LOS VELA
ALFONSO IX, SANTA TERESA, EL PRIMER VIRREY DEL PERÚ, MARTINEZ DE HOZ,
BIOY CASARES Y TANDIL
Si el autor de estas líneas le propusiera a usted,
amigo lector, relacionar a Alfonso IX, a Santa Teresa de Jesús, al primer
Virrey del Perú, a Martínez de Hoz y a Adolfo Bioy Casares con Tandil, podría
pensar que se trata de un entretenimiento o acertijo, al que no acostumbra habitualmente.
Sin embargo una parte de la historia de Tandil, tiene
algunas relaciones escondidas a la vista rápida y a los espíritus poco
entusiastas de averiguar sobre el pasado lugareño, que deparan atrapantes
historias que pueden llevarnos hasta puertos insólitos.
Tal es el caso que hoy le proponemos, cuando nos
dediquemos a adentrarnos en los primeros años del poblamiento tandilense, en
especial del espacio rural, cuando las tierras de horizontes infinitos y
lejanos, eran la meta de los pobladores, generalmente ajenos a nuestro espacio
geográfico y por lo tanto estaban allí para que por decisiones de gobernantes
políticos o militares, se facilitasen en propiedad, a través de instrumentos
diversos.
Así podemos recordar que entre la fundación de Tandil
y 1836, parte de las tierras tandilenses estaban en manos de enfiteutas. El 10
de marzo de 1836 se sancionó la ley que facultaba al gobierno a vender 1500
leguas cuadradas otorgadas en
enfiteusis, dando prioridad de compra a los poseedores de las mismas con un
plazo hasta fines de 1837. Por esos tiempos la valuación era de $ 4000 la legua
cuadrada.
De esta manera, varios enfiteutas en el Tandil pasaron
a ser propietarios en territorios rurales. Nos dedicaremos hoy a quienes
ocupaban buena parte de los actuales cuarteles 6º, 8º y 9º, es decir en la zona
de las actuales María Ignacia y estación Vela.
Apellidos como Valerio, Ponce, Morillos, Guerrico,
fueron algunos de los detentadores de posesiones en esta zona a la que nos
referimos
Otro, el Cnel. Martiniano Rodríguez, había sido
agraciado por el gobierno con 4 leguas cuadradas en propiedad en 1834, las que
vendió el 19 de setiembre de 1836 a Pedro
José Vela, quien finalmente adquirió al Estado-decreto del 14 de marzo de
1836- poco más de 6 leguas cuadradas en la misma zona, con lo cual este
propietario pasaba a ser uno de los poderosos hacia fines de 1838, dado que era
dueño de todo el actual cuartel 6º y parte del 7º.
Por su parte y avanzando en el tiempo, diremos que las
tierras del tal Ponce, desde el arroyo Los Huesos al Chapaleofú, extendiéndose
por los hoy partidos de Tandil, Juárez y Azul, fueron adquiridas por Vicente
Casares e hijos, el 27 de febrero de 1857, con un total de 29.536
hectáreas.
Ahora bien, ¿quiénes eran estos hombres, de dónde
provenían y qué relación tuvieron con Tandil, especialmente en esa zona
geográfica en las que todavía no existían ni la estación ni el pueblo, ya citados?
Aquí viene entonces esta pequeña historia entretejida,
que desembocará en la dilucidación de estos pequeños enigmas planteados al
comienzo.
Oportunamente y gracias a la colaboración de
descendientes y amigos de estas antiguas familias y la investigación paciente
en fuentes genealógicas y documentales, hemos podido precisar algunos datos de
quienes fueron personajes con posesiones en Tandil y que además tuvieron
funciones políticas importantes y hasta nominaron parte de la actual geografía
del partido.
Pedro José Vela, había nacido en
1790, en Ávila, España, llegando muy joven al país, como inmigrante en busca de
nuevos horizontes, pese a provenir de una familia de larga prosapia y fortuna.
Originario-como ya expresamos- de Ávila, la famosa
ciudad amurallada de Castilla la Vieja, los Vela constituían una familia en la
que muchos de sus integrantes tuvieron funciones y riquezas acreditadas, entre
los que pueden citarse a Blasco Núñez Vela, que fuera el primer Virrey
designado en el Perú, en 1544 y que tuviera poca fortuna y duración en el
cargo.
Su hermano, Francisco Vela, por su parte, fue padrino
de bautismo de Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, luego nada menos que Santa Teresa de Jesús (1515-1582),
Doctora de la Iglesia, quien junto a
Santa Catalina de Siena, son las únicas mujeres que ostentan ese título y cuya
huella perdura hasta los días que corren. Tres de sus hermanos varones, se
alistaron en la expedición de Francisco de Pizarro, conquistador del Perú.
Asimismo, un hijo de Blasco Vela- el citado Virrey,
amigo personal del padre de Santa Teresa, Alfonso Sánchez de Cepeda-Cristóbal
Vela, fue Arzobispo de Burgos y
consejero de Santa Teresa, que a su vez fue gran amiga de María Vela,
hija de su padrino de bautismo, Francisco Vela.
En las Obras Completas de Santa Teresa, puede leerse
la carta XXX, dirigida precisamente a ella .
La casa troncal en Ávila, es hoy la Alcaldía de la
ciudad, frente al templo principal, y parte de un Museo. Sobre la puerta de
acceso puede verse el escudo de armas de los Vela: un brazo en alto sosteniendo
una antorcha, sobre azur, plata y oro, donde puede leerse el lema que reza:
" Quien bien vela, Vela".
De aquellos Vela, que doscientos años antes de su
nacimiento, habían tenido la prosapia que de alguna manera reflejamos en estos
breves datos, provenía este ahora inmigrante, que tendría estrecha relación y
participación en la historia de Tandil.
En Buenos Aires se desempeñó como dependiente de una
tienda en la Recova, encarando luego con éxito otras tareas y negocios,
llegando a ser propietario de una importante tropa de carretas, con la que
alcanzó a redondear una interesante fortuna.
La afinidad de estas ocupaciones con la labor de
campo, lo impulsó a obtener tierras y desarrollar en ellas tareas especialmente
ganaderas, de tal suerte que entre 1820 y 1830 solicitó las mismas en la
todavía frontera con el indio, en el centro sud de la provincia,
adjudicándosele en Tandil, en tiempos del gobierno de Juan Manuel de Rosas,
varias leguas cuadradas, concretadas en propiedad en 1836 en la compra ya
citada.
Con el paso del tiempo su patrimonio fue aumentando y
surgieron las estancias "San José ", " Loma Partida","
Cinco Lomas", "Sierra Alta", "El Amparo", " El
Mangrullo", "Loma Negra", " La Argentina","La
Blanqueada" y otras que abarcaban los antiguos partidos de Tandil,
Chapaleofú y otros aledaños.
En el actual partido de Tandil, hacia 1838, poseía
alrededor de doce leguas cuadradas, en la zona citada, limitando con las
posesiones de Vicente Casares.
Su capacidad y rápida inserción en el medio porteño de
la alta y media burguesía, le permitieron a Vela alcanzar cargos políticos
importantes en la provincia, siendo además Presidente de la Casa de la Moneda y
mucho más tarde, de la Comisión que la reformó, en 1854, pese a que Rosas-a
quien acompañó en sus ideas- ya había sido desalojado del poder.
Entre sus destacadas actividades, estuvo además la de
haber sido activo propulsor de la creación del Banco de la Provincia, impulsando
diversas obras públicas y estimulando la ganadería.
Vela había contraído matrimonio con la criolla Petrona Vázquez, del que nacieron
catorce hijos, siendo su primogénito Felipe
Tobías, de intensa actuación política en Tandil-como veremos-, y algunos de
los restantes, Eduarda Vela, casada luego con Alvear, Teresa Vela de Fontán, Inés Vela de Troncoso- la que luego sería
heredera de gran parte de las tierras en Tandil-, Ángel, José León, Agustín,
Pedro José- que luego alcanzaría cierto renombre como pintor-, Antonio y otros.
Las tierras tandilenses eran poco frecuentadas por los
Vela, salvo el caso del ya citado Felipe Vela, quien una vez instituida en
Tandil la figura del Juez de Paz, luego
de la Revolución de los Libres del Sud en 1839, fue designado en el cargo en
1841, 1844, 1849 y en 1852, año en el que también lo fue Albino Vela, otro
integrante de la familia. A la caída de Rosas, Felipe Tobías Vela dejó de
ocupar cargos políticos en el partido de Tandil, aunque siguió estrechamente
relacionado a las actividades del campo.
A Felipe Vela le correspondió una etapa complicada de
la política, dado que luego de la citada revolución, la represión fue dura y
muchos perdieron sus campos confiscados por el gobierno, como represalia, dado
que el Tandil había tenido una
participación activa en el levantamientos fracasado contra el
Restaurador, quien hasta le cambió el nombre al partido, imponiéndole el de
Chapaleofú.
En ese contexto, Felipe Vela se manejó con cautela
y cierta moderación lo que le ganó algún
respeto de los vecinos de la aldea que recién comenzaba a delinearse alrededor del Fuerte, en
cercanías del cual Vela tenía una pulpería, además de la consabida tropa de
carretas.
El joven Felipe contrajo nupcias con Mercedes de
Iturralde, que le dio trece hijos, nietos del fundador de la familia Vela en
Argentina, algunos de los cuales no alcanzó a conocer, dado que Pedro José Vela
falleció en Buenos Aires el 14 de noviembre de 1857, heredando sus inmensas
posesiones su viuda doña Petrona Vázquez, que fue en su época una de las más
grandes propietarias de tierras en Tandil y la mayor contribuyente, datos que
ampliaremos más adelante. Doña Petrona falleció también en Buenos Aires, el 25
de agosto de 1881.
De los hijos de Felipe y doña Mercedes , el primogénito
fue Alberto Cecilio, le siguieron : Jorge, Eduardo, quien luego desposó a
Dolores Victorica y Urquiza; Raúl, casado luego con Joaquina Salas Oroño; César
Mauricio, que contrajo matrimonio con
María Elisa Harilaos y Bosch; Ernesto, quien casó con Angélica Acosta; Pedro
José, casado luego con Ernestina Bonfanti; Mercedes, quien se casó con Carlos
Alcobendas; Adela, casada con Natal T. de Torres; Ema, casada con Carlos
Duncan, y Sara, María y Lucía que fueron solteras.
Estas uniones matrimoniales, como puede apreciarse por
los apellidos, potenciaron aún más los bienes de los Vela, dado que los esposos
o esposas pertenecían en general a familias de propietarios de importantes
negocios rurales.
Decíamos al comienzo, que otro de los grandes
propietarios de tierras en el Tandil de la época y en la misma zona de las
posesiones de Vela, fue Vicente Casares.
Este vizcaíno, llegado al país joven a finales del
siglo XVIII, fue luego el primer representante consular de España en la
Argentina y tronco de esta familia en el Río de la Plata, casado con Gervasia
Rodríguez Rojo, hija del tesorero del Virreinato del Río de la Plata, habiendo
tenido una destacada actuación en las invasiones inglesas. Falleció en 1870.
Los campos adquiridos por Casares y sus hijos, comprendían,
además, los que después fueron los establecimientos "Lauraleofú",
"Los Potreros", " Vigilante" y "La Laguna". Una
mensura del profesional Enrique Nelson, del 8 de octubre de 1864, daba para el
campo de los Casares 29.197 hectáreas, es decir 200 menos que las que figuraban
originalmente.
Otras familias, como la de los hermanos Juan y Nicolás
Anchorena, también quedaron en posesión de tierras en la zona que estamos
explorando, siendo origen más tarde, por ejemplo, de la famosa estancia
"Acelain", que Josefina de Anchorena y su esposo, el ilustre escritor
Enrique Larreta, legaron a la posteridad, siendo actualmente un orgullo para
todos los que habitamos estas tierras.
Fallecido don Pedro Vela, heredó las tierras-como
quedó dicho- su viuda doña Petrona Vázquez, vecina de los Casares, siendo el
Chapaleofú Chico el límite parcial de sus tierras.
En 1865 se fijaron los límites definitivos del partido
de Tandil- el que luego de la caída de Rosas había recuperado su antiguo
nombre-con lo cual a partir de esa fecha podemos comparar planos y mapas con
más exactitud, visualizando más claramente las enormes dimensiones de tierras
de Tandil, que por entonces estaban en manos de estas dos familias.
El 20 de junio de 1870, los hermanos Sebastián,
Mariano y Vicente Eladio Casares, herederos de la firma Vicente Casares e
hijos, dejaron como propietarios de la inmensa fracción a Mariano y Vicente
Eladio, quien a su vez el 14 de febrero de 1873, quedó como único dueño, al
venderle su hermano la parte correspondiente.
Vicente Eladio Casares, nacido en
Buenos Aires en 1817, había contraído matrimonio con María Ignacia Martínez de Hoz, descendiente de José Martínez de
Hoz, madrileño llegado a Buenos Aires a fines del siglo XVIII y que fuera, en
1786, Regidor del Cabildo, falleciendo en 1819 y siendo fundador de la familia
de este apellido en la Argentina.
Aquí nace otra rica historia que enlaza nuestro suelo
con más personajes de la historia hispanoamericana. Efectivamente, por la rama materna, María Ignacia Martínez de
Hoz, descendía del Adelantado Juan de Sanabria, nacido en Medellín y
descendiente del Alfonso IX, rey de
León, que combatió con éxito a los moros (1171-1230), que había sido designado
gobernador del Tucumán en 1549 y que murió al poco tiempo.
Del matrimonio de Sanabria con Mencia Calderón,
nacieron varios hijos, entre ellos María Sanabria y Calderón, quien casó con
Hernando de Trejo y luego de enviudar con Martín Suárez de Toledo. Entre los ilustres personajes que descendieron
de esta rama, están Fray Fernando de Trejo y Sanabria, que fuera obispo de
Tucumán y fundador de la Universidad de Córdoba; Hernando Arias de Saavedra,
que alcanzara a ser gobernador del Río de la Plata; Dalmacio Vélez Sarsfield,
el ilustre autor del Código Civil y más cerca de nuestros tiempos,. Martha
Ignacia Casares, quien se casó con Adolfo Bioy, que fuera Ministro de
Relaciones Exteriores entre 1931 y 1932, matrimonio del cual nació el escritor
Adolfo Bioy Casares. También el economista José Alfredo Martínez de Hoz, de
polémica actuación en la reciente historia del país, fue descendiente de
aquellas familias troncales.
Por su parte en Martha Ignacia Casares se entrecruzan a su vez lazos de sangre con descendientes del
Adelantado Domingo Martínez de Irala- a través de su hija Ursula de Irala- el
que con Ayolas fuera clave en la historia del Paraguay.
En estas tierras del Tandil, venían a confluir estas
familias con ascendientes, tanto los Vela como los Casares-Martínez de Hoz, de
antiguas raíces en la historia, no sólo del país sino de Hispanoamérica, lo que
todavía nos deparará algunas novedades.
De la citada unión de María Ignacia Martínez de Hoz y
Vicente Eladio Casares, nacieron Vicente L., Emilio, Héctor y Josefa, nombres
más cercanos a la historia reciente , en especial en la zona que llamaríamos
"velense", ya veremos por qué.
En 1879, el libro de la "Colecturía de la
Provincia, tercera sección (Tandil)" registra las contribuciones directas
y nos dice que Petrona V. de Vela, poseía 28 1/3 leguas cuadradas en el viejo
cuartel 4º, hoy 6º, que estaban valuadas oficialmente en $ 9.100.000, por las
que debía abonar una cuota de $ 45.000 (el 5 por mil), con lo que se constituía
en la mayor contribuyente del partido de Tandil, como lo mencionáramos en su
oportunidad.
Por su parte, los Casares tenían registradas 12 leguas
cuadradas con una valuación fiscal de $ 4.000.000 en el mismo cuartel, por las
que abonaba $21.000, en tanto su vecino Anchorena, figuraba con apenas 3 leguas cuadradas y una tasación
de $ l.800.000, debiendo abonar $ 9.000.
Al comenzar la famosa década del ochenta, los veinte mayores contribuyentes del
Tandil, aportaban- o debían hacerlo- casi el 45 % de la recaudación fiscal de
la provincia en nuestro partido, la que alcanzaba a $ 606.000.
Ese pequeño número de propietarios- aproximadamente el
3 % del total de contribuyentes empadronados- poseía más de la mitad de la
superficie del partido.
Para enriquecer esta parte de nuestra historia,
digamos que esos veinte propietarios de la época, más poderosos, eran en orden
decreciente: Petrona V. de Vela, Benjamín Zubiaurre, Vicente Casares e hijos,
Ramón Santamarina, Prado y Pereira, Luis Bilbao, José Castaño, Bartolo Vivot,
Juan Peña, Anchorena, Pourtalé Hnos., Mercedes Miguens, José Buteler, Norberto
Ramírez, Ramón Gómez, Agustín Ramos, Tristán Gómez, Norberto Melo, José C.
Gómez y Federico Girado.
Los Casares tuvieron intensa actividad política.
Carlos, otro de los hijos de Vicente, fue gobernador de la Provincia de Buenos
Aires entre 1875 y 1878, presidente del Banco de la Provincia y presidente de
la Sociedad Rural Argentina, casándose también con otra Martínez de Hoz, María
Josefa.
Por su parte Vicente L., hijo del ya citado Vicente
Eladio con María Ignacia, fue el fundador del célebre establecimiento La
Martona, en Cañuelas, exportando a Inglaterra el primer trigo y la primera
manteca procedentes de sus establecimientos, siendo el introductor de la
pasteurización de la leche. Fue asimismo presidente del Banco de la Nación, en
1891 y primer presidente de la Lotería Nacional. Falleció en Buenos Aires en
1910.
Tandil crecía a buen ritmo bajo los mandatos de los
Jueces de Paz, merced a su actividad especialmente ganadera, incipiente
agrícola, luego de la pionera tarea de Fugl y ya se comenzaban a explotar las
canteras de su famoso granito.
El transporte sin embargo, hacia comienzos de la
década del ·80, seguía siendo la tropa de carretas, aunque el ferrocarril ya
había llegado hasta las proximidades de nuestro pueblo.
Le correspondió al Juez de Paz Dr. Eduardo Fidanza,
ilustre médico, de quien ya hemos hecho diversas referencias , ser el que
encarara con vigor y entusiasmo la iniciativa de bregar por la llegada de las
vías ferroviarias hasta Tandil, entendiendo -inteligentemente- que con ello se
favorecería el transporte tanto de carga como de pasajeros.
Su lucha, que lo llevó a fundar un periódico con el
nombre de El Ferrocarril, fue
perseverante hasta lograr que el Ferrocarril del Sud extendiera sus rieles y
así en agosto de 1883, se iniciaban los servicios regulares con Buenos Aires,
en medio de una gran algarabía.
Las estaciones de Iraola y Tandil eran una avanzada
más en pos del progreso, especialmente económico con la salida de la producción
hacia Buenos Aires.
Otros pueblos del interior provincial siguieron la
iniciativa y el vecino Juárez (hoy Benito Juárez), fue uno de ellos, logrando
en forma bastante rápida que se extendieran las vías desde Tandil hasta la
localidad.
Las vías atravesaban tierras del partido de Tandil,
para lo cual los propietarios cedían o vendían bajo régimen indemnizatorio las
tierras respectivas.
Entre los propietarios más conocidos estaban
precisamente los Vela, los Casares y los Gómez. Los trabajos se iniciaron no
sin incidentes en su desarrollo, puesto que los empresarios ingleses se
apropiaban de tierras que no estaban entre las que les correspondía.. Las cosas
llegaron a tal punto, que en "El Eco del Tandil " del 9 de marzo de
1884, se denunciaban estos hechos, surtiendo efecto la denuncia y arreglándose las cosas para que las obras
continuaran.
El 23 de mayo de 1884, salía la primera locomotora
desde Tandil- que todavía no poseía la estación actual terminada-para probar
las flamantes vías hasta la sección chacras. El duro invierno no fue obstáculo
para que los trabajos avanzaran a buen ritmo y ya para la primavera los
trabajos iban llegando a su fin. Los campos tandilenses ya estaban atravesados
por el camino de hierro.
En el recorrido se habían previsto dos
"estaciones": una que se denominó Pilar (poco después Gardey),
en homenaje a doña Pilar Gómez y la otra Vela,
que tomaba el apellido de quien había sido dueño de esas tierras, y de quien ya
hemos hecho referencia , don Pedro José ( y no Felipe T. su hijo, Juez de Paz,
como figura en algunos diccionarios y otras publicaciones).
En enero de 1885 se anunció la inauguración del
ferrocarril a Juárez, que debía efectuarse el 15 de febrero, pero por diversas
causas la misma se postergó, obteniendo en su transcurso, la Municipalidad
vecina, la autorización para gastar $ 2.000 en la celebración del arribo ferrrocarrilero.
Finalmente el domingo 8 de marzo de 1885, se hizo el viaje inaugural atravesando las
estaciones de Pilar y Vela hasta arribar a Juárez, donde llegó el Juez de Paz
de Tandil, Dr. Fidanza, entre grandes festejos de la población y también la alegría
de los vecinos rurales de nuestro partido, que fueron deslumbrados por el paso
del " caballo de hierro".
El apeadero o pomposamente la "Estación Vela", quedaba
oficialmente inaugurada en esa fecha y con ese acontecimiento.
Días más tarde, el 27 de marzo, quedó librado al
servicio público el tramo Tandil- Juárez, con el siguiente curioso horario:
Salida desde Tandil a las 7,30 p.m., arribando a Pilar a las 8,24, a Vela a las
9,04, a López ( ya en el partido vecino) a las 9,45, llegando a Juárez a las 10,10.Típicamente
inglés…
Así quedaba inaugurada esta estación, en esa fecha,
que sería la que debería celebrarse, y no como se hace el 11 de setiembre,
cuestión que expusimos hace más de veinte años y que sin embargo continúa en el
error histórico de insistir, sin fundamentos fehacientes que lo avalen. En fin,
cosas ya clásicas en nuestras
costumbres....
Así como en materia de transportes se avanzaba en el
interior de la provincia, también los gobiernos, en la segunda mitad del siglo
XIX, elaboraban lentamente políticas tendientes a incrementar la colonización
de zonas rurales, con el objeto, entre otros, de fomentar la inmigración,
distribuir mejor la tenencia de la tierra y apuntar al desarrollo de la
agricultura.
A Tristán Gómez, uno de los veinte poderosos
propietarios ya mencionados, le correspondería ser el último Juez de Paz antes
que se designara el primer Intendente, don Pedro Duffau, en 1886.
Fue en esos tiempos, en que los objetivos mencionados
acerca de la colonización, se concretaron cuando en la gobernación de Máximo
Paz, se presentó en la Legislatura un proyecto con su firma y la de Manuel
Gonnet, para la creación de Centros
Agrícolas. Luego de arduos debates,
el mismo fue aprobado y sancionado el 22 de noviembre de 1887, siendo
promulgado tres días después.
Esta Ley proponía la formación y organización de
centros agrícolas en la provincia, tomando como base las tierras que rodeaban las estaciones ferroviarias,
si es que ya no los tenían.
Estos Centros Agrícolas podían establecerse o crearse
por expropiación del gobierno, por empresas o por particulares, otorgando beneficios para el uso del
ferrocarril y creando la Oficina de Agricultura, que sería la encargada de
dirigir los Centros y fomentar la inmigración.
A lo largo de sus cincuenta y tres artículos, la Ley
dejaba establecidas las obligaciones de empresarios y agricultores.
En Tandil, rápidamente se acogieron a la Ley- que
finalmente no obtuvo los resultados deseados, salvo en escasos lugares- José
Luis Tagle, con el Centro de su apellido; Juan Mariano Zubiaurre, con el Centro
también de su apellido y el de nuestro conocido Vicente L. Casares, concesionario de dos: el " Cnel. Martínez
de Hoz" y el "María
Ignacia", de 6,302 ha.
Nació así, lindante a la Estación Vela, como lo pedía
la Ley, el núcleo que con el tiempo sería la importante localidad rural de
nuestro partido, cuyo nombre le fue puesto en homenaje a María Ignacia Martínez de Hoz de Casares, madre de Vicente L.
Casares, fundador del Centro Agrícola.
Según el "Estado de los Centros Agrícolas al 31
de diciembre de 1892", el "Centro Agrícola María Ignacia", tenía
el número hipotecario 11.459, con un precio estimado y acordado de $ 56 por
hectárea ( las había de hasta casi diez veces más), habiendo sido escriturado
por Casares, en favor del Banco Hipotecario de la Provincia, el 21 de diciembre
de 1888, por ante el escribano Irineo Collado, habíéndosele acordado un
préstamo de 354.000 valores cédulas de la serie "N", luego
transformado en ordinario por decreto del 14 de julio de 1890.
Según el informe de 1893, el Centro, como tal, no
respondió a las expectativas que la Ley pretendía, lo que no fue obstáculo,
sino más bien un estímulo para que las mensuras y traza del Centro y la
existencia de la estación ferroviaria acicatearan el asentamiento, en las
proximidades, de pobladores que levantaron sus viviendas modestas, conformando
primero en forma desordenada, por la errónea traza de calles, y luego más
prolijamente, un núcleo poblacional que fue creciendo a buen ritmo.
Vicente L. Casares había adquirido las tierras de su
padre Vicente Eladio, el 17 de diciembre de 1888, entre ellas las que comprendían Los Potreros, Vigilante y
La
Laguna, aunque años más tarde esta operación fue anulada y las tierras
entraron en la sucesión de Vicente Eladio.
El panorama ofrecía interesantes perspectivas, por lo
que se establecieron comercios diversos, esperando poder hacer sus ventas y
prestar sus servicios a los presuntos colonos y a quienes se movilizaban por la
Estación. Surgieron así apellidos de pioneros, que aún hoy poseen descendientes
en la zona, tema del que alguna vez nos ocuparemos en otra nota, como es
merecedor el tema.
La cría del ganado era la actividad más importante,
adquiriendo el ovino un crecimiento destacado, de tal suerte que entre 1880 y
1900, se registraron las cifras más elevadas, situación de predominio sobre el
vacuno que se mantuvo casi hasta la década del veinte.
La confusión para
designar la incipiente localidad en que se iba transformando el lugar,
tuvo tempranas raíces y hacía el 1900 se hablaba del Pueblo de María Ignacia, por otros también llamado Vela, que fue el que dejó para sus
pobladores el patronímico de "velenses".
En 1896, hemos verificado que el martillero Martín
Iparraguirre ( abuelo de nuestro amigo y colega Carlos), levantó un plano del
"Pueblo" que tenía delineadas 44 manzanas rodeadas de quintas y de
chacras, figurando como propietaria destacada Josefa Casares de Nouguier, una
de las herederas de las tierras, que había sido favorecida con las que incluía
buena parte de María Ignacia, también
denominada como Reserva Segunda, con una superficie de 1.856 ha., rodeando a la
Estación, que era parte del antiguo establecimiento Vigilante.
El crecimiento demandó una escuela, que con el Nº 13,
aún perdura, una capilla, - donada en
1901 por la familia Casares-Nouguier- e inaugurada con grandes pompas hasta con
la presencia del Obispo de La Plata Mons. Alberti- y servicios varios cubiertos
por la Municipalidad: alcalde, inspectores, médico y hasta "casas de
tolerancia" o prostíbulos, dado que era la época de la prostitución
legalizada.
Las enormes posesiones de los Vela y los Casares,
según puede observarse en el mapa de 1919, levantado por el cartógrafo
Fulgencio Domínguez, estaban divididas y las fracciones más importantes que habían sido de los Vela, estaban a nombre
de la heredera Inés Vela de Troncoso, poseedora
de la mayor en el cuartel 6º. Las de los Casares, por su parte, estaba
en manos de la ya citada Josefa C. de Nouguier.
Pese a estas consideraciones, analizadas las
posesiones hacia 1930, de los cuarteles 4º, 5º.6º,7º, 8º, y 9º, las tierras
continuaban de una u otra manera en manos de los apellidos mencionados en la
presente nota, es decir, Vela, Casares, Zubiaurre, Anchorena, Peña, Castaño,
etc.-
Hasta aquí hemos intentado brindarle-amigo y paciente
lector -un panorama que además de
ilustrativo, ha tenido rasgos curiosos y hasta poco conocidos-por no decir
desconocidos hasta hoy-, pero la historia nos depara todavía algo más, que será
el cierre de este relato nacido a partir de reyes y conquistadores.
Felipe Tobías Vela, el ya citado Juez de Paz de la
época de Rosas, tuvo los trece hijos mencionados. El mayor de ellos Alberto
Cecilio, que había casado con Joaquina Cazón, tuvo a su vez siete vástagos, uno
de ellos Nicolás Alberto Vela, que contrajo matrimonio con Amalia Isasmendi
Varela, con quien tuvo tres hijos, siendo el mayor de ellos Alberto Nicolás Vela, quien en quinta
generación unió los destinos-lo que
parecía casi inevitable-y se casó con María Inés Bullrich Casares. Finalmente las sangres de las dos familias más
poderosas y que han sido el numen de esta nota, se unían, de alguna manera
cerrando una historia, en la que de aquí en más los hijos de este matrimonio,
Ana Inés, Marina, Nicolás Alberto, el primogénito varón, y Clara Vela Bullrich Casares, contemporáneos
nuestros, tienen tras de sí esta rica historia de pampa, carretas, pulperías y
también de poder y de gloria, de apellidos que quedaron fijados para siempre en
la geografía y la historia del Tandil.
Daniel Eduardo Pérez
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