LA PLAZA INDEPENDENCIA DEL TANDIL
En estos tiempos de globalización, interdependencia y dependencias puntuales- FMI y G-8 de por medio-hablar del significado de la independencia, nos obliga a ponernos en los tiempos y los espacios históricos en que se dieron estos procesos en nuestro país y en América del Sur.
Aquella gesta que tiene en el 9 de Julio de 1816 la fecha símbolo de la independencia argentina, labrada durante años con la vida misma de miles de hombres y mujeres que dejaron de lado pequeños intereses, para ofrendar a la patria lo mejor que tenían en pos de ideales hoy tan lejanos de la realidad que nos circunda, marcó una etapa que desde Tucumán a las campañas sanmartinianas y bolivarianas nos legaron no sólo realidades, sino caminos a seguir.
El significado de la palabra independencia tenía por entonces un valor agregado que se imponía por sobre cualquier otro, de tal suerte que utilizarla respondía a profundos sentimientos. Tal es el caso del nacimiento de Tandil, cuando en el mensaje del Brig. Gral. Martín Rodríguez del 4 de abril de 1823, dirigido al gobierno delegado de Buenos Aires ejercido por Rivadavia, comenzaba la datación diciendo:" Fortaleza de la Independencia...". Era tal la necesidad de reafirmar todo el proceso aún fresco e inacabado de la emancipación, que se bautizaba, por ejemplo, a la nueva fundación con el máximo nombre que podía darse en ese momento.
Tandil nacía honrando lo que formalmente tendría su fin militar con Junín y Ayacucho, un año después y que había tenido en muchos de los soldados que estuvieron en estas serranías como fundadores, a protagonistas de algunas de las batallas de las campañas libertadoras.
Cuando fueron enviados los planos del fuerte y luego los del trazado ideado- que como bien señala Gorraiz Beloqui, nunca aparecieron-seguramente los ingenieros ya habían demarcado, además de la ubicación y formas del fuerte, la posible traza que, siguiendo la herencia hispana, tenía como eje principal alrededor del cual se organizaba el resto de la construcción, a la plaza.
Esta plaza original, que sólo estaba en la mente de aquellos precursores, tardaría bastante tiempo antes de figurar en la realidad como algo visible y mucho más para transformarse en una palpable concreción a la que pudiera dársele el nombre de tal. Sin embargo ya en los planos de 1858, levantados por el danés Juan Fugl y luego copiados y firmados por un tal Taylor, que han llegado hasta nuestros días, figuraba la plaza pública o principal, como durante décadas se la conoció.
Abarcando inicialmente la manzana ubicada entre Gral. Rodríguez, Gral. Belgrano, Gral. Pinto y la actual Fuerte Independencia, con el nombre ya señalado de "Principal" fue un verdadero baldío cubierto de pajonales, al que esporádicamente se lo mejoraba. Hubo que esperar a la lamentable demolición del Fuerte-luego de 1865- para que se incorporara como "Plaza Nueva" a la contigua manzana que se extendía hasta Chacabuco, con lo que se completaba en la realidad lo que ya en los citados planos de 1858 figuraba como plaza.
Hacia 1873, la pomposamente denominada plaza, era un conjunto de pajonales con algunos senderos peatonales, que el uso permanente del vecindario había demarcado para su cruce rutinario. Ya la Corporación Municipal, con el Juez de Paz a la cabeza, había comenzado con la preocupación de tratar de mejorar el aspecto de aquello que tenía un destino de corazón del pueblo y que como tal dejaba mucho que desear.
En 1875 el vecino Antonio Bellami- constructor de varias casas que aún perduran, entre ellas la de la familia Puchuri-Esquerdo, en la calle Gral. Rodríguez al 300-era encomendado para nivelar y terraplenar la plaza, una manera de comenzar con obras tendientes a dar forma a ese pajonal.
Al año siguiente ya la Municipalidad daba cuenta en su Memoria del resultado de los trabajos que -exagerando- parece que habían sido altamente positivos. Dice una parte de aquella Memoria: " El hermoso y severo edificio del Templo se levanta sobre uno de los costados de la plaza principal que mide ciento ochenta varas de frente por doscientas veinte de fondo.
Al darse principio a esa obra, esa plaza era un simple potrero donde pastaban libremente los animales. La municipalidad creyó que no debía perder un minuto en convertir ese asilo de viscacheras (sic) en un hermoso jardín, que a la vez que embelleciera la localidad, proporcionase aire puro y beneficio a la población que pronto la adoptaría para paseo público y favorito local de las reuniones del vecindario.
Su pensamiento se ha realizado en toda su estensión (sic). La Plaza Principal del Pueblo del Tandil, si se encontrase en la Ciudad de Buenos Ayres, llamaría la atención pública por la belleza de sus alamedas en las cuales jamás hay polvo ni lodo y la abundancia de sus hermosas arboledas y de sus preciosos ocho jardines contenidos en su recinto que hacen de esa plaza un sitio delicioso a la vista y a propósito para solaz de la población..."
Asimismo allí agradece al Sr. Vicente Silveira " del pueblo de San José de Flores" por la donación de mil plantas para la obra.
Como vemos, los representantes de entonces del pueblo, tenían en la plaza puestos sus ojos como un lugar a mejorar y lucir. También se licitó cercar el perímetro de la plaza para evitar que fueran dañados los citados jardines y la incipiente forestación que allí se había concretado, destinando $ 38.000 a tal fin, así como la colocación de una bomba de agua.
Sin embargo según pasaban los años y las gestiones de gobierno, el interés variaba en la práctica, no abandonándose de cualquier forma el objetivo de disponer de un lugar mantenido en forma.
En enero de 1880, se dio un paso importante en la identidad de la Plaza: se decidió la colocación de una fuente en el centro de la Principal y la construcción de un monumento " en el medio de las dos Plazas para conmemorar las glorias de la Independencia", aceptándose el plano y el presupuesto de $ 68.000, colocándose la piedra fundamental de lo que sería la Pirámide, el 31 de marzo de 1880 y nombrándose a Tristán Gómez como padrino. Será también en ese año en el que se la bautizó con el nombre actual de "Plaza Independencia" al lugar, por Ordenanza del 16 de abril, aunque tardarían varios años en que el uso común dejara de ser el de Plaza Pública o Principal que la tradición le había asignado.
Desde entonces una comisión integrada por los vecinos José Gómez, Enrique Spika, Pedro Pereyra, Bernardo Arriaga, y José Bentín, se ocupó de todo lo relacionado con la construcción de la Pirámide, la que fue lentamente avanzando en los distintos detalles de su terminación- que no es la que conocemos actualmente sino más pequeña- hasta que el 26 de mayo de 1883 se integró una "comisión de fiestas" para festejar tres hechos considerados históricos: la inauguración de la Pirámide, la llegada del ferrocarril y la recepción del retrato del Brig. Gral. Martín Rodríguez donado por Tristán Gómez para el Salón Municipal.
El ya citado interés y disposición para cercar la plaza y mantenerla, quedó muchas veces en simples intenciones que no se concretaron, tal como lo demuestra la Memoria del primer Intendente de Tandil, Pedro Duffau cuando en 1886 dice que " se ha atendido en lo posible la Plaza, que reconoce por primero y grande inconveniente el hallarse abierta y a merced de frecuentes destrozos ocasionados por toda clase de animales y de personas mal intencionadas...". Allí mismo agradece al Sr. Leonardo Pereyra la donación de plantas y manifiesta la intención de colocar un techo "chinesco" al kiosco que unos años antes se había construido, así como colocar una verja al perímetro (deseo expuesto por infinitésima vez) y aumentar el número de bancos.
Duffau también manifestaba en esa Memoria, que el tamaño de la Pirámide " no está en relación con el adelanto y progreso de nuestro pintoresco pueblo" por lo que se propuso levantarla dos metros y culminarla en forma de diamante, cosa que finalmente ocurrirá pero con la estatua que hoy observamos.
En 1893 el Intendente interino J. Capdepont designó una Comisión especial para la atención de la Plaza, a la que denominaba en el documento como " Pública", disponiendo además la designación de un jardinero y dos peones para las tareas de embellecimiento.
Para el año del Centenario de la Revolución de Mayo, la Plaza estaba rodeada de rejas, con tanque de agua de hierro, molino, pocos árboles y muchos yuyos, lo que obligó a un fugaz mejoramiento para los actos que concretaron la colocación en la Pirámide, de la placa del Centenario de la Revolución y el cambio de nombre a la calle Independencia por Centenario (hoy y desde 1973, Fuerte Independencia).
Habría que aguardar la llegada del Intendente Eduardo Arana, para que un proyecto serio y continuado permitiera dar a la Plaza el aspecto básico similar al actual.
Arana contrató el ingeniero Conrado Martín Uzal para el nuevo trazado y el sucesor en el cargo de Intendente, don Antonio Santamarina culminó con las obras del trazado y con el ornato que permitió entre 1913 y 1914 dotarla de las bellas estatuas de origen francés que se conservan, merced a la donación de su familia y cuyo pormenorizado relevamiento efectuara recientemente el religioso Adelsio Delfabro ( perteneciente a la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia, del Colegio San José, destinado por un tiempo a continuar su apostolado en Francia, de la que regresó para estar nuevamente en Tandil).
En 1920 el entonces Intendente E. Maritorena, en su Memoria destacaba el estado de la Plaza Independencia y agregaba que la Banda de Música de Durazzo, en el verano, alegraba las tardes con recitales en el kiosco.
Con sus más y con sus menos, la historia de la Plaza tuvo sus altibajos en la conservación y mejoramiento, pudiéndose ver en testimonios de antiguos placeros, como el de Roque Paladino, los avatares, sobre todo en las primeras décadas del siglo XX.
El trazado original se vio modificado en algunas oportunidades, incluyéndose, por ejemplo, un calendario frente al Palacio Municipal en 1973 y una estructura metálica en la diagonal frente a la esquina de Gral. Pinto y Gral. Rodríguez para colocación de carteles, los que hace ya algunos años fueron retirados para bien de la belleza de ese paseo.
La Plaza Independencia, cruzada diariamente por miles de niños y jóvenes que concurren a las escuelas, con los abuelos en las soleadas tardes de los días otoñales y aún invernales, los obreros que suben y bajan de colectivos, los turistas y sus recorridas, entre otras manifestaciones, es la caja de resonancia más importante de la vida cotidiana de la ciudad, es decir de su historia.
Desde festejos patrios a políticos y deportivos hasta carnavales y farándula estudiantil, fue testigo de días de alegrías y días de tragedia; de mitines políticos y manifestaciones obreras a reclamos populares y gestos solidarios, por ella pasaron y pasan amoríos fugaces, bandas de música, titiriteros, corsos infantiles, desfiles y retretas militares y hasta honras fúnebres.
De allí partían las antiguas carretas (antes que tuvieran su propia plaza), carruajes de todo tipo, entre ellos los recordados mateos y los actuales taxis.
Testigo mudo de riñas como de ejercicios eróticos, de risas y de llantos, en fin, de todas las expresiones humanas, es la depositaria de buena parte de la historia de los tandilenses que por generaciones la seguimos disfrutando, por lo que creímos interesante conocer un poco, un retacito, de su larga existencia.
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Daniel Eduardo Pérez
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