntos como Los Lanceros del Huayra, dirigido por Casal, Flor del Cardón, dirigido por Luis Rossi, Los 4 Rumbos., A Poncho y Lanza en Villa Aguirre, con A. Díaz, Los 4 de Tandil, peñas como El Palenque en el ‘80 y también Amaiké, de Ricardo Casal y Virginia Rossi del ‘ 80 a 2004, Anahí Chravú, Antonio J. Hernet, también de Casal; grupos como Añoranzas dirigido por Jorge Larroquet y El Quebracho Ballet, con Javier Casal, que ya después de 2000, mantuvieron encendida la llama.

Hubo intentos valiosos en procura de aunar esfuerzos en el campo del folclore lugareño, que lamentablemente naufragaron. Tal es el caso del que encabezó en 1973, Santiago Librante con la Federación Tandilense de Arte Nacional que duró hasta 1980, lapso en el que se organizó el Festival con certamen competitivo de danza y canto con muy buena respuesta.

Más cerca de nuestros días, el canto encontró en solistas como Carlos Mansilla y en el conjunto Alazanes, tal vez las más destacados, la continuidad de la rica historia folclórica serrana. Finalmente digamos que la creación de la carrera de Profesorado de Danzas Nativas y Folclóricas en el IPAT, en 1987, jerarquizó desde el ambiente académico, los estudios folclóricos y formó sólidamente camadas de jóvenes y adultos..

Estimado lector, esta aproximación muy sintética, necesariamente tiene omisiones a las que el espacio obliga, por lo que nos comprometemos próximamente a ahondarla más.

Daniel Eduardo Pérez

domingo, 27 de noviembre de 2011

EL MUSEO HISTÓRICO DE TANDIL

EL MUSEO HISTÓRICO FUERTE INDEPENDENCIA


El origen de lo que luego sería el Museo Histórico y Tradicionalista Fuerte Independencia, estuvo dado por el interés de un grupo de vecinos amantes del folklore y la tradición, que se reunieron para dar nacimiento a la institución, el 20 de agosto de 1955, con la presidencia de don Carlos de Ferrari Bravo y amigos colaboradores que se sumaron, en distintos cargos, a la flamante comisión, como Cecilia S. de Freceise Rico, Sante Salvador, Emilse Gianibelli, Rodolfo Saling, Julio C. Escobar, Teresa C. de Saling, Leonel Acevedo Díaz, Alfredo Serres, Emilio Ramos, Leonetto Binelli, Miguel A. Vannoni, Elvira Mónaco, Edith Forgue, Marta Escobar, Margarita Vannoni y Carlos Freceise Rico..

Los primeros años de la institución transcurrieron poniendo especial énfasis en la enseñanza de las danzas nativas y con jornadas dedicadas al folklore, con fogones y fiestas gauchas, donde la figura de Encarnación Gordillo de Janín, no puede quedar en el olvido, así como la colaboración de la familia Montani, en cuya “Confitería Norma” se realizaron las primeras reuniones.

Con los años, nació la inquietud de formar una Biblioteca Folklórica y Tradicionalista, para lo cual el 8 de junio de 1960 quedó integrada la Subcomisión que tendría a cargo su concreción, con Elba Gianibelli, Carlos Allende y Domingo Polpadre.

A esta loable iniciativa se sumó dos años más tarde, el 3 de julio de 1962, la formación de otra subcomisión cuyo objeto era estudiar la factibilidad de crear un museo tradicionalista, que recogiera los ya abundantes elementos donados a tal fin, por vecinos íntimamente relacionados a nuestra historia local.

Con la dirección de ese eximio artista y cultor de nuestras tradiciones que fue don Carlos Allende y la colaboración entusiasta de Pedro Staneck, Erich Mauro y José Protta, la idea fue tomando forma y con ingentes sacrificios y la buena voluntad de muchos, pudo adquirirse el inmueble de 4 de abril 845, que era propiedad del reconocido vecino de Ayacucho Alfredo Cordonier y sus hermanos, y que en un acto de emotiva y profunda repercusión, fue erigido en sede el 13 de setiembre de 1963.

Ya por entonces la figura dinámica y entusiasta de don Ricardo Ballent, al frente de la institución desde 1960, prometía un futuro de grandeza para aquel incipiente museo que, iniciado con 600 piezas, tiene hoy en sus salas más de diez mil que son orgullo para Tandil.

Municipalidad, Fuerzas Armadas y pueblo se volcaron a dar pleno apoyo y así, desde mano de obra a aportes económicos en carácter de donaciones, fueron jalonando el crecimiento del “Museo del Fuerte”, como comúnmente se lo conoce y que luce hoy como uno de los lugares obligados de visita para tandilenses y turistas..

Además del crecimiento constante del patrimonio del Museo, sus directivos fueron impulsores de iniciativas destacadas, como la erección del Monumento al Gaucho, que, obra del gran escultor y director del Museo, Carlos Allende, se inauguró con motivo del sesquicentenario de Tandil, el 4 de abril de 1973..

Imposible es omitir los tradicionales fogones de las fechas patrias, donde se reunían la autoridades de Tandil y numeroso público en torno a una mesa bien servida con el criollo asado y donde posteriormente el recordado Mons. Luis J. Actis decía las emotivas palabras de conmemoración, para dar paso luego a la actuación de folkloristas con la intervención infaltable de don Ricardo y su acordeón, recordando sus viejos tiempos musiqueros.

No podríamos, ni es nuestra intención, hacer un inventario que seguramente lo aburriría, estimado lector, pero sí darle una idea de los más importante que usted tiene que conocer para darse una vuelta por allí.

Un recorrido por la sala Salvador Manochi” permite observar allí valiosas colecciones de primitivas armas pertenecientes a culturas prehispánicas de Tandil y la zona y también de la Patagonia, que nos lleva a los orígenes mismos de las razas indígenas en nuestro país.

Otra sala destacada es la “Antonio Santamarina”, que al igual que la “Juan A. Figueroa” y la “Eduardo Olivero” contienen curiosas y valiosas muestras de nuestro pasado.

A los efectos de que usted, amigo lector, se ubique según sus preferencias, dividiremos el resto de la nota en agrupamientos afines de elementos,

Documentos: en este rubro el Museo posee un patrimonio que permite observar desde cartas manuscritas del Gral. San Martín, Alvear, Dorrego, Avellaneda, Rosas, Ricardo Rojas y Machado, hasta bandos del Libertador y el manifiesto del Brig Gral. Martín Rodríguez a los bonaerenses, sobre la unidad nacional. Documentos firmados por los virreyes Liniers y Cisneros y otros por Saavedra, Moreno y Paso.

Pero sin duda en lo documental, y referido a la historia de nuestro Tandil, debemos destacar el sumario levantado con motivo de la masacre del 1 de enero de 1872 por los seguidores de Tata Dios, fuente inagotable de estudios y misterios,

Armas: En este rubro, tanto “blancas” como de “fuego”, lo que se ofrece es realmente abundante y representativo.:antiguos cuchillos, facones criollos y hasta armas de samurai, de origen japonés, sables, entre los que se encuentran réplicas de los famosos del Alte. Brown y del célebre “corvo” del Libertador, además de las armas encontradas en excavaciones antiguas que han posibilitado obtener material usado por los soldados del Fuerte Independencia. No faltan pistolas del siglo XVIII, tercerolas, trabucos, para luego encontrarnos nada menos que con los cañones que fueron los que-junto a los que están actualmente en el Parque Independencia- defendían nuestro incipiente poblado..

Un párrafo aparte merece la sala dedicada a la guerra de Malvinas, donde pueden observarse elementos bélicos utilizados en la última y más reciente guerra en la que participó nuestro país.

Vestimentas: podemos apreciar uniformes militares que nos llevan a los orígenes de nuestro Fuerte, como el sencillo pero respetado del soldado del Regimiento de Caballería 1 de Línea; la chaquetilla y chaleco militar de gala del Cnel. Machado, tan ligado a nuestra historia, conviven con parte del equipo antártico usado por el valiente Gral. J. Leal, primer argentino en llegar al Polo Sur. Naturalmente no faltan uniformes de los Granaderos ni los de los soldados de la Expedición al Desierto, así como uniformes navales y equipamiento de nuestros heroicos soldados que combatieron en Malvinas.

Entre los ponchos distinguimos: uno que perteneciera a Machado, otro del Gral. Roca y otro del ex presidente de Paraguay, Solano López. Del ámbito histórico local destacamos el que perteneciera a Gerónimo de Solané o “Tata Dios.

Esta sección se completa con diferentes clases de calzado desde las primitivas botas de potro a curiosos zapatitos de niños de otras épocas, así como sombreros, entre ellos el del Gral. Roca.

Carruajes: el conjunto de carruajes que posee es de una riqueza llamativa, tanto por la variedad como por su procedencia; Podemos recomendar la volanta que perteneció a Rómulo Pereyra Iraola que data de 1860. La berlina que perteneciera al Gral. Díaz Vélez, una diligencia de las usadas en las célebres mensajerías, como la de Timoteo Gordillo; la tradicional carreta que era tirada por bueyes y la gran chata que data de 1900 y cargaba nada menos que de 300 a 400 bolsas de trigo y era tirada por diez o doce caballos..

No faltan curiosos coches fúnebres, entre ellos el llamado “cucaracha”, que era usado para el traslado de los restos de los más humildes a fines del siglo XIX u otros vehículos más simpáticos, como el mateo.

Salas de dos pioneros ilustres como lo fueron-cada uno en lo suyo- Juan Fugl (1811-1900) y Eduardo Olivero (1896-1966), contienen testimonios de sus vidas..

El patrimonio fotográfico es realmente imponente y se le debe a la obra legada por aquel gran fotógrafo que fue Carlos Pierroni, verdadera colección de antología.

La pulpería es de por sí un atractivo que nos retrotrae a mediados del siglo XIX, reconstruida con una variedad de elementos, desde envases de artículos de uso cotidiano de la época hasta artículos rurales que el pulpero vendía o cambiaba, a plumas de avestruz a tejidos, ponchos, chiripás y bombachas “batarazas”, recados, botas de potro, etc., con la reja defensiva característica.

Entre los elementos rurales es posible observar desde el proceso del alambrado hasta la vieja fragua y su fuelle donde el artesano trabajaba el hierro.

Recientemente se inauguró un lugar especial con los hermosos muebles y “frascos” de la antigua Farmacia Central, que donara la familia Berlari.

Al fallecer don Carlos Allende, su familia donó parte de su colección al Museo, y esta nueva sala agrandó con su rico patrimonio el que ya existía.

Mobiliarios diversos y hasta curiosos, como los carritos para bebés de principio de siglo; retratos y cuadros; máquinas fotográficas de marcas y sistemas diferentes y llamativas, así como máquinas de escribir que desde la de una tecla a otras más complicadas y muy antiguas, sorprenden al visitante, al igual que distintos elementos que marcan la evolución en las telecomunicaciones.

Un rincón especial contiene pertenencias de Mons. Luis J. Actis, que dejó en Tandil una profunda huella como Párroco desde 1945 a 1978.

De ese inmenso caudal de valiosos elementos de la historia nacional y local, queremos rescatar en primer lugar, la colección de El Eco de Tandil desde el número 1, del 30 de mayo de 1882, hasta el año 1932, joya de valor impar en la hemeroteca del Museo y del periodismo nacional; la primera gran campana del Templo de la Inmaculada Concepción, llamada “La Tandilera”, que fundida aquí bajo la dirección de Juan Dellacella, con metales hasta preciosos, pesó 3.150 libras y fue colocada junto a las dos primeras en 1883, la que sin embargo pronto se rajó y hubo de ser reemplazada y la máquina Marinoni que imprimió durante años “La Provincia” de Blas Grothe y que fabricada en París en 1870, dio vida a una inmensa cantidad de publicaciones periódicas y de otro carácter.

Entre lo imperdible colocaríamos, en una escala siempre arbitraria, a la lámpara votiva obsequiada a Eduardo Olivero por el gran poeta Gabriele D·Annunzio, y que es de unos 500 años A. C.; el escudo heráldico de la familia de nuestro Libertador Gral. San Martín; un sable que perteneciera al Emperador Pedro I de Brasil y en un plano afectivo y de gran valor histórico contemporáneo, la sala completa dedicada a la guerra de Malvinas y el Atlántico Sur.

El Museo “Fuerte Independencia” constituye así hoy, con la presidencia del Dr. Oscar Granato, un patrimonio invalorable de la ciudad y el número de visitantes se multiplica año a año. Usted, apreciado lector, sabrá qué hacer, pero si todavía no fue no sabe lo que se está perdiendo. El Museo es en sí mismo una muestra de lo que se puede, cuando férreas voluntades se encolumnan tras objetivos en favor del bien común. Y Tandil sabe bastante de esto… gracias a Dios.

Daniel Eduardo Pérez

domingo, 16 de octubre de 2011

EL TOPÓNIMO TANDIL

EL MISTERIOSO TOPÓNIMO TANDIL

Existen temas en la historia regional argentina, que resultan siem­pre atractivos y estimulantes de la investigación, porque encierran enig­mas aún no dilucidados. Uno de ellos, que ha sido encarado por diver­sos autores especializados, historiadores, indigenistas, lingüistas, tradi­cionalistas, periodistas y viajeros, es el relacionado al significado de la palabra "Tandil", que denomina una de las cincuenta ciudades más im­portantes de la República Argentina.

Difundido como topónimo, en su actual escritura, desde los co­mienzos del siglo XVIII, era probablemente conocido ya desde el siglo an­terior.

El primer explorador blanco en la zona, Juan de Garay, no dejó de su viaje en 1581, ninguna referencia sobre el tema, aunque avistó las estribaciones finales del sistema de Tandilia penetrando sobre el Atlántico en las costas marplatenses.

Posteriormente y desechada la versión de Osvaldo Fontana sobre el presunto descubrimiento de Tandil por Hernandarias, como bien lo afirma el Dr. Juan M. Ortiz, según la documentación ofre­cida por Carlos A. Leumann, fue Silvestre Antonio de Roxas, en 1700, quien cruzó esta zona y quien primero dio a conocer el nombre de Tandil en su informe al rey de 1707.

Por la misma época, un grupo de hombres provenientes de Cór­doba, encabezado por Antonio Garay, incursionó en la región pa­ra efectuar una recogida de ganado cimarrón que pensaban concentrar en el ya denominado "Corral de Ferreyra", siendo asesinados todos sus integrantes por los indios de la zona.

Rescatado el episodio por el padre Pablo Cabrera, nuevamen­te se menciona, esta vez en el expediente judicial ordenado por la ma­tanza, el topónimo, pero sin darle significado.

Más tarde otras expediciones llegaron a las serranías: la de Juan de San Martín en 1739 y la de Cristóbal Cabral en 1741-42, mencio­nándose también el nombre de Tandil, en los informes.

En 1744, el jesuita Tomás Falkner recorrió la zona donde luego fundaría la reducción de Ntra. Señora del Pilar. Falkner fue el primero en darnos una acepción de Tandil, expresando que se denominaba así a una "montaña más alta que las demás", lo que fue admitido, entre otros, por Groussac.

El padre José Sánchez Labrador, como bien señala Alfredo Burnet-Merlin, "recuerda que el renombrado cacique Piñacol sentó sus reales en un sitio que se le decía Tandil por "un" cerro de este nombre", pero con ello no sabemos a ciencia cierta cuál era y qué significado le daba.

Otro explorador de la zona en el siglo XVIII, el navarro Juan Francisco de Aguirre, según lo destaca también Burnet Merlin , de­nominó el paraje,”Tandil”, en su "Diario de Viaje" publicado en los "Anales de la Biblioteca Nacional" por Groussac, que según el mismo Burnet conjetura, podría ser deformación de Thaún-lil o lugar de rocas para la reunión - derivado de Thaun, aglomeración o reunión - y advierte que podría referirse al cerro del que hablaba Sánchez Labra­dor.

Carlos Darwin, por su parte, anglicanizó el vocablo y escribió ''Tandeel'" y el padre salesiano Domingo Melanesio, derivó Tandil de thanun -temblar, ondular- y de lil-peñasco-según Bartolomé Ronco y de thaún-montón- y de lil –peñasco-según Burnet.

En 1923, con motivo del centenario de Tandil, se publicaron diversos trabajos que también, aunque parcialmente, trataron el tema que nos ocupa.

El padre Julio Chienno se adhirió a Milanesio y lo tradujo como “montón de rocas”; Adolfo Sosa, supuso que provenía del nombre de un cacique, que según Enrique Udaondo dio a su vez nombre a un arroyo, que así denominó luego al paraje; Ramón Gorraiz Beloqui, afirmó que Tandil provenía de la deformación de utta-grande-, y lil peñasco, risco, despeñadero, barranco, traduciéndolo como “riscal grande que creía denominaba al cerro de la Piedra Movediza, que es de quien cree hablaba Falkner al decir “montaña más alta”.

Por su parte Roberto Lehmann Nitsche, sostuvo que es un apócope de Catan-lil: “piedra o sierra agujereada" y el araucanófilo Fé­lix de San Martín, lo derivó de Thann-lil o "peñasco caído o al caerse o que está por caer."

Luego de la polémica que mantuvo con Martiniano Leguizamón, ­surge que el Tandille de Estanislao Zeballos -que éste traducía como "chicharra muerta"- derivaría de than –troncos caídos, secos-y dille -cigarra- de donde concluyó "cigarra de los troncos" ,”'troncos secos donde hay cigarras".

"Cuyanito", por su parte, tomó la acepción de Zeballos y tradujo como "chicharra muerta".

Martiniano Leguizamón se inclinó personalmente por "peñasco caído”, de Thann -caído- y liI –peñasco, y lo relacionaba con la Piedra Movediza.

Eliseo Tello aprobó "peña que late" de Tavh -late y liI -peñasco- aunque anteriormente dio "caen cantos rodados", en tanto Eduardo Acevedo Díaz afirmó que significaba "piedra al caer", también en clara referencia a la famosa Movediza.

El dolorense Juan B. Selva, refiriéndose a Tandil, dijo que signi­ficaba "lo más elevado", nominación que luego tomó un cacique, inclinándose el padre Francisco de Aparicio por la acepción "caer en pedazos peñascos" y el chileno Arze Bastidas y Juan Perón por "cantos .rodados caídos" de Tan -caer, caído- y dil por pil -cantos rodados.

El estudioso azuleño Bartolomé J. Ronco, analizando el topónimo, concluyó que derivaba de trantrunun, grafía equivocada de truntunun que contiene la raíz tran que significa "caer" o "caído" de donde Tran­lil, desfigurado por la pronunciación castellana, sería "peñasco caído", aludiendo también a la Piedra Movediza (aunque ésta recién se des­barrancó en 1912) .

En la "Historia de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos" Antonino Salvadores habla de Tandil, con el significa­do derivado del que Falkner sugiere, es decir "lo más alto". Carlos Abregú Virreira afirmó que proviene de Than-Iil, de thann -caer o dejarse caer- y liI o lel -estar de hito, frente a frente, cara a cara, despierto- formando "dejarse caer el centinela" o "de frente, de hito en hito" y lo explica por el comercio indígena intenso que se desarro­llaba en estos lares, a estar de las afirmaciones de Pablo Cabrera .

En 1947, OsvaIdo Fontana lanzó su afirmación que es apó­cope de Trarilil-cura o "piedra-atar-precipicio" que recogió el diario "El Eco de Tandil" en 1975 .

En 1956 Álvaro Yunque, señaló que Tandil es una adaptación de Thavlil, de thav -caer y Iil -peña, mencionando también "'peña que palpita o late" de thav, apócope de thavthen: latir, palpitar y liI peña.

Alfredo R. Burnet-Merlín, de quien ya hablamos y que efectuó diversas publicaciones con referencia a este enigma, manifestó en una de las últimas, recogida por Antonino Pellitero, que tal como lo viene sosteniendo, Tandil


podría derivar de Thaun·liI, traduciéndolo co­mo "peñasco para la reunión" en clara alusión a la célebre",Movediza, según el autor.

Más cercano a los días que corren, el eminente tehuelchista Rodolfo Casamiquela, sugirió que, por deformación, Tandil podría provenir de la expresión traná·traná, apocopada, que indicaba el: movi­miento mandibular y liI: peñasco y que por la antigüedad con que era conocido el topónimo y de alusión clara a la Piedra Movediza po­dría no tener origen mapuche. Hasta aquí las acepciones otorgadas a Tandil son todas provenientes del araucano o de lenguas afines.

Sin embargo el indigenista G. Cuadrado Hernández, introdujo una importante variante al afirmar que la etimología de Tandil es de origen guaraní.

Según este autor, proviene de la raíz itá: piedra, roca y ndí: abundancia, de lo que deduce “pedregal o roquedal”, coincidente con la mapuche traun·liI, pero señalando que no tiene ninguna relación con la Piedra Movediza.

Las precedentes son las versiones que hemos podido recoger. Podríamos agregar a ellas, a título personal, una nómina de términos contenidos en diccionarios de la lengua mapuche y en especial en el de Esteban Erize, estudio enjundioso y de gran valía, como combinaciones fonéticas, coincidentes en algunos casos con acepciones ya descriptas, que amplían las propuestas para el aná­lisis, en una veintena más de posibles acepciones, las que por obvias razones de espacio con explicitaremos.

Descartadas las que señalan a Tandil como el nombre propio de un cerro, un arroyo o un cacíque:-que no explican su sig­nificado (Falkner, Sánchez Labrador, Sosa, Udaondo, Selva, Salvadores, entre otros); la que lo deriva de Catanlil (piedra agujereada, de Leh­man Nitsche) por no tener suficiente asidero con relación a la realidad geográfica y a otras versiones mucho mejor fundamentadas; la de Ze­ballos y "Cuyanito" ("chicharra muerta”) por carecer de sensatez; la de Abregú Virreira ("dejarse caer el centinela”) por entender que se trata de una caprichosa traducción (lil: de frente o de hito en hito); la de Fontana ("piedra-atar·precipicio”:) porque los términos "Iil" con “cura" difícilmente pueden haber sido usados en una sola palabra dado que prácticamente eran sinónimos en esencia; la de Cuadrado Hernández que deriva el topónimo del guaraní (itá-ndi), por cuanto no se hallan pruebas fehacientes de poblaciones de ese origen que ha­yan habitado o permanecido en estas serranías, aunque algunas ex­cursiones puedan haberse efectuado para comerciar, sin que ello impli­que que, en tales circunstancias, hayan sido ellos quienes bautizaron un lugar que desde siglos habitaban indios pampas; la acepción de Gorraiz, que no parece atendible ante la presencia de otras más aproximadas fonéticamente, además de lo forzado que resulta suprimir la fuerte partícula “uf” del “ufta” (que Gorraiz tradujo como grande , aunque correspondería a “vuta” que se pronunciaba casi como “futa”); la de “peña que late” de Tello y Yunque, porque hacen hincapié directo en una hipótesis previa: la referencia a la Piedra Movediza, que si bien era una maravilla de la naturaleza, no podía ser a los ojos del indio más relevante o destacada que la particular agrupación de peñascos de la serranía tandilense, sumándose además el hecho de que latir o palpitar era "uutan" y no "thaventhen” o su apócope “thav” y que el lenguaje figurado no era habitual.

Eliminados también los términos similares que pueden conducir a pensar en algunas de las palabras suministradas en la lista propuesta y aún en las atractivas de "Tunlile" (cazar patos silvestres o lugar de caza de patos silvestres, obsérvese la similitud de pronunciación con la expresión "Tundil" de Aguirre) o de "Chravn·lile, la ch era traducida habitualmente como "t"- (juntar raíces comestibles) o chravin-lil (juntar peñascos), o de Chranan-lil -tal vez el trana-trana de Casamiquela- (piedra que machaca o martilla)¡ y las de terminación “ dilla”, “dillo” o “dillu”, quedan a mi entender, tres grandes grupos de acepciones probables: 1) reunión o montón de peñascos (de Milanesio,: apoyada por Chienno); 2) lugar de rocas o peñascos para la reunión (Burnet·Merlin) y 3) peñasco caído o al caerse o al caer o cantos rodados caídos o caer en pedazos peñascos (Leguizamón, Ronco, San Martín, Acevedo Díaz, Arze Bastidas, Perón y Aparicio, respectivamente.

De los tres grupos podemos eliminar el primero en virtud de lo común que era señalar "montón de piedra o de peñascos" con la sola palabra "chrelcon" y "montón", en general, con "huirco" o "chrumau", entre otras, y "reunión" si bien se decía "chraun" o "traun" no era habitual aplicarla a cosas inanimadas.

Del tercer grupo debemos a su vez distinguir las que hacen hincapié en "peñasco al caer", etc. como referido a la famosa Piedra Movediza y las que hablan de "peñascos o rocas caídos" haciendo referencia a la especial conformación de rocas o peñascos que se encuentran en las serranías tandilenses, agrupados y depositados en el suelo como si hubieran caído del cielo en curiosa lluvia. Esto último, entiendo que debió ser verdaderamente llamativo para el indio, por su abundancia en la zona y pudo haber dado origen al topónimo.

Las partículas "Tan", "Chran", "Tan'n, "Tein", "Chran'n" hacen directa alusión a caído, caerse, derrumbarse, desmoronarse, tumbarse desbarrancarse y bien podría "Tandil" ser una deformación de "pe­ñascos caídos" o "peñascos tumbados" o "peñascos derrumbados" o "peñascos desbarrancados", sólo nos preocupa, en este caso, la carencia del plural que hubiera correspondido.

En cuanto a la aproximación de Burnet-Merlin resulta realmente interesante.

Antes de la penetración blanca en estos territorios, mal podía temer el indio ataques que no fueran los provenientes de otras tolde­rías. La reunión de indígenas podía, en todo caso, tener algunas de es­tas características: para comerciar, para protegerse o para ciertos ritos.

En el primer caso es lo lógico, y en ello hay documentación que lo hiciesen en algún lugar cómodo, con agua cercana, como podría ser a orillas de algún arroyo y no en las rocas desérticas e inapropiadas.

En el segundo y tercer caso, la reunión podría hacerse en la sie­rra, en sus proximidades o en construcciones hechas al efecto en piedra.

Y aquí entra otro enigma de la historia regional: Ios corrales de piedra,

Sí la propuesta de Ana M. Mauco y María M. Viñas en el sentido de aceptar que los corrales de piedra de Tandil son de origen indígena y tenían como función primera la de protegerse del viento y llevar a cabo rituales contra el “gualicho", "Tauln-liI" o "juntar pe­ñasco o unir roca, peñasco”, Chravln –lil” o “juntar roca, peñascos” o "juntar roca, peñasco"; "Chravn o chraun-traun-lil”, o “reunirse peñasco”, "Chrauún o trauún-­lil" o "reunirse gente en peñasco o roca”; chrav o trav-lil" o "junto a roca o peñasco", pueden estar dándonos una nueva pista.

Tales corrales eran conocidos a principio del siglo XVIII lo que presupone su existencia, como mínimo desde mediados del siglo anterior.

Si Tandil significa "lugar de rocas o peñascos para la reunión", como dice Burnet, o bien "lugar de roca donde se reúne la gente", ¿no podría Tandil estar designando a la zona donde existían los corrales de piedra y donde se acostumbraba a “trauun" (reunirse gente) y no ganado?

Si por otra parte pensamos en las hipótesis del uso de los corrales para encerramiento del ganado abundante de la región, que pacía o hacían pacer en estas feraces tierras “ütan” (pacer) y "ütaln" (hacer pastar) unido a "liI" ¿no podría llevarnos a pensar en un lugar de peñasco o roca donde pace el ganado que luego sería allí reunido?

Sintetizando, creo que “peñascos o rocas caídas, derrumbadas”, “peñasco al caer” (por la Piedra Movediza), “lugar de roca para la reunión” (corrales protectores o para rituales) y “peñasco o roca donde pace el ganado” o donde “pastorea el ganado”, son los significados-divergentes- en torno a los cuales el topónimo Tandil, halle tal vez algún día su correcta interpretación.

Nota: Acerca de los autores citados, de puede consultar biografía y bibliografía en Diccionarios varios y en el artículo “En torno al significado del topónimo Tandil”. D.E.Pérez, Revista de la UNCPBA Nº 2, 1978

Daniel Eduardo Pérez

martes, 4 de octubre de 2011

TIEMPOS DE GALERAS Y DILIGENCIAS

LOS TIEMPOS DE GALERAS Y DILIGENCIAS

El sonido agudo y desafinado de la corneta o clarín que hacía sonar el mayoral de las diligencias, al acercarse a las postas, pueblos o estancias, despertaba la alegría de los pocos pobladores del lugar ante la inminencia de la llegada- tal vez- de alguna correspondencia, de algún visitante o de alguna encomienda proveniente de Buenos Aires.

En Tandil, a partir de la caída de Rosas, vecinos progresistas encabezados por Publio Massini, gestionaron la llegada del Correo, lógicamente a través de las benditas diligencias, sobre todo teniendo en cuenta que ya las mismas tenían a Dolores como punto terminal.

Las gestiones dieron sus frutos y pese al peligro de la indiada que estaba levantisca después de Caseros, comenzaron a llegar algunos servicios irregularmente, que extendieron el recorrido de Fillol y Rusiñol. Sin embargo poco duró el servicio, aunque irregular, insistimos, porque las recordadas "entradas" de Yanquetruz en 1855-56 , dejaron al poblado ya no sólo sin el importante servicio, sino prácticamente sin habitantes que pudieran recibir o enviar nada. Fueron los difíciles años del Juez Darragueira.

Restablecida la tranquilidad, poco a poco los vecinos más influyentes volvieron a insistir en lograr el beneficio de las mensajerías y sus diligencias, provocándose situaciones que nos recuerdan el presente, cuando empresarios porteños solicitaban para ello, subsidios oficiales.

Juan Fugl- cuando no- nos relata estos episodios de los que fue protagonista y que determinó la formación de una "empresa" local dispuesta a doblar el brazo de los porteños y arreglarse con los propios medios del pueblo. Aquellos hombres de nuestro pasado, ya enseñaban el camino que Tandil en tantas oportunidades tuvo que afrontar, empeñoso, casi testarudo, pero con una gran fe en las propias fuerzas...

A partir de entonces, Tandil tuvo servicio de correo y pasajeros y los mismos se conservaron hasta la llegada del ferrocarril en 1883 y aún algunos años más.

Este transporte fue, al decir de Moncaut " el primer vehículo democrático del país. Allí compartían el reducido espacio, el estanciero acaudalado con el gaucho pobre, el presidiario con sus grillos y los policías que lo cuidaban".

Relata nuestro historiador y amigo, que sin embargo corrían anécdotas que establecían alguna diferencia social, como por ejemplo preguntarle al pasajero, ante su sorpresa, si deseaba viajar de primera, segunda o tercera clase, cuando las comodidades eran para todos la misma. Sin embargo, la incógnita quedaba develada cuando el carruaje quedaba empantanado en algún cruce de cauce de agua y el mayoral disponía: "Los de primera, quédense, los de segunda bájense y los de tercera, a hombrear las ruedas".

De los documentos consultados, podemos establecer que hacia 1859 (según Castro Estéves), las postas de la "carrera" al Tandil- la Nº 51- eran veinte, para el recorrido de 93 leguas. Saliendo de Buenos Aires, a las cuatro leguas estaba Lomas de Zamora, luego sucesivamente Estancia Grande, San Laurencena, San Vicente Primero, San Vicente Segundo, San Justo, Los Merlinos, Mostazas Chicas, San Gregorio, Ranchos Afuera, Todos Los Santos, San Roque, Corvalán, Los Huesos, La Cerda, La Camaña, Santo Domingo, El Carmen de Argillón, San Jacinto, Arroyo Tandil y finalmente el poblado del Tandil.

Cuando Dardo Rocha-fundador de La Plata- gobernó, mandó efectuar un censo de empresas dedicadas a las mensajerías y transporte de pasajeros en galera o diligencia, en 1881. Este censo revelaba que eran algo más de treinta y seis, cuyos nombres en su mayoría figuran y otros han quedado en el olvido.

En Tandil, por esa fecha, el encargado de la estafeta postal era Manuel Reyna, de quien nos han llegado pocos datos al presente.

De aquellas empresas, "La Protegida", de Niel, Mariño y Cía, era la que llegaba al Tandil, entre otros puntos que abarcaban el sur provincial.

Sus oficinas en Tandil, estuvieron ubicadas en la calle 9 de Julio entre Maipú y Gral. Belgrano y luego, por varios años, en la esquina que actualmente ocupan locales de la aseguradora AIG-La Tandilense. Fue la que cubrió por más tiempo y con eficacia la "carrera" a Buenos Aires, porque también hubo otras que lo hacían a pueblos más cercanos, como a Azul, y que permanecieron hasta los primeros años del siglo XX,

Por un documento que firma Joaquín de Urraza, nos enteramos que los mayorales más destacados de esta empresa en el Tandil fueron un tal Romualdo (vasco) que era el responsable hasta el Azul; Máximo Pérez, que lo hacía hasta Juárez y el más famoso, el vasco Juan Goñi, muy apreciado por el vecindario tandilense que solía recibirlo, a su llegada, con una buena "olla podrida" (un tipo de guiso que también era conocido como puchero vasco), al pie de La Movediza. Urraza afirma que este vasco aguerrido fue además el primero en cruzar la cordillera de los Andes en galera. Bien merece hoy nuestro homenaje...

Esta empresa tuvo también sus aventuras y momentos difíciles, como todas, y vale la pena recorrer algunas líneas del periódico "La Patria" de Dolores., de octubre de 1880, que nuestro amigo Moncaut transcribe y que nos impone de noticias interesantes con el título de " Estragos en el Tandil". Dice la nota: " La nieve que ha caído en el último temporal en el Tandil y sus alrededores, ha producido serios perjuicios en las haciendas.

"El estado de flacura en que éstas se encontraban han contribuido sobremanera a tal fatales consecuencias. Ha habido hacendados de los que tienen establecimientos próximos al pueblo, que han perdido más de 300 caballos de lo que se conoce hasta ahora, así no ha podido seguir la galera que debía llegarnos del Azul. Tampoco ha salido del Tandil por iguales motivos y no se sabe hasta cuándo podrá hacerlo...".

Hablando de Azul, diremos que allí Marcos Mora, que había sido mayoral de Goñi ,Cesio y Cía., creó ,luego de la disolución de la empresa en la que trabajaba, " La Argentina del Sur", hacia 1875, extendiendo su recorrido tres años más tarde hasta el sur, llegando hasta Bahía Blanca., donde poco más tarde inauguró una mensajería que llegaría hasta Carmen de Patagones, logrando, con la ayuda de dos de sus hermanos recién llegados de Mallorca, extender la línea hasta el mismo Fuerte General Roca.

De los pagos del Azul y sus servicios de mensajerías hay detalles interesantes escritos por Alberto Sarramone, de los que nos nutriremos cuando veamos la continuidad de las galeras hasta comienzos del siglo XX.

Entre otros testimonios de lo que significaba viajar por aquellos tiempos en aquellos carruajes, don Manuel Suárez Martínez (tronco de las familias Suárez García, Usandizaga y Ortiz) dejó en sus "Apuntes autobiográficos" interesantes anotaciones de época

Otra vivencia es la relatada, por el francés Godofredo Daireaux, quien al igual que Ebelot, quedó impresionado por estos viajes llenos de aventuras, desde su llegada en 1868. Así nos informa de uno de sus viajes: "En el interior del coche, con los socotrocos del camino, se va emparejando la carga, entrándose los ángulos en las redondeces, con las tremendas y continuas sacudidas de los elásticos, y poco a poco, la conversación se hace general.

"Difícil es que entre ocho personas de la campaña, no haya por lo menos dos que se conozcan, y cuatro que conozcan a algunas de las que conocen las primeras, de modo que pocos intrusos quedan, en esa efímera familia, formada por una comunidad íntima de padecimientos, y después de media hora de viaje, todos somos como hermanos, o por lo menos primos.

" Al llegar a la posta, todos se bajan a desentumecer las piernas, ayudando al mayoral y al postillón a agarrar otros seis mancarrones flacos, para reemplazar a los anteriores.

Viejos y heroicos tiempos de los pioneros del transporte y las comunicaciones.

Daniel Eduardo Pérez