EL TANDIL
HACE MÁS DE SIGLO Y MEDIO
El testimonio del maestro Juldain
Oportunamente nos hemos ocupado en distintas oportunidades de la figura de
don Francisco Juldain. Hoy
difundiremos parcialmente fragmentos de una crónica de su autoría fechada el 8 de mayo de 1884, recordando el Tandil
de 1854 y que resulta un testimonio
valiosísimo que dio a conocer en aquel año en El Eco de Tandil, permaneciendo muy poco divulgado pese a ser una
fuente de gran valor.
Juldain nació en 1834 en el pueblo de Andragón, provincia de Guipúzcoa
(España), en el seno del hogar de Juan Juldain y Maria Loveñaga; emigró muy joven
a nuestro país trayendo las esperanzas que las nuevas tierras prometían.
Envuelta la nación en las consecuencias de la caída de
Rosas, con los indios asolando la provincia, Juldain -como Juan Fugl - no
titubeó en afincarse en estas tierras de lanzas y tolderías frescas, para
brindar lo mejor de su personalidad a la comunidad que lo recibía.
De sus recuerdos de la llegada a Tandil, Juldain nos dice
que "sólo encontré a la división "Sol de Mayo" que bajo
las órdenes del entonces joven teniente coronel Machado (hoy le llaman el viejo
Coronel, trastadas de los años) acampaba en el Fuerte".
Polifacético, Juldain, además de maestro de la escuela, se desempeñó en
diversas actividades y luego de irse de
Tandil, a su regreso convaleciente de sus problemas de salud, ocupó, entre
otros, los cargos de Jefe del Archivo Municipal e Inspector del Mercado de
Abasto
Este noble maestro vasco, falleció el 23 de septiembre de 1895, a las 23 hs. en su casa que estaba
ubicada en Gral. Pinto 89 (de la antigua numeración, hoy entre Chacabuco y 14
de Julio).
Hoy nuestros lectores
podrán saborear algo de lo que de puño y letra escribió, recordando los
tiempos en que –como lo hemos expresado oportunamente-Tandil sentaba las bases
de su desarrollo institucional en 1854.
La imposibilidad
de reproducir íntegramente la nota de Juldain-dado su extensión- hace que con
una selección de los párrafos más destacados
podamos dar un panorama de aquellos lejanos días en la aldea.
Vale la pena, a manera de introducción, recordar algunos
hechos que dieron a ese año, del que nos va a hablar Juldain, perfil propio.
En el caluroso verano de 1854 el Juez de Paz Darragueira viajó
a Buenos Aires para reforzar sus gestiones para lograr los aportes para
concretar la ansiada capilla y las escuelas, en tanto lo reemplazaba otro
vecino, al que se le debe la instalación del Correo en Tandil: Publio Massini,
quien debía dar cumplimiento a la integración de la primera Comisión Municipal, la que según las normas impartidas
debía constar de cinco miembros, dos de ellos extranjeros.
Con casi 3000 habitantes en el partido, de los cuales
sólo 600 estaban radicados en el pueblo, " sin botica, médico, escuela, iglesia, ni sacerdote..." Tandil
no permanecía alejado de la nueva situación general, por la cual Urquiza
intentó tratar como aliado a Calfucurá y sus lanzas, con el claro objeto de
mantener una cierta tranquilidad en la zona sur de la provincia. Temerosos que
la situación, delicada como un cristal, se deteriorase, los vecinos tandilenses
iniciaron la tarea de juntar fondos para el mejoramiento del casi ruinoso
Fuerte, a la par que el Juez de Paz elevaba la nómina propuesta para la que
sería la primera Comisión Municipal, integrada por Carlos Darragueira, Publio Massini, Regino Barbosa, Antonio Ponce (
argentinos, bonaerenses); Manuel Romero y
J. M. Otero (españoles) y José Suessy y José Arnold (norteamericanos), este último el primer preceptor del
incipiente intento educativo sistemático, pese a sus oficios de carpintero y
también panadero.
El 18 de junio el sueño de la escuela daba comienzo en el
ranchito que estaba ubicado en la esquina de las actuales Gral. San Martín e
Yrigoyen (donde por años estuvo la tienda" La Estrella" de los
hermanos Pedro, posteriormente Mandarano y hoy una casa de comidas).
Por esa misma fecha las autoridades locales solicitaban
que se nominara con el nombre de Tandil al partido, al que Rosas, después de la
Revolución de los Libres del Sud, denominó Chapaleofú, iniciativa que en junio
fue aprobada, mes en el que además también tuvieron fruto las gestiones de
Darragueira y se comunicaba la designación de Fray Luis María Mancini como primer
Párroco de la flamante erección canónica de la Parroquia del Santísimo
Sacramento.
La Comisión Municipal- reestructurada por Darragueira y
de la que quedaron los cinco miembros pedidos originalmente, de los cuales
permanecieron de la primera sólo Massini y Romero- se interesó por el mejoramiento
urbano dando el puntapié inicial o pionero para el alumbrado público, al
obligar a los comercios a colocar un farol en su frente, para iluminar, aunque
sea precariamente, las oscuras callejuelas pueblerinas.
Tandil, en ese
1854, sentaba las bases del futuro despegue: comisión
Municipal, escuela, capilla, sacerdote, alumbrado, los trigales de Fugl, en
fin, como decía Darragueira en diciembre
de 1854, todo reflejaba "... la hora feliz del progreso que nos presenta...".
En ese contexto, Juldain,
después de una breve introducción, comienza
diciendo en su extensa crónica:
“Tenía el fuerte en sus cuatro extremos,
cuatro torreones iguales a ese. El interior del Fuerte lo componen varios
edificios rústicos, unos de piedra con
paredes hechas al estilo de cerco o
corral y otros de paja revocada con adobe.
Bajo la seguridad de este fuerte, o
más propiamente de la vigilancia y actividad del Coronel Machado, era un Jefe querido y muy prestigioso entre los
pobladores de esta avanzada y temido de
los indios , se había reunido una agrupación de laboriosos vecinos que
ensancharon y fijaron el plantel de este pueblo”
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“El tal fuerte era un reducto
rodeado de una zanja de 6 metros más o menos de profundidad por metros de ancho--ocupaba la extensión de tres y media cuadras y comprendía el terreno que actualmente (1884) ocupa la Escuela Graduada, la Iglesia,
la Casa Municipal y la inmediata por
frente y el Templo Protestante, y los edificios adyacentes hasta la
calle Chacabuco por el fondo.
Aún existe en el fondo de la casa conocida como la de Mackeprang, la zanja que
limitaba por aquel lado el fuerte y el montículo que servía de torreón…”
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Del aspecto
urbano nos dice: “En aquella época la mayor parte de las casas
eran de adobe o de barro, la mejor, la que parecía un palacio monumental en
medio de tantos ranchujos era la
casa en que actualmente está el hotel del señor Agresta (hoy dependencias educativas, antes Comando, casa
Manochi, esquina Gral. Belgrano y Gral. Rodríguez), existían si embargo muchas casas de negocios y un núcleo respetable de vecinos, que
estaban al frente de estos negocios.
Entre estos negociantes recuerdo a don Narciso Domínguez, que tenía su
casa donde está la mueblería del señor
Crimella (actual
esquina de Frawens).--a don José Otero, en la que actualmente está la panadería del señor
Rivas-, a don Regino Barbosa, donde está el señor Lejárcegui, a don Manuel S.
Romero donde se celebró la exposición, a don Francisco García , frente al club,
a don Juan Cruz Zabala, donde está Carnicería del Pueblo ; a don Francisco Rodríguez
, en la que vive el Dr. Peré.
A estos como a otros no los he
encontrado a mi regreso, han pagado su tributo a la muerte- en el abandonado
Cementerio Viejo me dicen que yacen sus restos-si el inexorable transcurso del
tiempo ha completado su obra…”
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“…los hermanos Don Miguel y José Alduncin que
trabajaban en las quintas de Don Pedro
Irigoyen de albañil, eran aquí los únicos representantes del arte filarmónico.
La presencia de los dos primeros con sus violines y el último
con su flauta, eran indispensables para
todos nuestros jolgorios y modestas diversiones.
El que esta carta escribe era el maestro de escuela, estableció su Escuela
Municipal, la primera que se fundó en la
localidad en un rancho que aún existe dentro del corralón de la casa del señor
Gardey”
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Recordando a
los valientes que se batieron en el combate de San Antonio de Iraola, rememora
dolido por su olvido. “Hace veinticinco años enseñábamos todavía a
la derecha de la entrada de ese Cementerio con ciertos respetos a los
forasteros que nos visitaban, la fosa en que reposaban los restos de aquellos valientes que en haras (sic) de la civilización sucumbieron a los
golpes de las inhumanas lanzas de los bárbaros
que capitaneaba Yanquetruz”
“Hoy que sin embargo los campos en que
ellos se sacrificaron para cumplir con su consigna, han friuctiferado (sic) en parte debido a su abnegación y holocausto, apenas encuentro alguno
que conozca este modesto panteón que una humilde cruz cobijaba y recuerde ese hecho que debía consignarlo la historia, aunque
solo fuese por el duelo que este desgraciado suceso originó en la
Provincia”
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También nos
comenta de vecinos relevantes en nuestra historia tandilense: “Don José Arnold que creo murió y a quien la suerte no le fue propicia aquí,
tenía su molino,
el primero que se construyó en la localidad al par de la casa de Don
Alduncin. Aún se ven los restos del
murallón de las compuertas.
Don Juan Fugl, que según se me dice vive en la Villa
del Tandil en Copenhague, tenía su Tahona y Panadería donde actualmente está la
panadería del Molino Viejo. Más tarde construyó la base de lo que es ahora el
Molino Viejo.
Este señor en la época que trato creo era ya municipal. Por su iniciativa e
instancia vino aquí la laboriosa colonia
danesa que hoy por su número, su
importancia y su organización constituye casi un pueblo dentro de la población.
Era un vecino iniciador, activo, afable
y querido por todos; recuerdo que entre
los dos DELINEAMOS PARTE DE LAS CALLES CENTRALES, entre éstas me acuerdo de las
de GENERAL PINTO, GRAL. RODRÍGUEZ, GRAL. BELGRANO Y CHACABUCO.
No me atreveré a decir que la
delineación fue muy precisa, pero fuera de que otras posteriores he visto más imperfectas, deben
disculpársenos los errores que
hubiésemos cometido por le medios
semiprimitivos (únicos a nuestro
alcance) con que hicimos estos trabajos.
Los señores Don Ramón Santamarina, hoy
rico y poderoso hacendado y Don Juan
Dufau, que murió, eran troperos; las carretas del primero que él mismo las
dirigía, solían estacionarse donde ahora
está la Sucursal del Banco (hoy
Tienda La Capital) y el Almacén Español (hoy
Banco HSBC) locales que entonces, como la
mayor parte de los solares, eran baldíos”.
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También nos
anoticia de algunas costumbres y formas de vida de aquella época:
“Hasta el año 57 no había fondas ni
casa de hospedaje; los forasteros que nos visitaban eran generalmente alojados en las casas de comercio en cuyos extensos corralones se hacían grandes asados que se comían en comunidad.
Ya he expuesto que los recursos y elementos culinarios eran muy limitados; la alimentación general se circunscribía al mate por la mañana, a puchero y asado el
mediodía, un guiso y un asado a la noche; cuando se celebraba algún
acontecimiento con una comida extraordinaria
se recurría a la ciencia culinaria del
zapatero Carlos Vizcaya.
Está demás el decir que el servicio era muy escaso y que generalmente en las casas de comercio
llenaban esta exigencia los dependientes
que entonces se consideraban como peones, panaderos, etc.
(En) el 57 fundó Don Juan Perviu (a)
St.Jean la primera fonda donde
actualmente está la fonda del medio. (9
de Julio entre Gral. Pinto y Gral. Belgrano).
Don Bautista Inciburu fundó el mismo año la Confitería que es hoy del señor Sampaul” (actual Bco. Provincia y contigua a la fonda antes mencionada).
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En relación
al transporte de esos años y algunas costumbres nos informa: “Esta comunicación se hacía por chasquis y
carretas que algunas veces tardaban 15
días los primeros y tres o cuatro meses
la segunda.
La mayor parte de los extranjeros y
las señoras que venían por aquí por primera vez hacían el tránsito en carretas.
Pero ésta no era la regla del tránsito,
porque se organizaban pequeñas caravanas
que solían hacer el viaje con
tropillas y peones a caballo.
El trayecto de ida y vuelta a la
Capital duraba por este medio de 6 a 8 días, con paradas en Ranchos o Dolores,
Chascomús, Cañuelas o Monte y demás pueblos que se encontraban de paso.
He expresado antes que los recursos de
alimentos o fomento intelectual eran limitados; las diversiones favoritas eran carrera de caballos los días de fiesta;
éstas se corrían generalmente donde está
la fonda de Sarachu.
En ese
tiempo se corría de costilla a costilla. Y sobresalía por su vigor y ligereza un bayo de Navas.
Durante las noches las diversiones o
pasatiempos se reducían al juego de mus
en las casas de negocios y al de monte y
billar en la casa del Chileno que estaba
situada, donde está el hotel del señor Dhers. (hoy Golden Bar) .
Entre el paisanaje hacía las delicias la tradicional taba que se jugaba en los puntos más céntricos de
la población.
Algunas veces también se leía en la
pulpería , centro de reunión , al lado del que se entregaba a las delicias de picarescas décimas cantadas con entonación melosa al son de la guitarra, la “Reforma Pacífica”
(que) redactaba en Buenos Aires, don Nicolás Calvo y que en
número de uno o dos ejemplares llegaban algunas veces a la localidad.
Esto era el Tandil hace 30 años.
A mi regreso lo he encontrado completamente metamorfoseado
, los protagonistas de entonces los he hallado, como he dicho, muertos, ausentes u olvidados; algunos en la
opulencia pero los más en el apático
cuadro de elementos que fueron y que hoy solo son espectadores indiferentes de la marcha de la población de la que fueron fundadores.
Es el destino de los pueblos que se forman con elementos afluentes, las
masas con sus directores cambian de
papel con pasmosa rapidez por la imposición del adelanto moral y material del
teatro de que son actores y factores.
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Nos dice que ya no podía aspirar a una realidad que para
él había desaparecido "porque soy
viejo, y sigo como entonces pobre y maestro de escuela".
Curiosa sinonimia vigente por muchos años más, como
vigente están las palabras finales de sus recuerdos al decir:
“…el surco del arado ha extendido el dominio de su esfera y ha convertido en ricas heredades lo que entonces eran áridos pajonales ; de
que se han desarrollado el núcleo de la población, , se han aumentado los
medios y los elementos sociales bien sean en el orden social o material , en
que han cambiado las condiciones climatológicas, el fondo de la perspectiva de nuestros valles
y sus laderas y en que
creo diseñar en vista de esta notable diferencia en el corto lapso de tiempo,
de cinco a seis lustros, un gran porvenir para este pueblo, oigo la misma
fatídica frase de entonces, de "atravesamos una época financiera de
crisis" y yo, no obstante el adelanto material y moral que palpo y observo
en el conjunto del cuadro que he tratado de describir, inclino la cabeza y ante
la exigüidad de los escasos recursos materiales con que se retribuye a los
maestros su trabajo, digo: aquello, el pasado, era rústico y si se quiere
pobre, pero era rico en carne y no preocupaba la alimentación, o sea, el pan de
cada día.
Este, el Tandil de hoy, es precioso pero más pobre, porque es más difícil
la subsistencia de la vida o sea la adquisición del pan de cada día".
Esperamos,
apreciado lector, que estos recuerdos de antaño hayan satisfecho su apetito
intelectual, al recorrer aquellos años pioneros de nuestro Tandil, de la mano
de uno de sus protagonistas.
Daniel Eduardo Pérez
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