El Museo Histórico Fuerte Independencia
Custodio del pasado tandilense
Por Daniel Eduardo Pérez
Los lugares que conocemos como museos, palabra derivada del griego museion, que significa " lugar
destinado a las musas y a los estudios" o también "casa de las musas", "variedad,
mosaico", son aquellos en los que la historia de los pueblos, siempre
dinámica, se detiene para ofrecer a las generaciones que se suceden testimonios
que- pese a su quietud -encierran en sí mismos momentos, procesos, personajes,
costumbres, en fin, vida palpitante de otros tiempos, que generosa se exhibe
para su interpretación. En latín se los denominó museum y son los que a través de los siglos atesoran variadas
expresiones de las culturas.
En nuestra ciudad el primero fue el de Bellas Artes, y que es en realidad
relativamente nuevo, ya que fue fundado en 1937.
Hubo que esperar algunos años más para que la historia
lugareña, y hasta nacional, tuviera un lugar adecuado para mostrar algunos de
esos testimonios a los que nos referimos en párrafos anteriores.
El origen de lo que luego sería el Museo Histórico y Tradicionalista Fuerte
Independencia, estuvo dado por el interés de un grupo de vecinos amantes
del folklore y la tradición, que se reunieron para dar nacimiento a la
institución, el 20 de agosto de 1955, con la presidencia
de don Carlos de Ferrari Bravo y
amigos colaboradores que se sumaron a la flamante comisión, como Cecilia S. de
Freceise Rico, Sante Salvador, Emilse Gianibelli, Rodolfo Saling, Julio C.
Escobar, Teresa C. de Saling, Leonel Acevedo Díaz, Alfredo Serres, Emilio
Ramos, Leonetto Binelli, Miguel A. Vannoni, Elvira Mónaco, Edith Forgue, Marta
Escobar, Margarita Vannoni y Carlos Freceise Rico.
Los primeros años de la institución transcurrieron
poniendo especial énfasis en la enseñanza de las danzas nativas y con jornadas
dedicadas al folklore, con fogones y fiestas gauchas, donde la figura de Encarnación Gordillo de Janín, no puede
quedar en el olvido, así como la colaboración de la familia Montani, en cuya “Confitería Norma” se realizaron las
primeras reuniones.
Con los años, nació la inquietud de formar una Biblioteca Folklórica y
Tradicionalista, para lo que el 8 de
junio de 1960 quedó integrada la Subcomisión que tendría a cargo su concreción,
con Emilse Gianibelli, Carlos Allende y Domingo Polpadre.
A esta loable iniciativa se sumó dos años más tarde,
el 3 de julio de 1962, la formación
de otra subcomisión cuyo objeto era estudiar la factibilidad de crear un museo tradicionalista, que recogiera los
ya abundantes elementos donados a tal fin, por vecinos íntimamente relacionados
a nuestra historia local.
Con la dirección de ese eximio artista y cultor de
nuestras tradiciones que fue don Carlos
Allende y la colaboración
entusiasta de Pedro Staneck, Erich Mauro y José Protta, la idea fue tomando
forma de tal suerte que la envergadura y el vuelo que cobró, hizo necesario
pensar en un local adecuado para alojar la sede y el futuro Museo.
Con ingentes sacrificios y la buena voluntad de
muchos, pudo adquirirse el inmueble de 4 de abril 845, que era propiedad
del reconocido vecino de Ayacucho
Alfredo Cordonier y sus hermanos, y que en un acto de emotiva repercusión, fue
erigido en sede el 7 de setiembre de
1963. Con el padrinazgo de don Antonio Santamarina y de doña Rosa G. A. de Lalloz y la bendición de Mons.
Dr. Luis J. Actis, quedaba inaugurado el Museo. Presidía entonces la
Institución Ricardo Ballent a quien acompañaba una comisión directiva integrada
por : Pedro Staneck, José Protta, Ismael Alonso, Sofía de Jayo, Graciela
Grasso, Antonio Juan, Domingo Polpadre, Héctor Della Maggiora, Carlos A.
Allende, Elcira Lissarrague, Sara Martínez Goya, Ramón Techeiro, Marcos Marino,
Erich Mauro, Oscar Galasso y Daniel Grasso. Ya su figura dinámica y entusiasta, al frente desde 1960, prometía un
futuro de grandeza para aquel incipiente museo que, iniciado con 600 piezas,
tiene hoy en sus salas más de diez mil que son orgullo para Tandil.
Las autoridades, instituciones civiles y militares y
vecinos particulares, se volcaron a dar pleno apoyo y así, desde mano de obra a aportes
económicos en carácter de donaciones, fueron jalonando el crecimiento del “Fuerte”, como comúnmente se lo conoce y
que luce hoy como uno de los lugares obligados de visita para propios y turistas.
Ese crecimiento impulsó a don Ricardo y sus
colaboradores a encarar refacciones, ampliaciones y la consecuente compra de
inmuebles linderos, así como a la construcción de salas adecuadas para contener
la creciente cantidad de piezas
que fueron dando forma, con gran esfuerzo, a la magnífica realidad que
hoy tenemos a la vista.
Además del incremento constante del patrimonio, sus
directivos fueron impulsores de iniciativas destacadas, como la erección del Monumento al Gaucho, que, obra del escultor y director del Museo,
Carlos Allende, se inauguró con motivo del sesquicentenario de Tandil, el 4 de abril de 1973, emplazado en la
Plazoleta que lleva el nombre del autor, en 1980, luego del fallecimiento de
Allende.
Antes de dar paso a las características más destacadas
del Museo, no podemos olvidar los tradicionales fogones de las fechas patrias,
donde se reunían la autoridades de Tandil y numeroso público para degustar un
sabroso y criollo asado y escuchar luego al recordado Mons. Luis J. Actis que pronunciaba las vibrantes
y emotivas palabras de conmemoración, para dar paso a la actuación de
folkloristas con la intervención infaltable de don Ricardo y su acordeón, recordando
sus viejos tiempos musiqueros.
Hoy el Museo posee quince salas y una biblioteca-hemeroteca las que en su
conjunto atesoran valiosas publicaciones, fotografías antiguas, documentos de
próceres nacionales; vehículos de época, maquinarias de colección, armas y vestimentas, colecciones de monedas y
medallas y hasta el histórico avión Gloster Meteor, el primer reactor que operó en el país entre 1948 y 1971 y que tuvo su
primer asiento en la VI Brigada Aérea de Tandil, todo ello conviviendo con la reproducción de una antigua
pulpería del siglo XIX con sus detalles típicos.
.
No podríamos, ni es nuestra intención, hacer un
inventario que seguramente lo aburriría, estimado lector, pero sí darle una idea de los más importante que
usted tiene que conocer para darse una vuelta por allí-si aún no lo ha hecho-o
regodearse con tiempo con algunas de las sugerencias que le proponemos.
Un recorrido por la sala “Salvador
Manochi” permite observar allí valiosas colecciones de primitivas armas pertenecientes a culturas prehispánicas de Tandil
y la zona y también de la Patagonia,
algunas piezas llegadas por donaciones y otras adquiridas, la sala
“Carlos Allende” que contiene este material nos lleva a los orígenes mismos de
las etnias indígenas en nuestro país .
Otra sala destacada es la “Antonio Santamarina”, que al igual que la “Juan A. Figueroa” y la
“Eduardo Olivero” contienen curiosas
y valiosas muestras de nuestro pasado.
A los efectos de que el lector, se ubique según sus
preferencias, dividiremos el resto de la nota en agrupamientos afines de
elementos, además de darle algunas sugerencias especiales que recomendamos especialmente, el orden es
arbitrario. Usted elige.
Documentos: en este rubro el
Museo posee un patrimonio que permite observar desde cartas manuscritas del
Gral. San Martín, Alvear, Dorrego, Avellaneda, Rosas, Ricardo Rojas y Machado,
hasta bandos del Gral. San Martín o el manifiesto del Brig. Gral. Martín
Rodríguez a los bonaerenses, sobre la unidad nacional.
Documentos firmados por los virreyes Liniers y
Cisneros y otros por los integrantes de
la Primera Junta Cornelio Saavedra, Mariano Moreno y Juan J. Paso, nos permiten
aproximarnos con la imaginación a aquellos hombres que hicieron la patria.
Pero sin duda en lo documental, y referido a la
historia de nuestro Tandil, debemos destacar el sumario levantado con motivo de
la masacre del 1 de enero de 1872 consumada por los seguidores de Tata Dios, fuente inagotable de
estudios y misterios.
Armas: En lo que se refiere a armas,
tanto “blancas” como de “fuego”, lo que se ofrece es realmente abundante y
representativo. Desde antiguos cuchillos, facones criollos y hasta armas de samuráis
japoneses, a sables, entre los que se encuentran réplicas del célebre “corvo”
del Libertador, el del Alte. Brown y además otras variedades, entre las que están
las halladas en excavaciones antiguas que han posibilitado obtener material
usado por los soldados del Fuerte Independencia. No faltan pistolas del siglo
XVIII, como las de sistema de
“miguelete” de origen español, tercerolas, trabucos, para luego encontrarnos nada
menos que con los cañones que fueron
los que-junto a los que están en el Parque Independencia- defendían nuestro
incipiente poblado.
El siglo XIX está representado por diversas armas de
fuego, que van desde fusiles norteamericanos a las famosas pistolas Lafoucheux,
una Duringer, pequeña y lujosa, verdadera joya y los Winchester y Remington que
nos trasladan imaginariamente al “Far West” o a la época de la conquista
del desierto.
En materia de grandes armas, nuestra vista se puede
detener asombrada en un cañón argentino sistema Krupp de 1909, un cañón antiaéreo
americano de 90 mm y un gran montaje marino inglés de 1937.
Un párrafo aparte merece la sala dedicada a la guerra de Malvinas, donde pueden observarse
elementos bélicos utilizados en la última y más reciente guerra en la que
participó nuestro país y que en los días recientes se está acondicionando.
Vestimentas: la vestimenta
refleja la época y a través de ella vida y costumbres de quienes la usaron. Es
por ello que en el Museo podemos apreciar
por un lado uniformes militares que nos llevan a los orígenes de nuestro
Fuerte, como el sencillo y legendario del soldado del Regimiento de Caballería
1 de Línea; la chaquetilla y chaleco militar de gala del Cnel. Benito Machado,
tan ligado a nuestra historia, los que conviven con parte del equipo antártico
usado por el valiente Gral. J. Leal, primer argentino en llegar al Polo Sur.
Naturalmente no faltan uniformes de los gloriosos Granaderos ni los de los
soldados de la Expedición al Desierto, así como uniformes navales y
equipamiento de nuestros heroicos soldados que combatieron en Malvinas.
Una excelente colección de ponchos enriquece esta sección, con el “plus” de quiénes fueron sus
dueños: uno que perteneciera a Benito Machado- usado en la batalla “La
Verde”-, otro del Gral. Julio A. Roca y
otro también de un ex presidente, pero de Paraguay, el Gral. Francisco
Solano López. Del ámbito histórico local
agregamos el de Juan Adolfo Figueroa, el del poeta Lauro Viana y otro con una
carga legendaria detrás: el que perteneciera a Gerónimo de Solané o “Tata Dios”, donado por Figueroa, el Juez
de Paz de la época de los asesinatos y que según cuenta la leyenda, lo habría
comprado a un anciano paisano en el viejo almacén que estaba en las actuales
Av. Buzón y Avellaneda. Este poncho, de los denominados de tipo pampa, fue el
que usó el célebre personaje y es una de las piezas más requeridas por la
mirada del visitante por lo que encierra el personaje que lo vistió.
Esta sección se completa con diferentes clases de calzado, desde las primitivas botas de potro a curiosos
zapatitos de niños de otras épocas, así como sombreros del que se destaca el perteneciente al Gral. Roca.
Carruajes: el conjunto de
carruajes que posee el Museo es de una riqueza llamativa, tanto por la variedad
como por su procedencia; así podemos encontrar diversos medios de transporte
que recorrieron los caminos polvorientos o barrosos de la patria y también los
de nuestro pago en los siglos XVII, XVIII y XIX.
Podemos recomendar la volanta que perteneció a Rómulo Pereyra Iraola que data de 1860 y
que, como carruaje pesado de transporte de personas, era apto para los caminos
más diversos.
Un “break”
o breque que perteneciera a Marcó
del Pont, de tipo “landó”, que lo
diferencia de los de caza y que data aproximadamente de 1880; imposible de dejar de ver en este
rubro, es el breque de caza que perteneciera al Gral. Roca, de origen francés,
que usó en cacerías en su estancia “La
Larga” de Guaminí.
La berlina
que perteneciera al Gral. Eustoquio Díaz Vélez, una diligencia de las usadas en las célebres mensajerías, como la de
Timoteo Gordillo; la tradicional carreta
que era tirada por bueyes y la gran chata
que data de 1900 y cargaba nada menos que de 300 a 400 bolsas de trigo y era
tirada por diez o doce caballos. Las ruedas gigantes de la famosa “Dorita”,
construida en 1926, por Ángel Costa, lucen como uno de los pasajes para llegar
hasta otras salas, en el patio del Museo.
No faltan curiosos coches fúnebres, entre ellos el llamado “cucaracha”, que era usado para el traslado de los restos de los más humildes a fines del
siglo XIX u otros vehículos más simpáticos y con fines menos trágicos que los
del viaje final, que pasearon generaciones al cansino paso de su caballo, como
el mateo.
Las salas de dos pioneros ilustres como lo fueron-cada uno en lo suyo- Juan Fugl (1811-1900) y
Eduardo Olivero (1896-1966), contienen testimonios de la vida
desarrollada por el danés que
introdujo la agricultura en el Tandil y
destacado vecino de mediados del siglo XIX,
donde pueden observarse utensilios y algunas pertenencias de Fugl, así
como la maqueta en yeso del monumento erigido en la ladera del Parque, de la
autoría de Allende. En la de Olivero, magníficos objetos ilustran la vida de héroe de este pionero de
la aviación argentina y su brillante trayectoria, desde su origen tandilense,
donde en los álbumes de su colección se aprecian
firmas de turistas y estudiosos que pasaron por el Tandil antes de 1912 a ver
la maravilla del mundo Piedra Movediza con escrituras en diferentes idiomas.
El patrimonio
fotográfico es realmente imponente y se le debe a la obra legada por aquel gran
fotógrafo que fue Carlos Pierroni,
que fuera corresponsal de “Caras y Caretas” y de la revista “Fray Mocho”. Casi un relevamiento del
Tandil de otra época, en muchos casos marcando la evolución de un lugar, al tomar desde el mismo ángulo
fotografías en diferentes años, como la Plaza
Independencia o La Movediza,
verdadera colección de antología, en un total de 845 que
registran acontecimientos destacados de la comunidad e imágenes de antaño en paseos, festejos, vida, costumbres, episodios y personajes del
Tandil de ayer.
La pulpería
es de por sí un atractivo que nos retrotrae a los tiempos viejos de mediados
del siglo XIX, reconstruida con una variedad de elementos que van desde envases
de artículos de uso cotidiano de la época (yerba, tabaco, bizcochos, azúcar,
vinos, aceites , ginebra, grapa , caña, etc.), también posee artículos rurales
que el pulpero vendía o cambiaba, desde plumas de avestruz a tejidos, ponchos,
chiripás y bombachas “batarazas”
junto a recados, botas de potro, etc., con la reja defensiva característica.
Los elementos
rurales no faltan y así es posible observar desde el proceso del alambrado
hasta la vieja fragua y su fuelle donde el artesano trabajaba el hierro para
los variados usos de las tareas de campo; arados, sembradora, prendas y recados. Al fallecer don Carlos Allende, su familia donó, en 2000, parte de su
colección al Museo, y esta nueva sala agrandó con su rico patrimonio, el ya
existente, inaugurándose la sala
de los carruajes.
Mobiliarios diversos y hasta
curiosos, como los carritos para bebés
de principio de siglo; retratos y cuadros; máquinas
fotográficas de marcas y sistemas diferentes y llamativas, así como máquinas de escribir que desde la de
una tecla a otras más complicadas y muy antiguas, sorprenden al visitante, al
igual que distintos elementos que marcan la evolución en las telecomunicaciones.
Un rincón especial contiene pertenencias de Mons. Luis
J. Actis, amigo y apoyo incondicional del Museo, que dejó en Tandil una
profunda huella como Párroco desde 1945 a 1978, y luego, hasta su muerte en
1995, en una tarea incansable a favor de enfermos y en la concreción de la Capilla de San José Obrero.
De ese inmenso caudal de valiosos elementos de la
historia nacional y local, queremos rescatar tres de gran valor testimonial. En
primer lugar la colección del diario El
Eco de Tandil desde el número 1, del 30 de mayo de 1882, hasta el año 1932,
joya de valor impar en la hemeroteca del Museo y del periodismo nacional; en
segundo lugar la primera gran campana del Templo de la Inmaculada Concepción, llamada “La Tandilera”, que fundida aquí bajo la
dirección de Juan Dellacella, con metales hasta preciosos, pesó 3.150 libras y
fue colocada junto a las dos primeras en 1883, la que sin embargo pronto se
rajó y hubo de ser reemplazada y la máquina Marinoni que imprimió durante años “La Provincia” de Blas Grothe y que fabricada en París en 1870, dio vida a una numerosa cantidad de publicaciones
periódicas y de otro carácter.
Hubiéramos ubicado aquí también el reloj de bolsillo Vacheron et Constantini, de oro, que había pertenecido a Carlos Gardel donado por el recordado Dr. Jorge Curutchet
en 1985, lamentablemente robado hace
algunos años.
Entre lo imperdible colocaríamos, en una escala
siempre arbitraria, el trabuco naranjero que perteneció a Juan Moreira y que Julián Andrade, su
amigo, que lo acompañó hasta su final el 30 de abril de 1874 y que vivió en
Tandil hasta su muerte a edad muy avanzada, regaló al Dr. William Leeson; la lámpara votiva obsequiada
a Eduardo Olivero por el gran poeta Gabriele D’Annunzio, y que es de unos 500
años A. C.; el escudo heráldico de
la familia de nuestro Libertador Gral. San Martín; un sable que perteneciera al Emperador
Pedro I de Brasil y en un plano afectivo
y de gran valor histórico contemporáneo, la sala completa Malvinas Argentinas, dedicada a la guerra de Malvinas y el
Atlántico Sur recientemente refaccionada.
Más recientemente, el 8 de julio de 2011 quedó inaugurada la sala Sala Farmacia y escritura mecanizada y
periodismo,
que comparte el
sector de la salud y de las letras impresas. La
familia Berlari, donó en 2007 todo el mobiliario, los frascos, balanzas,
botiquines y demás elementos de la Farmacia
Central, (ubicada en Rodríguez
frente a la Plaza) que datan de 1920, agregándose, además, una extensa colección de
máquinas de escribir, aunando así la historia de las artes gráficas y el
periodismo.
Ese año, continuó con el salón dedicado al ferrocarril, cuando los integrantes de la Asociación de Amigos del FFCC se acercaron
con la inquietud de continuar con el trabajo que se había hecho con los objetos
vinculados al tren, y se aceptaron los mismos, los que se acondicionaron
especialmente. Hoy se pueden apreciar piezas tales como: mesas, sillas, piezas
del vagón comedor, asientos de tren, lámparas, señalizaciones, cartelería e
ilustración de la época con sus respectivos rótulos. Finalmente, se está trabajando en la nueva sala de Ciencias Naturales para inaugurarla próximamente.
Hoy el Museo
“Fuerte Independencia”, conducido hoy por Oscar Granato, constituye un patrimonio invalorable de la ciudad donde el número de visitantes se multiplica
año a año, los que han dejado en el “Libro de visitantes”, sus elogiosas impresiones
sobre lo visto. Usted, apreciado lector, sabrá qué hacer, pero si todavía no
fue, no sabe lo que se está perdiendo. El Museo es en sí mismo una muestra de
lo que se puede, cuando férreas voluntades se agrupan tras objetivos en favor
del bien común. Y Tandil sabe bastante de esto… gracias a Dios.
Estimado Daniel: soy el administrador del blog Fotos Viejas de Mar del plata y desearia rastrear con tu ayuda una historia que tiene relacion con Tandil, tal vez puedas ayudarme. En el año 1847 Benigno Barboza fue pulpero del Fuerte Independencia y como fue uno de los primeros en comprar las tierras que dieron origen a Mar del Plata me gustaria saber algo de su pasado para escribir su historia. Si puedes saber algo te agradeceria en las fuentes y sino, bueno, para la proxima. Un saludo cordial!!
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