FIESTAS Y ENTRETENIMIENTOS
POPULARES
EN EL TANDIL DE ANTAÑO
Los
juegos, entretenimientos y festejos populares hacen a la Historia porque reflejan
momentos en los que las sociedades traducen sus emociones y prácticas sociales.
Es
por eso que hemos creído oportuno reflejar parcialmente algunas de esas
expresiones, entre el siglo XIX y comienzos del XX en nuestro Tandil, con un
marco general. Lucio V Mansilla ya nos comentaba: "Es curioso , en los pequeños centros de población, donde no hay
distracciones de espectáculos, se juega por distracción; y en los grandes
centros, donde todos son espectáculos, solo la minoría no juega -uno que otro viejo historiador, más o menos periático
o atacado de reumatismo; la mayoría juega a las cartas, al dado, al billar, al dominó, al boliche, a la taba, a la
argolla y a otros juegos de ensartar, como el balero-, de donde yo deduzco
que el jugador nace como el poeta...".
El etnógrafo, folclorólogo y naturalista argentino Juan B. Ambrosetti en Viaje de un maturrango (1893), anotó la afición de los milicos por los juegos de apuestas, que llenaba los huecos dejados por el duro servicio y hacía circular de cinto en cinto los mugrientos billetitos que a grandes intervalos dejaba ver el comisario pagador. Sin naipes, "a cara o cruz, con una caja de fósforos o una moneda, a la pajita más larga o más corta; y hasta sirviéndose de los oficiales jugaban; en las cuadras, en la guardia, en el hospital, por todo.... Entre todas las apuestas oí una muy original: dos soldados de la guardia habían jugado a quién se sonaba primero las narices, si el subteniente de guardia o un capitán que se hallaba sentado frente a ellos".
El argentino decimonónico, fue tan rico y variado en "envites" y destrezas como los españoles y criollos coloniales. Se apostaba en las "cuadreras" y en juegos como el monte, paro, nueve y treinta y una, en las loterías y en las ruedas de la fortuna, precursoras de la ruleta, en las tiradas de taba y en los "reñideros" de gallos, así como el pato, la maroma, la sortija y las boleadas de avestruces constituían ocasión propicia para demostrar la destreza y el arrojo ecuestre de gauchos y "agauchados".
Se agregaron luego juegos de origen inmigratorio, especialmente vasco, como la pelota, jugada "a mano", "a largo", con "botillo", a "pala" y "guante", con "sare", en "frontón", "trinquete".
El etnógrafo, folclorólogo y naturalista argentino Juan B. Ambrosetti en Viaje de un maturrango (1893), anotó la afición de los milicos por los juegos de apuestas, que llenaba los huecos dejados por el duro servicio y hacía circular de cinto en cinto los mugrientos billetitos que a grandes intervalos dejaba ver el comisario pagador. Sin naipes, "a cara o cruz, con una caja de fósforos o una moneda, a la pajita más larga o más corta; y hasta sirviéndose de los oficiales jugaban; en las cuadras, en la guardia, en el hospital, por todo.... Entre todas las apuestas oí una muy original: dos soldados de la guardia habían jugado a quién se sonaba primero las narices, si el subteniente de guardia o un capitán que se hallaba sentado frente a ellos".
El argentino decimonónico, fue tan rico y variado en "envites" y destrezas como los españoles y criollos coloniales. Se apostaba en las "cuadreras" y en juegos como el monte, paro, nueve y treinta y una, en las loterías y en las ruedas de la fortuna, precursoras de la ruleta, en las tiradas de taba y en los "reñideros" de gallos, así como el pato, la maroma, la sortija y las boleadas de avestruces constituían ocasión propicia para demostrar la destreza y el arrojo ecuestre de gauchos y "agauchados".
Se agregaron luego juegos de origen inmigratorio, especialmente vasco, como la pelota, jugada "a mano", "a largo", con "botillo", a "pala" y "guante", con "sare", en "frontón", "trinquete".
La
primera cancha de pelota, en Buenos Aires, la Cancha Vieja de Tacuarí al 500, comenzó a funcionar antes de 1850,
y desde entonces se habilitaron, a lo largo de la segunda mitad del siglo, numerosos
locales.
A
partir de la caída de Rosas comenzaron también a desarrollarse en forma más
sistemática, los juegos y deportes de origen británico, que hoy tienen el
monopolio de nuestra actividad lúdica.
Carlos Alfaro menciona que en Tandil ya en 1860 había vascos practicando pelota. Corría el año 1895 cuando el Sr Asquet , alias “el francés”, construyó una cancha de pelota en la esquina de Gral.Pinto y Alem, donde funcionaba el Hotel Francés. Luego se levantó el frontón del vasco Irigoyen en Gral. Rodríguez al 800, donde después funcionó El Pasatiempo, de Magret Hnos., esquina con Mitre; hoy se encuentra un comercio (estuvo allí en su momento Renzo Helados).
Más tarde surgió la cancha de Usandizaga donde jugaron los hermanos Ramón y Antonio Santamarina entre otros y hasta el cura párroco Guerrero, en 1902, hizo un frontón en una de las paredes laterales de la parroquia para los niños de las escuelas cercanas. Otra cancha fue “Los Vasquitos”, lugar de recordados desafíos, que estaba en Alem y San Martín, donde actualmente se encuentra una estación de servicio y ya para 1919 el Hípico inauguraba su frontón.
Carlos Alfaro menciona que en Tandil ya en 1860 había vascos practicando pelota. Corría el año 1895 cuando el Sr Asquet , alias “el francés”, construyó una cancha de pelota en la esquina de Gral.Pinto y Alem, donde funcionaba el Hotel Francés. Luego se levantó el frontón del vasco Irigoyen en Gral. Rodríguez al 800, donde después funcionó El Pasatiempo, de Magret Hnos., esquina con Mitre; hoy se encuentra un comercio (estuvo allí en su momento Renzo Helados).
Más tarde surgió la cancha de Usandizaga donde jugaron los hermanos Ramón y Antonio Santamarina entre otros y hasta el cura párroco Guerrero, en 1902, hizo un frontón en una de las paredes laterales de la parroquia para los niños de las escuelas cercanas. Otra cancha fue “Los Vasquitos”, lugar de recordados desafíos, que estaba en Alem y San Martín, donde actualmente se encuentra una estación de servicio y ya para 1919 el Hípico inauguraba su frontón.
Hubo
también tres formas de juego y entretenimiento que, pese a su origen exótico, resumen
cabalmente el espíritu y el estilo criollo: el truco, la taba y las riñas de gallos.
En
1866, un grupo de vecinos
encabezados por Machado, dio nacimiento al Circo
de Carreras de Tandil, el hipódromo, que luego regentearía el Club Hípico y
es uno de los más antiguos de Sudamérica, donde se congregaban los hombres para
ver las carreras de caballos, que en cuadreras primero, luego se fueron
profesionalizando.
Los
daneses, por su parte, desde temprano practicaron como deporte y diversión el
tiro al pájaro y en 1869 crearon
la Sociedad de Tiro al Pájaro.
En
cuanto a entretenimientos y festejos populares, el periodista R. Spika- que dejó su huella en el
Tandil -recuerda también momentos alegres de la sociedad tandilense y nos dice: "Para el
transeúnte no faltan hoteles en que la decencia y el servicio nada dejan que
desear, un club en donde pasar una hora en amena sociedad; un teatro que
funciona por intervalos ; en la plaza bandas
de música que amenizan las tardes en donde escasean sin embargo, las hijas
de Eva, pues aquí como en Rauch, pueblos ambos de reciente formación y en las
que predomina el elemento extranjero, nótase exceso de población
masculina".
Manuel Suárez Martínez en sus Apuntes autobiográficos, recuerda de su
época a
los primeros músicos del
Tandil, que eran dos zapateros:”La segunda noche que pasé aquí, salieron de
la "Zapatería de la Oliva" (situada frente al hotel) sus dueños, Lucas y José Benavídez y otros cuatro o
más con guitarras, flauta, pandereta y triángulo, tocando la marcha de Riego.
Como yo estaba disponible para ingresar en el grupo que salía a dar las
serenatas de música y canto, me incorporé y pasé unas horas muy agradables que
hacía que aumentaran las simpatías por esta pintoresca población “.
Otro momento que Suárez
Martínez nos entrega vívidamente y pleno de colorido es el de los festejos de
los carnavales por esos lejanos
tiempos: “1865. El primer carnaval
que pasé aquí, fue para mí otra sorpresa.
En puerta vi que estaba la señora de
Letamendi y una cuñada de él. Les di las buenas tardes y ellas me contestaron
poniéndome por sombrero un gran balde de agua. Como fue de atrás, ni me di
cuenta, y ellas se m ... de risa, al ver que habían aprovechado tan bien su
estrategia. Yo que ignoraba esa manera de divertirse, al reponerme de la
sorpresa, sacudí la cabeza, agarré un ladrillo en mano y, ellas, al ver esos
"pomitos", dispararon para el fondo de la casa, yo detrás de ellas.
Cuando las iba alcanzando, alarmado por los gritos de las carnavaleras, salió
Letamendi de una de las habitaciones…
Me explicó luego la manera salvaje del
juego del carnaval y agregó en forma de consejo: "de manera que hoy sólo
salen a paseo los que quieren jugar, y si tú no quieres que te mojen
vuélvete a casa porque vas a encontrar
muchas negras de m ... , y te expones a que te traten en una forma peor
que desde que yo no te hago cargos por tu atropello a la casa, porque te
conozco y sé que ignoras las costumbres
de este país".
……..
“Recorrimos las
principales casas, pero, tal era la manera de jugar que, en las
mismas casas, nos recibieron a balde lleno y las casas quedaban como charcos,
sin respetar muebles, ni camas, ni lugar alguno.
mismas casas, nos recibieron a balde lleno y las casas quedaban como charcos,
sin respetar muebles, ni camas, ni lugar alguno.
A fines del siglo XIX las autoridades se vieron obligadas a reglamentar
los festejos-como fue norma en todos lados-por la violencia que imperaba en los
mismos. Fuertes multas, arreglar las calles- aún sin empedrar- y hasta la
cárcel formaban parte de las sanciones. Otras ordenanzas prohibían la imitación
de uniformes militares y la portación de armas.
En 1887 el primer Intendente,
Pedro Duffau, agregó a las
prohibiciones de una Ordenanza anterior
que prohibía en el juego “arrojar harina,
polvo de colores, huevos, todas clases
de frutas naturales o imitación en cera y dar golpes con vejigas, globos de
goma”, la de jugar con agua arrojada
con “baldes, jarros o bombas”, incorporando la figura del arresto en caso de no
pagar la multa si se infringía la normativa.
Agreguemos que entre fines del siglo XIX y principio del XX el danés Christian Mackeprang y su familia
formaron una orquesta con la que organizaba bailes populares, animaba cumpleaños
y casamientos, siendo su casa de Independencia 215 (hoy Fuerte Independencia), un
centro social y cultural de entretenimiento….
En relación a las fiestas
de fin de año, Ana María Actis de Librelli, ya fallecida, entrevistada por
el autor cuando tenía 92 años de edad. Detalló que “mis hermanos sacerdotes
decidieron su vocación por propia decisión muy jóvenes y ello, sumado a la gran
religiosidad de los padres, hacía que se diferenciara muy bien entre la
celebración de la Navidad y la del año nuevo. Esperábamos la llegada de la
Nochebuena con mucha ansiedad y mucha alegría. Era la llegada del Niño Dios y
había que recibirlo muy bien puestos, es decir con las mejores ropas que
teníamos”.
Al igual que en nuestros tiempos, la Navidad reunía a la familia ampliada. Agrega la señora Actis: “Luego de asistir rigurosamente a la tradicional misa de gallo, se regresaba a la casa donde se reunía la familia para degustar la comida especial preparada por mamá, que generalmente era pasta a la italiana, de la herencia cultural recibida”.
“La bebida se ponía a enfriar en el aljibe, ya que la heladera a hielo llegó más adelante. La ‘bolita’ era la bebida que tomaban los chicos, que era como una soda dulce y que fue precursora de las gaseosas. Los mayores brindaban con vino de la época, tinto, clarete o blanco semillón, la sidra y el champagne no eran para nada comunes. La granadina y la manzanilla también era común para los niños y las mujeres”.
El “pan dulce” se hacía en cada casa. Llevaba frutas secas y se acompañaba con nueces, castañas y ciertas confituras. Sigue Actis: “Las bombas de estruendo, las campanas al viento y la sirena de Nueva Era, marcaban la llegada del nuevo año, al igual que lo hacían las locomotoras del ferrocarril”. También para estas fiestas y desde que tengo memoria se escribían cartas de salutación y se mandaban y recibían tarjetas, que se compraban en las librerías de la época, siendo las de Grothe y La Minerva las más famosas”.
Al igual que en nuestros tiempos, la Navidad reunía a la familia ampliada. Agrega la señora Actis: “Luego de asistir rigurosamente a la tradicional misa de gallo, se regresaba a la casa donde se reunía la familia para degustar la comida especial preparada por mamá, que generalmente era pasta a la italiana, de la herencia cultural recibida”.
“La bebida se ponía a enfriar en el aljibe, ya que la heladera a hielo llegó más adelante. La ‘bolita’ era la bebida que tomaban los chicos, que era como una soda dulce y que fue precursora de las gaseosas. Los mayores brindaban con vino de la época, tinto, clarete o blanco semillón, la sidra y el champagne no eran para nada comunes. La granadina y la manzanilla también era común para los niños y las mujeres”.
El “pan dulce” se hacía en cada casa. Llevaba frutas secas y se acompañaba con nueces, castañas y ciertas confituras. Sigue Actis: “Las bombas de estruendo, las campanas al viento y la sirena de Nueva Era, marcaban la llegada del nuevo año, al igual que lo hacían las locomotoras del ferrocarril”. También para estas fiestas y desde que tengo memoria se escribían cartas de salutación y se mandaban y recibían tarjetas, que se compraban en las librerías de la época, siendo las de Grothe y La Minerva las más famosas”.
Delia Bustos –en ese momento con 91 años- siempre llena de energía y con una rica trayectoria en Tandil,
pese a ser nativa de Mar del Plata, " del campo", nos precisaba, nos
traía a la memoria aspectos que en su infancia vivió en el ámbito rural en las
fiestas de fin de año.
"Allí se vivía la Navidad con un sentido
profundamente religioso, que nos imponía ser naturalmente humildes, pero a la
vez alegres y respetuosos. Al año nuevo se lo esperaba diferente, con los
deseos de dejar atrás todo lo malo que se iba con el viejo año y con el deseo de mostrar todo lo bueno que
había quedado para intentar que el año nuevo lo reprodujera.
"Por aquellos tiempos se celebraba en
familia la Navidad, con el tradicional pesebre y un altar donde se lo colocaba.
El asado era la comida tradicional, aunque el primer día del año era más común
y allí se reunía a la peonada, en torno a la mesa. "Cosas dulces" y frutas secas,
avellanas, confites y nueces completaban con el pan dulce casero los
ingredientes más comunes para la celebración. Al asado con cuero se lo
acompañaba con una ensalada de papas y de berro, la lechuga se incorporó
después al igual que el tomate.
"Los
hombres solían beber el Cinzano primero y el acompañante obligado del asado era
el vino de damajuana o el de bota. El 1º
se comenzaba con empanadas hechas en el horno de barro y a veces un pavo asado
preparado especialmente para la fecha.
“Los chicos y los más jovencitos, se iban a acostar
inmediatamente de haber comido, a la noche del 31 y al mediodía del 1º se
quedaban jugando, mientras en la sobremesa el anís "8 Hermanos", el
oporto y la hesperidina para las mujeres, alargaban la jornada."
"Sidra y champagne, no eran comunes en
estas mesas humildes"- nos acota doña Delia. “En la
ciudad estas bebidas, especialmente la sidra, se popularizaron, así como las gaseosas
o jugos no se conocían hasta la llegada de la Bilz y después de la Bidú Cola,
que eran para los niños. La cerveza hizo su llegada con la Quilmes, pero no era
como hoy una bebida frecuente entre la muchachada.
"En la Navidad las luces de bengala o
estrellitas, los cohetes fósforo y las
cañitas voladoras, junto a los luego ingresados “rompeportones”, eran la
pirotecnia de entonces, por cierto muy diferente a todo el arsenal que hoy se
usa.
"Las bebidas que se tomaban eran
refrescadas en el aljibe o directamente en los sótanos, si se tenían, lo que
era común. Más tarde el hielo traído especialmente entre afrecho para que no se
derritiera, se ponía en bordalesas y allí se colocaban las botellas y las
damajuanas al igual que la primeras gaseosas.
"Para estas fechas todos nos poníamos
" paquetes", es decir con las mejores ropajes, especialmente en
Navidad, donde cuando llegaban las doce, se cantaba el Aleluya., en tanto el
primero de año se efectuaban visitas de cortesía para saludar amigos y vecinos
y desearles un buen año.
"Cuando vine a Tandil, ya para el primero
de año no se estilaba como en el campo carreras de sortijas, embolsados y otros
juegos típicos del ambiente rural. Aquí la cosa era un poco diferente", nos agregaba doña Delia.
Enrique Piñeiro, por su parte, dedica
párrafos a las famosas “romerías”
diciéndonos al respecto: “Pasada Navidad
empezaban a llegar los músicos para la Romerías Españolas. Éste sí que era un
acontecimiento que hacía trepidar al Pueblo, pues toda la gente de origen
español las esperaba, como la Fiesta del Año. Duraban entre cosa y cosa, casi
una semana. Solía llegar primero en el tren de la tarde, con gran ruido de
bombo y platillo, una banda con vestimenta militar o más bien de circo.
Nadie en el pueblo-prosigue- dejaba de enterarse de su llegada. Luego más
silenciosamente, llegaban los gaiteros gallegos con su acompañamiento y los
vascos con la dulzaina. Unos y otros recorrían el Pueblo con gran algazara y
seguidos de sus respectivos entusiastas. Otro día, y siempre los últimos, eran
los de la Estudiantina. Era esta una orquesta de cuerdas con violines,
guitarras y mandolinas. Vestidos de calzón corto, blusa negra, boina con pluma
y capa liviana al viento remedaban a los estudiantes del tiempo de Fray Luis de
León.
Para esta ocasión-continúa- se levantaban en una quinta de Santamarina,
aledaña al pueblo (lugar después conocido como Monte de las Romerías,
actual Plaza 25 de Mayo) una serie de
tablados para las orquestas. Se construían carpas donde se despachaban bebidas
(casi exclusivamente cerveza y sidra), galletitas, sándwiches y creo que
comidas. Toda la quinta tenía una buena arboleda, estaba iluminada, embanderada
y llena de arcos de ramas y adornos.
Las orquestas tocaban por turno. Era de ver la competencia que se armaba
entre ellas y más aún entre los que bailaban en los diferentes lugares. Siempre
los que más público atraían era los vascos con sus bailes y los que bailaban
jotas, por ser estos bailes más pintorescos y movidos y sus cultores más
entusiastas. Era de ver cómo saltaban, brincaban…y sudaban aquellos vasquitos!.
A la caída de la tarde,-señala- tiraban un par de bombas, para indicar la
terminación del baile y todo el mundo se iba a cenar. Después de un par de
horas, nuevas bombas, vuelto a sonar la gaita o la dulzaina y comenzaba de nuevo
el jaleo…hasta no sé qué hora.
Terminadas las Romerías, el Pueblo seguía de fiesta, pues era fin de año
que no podría pasar desapercibido. Había bailes y reuniones y en el momento
culminante, un gran estrépito de bombas, tiros, toques de pito de las locomotoras
del tren, la sirena de la usina de luz. En estos años estaba de moda el Skating
Ring que era un salón de patinaje, del que tengo muy buenos recuerdos. Fueron
nuestras primeras oportunidades de alternar con chicas de nuestra edad con
cierta libertad y sin el “encogimiento”
propio de las visitas.”, rememora don Enrique.
“Sería por
1906 que llegó la luz eléctrica-continúa
Piñeiro -y con ella vino el cinematógrafo. Las cintas se
proyectaban una vez que oscurecía en un bar y confitería que estaba en la
esquina de nuestra casa. Duraban cinco a
diez minutos y daban varias en la tarde.
“Nosotros estábamos atentos y cuando veíamos que se apagaban las luces del
Bar, corríamos a la vereda de enfrente y mirábamos a través de las puerta! Por
cierto que no éramos los únicos. ¡Era la gran atracción!
Cuando estaba mi Padre en Tandil a veces nos llevaba. Como había que hacer
“consumación”(sic), él, que nunca tomaba entre comidas, se veía obligado a
tomar algo. Nosotros pedíamos lo único posible: pastillas de goma Mentolinas o
Rosalinas”
En fin, nuestros antepasados supieron también cómo
entretenerse y divertirse…
Daniel Eduardo Pérez
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