LAS FIESTAS DE ANTAÑO
El tema de la celebración de las tradicionales fiestas de fin de año, a través del
tiempo, siempre ha sido de interés, especialmente para las nuevas generaciones.
Es por ello que nos pareció oportuno incluir algunos testimonios que recogimos
en su momento de vecinas lúcidas y memoriosas.
Fue así que en entrevistamos a Da. .Ana
María Actis de Librelli ( ya fallecida), cuando tenía 92 años quien nos
recibió con la afabilidad de siempre en su casa de la calle Yrigoyen, "
construida por mi padre hace más de un siglo", nos acotaba. Allí
cómodamente sentados hilvanamos recuerdos de las celebraciones de fin de año en
el seno de una " gran familia que integrábamos junto a nuestros padres y
sus doce hijos, tres de los cuales fueron sacerdotes".
Doña Ana - con la mirada puesta en el pasado- revivía
momentos felices de su niñez y juventud, en el seno cálido y severo que las
costumbres de la época imponían.
"Mis hermanos sacerdotes decidieron su vocación por
propia decisión muy jóvenes y ello, sumado a la gran religiosidad de los
padres, hacía que se diferenciara muy
bien entre la celebración de la Navidad y la de l año nuevo. Esperábamos la llegada de la Nochebuena con
mucha ansiedad y mucha alegría. Era la llegada del Niño Dios y había que recibirlo muy
bien puestos, es decir con las mejores ropas que teníamos", agregaba
doña Ana.
La espera hacía que desde días antes se preparara el
pesebre y también la decoración con flores y plantas, incluido el arbolito de
Navidad, al que se le colocaba una decoración muy distinta a la de ahora, con
velitas que se prendían llegada la ocasión máxima.
La Navidad, "era el día de la familia y luego de
asistir rigurosamente a la tradicional misa de gallo, se regresaba a la casa
donde se reunía la familia para degustar la comida especial preparada por mamá, que generalmente era pasta a la
italiana, de la herencia cultural recibida" nos informaba.
“La bebida se ponía a enfriar en el aljibe- la heladera
" a hielo" llegó después” y
recordaba la " bolita", como la bebida que tomaban los chicos,
que era como una soda dulce y que constituyó una de las pre-gaseosas. "Los
mayores brindaban con vino de la época, tinto, clarete o blanco semillón. En
casa el vino lo hacía papá con la uva chinche, la sidra y el champagne no era
para nada común", rememora, agregando que " la granadina y la
manzanilla, también era común para los niños y las mujeres".
Después de la
comida, se daba paso al pan dulce casero, que tenía frutas secas y se
acompañaba con nueces, castañas y algunas confituras hechas para la ocasión,
que los más pequeños degustaban con fruición.
"Si el tiempo acompañaba y era caluroso comíamos
afuera-acotaba- pero si estaba fresco o llovía lo hacíamos adentro. La Navidad
era íntima y la recibíamos y la celebrábamos con honda fe y alegría propia del
significado que tenía para nuestros mayores y también para nosotros. Creo que
hoy ese sentido profundo se ha perdido un poco y se confunde una fiesta con
otra en la manera de celebrarla".
Traía a la memoria que para las fiestas, especialmente
para Navidad, los comercios grandes de los cuales se era cliente, regalaban al
mismo, canastas llenas de productos, costumbre que hoy se ha perdido en
general, conservándose el espíritu de regalo y traduciéndose más a nivel
familiar y de amistad.
Los almacenes importantes de la época, como El Globo, El Águila
y El Bilbaíno, tenían un surtido extraordinario para las mesas familiares de
las fiestas."Las bombas de estruendo, las campanas al viento y la sirena
de Nueva Era, marcaban la llegada del nuevo año, al igual que lo hacían las
locomotoras del ferrocarril" nos decía doña Ana.
"Los vecinos se saludaban entonces y se vivía un
ambiente de familiaridad y buena vecindad que todavía hoy recuerdo con emoción.
También para estas fiestas y desde que tengo memoria se escribían cartas de
salutación y se mandaban y recibían tarjetas, que se compraban en las librerías
de la época, siendo la de Grothe y La
Minerva las más famosas".
Doña Ana nos despidió, no sin antes recordarnos que
" diga que la Navidad era más importante que el año nuevo y su celebración
tenía una significación especial, que se disfrutaba profundamente en
familia". Seguramente así fue, especialmente para esta histórica familia
tandilense, que dio tres sacerdotes a la Iglesia: Francisco, Florentino y el
inolvidable don Luis J.
Otro testimonio que recogimos sobre el tema, fue el de Delia Bustos –en ese momento con 91
años- siempre llena de energía y con una rica trayectoria en Tandil, pese a ser
nativa de Mar del Plata " del campo", nos precisa, nos trae a la
memoria aspectos que en su infancia vivió en el ámbito rural en las fiestas de
fin de año.
"Allí se vivía la Navidad con un sentido
profundamente religioso, que nos imponía ser naturalmente humildes, pero a la
vez alegres y respetuosos. Al año nuevo se lo esperaba diferente, con los
deseos de dejar atrás todo lo malo que se iba con el viejo año y con el deseo de mostrar todo lo bueno que
había quedado para intentar que el año nuevo lo reprodujera.
"En el campo se adornaba un árbol natural, con
frutos de la tierra, morrones, pequeños zapallos, tomates y también algunas
velas que se encendían en el momento oportuno. Luego en la ciudad, los adornos
eran otros pero muy diferentes a los que en las últimas décadas
conocemos".
"Por aquellos tiempos se celebraba en familia la
Navidad, con el tradicional pesebre y un altar donde se lo colocaba. El asado
era la comida tradicional, aunque el primer dia del año era más común y allí se
reunía a la peonada, en torno a la mesa.
"Cosas dulces" y frutas secas, avellanas, confites y nueces
completaban con el pan dulce casero los ingredientes más comunes para la
celebración.
Al asado con cuero se lo acompañaba con una ensalada de
papas y de berro, la lechuga se incorporó después al igual que el tomate.
"Los hombres
solían beber el Cinzano primero y el acompañante obligado del asado era el vino
de damajuana o el de bota. El 1º se
comenzaba con empanadas hechas en el horno de barro y a veces un pavo asado
preparado especialmente para la fecha.
Los chicos y los más jovencitos, se iban a acostar
inmediatamente de haber acomido , a la noche del 31 y al mediodía del 1º se
quedaban jugando, mientras en la sobremesa el anís "8 Hermanos", el
oporto y la hesperidina para las mujeres, alargaban la jornada."
"Sidra y champagne, no eran comunes en estas mesas
humildes"- nos acota doña Delia. Ya en la ciudad estas bebidas,
especialmente la sidra, se popularizaron, gaseosas o jugos no se conocían hasta
la llegada de la Bilz y después de la Bidú Cola, que eran bebidas para los
niños. La cerveza hizo su llegada con la Quilmes, pero no era como hoy una
bebida frecuente entre la muchachada.
"En la Navidad las luces de bengala o estrellitas,
los cohetes fósforo y las cañitas
voladoras, junto a los luego ingresados “rompeportones”, eran la pirotecnia de
entonces, por cierto muy diferente a todo el arsenal que hoy se usa.
"Los "chifles" de las locomotoras y las
campanitas acompañaban los momentos cumbres de estas fechas, en las que
también, ya en la ciudad, recibíamos tarjetas especiales o postales de saludos,
que también nosotros enviábamos.
"Las bebidas que se tomaban eran refrescadas en el
aljibe o directamente en los sótanos, si se tenían, lo que era común. Más tarde el hielo traído
especialmente entre afrecho para que no se derritiera se ponía en bordalesas y
allí se colocaban las botellas y las damajuanas al igual que la primeras
gaseosas. Luego la heladera con hielo y la de querosén fueron las anteriores a
la eléctrica que hoy conocemos.
"Para estas fechas todos nos poníamos "
paquetes", es decir con las mejores ropajes, especialmente en Navidad,
donde cuando llegaban las doce, se cantaba el Aleluya., en tanto el primero de
año se efectuaban visitas de cortesía para saludar amigos y vecinos y desearles
un buen año,
"Cuando vine a Tandil, ya para el primero de año no
se estilaba como en el campo carreras de sortijas, embolsados y otros juegos
típicos del ambiente rural. Aquí la cosa era un poco diferente", nos
agrega doña Delia.
"La Navidad de mi niñez y de mi juventud, se vivió
siempre buscando rescatar la tradición familiar, sin ruidos, sin farándula,
poniendo los mejores recuerdos sobre la mesa ,tal vez menos espontáneos y más
recatados, pero más afectivos y solidarios"- nos dice finalmente Delia
Bustos, con los ojos entrecerrados como quien revive aquellos inolvidables
momentos de estas celebraciones.
LAS FIESTAS DE FIN DE AÑO A LO LARGO DEL SIGLO XX
La llegada de las tradicionales fiestas de fin de año,
siempre tuvieron una significación especial en casi todo el mundo, pero no cabe
duda que en esta oportunidad la tienen con un plus, ya que es el final de un
siglo y de un milenio y, aunque sin tantas expectativas como las del fin del
año que significaba la entrada al 2000, éstas
quedarán marcadas en muchos hogares del mundo como un verdadero hito.
Estas celebraciones hoy tan cargadas de festejos
variados, tienen antiguo origen, emparentado con celebraciones paganas que
desde los romanos se sincretizaron en algunos casos con el cristianismo. El 25
de diciembre se celebra la Navidad- abreviación de Natividad-el nacimiento de
Jesús en Belén, que si bien no figura con fecha en los Evangelios, fue
instituida en forma movible ya en el siglo II, por San Telésforo, aunque recién
en 354 el obispo romano Liberio la instituyó, siendo el pontificado de Julio I,
el que la oficializó como fecha que recogía las antiguas
tradiciones de los padres de la Iglesia, como San Epifanio, San Jerónimo, San
Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianceno, que influyeron en la iglesias
orientales para unificar el día, ya que ellas celebraban el 6 de enero el
nacimiento y bautismo de Jesús, que quedó como la Epifanía o manifestación de
Dios a los hombres, conocida hoy como el día de Reyes.
En aquellos primeros siglos de nuestra era, las
celebraciones eran modestas pero poco a poco fueron cobrando importancia no
solo religiosa sino también social y servia para reunir en torno a la mesa de
Nochebuena a toda la familia que recibía cada año la llegada de Jesús.
Con diferencias culturales propias de cada región, en el
Viejo Mundo desde Navidad hasta Reyes constituía un momento que se dedicaba al
recogimiento y a la alegría, donde la nieve cobraba un rol importante, por las
bajas temperaturas reinantes en el invierno europeo, donde las comidas
"fuertes" y las bebidas nobles eran de rigor, así como la luz que-
siguiendo las antiguas tradiciones paganas- auyentaban los "malos
espíritus".
Correspondió a San Francisco de Asís ser quien incorporó,
en1223, el primer "pesebre", con las clásicas figuras de la Sagrada
Familia y los animales en la gruta, hecho que se expandió a toda Europa y llegó
a nuestro continente con los españoles. El hoy simbólico "árbol de
Navidad" recién se extendió como aporte de los pueblos germanos y
escandinavos en el siglo XIX, lo que dio forma a la costumbre de
"armar" el árbol y el pesebre el 8 de diciembre - Día de la
Inmaculada- y recién desarmarlos el 7 de enero.
Más recientemente, la costumbre estadounidense de Santa
Claus en el trineo y los renos, incorporó figuras que provenían de Europa como
Papá Noel o San Nicolás, que según la tradición llevaba regalos a los niños
para esta fecha.
A la mesa regional, al árbol y al pesebre y a la figura de Papá Noel, se agregaron
luego la recuperación de antiguos villancicos y la composición de nuevos y el
envío de tarjetas en la segunda mitad del siglo XIX.
Todas estas costumbres- con sus adecuaciones regionales-
se practicaron en nuestro país, como herencia de la inmigración especialmente
española e italiana, a la que Tandil por supuesto no fue ajena y que puso en el
siglo XX matices que el mismo desarrollo tecnológico por un lado y la fiebre
consumista por otro, hacen empalidecer el origen religioso de estas fiestas,
más precisamente la de Navidad.
En el siglo XX
podemos-arbitrariamente- marcar tres diferentes momentos de estas
celebraciones y su forma de concretarlas en Tandil-que naturalmente no es una
isla. Hasta la década del '30 primaban - por los testimonios recogidos y la
documentación existente- tendencias fuertemente marcadas por la tradición del
fin del siglo XIX, que ponía especial acento en los aspectos religiosos y
recoletos pero alegres simultáneamente
con una austeridad manifiesta.
La crisis del '30 y su posterior superación trajo consigo
una renovada esperanza y ya con un Tandil que había heredado del '20 un diseño
importante, además de comenzar el progreso intenso en servicios esenciales, el
aporte de costumbres "importadas" más recientemente para la época,
llevaron a celebraciones de tono más popular (recordemos en la década del '50, el
reparto en dependencias oficiales de sidra y pan dulce).
Ya en la década del '60 las fiestas, especialmente la de
fin de año, se prolongaba en la juventud en "boliches" como
Circulares donde se daba rienda suelta al baile, que hoy es común ya no sólo para
esa fecha sino también para después del brindis de Nochebuena.
Los testimonios que recogimos , nos eximen de incorporar
demasiados datos, pero sí podemos distinguir claramente que las nuevas
generaciones consideran desde el 24 hasta el 1 como una semana festiva, donde
la oferta ya no se reduce a la venida a menos tarjeta de salutación-fax, mail e
Internet todo lo puede-y a los cada vez menos frecuentes almanaques de
regalo-recordemos aquellos inigualables de Molina Campos , de Alpargatas- sino
que una verdadera parafernalia de adornos lumínicos, florales,
forestales,"moñisticos","noelísticos", etc, etc. donde el
plástico reina, atrapan la atención de un potencial consumidor de
"cosas", quedando reducidas las familiares y nostalgiosas
recordaciones y celebraciones religiosas, tapadas masivamente por suculentas
mesas- los que pueden y tienen un trabajo digno o más que digno-y expresiones de alegría matizadas cada vez más
frecuentemente por excesos de bebidas, donde la cerveza reina junto al - de
alguna manera- popularizado champagne, al que antes sólo tenían acceso las
clases altas.
La velita fue reemplazada por sonoras y resplandecientes
luces multicolores en los arbolitos, ventanas, puertas etc. El fresco aljibe se
transformó primero en hielo y luego en congelador y ahora freezer. El oporto y
la hesperidina pasaron a mejor vida y la sidra ( El Gaitero, La Farruca, La
Victoria, Real... tantas otras) sigue burbujeando ahora más acompañadas que
antes por las del otrora aristocrático y ya citado champagne. Las abundancias
de calorías de aquellas avellanas, nueces, almendras, confituras anacrónicas
que heredamos, van cediendo, aunque el pan dulce y los budines (aquellos
Canale, estos Terrabusi y Bagley) son como una obligación tenerlos para las
mesas de estas fiestas, aunque a más de uno las frutas y otros ingredientes no
les guste y sea más una comida para acompañar con mate o te que con cerveza o
sidra. Las casas "naturistas" ofrecen todo diet y light, pelado,
nacional o importado. Cada vez menos se usan aquellas maravillosas y
artesanales herramientas para romper las cáscaras resistentes de aquellos
frutos. No es necesario. Eso sí regalos, no importa si de "todo por dos
pesos" o hecho con cariñoso esmero casero. Del cohete-fósforo que se
raspaba se tiraba al suelo y hacía... pif o la cañita voladora que se colocaba
en una botella que oficiaba de lanzador, pasamos a una batería de pirotecnia
sofisticada y tan cara como estruendosa, que deja a más de un desprevenido con
daños y tortura a nuestras mascotas. Las bombas de estruendo que la
Municipalidad tiraba en la Plaza Independencia, el potente sonido de la sirena
de Nueva Era y los "pitos" de las locomotoras son casi un recuerdo
reemplazado de vez en cuando por fuegos artificiales, fugaces y vanidosos como
inútiles. Burbujas y/o baile es el modo "liberador" predominante. El
origen de todas estas celebraciones, aplastado por el inexorable y aburrido
efecto globalizador, quedó barrido como por una topadora.
El siglo XXI, el tercer milenio, no será, por gracia de
Dios, un poco más espiritual, más solidario y fraterno, menos materialista, individualista
y caníbal?... Que así sea.
Daniel Eduardo Pérez