EL MONTE CALVARIO DEL TANDIL
Denominado así por su parecido con "El Gólgota" de Judea, es uno de los lugares más importantes y pintorescos.
Una gran escalinata de piedra culmina con la enorme cruz de
alrededor de 20 m. de altura con un Cristo de mármol francés. El
sendero del Vía Crucis con los grupos escultóricos recuerdan las
distintas estaciones del Calvario. La capilla dedicada a Santa Gemma de
estilo romántico y la reproducción de la gruta de Lourdes complementan
un marco espectacular por su belleza incomparable.
Inaugurado el 10 de enero de 1943, con la presencia del
presidente de la Nación, Dr. Ramón Castillo, y una multitud calculada
en 40 mil personas, el Monte Calvario del Tandil es indicado como el
segundo existente en el mundo.
Situado en cercanías de la ciudad, el monte alza sus grises granitos
de redondeados contornos, como muñones implorantes que de suyo imponen
silencio al alma.
Convenientemente forestado por eucaliptus, pitas y algunas coníferas
se transforma a la vista de cualquier visitante en un monumento por sí
solo.
Esta disposición natural que ofrece al recogimiento, se ve desde la
lejanía aumentada por la presencia culminante de un imponente Cristo
crucificado que, integrado al paisaje, da la característica esencial a
esta conjunción de arte y religión.
La conmemoración de la Semana Santa en Tandil resulta desde hace
medio siglo una de las más importantes en la República Argentina y aún
en Sudamérica.
Su solemnidad, la multitudinaria expresión del espíritu religioso,
la representación de la Vida, Pasión y Muerte de Jesús en el gran
Anfiteatro ubicado al pie del cerro Independencia y las expresiones
culturales que integran la Semana, tienen como majestuoso punto de
partida el Monte Calvario.
HISTORIA
El ilustre sacerdote y obispo Monseñor Fortunato J. Devoto (que
también era astrónomo y llegó a dirigir el Observatorio de La Plata)
fue quien concibió la idea de levantar en ese magnífico lugar, un
monumento religioso de trascendencia nacional.
La antigua Avenida Noroeste de Tandil (hoy España y continuación
Monseñor De Andrea) se encuentra coronada en el extremo suroeste por un
cerro que pertenecía a Pedro Redolatti, primo de Mons. Devoto.
La visión de éste, que conocía detalladamente el "Monte", "Cerro" o
"Parque Redolatti" -como se le denominaba- lo impulsó a sugerir a su
familiar la donación del lugar con el objeto mencionado, accediendo
Redolatti, en octubre de 1940. Una vez obtenida la decisión,
Mons. Devoto lo ofreció a la Sociedad San José (de la que era Director
Espiritual) para que fuera la que encarase la tarea de concretar la
idea.
Era el 10 de enero de 1941 -Día de la Sagrada Familia- cuando
se formalizaba la donación de las nueve hectáreas. En ese mismo año
fallecía monseñor Devoto, no pudiendo ser testigo de los resultados de
su inquietud.
Aceptada la donación, la presidenta de la Sociedad, doña Elisa
Alvear de Bosch, tomó los contactos necesarios e inició las gestiones
pertinentes para cristalizar la iniciativa.
La Sociedad, que no disponía de los fondos suficientes como para
llevar adelante una obra de magnitud y que todavía no estaba definida a
través de un proyecto, debió analizar sus características
fundamentales, descartando la construcción de un templo, dado la
cercanía de los ya existentes.
Expuesta la idea general, la señora Ernestina Lavallol de Acosta,
efectuó la primera donación en nombre de su madre Doña Ernestina Ortiz
Basualdo de Lavallol, ex presidenta de la Sociedad.
Aquellos $15.000 moneda nacional, serían la base de la obra, que en
abril de 1941 vio delineado su futuro al proponer la Sra. Elisa Bosch
Alvear, marquesa de Kerhué y fina artista, que se levantara allí un
Calvario, aprovechando la similitud extraordinaria del Monte con el
Gólgota.
Aprobada la propuesta en junio de ese año, el Dr. Exequiel Bustillo,
a la sazón presidente de la Comisión de Parques Nacionales, donó la
madera para la gran cruz que coronaría el conjunto, de coihue o de
alerce-según los cronistas de la época- y de 17 m de altura.
Esta cruz, enclavada al fondo de la avenida, a la que se le agregó
luego una Piedad y un Descendimiento, fueron las primeras obras que
dieron origen al actual Calvario de Tandil.
Se accedía a él por una escalinata de noventa y seis escalones
construida en piedra migmatita que conducía, con sus terrazas
intermedias de lajas rosadas, blancas y grises de la cantera San José
del Carmen, a la Plazoleta de la Cruz, donada por Matilde Campos de
Nocetti, propietaria de una importante cantera de la zona por la que
también se podía acceder en automóvil.
La Municipalidad forestó, asimismo, con numerosos olivos ambos laterales de la avenida.
Finalmente, la Sociedad aprobó la iniciativa de la Sra. Bosch Alvear
de completar lo realizado con un Vía Crucis que ascendiera por el
faldeo del cerro Redolatti hasta llegar a la gran Cruz que lo coronaba,
el que se ejecutaría con la participación de los más importantes
escultores de la época. Se encomendó la dirección de tal obra al
prestigioso arquitecto e ingeniero Alejandro Bustillo, quien luego de
relevar el terreno y efectuar los estudios correspondientes, propuso el
proyecto final.
Los costos que el mismo exigía eran grandes, pero inmediatamente de
conocidos, comenzaron a llegar las donaciones oficiales y privadas. La
Nación contribuyó con $50.000 moneda nacional, la Provincia con $25.000
y el Municipio con $10.000. Se recaudaron, finalmente, más de $150.000
moneda nacional, lo que permitió cristalizar la obra merced, además, a
la generosa contribución de los artistas que cotizaron sus propias
obras a precios mínimos.
El 10 de enero de 1943, a dos años de nacida la inquietud, se
inauguraba el monumento al Calvario, Vía Crucis y Escala Santa, como
se denominó. Las obras inauguradas incluían la gran Cruz, que había
sido de dificultosa erección por su tamaño y peso, y trece grupos
escultóricos más del Vía Crucis, entre los que se encontraban "La
Piedad" y el "Descendimiento" que habían sido los primeros colocados y
además Cristo orando en Getsemaní.
Una multitud calculada en cuarenta mil personas, se agolpó para que a las 10 de la mañana, y con la presencia
del Presidente de la Nación Dr. Ramón S.Castillo, el vicegobernador de
la Provincia, el Nuncio Apostólico, el Obispo de Azul Mons. Caneva, el
Intendente Municipal Dr. William Leeson, Mons D’Andrea, y el Párroco
de Tandil Pbro. Julio M. Chienno, fue testigo y protagonista de ese hecho histórico.
Entre los cientos de eucaliptus, olivos y pinos, se alzaban estas esculturas originales de los artistas José
Fioravanti, Carlos de la Cárcova, Horacio Cerantonio, Santiago Berna,
Pedro Tenti, Roberto J. Capurro, César Sforza, Ernesto Soto Avendaño y
Ricardo Musso. Se inauguraba así una expresión de lo más representativo de la escultura argentina.
Años después fueron remplazadas algunas de las estaciones por su
deterioro, perdiéndose obras de gran valor, como las de de la Cárcova y
Tenti y la Cruz de madera fue reemplazada por una de cemento-la
actual- de alrededor de 5 m. más alta que la original de madera, en
1949.
Capilla Santa Gemma y Gruta de Lourdes
La capilla que recuerda a una Santa de 25 años de edad
Fue inaugurada en 1947 y construida en devoción a Santa Gemma. Su
concepción artística y arquitectónica la convierten en un verdadero
tesoro. Sobre su faldeo se erigió una reproducción de la Gruta de la
Virgen de Lourdes.
Transcurridos pocos años de la inauguración oficial del Calvario, se
agregó a este magnífico monumento, la construcción de una capilla
destinada a la devoción de Santa Gemma.
Construida en una estribación del cerro, de acuerdo al proyecto de
los arquitectos Rocha y Martínez Castro, fue donada por Elena
Santamarina de Saguier en memoria de su esposo Eduardo Saguier, siendo
inaugurada el 12 de enero de 1947.
Se trata del primer santuario erigido en América en honor a la mencionada Santa accediéndose a él a través de tres arcadas románicas que portican el pequeño atrio.
Dirigida su construcción por Valentín Zámolo, su altar, arcadas,
confesionarios, columnas, pisos, comulgatorio y parte de las paredes,
así como las escaleras, son de granito trabajado por dos artesanos
famosos de Tandil: Pedro A. Pedrotti y José Pisculich.
A ambos lados del altar, José Santiago Berna -creador de varias de
las esculturas de las catorce estaciones- realizó dos relieves. Su
tejado está realizado en pizarra francesa y sus hermosos vitraux
muestran azucenas, símbolo de la estigmatizada de Luca, Gemma Galgani, canonizada por SS Pío XII.
José de España, autor de numerosas obras literarias y prestigioso
crítico de arte- comentaba en 1948: "Por este nuevo templo, por este
Calvario y por muchas cosas que ya se dibujan en el porvenir, la
hermosa e inolvidable ciudad de Tandil se está convirtiendo, cada vez
más, en el Varallo de América...".
Se refería de España a la magnífica obra realizada, en una colina de
Sessia que domina la villa de Varallo, en el Piamonte, a instancias de
fray Bernardino Camini en el siglo XV, donde quiso recrear los Santos
Lugares, en una "Nueva Jerusalem".
Hacia fines de 1960 surgió la iniciativa de los Padres Carmelitas,
que tenían por entonces como Párroco al P. Isidro, impulsada
específicamente por el P. Raúl Luque, con el apoyo de un grupo de
vecinos encabezados por el Dr. Enrique Torres Ordóñez, de construir en
el lugar una reproducción de la Gruta de la Virgen de Lourdes.
Con la colaboración inicial de la Dirección de Turismo de Tandil, la
dirección técnica del ingeniero Argentino Olmos y la colaboración
artística de Ernesto R. Valor comenzaron las obras sobre el faldeo
lateral posterior del lugar donde se halla enclavada la Capilla de
Santa Gemma.
La obra dirigida por Valentín Zámolo y con la colaboración de los
artesanos de la piedra que trabajaron en la erección de la Capilla, fue
inaugurada el 10 de febrero de 1962, a las 19.00, en un acto enmarcado por centenares de fieles.
La réplica de la Gruta está guardada por una gran reja forjada en
hierro por Santiago Tomassi y sus hijos. Hacia un costado y delante del
altar se halla la imagen de San Bernardita arrodillada, mirando hacia
la Gruta donde está la Virgen, poseyendo un altar de piedra de Barker,
trabajada por Pedrotti y Jarque y un gran candelabro de hierro para
cien velas, obra de Otilio Galicia. Por su parte el artista Carlos
Allende -famoso por sus "bochas" de piedra y sus tallas en raíces,
creador también del monumento a Juan Fugl y al Gaucho, entre otros-
forjó el crucifijo y los candeleros para el altar.
Así fue la obra original. Con el transcurrir de los años se
introdujeron varias mejoras, nuevos accesos y escalinatas; y nuevas
obras escultóricas que le dieron al lugar el profundo significado que
nunca le faltó.
LAS CATORCE ESTACIONES DEL VIA CRUCIS
PRIMERA ESTACIÓN: "Jesús condenado a muerte"
Tomado del brazo derecho por un soldado romano, Jesús es presentado
ante el pueblo cuando ya se ha producido la condena. Sus manos
permanecen atadas. A su izquierda, sentado, Pilatos se lava las manos.
Escultor: José A. Berna, artista italiano
SEGUNDA ESTACIÓN: "Jesús carga con la cruz"
La figura dramática de Jesús, sostiene con su mano derecha la
terminación del travesaño de la cruz, que carga sobre su hombro
izquierdo.
Escultor: Humberto Eduardo Cerantonio, artista argentino
TERCERA ESTACIÓN: "Primera caída de Jesús"
A diferencia de la estación anterior, Jesús sostiene la cruz sobre
su hombro derecho. La figura está semihincada, apoyada sobre la rodilla
derecha y su brazo izquierdo extendido hacia el suelo.
Escultor: Ricardo Musso, artista argentino.
CUARTA ESTACIÓN: "Jesús encuentra a su madre"
Una expresiva María, con sus brazos extendidos hacia adelante, sale al encuentro de su Hijo que se acerca portando la cruz.
Escultor: José Santiago Berna, artista italiano.
QUINTA ESTACIÓN: "Jesús y el Cireneo"
El Cireneo ayuda a Jesús a sostener la cruz. Entre ambos, aparece amenazante un soldado con su brazo izquierdo levantado.
Escultor: Antonio Sforza, artista argentino.
SEXTA ESTACIÓN: "Jesús y la Verónica"
Mientras Jesús es ayudado por el Cireneo, la Verónica presenta un paño con el que secará el rostro del Hijo de Dios.
Escultor: José A. Berna, artista italiano.
SÉPTIMA ESTACIÓN: "Segunda caída de Jesús"
La cruz vuelca su peso sobre el hombro derecho de Jesús, caído. Un soldado amenaza con un látigo en su mano izquierda.
Escultor: Roberto Capurro, artista argentino.
OCTAVA ESTACIÓN: "Jesús consuela a las mujeres de Jerusalem"
Dos mujeres se encuentran frente a Jesús, que avanza llevando la
cruz. Una de ellas está con las manos juntas en gesto de imploración,
mientras la otra se encuentra arrodillada, con un niño en brazos.
Escultor: José A. Berna, artista italiano
NOVENA ESTACIÓN: "Tercera caída de Jesús"
Jesús se apoya sobre el suelo con la palma de su mano izquierda, con
los ojos cerrados. El Cirineo se esfuerza por levantar el madero. Un
soldado apoya su pie izquierdo sobre la cruz, mientra otro, armado de
lanza, observa.
Escultor: José Fioravanti, artista argentino.
DÉCIMA ESTACIÓN: "Jesús es despojado de sus vestiduras"
Jesús, de pie y el reflejo de gran bondad en su rostro, es despojado de la vestimenta por otro individuo.
Escultor: José Berna, artista italiano
UNDÉCIMA ESTACIÓN: "Jesús es clavado en la cruz"
Jesús ya ha sido colocado sobre la cruz. Un soldado contempla. Un
hombre alza su brazo derecho, que empuña un martillo. Un clavo ya ha
sido introducido en la mano derecha de Jesús. Otro hombre sostiene el
brazo izquierdo, mientras dos mujeres, entre ellas María, son
contenidas por el soldado.
Escultor: Humberto Cerantonio, artista argentino.
DUODÉCIMA ESTACIÓN: "Jesús muere en la cruz"
La imponente figura de Jesús, realizada en piedra mármol, se
encuentra crucificada en la actual cruz de cemento, que reemplaza a la
original de madera.
Escultor: José Berna, artista italiano.
DÉCIMO TERCERA ESTACIÓN: "La Piedad"
María, con un rostro joven, delicado y bello, sostiene a Jesús, muerto entre sus brazos.
Escultor: José Berna, artista italiano
DÉCIMOCUARTA ESTACIÓN: "El Santo Sepulcro"
La figura de Jesús es observada piadosamente por la Virgen, en tanto
José de Arimatea sostiene su brazo y Nicodemo toma su mano en actitud
de besarla.
RECUERDOS DE LA CELEBRACIÓN QUE HIZO FAMOSA A TANDIL
Cuando tomé la primera comunión-allá por 1949 en la entonces todavía
Capilla Santa Ana-entraba en la órbita de las celebraciones religiosas
con la fantasía propia de la niñez y también con el respeto propio de
la cultura de la época, más estructurada que actual.
Fue en la década del ‘50, en la adolescencia, cuando por primera vez fui como testigo-participante de la Procesión del Santo Entierro del Viernes Santo, que así era llamada.
Mi madre, devota de la Virgen, se conmovía al paso de las imágenes,
entre la multitud que desde las veredas se agolpaba para”presenciar”
ese acto evocativo que a mis ojos lucía imponente. Recuerdo el sonar
lúgubre de las “matracas”, los cánticos y oraciones, los vecinos
vestidos de soldados romanos y la potente voz de don Luis Actis
conduciendo la procesión por los primitivos altavoces de don Sinka o
Bazoberri, que nos conducía a una casi mística recordación de lo que
habrían sido los últimos momentos de Jesús.
Era, en realidad, un momento casi único en el año. Después las “Estampas”
completaban un día lleno de luto y respeto, en el que las radios
nacionales-en Tandil no había locales todavía-pasaban música sacra y
los católicos practicantes vivíamos casi en voz baja. En las mesas de
ese día reinaban el bacalao noruego, el más modesto abadejo argentino y
el atún.
Pasaron los años y quiso el destino que ya desde principios de la
década del ’70, participara en la famosa Comisión Oficial que desde
1951 era la encargada de organizar toda la Semana Santa, presidida por
el Intendente de turno y con la participación de sacerdotes, laicos y
representantes de las entonces llamadas fuerzas vivas (Cámara Comercial
e Industrial-hoy Cámara Empresaria-, la Asociación de la Pequeña y
Mediana Industria, las Fuerzas Amadas, Policía, etc.
Eran reuniones donde la patriarcal figura de Mons. Actis era la
referencia ineludible y la voz cantante, en las que se pasaba revista a
todos los detalles, entre los que no faltaba la eterna pregunta ¿y si
llueve?.
Lo cierto del caso que no recuerdo de aquellas décadas que la lluvia
empañara los actos –salvo alguna vez- que el augurio desalentador
implícito en la infaltable pregunta, sobre todo en los Viernes
Santos, que era el día central.
Luego vino todo lo que hoy conocemos, desde el Domingo de Ramos a
los distintos y conmovedores Vía Crucis, hasta llegar al Domingo de
Pascua.
Tandil había cobrado vida propia en la celebración de la Semana por
la existencia del Calvario partir de su inauguración, el que, por sus
características, lo constituyen en el único del país y América,
teniendo sólo otro similar en el mundo, y además por la escenificación
de la vida de Jesús.
En mi adultez y desde adentro-como quedó expresado- viví con
intensidad sobre todo la preparación de las Escenas de la Redención con
lo que ello implicaba desde lo religioso a lo técnico. Una etapa casi
épica porque los elementos de los que se disponían, no eran los
actuales.
Desde su nacimiento en 1948, primero al pie del Calvario y como
Actos Sacramentales , desde 1952 en el Salón Parroquial ,luego Teatro
Estrada,( hoy del Fuerte), posteriormente en el veredón de la
Municipalidad en 1959, y con la inauguración del Anfiteatro Municipal
la escenificación se trasladó allí en 1964, con el nombre de Estampas y
luego Escenas, con libretos de Mons. Dr. Luis J. Actis y dirección de
Jorge Lester y Enrique Ferrarese, a quienes sucedió, José M. Guimet y
luego, por razones ajenas a la religión y al teatro, se dividieron,
siendo ahora las Escenas originales llevadas a distintas ciudades y al
Anfiteatro, con el nombre de” Jesús el Nazareno”, - la
representación “oficial”, primero con la dirección de Pascual Pina
luego fueron cmbiando directoires, que son contempladas por miles de
espectadores entre el jueves y el domingo de la Semana Santa
Desde esta perspectiva histórica, la Semana Santa en Tandil fue
adquiriendo relieve nacional, con la incorporación, en 1949, de la
mencionada Solemne Procesión del Santo Entierro, poniéndose especial
énfasis en el Viernes Santo como jornada de fe y de esperanza.
Vale la pena recordar algunos detalles, los más sobresalientes de esa expresión, que ya quedó lejana en el tiempo.
La Procesión se iniciaba luego del Via Crucis del Viernes Santo en
el Calvario, para terminar en el templo de la Inmaculada, recorriendo
las calles ornamentadas con alguna señal alegórica en las viviendas
aledañas.
Era encabezada por los Caballeros de la Santa Cruz, portando la Cruz
procesional acompañados por un séquito, los seguían los llamados
Ciriales, quienes portaban grandes velas y luego una masa coral y la
banda.
Atrás, eran llevados los instrumentos de la Pasión: primero el
Caballero de la Corona de Espinas; inmediatamente se ubicaban los
Caballeros de los Clavos de Cristo y luego las religiosas de Tandil (
casi todas Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia); y más atrás el
Caballero de la Crucifixión portando el martillo, todos ellos
acompañados por sus respectivos acólitos.
Formaban luego las autoridades eclesiásticas y más atrás los
Caballeros de la Sábana Santa, inmediatamente seguidos por los
Caballeros del Santo Sepulcro que portaban la imagen del Cristo Yacente
llevada a pulso (no sobre los hombros como hoy) con la Guardia de
Honor del Santo Sepulcro.
Acompañaban detrás, las llamadas Hijas de las Santas Mujeres, la
masa coral “a capella” y, marcando el paso con sus sones a duelo, las
ya citadas Matracas y los redoblantes del Ejército.
Inmediatamente después aparecían los Mujeres de Jerusalén, de
riguroso luto (vestido y mantillas negras) precediendo a los
Caballeros de la Virgen que portaban la imagen de La Dolorosa.
Recordamos que cada Caballero se repetía año a año, casi como una
misión”vitalicia”; por su parte, hombres caracterizados como soldados
romanos acompañaban a quienes representaban, simbólicamente a
elementos de la Pasión, donde no faltaban la lanza y la esponja con
vinagre . Las Hijas de María y alumnas y jóvenes de la Acción
Católica, de tanto en tanto, arrojaban perfume y pétalos de flores al
Cristo Yacente.
Completaban la secuencia, las imágenes de San Juan y de María
Magdalena llevadas primero por laicos pertenecientes a distintas
organizaciones religiosas y después-como hoy-por alumnos y alumnas de
los Colegios católicos.
Durante todo el recorrido una red de parlantes, como ya lo
mencionamos, alquilados por la Municipalidad llevaban la poderosa voz
de Mons. Actis con un libreto escrito por él con oraciones, cánticos y
lecturas alusivas.
Casi siempre la llegada de la Procesión coincidía con las primeras
penumbras de la incipiente noche y los participantes encendían entonces
las velas hasta llegar al final, donde la Banda Municipal dirigida por
el recordado maestro Onorato, interpretaba la Marcha fúnebre de
Chopin. Una vez depositadas las imágenes en el veredón del templo,
Mons. Actis, decía las palabras acordes al momento e impartía la
bendición a la multitud.
Recuerdo que las imágenes de todos los templos permanecían cubiertas
por una tela morada que sólo era sacada después del Viernes Santo y
las radios nacionales-Tandil todavía no tenía emisoras- pasaban
solamente música clásica y religiosa.
Hoy, ya pasadas varias décadas de los primigenios recuerdos, traemos
al presente aquellos años, porque tiempos y liturgias, han cambiado y
ya no es la misma procesión , ahora adecuada a los tiempos pos
conciliares,(luego de posturas encontradas con alguna polémica por
medio), suprimiéndose los instrumentos de la Pasión, matracas ,
tambores y los soldados romanos, entre otras cosas, y de la escasa
participación-la Procesión, como ya lo expresamos era seguida desde las
veredas por la multitud-se pasó a una participación más activa de los
feligreses.
Las peregrinaciones desde distintas Diócesis al Calvario, así como
los Vías Crucis de la Familia, de la Juventud, de la Tercera Edad y el
de los Niños, se han transformado ahora en una tradición con gran
protagonismo popular, enriquecedora de los valores religiosos.
Reconocida como la Semana Santa de más trascendencia en el país,
por todo lo expresado en la nota, tiene además, a lo largo de su
celebración, expresiones artístico- culturales complementarias que
adquieren rasgos casi únicos también en su realización.
Sirvan estos recuerdos de otros tiempos, para valorar en su
integridad los esfuerzos que nos permiten disfrutar estos días
propicios para la interioridad y el crecimiento espiritual.
Daniel Eduardo Pérez
miércoles, 1 de abril de 2015
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